Por Sanjay Suri
Activistas marcharon en Pittsburgh para reclamar soluciones ambientales y económicas Crédito: whatleydude/flickr | |
PITTSBURGH, Estados Unidos (IPS) - En la cumbre celebrada en esta ciudad estadounidense, el Grupo de los 20 (G-20) países emergentes e industriales pasó de ser un ámbito de diálogo a una institución.
Además, ha suplantado al Grupo de los Ocho (G-8) países más poderosos como principal entidad para determinar políticas económicas de alcance mundial.
Esto implica, inevitablemente, que habrá muchas y más amplias consultas sobre políticas económicas, ya no como respuesta a la crisis, sino como un compromiso continuo, aunque más no sea porque cada uno puede atravesar su propia crisis en algún momento.
La declaración de la cumbre dice que el G-20 "será responsable ante la comunidad de naciones de asegurar la salud general de la economía mundial".
Los miembros del G-20 son los ministros de finanzas y gobernadores de bancos centrales de 19 países: los del G-8, Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña, Italia, Japón y Rusia, y los del variopinto conjunto formado por Arabia Saudita, Argentina, Australia, Brasil, China, Corea del Sur, India, Indonesia, México, Sudáfrica y Turquía, además de la Unión Europea.
Se cree que el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, condujo el esfuerzo de dar solidez al G-20. Y, en una señal simbólica de su nueva amplitud, la próxima cumbre se celebrará el año que viene en Seúl, Corea del Sur, tras sus reuniones en Washington, Londres y Pittsburgh.
Las economías emergentes han logrado buena parte de lo que buscaban, sustentadas en posiciones claras, que llegaron a ser presiones, según algunos o, por lo menos, a un firme poder de persuasión.
Los emergentes formaron un grupo de cinco (G-5), integrado por Brasil, China, India, México y Sudáfrica, que asumió una posición colectiva para hablar ante los poderosos del G-8 en la cumbre celebrada entre el 8 y el 10 de julio en la localidad italiana de L'Aquila.
Y a comienzos de este mes, las naciones del grupo BRIC (Brasil, Rusia, India y China) efectuaron una presentación colectiva en la reunión de ministros de finanzas del G-20 en Londres, reclamando una mayor representación en el Fondo Monetario Internacional (FMI).
Tal vez era cuestión de tiempo antes de que alguien cerrara un acuerdo con un subgrupo que desafiara al grupo mayor, el G-8. Obama lo hizo.
Mientras, el G-8 se apaga como el gran centro de influencia, aunque no ha sido disuelto oficialmente. Todavía no está claro cuál será su nuevo rol. Lo que sí está claro es que el foco está hoy sobre el G-20.
El ocaso del G-8 no es necesariamente una concesión del mundo industrial. "El G-8 enfrentó una crisis de credibilidad. Produjo un récord de frases hechas y promesas incumplidas", dijo a IPS John Samuel, director internacional de ActionAid.
"Y, en segundo lugar, celebró al colapsado nuevo mercado liberal. Se ha quedado sin trabajo, y ahora tiene una función decorativa", opinó.
El G-8 accedió a abrir paso al G-20 "no por opción, sino impulsado por la crisis económica", agregó.
Es un histórico paso adelante, pero tal vez no sea ocasión para celebrar. "La pregunta es si ahora tendremos un 'súper ocho' dentro del G-20", dijo Samuel.
"Lo que importa es si países como India y Brasil podrán renovar el discurso en el G-20. Si éste se convierte en sirviente del G-8, entonces no habrá muchas posibilidades", agregó.
Por otro lado, "muchos países del G-20 son menos democráticos que los del G-8", dijo Samuel.
Arabia Saudita es el ejemplo obvio. Pero incluso en el caso de India, no hay suficiente democracia en el parlamento y la sociedad civil, sostuvo.
"Las negociaciones sobre el futuro del mundo no pueden quedar en manos de los burócratas", opinó.
Con todo, pocos pueden negar que el cambio dio a los principales países en desarrollo una oportunidad histórica de influir en el destino del mundo. Y, potencialmente, de hablar en nombre de los pobres que no integran el G-20.
Un recordatorio es el hecho de que sólo en India puede haber más pobres que en el resto del planeta.
Se cree que los países del G-20 concentran 90 por ciento de la producción económica mundial y dos tercios de la población del planeta. La legitimidad del grupo dependerá en gran medida de cómo aborde esa brecha.
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