Jorge Castillo Arias
Al frente, el mar. La hamaca amarrada al árbol que me brinda su sombra. La perra negra, marinera, correteando pequeñas aves por la playa. En sueños, la perra es anarquista y estoy tomando un "cuba libre" para ir saboreando este día. Es que, desde que llegué a cierta edad y a cierto punto de mi vida, decidí vivir al día, sin ayer ni mañana. Disfrutar solo el hoy, lo que está a mi alcance. El momento esplendoroso del sol sobre las montañas y el mar. Tentado a repetir frases humanas, demasiado humanas: entre más conozco a la gente, más amo a mi perra, y demás frases de decepción. Como diría José: sorprendente ver a dos perros contemplando el atardecer, un día cualquiera y luego lanzándose a las olas, como si fuesen personas (ja,ja). Dice Gandhi: quien afirma que los animales no tienen alma, no ha convivido con ellos, y no lo digo por José. Cuando leo las “opiniones” surgidas alrededor del tema del abstencionismo, me alegra sobremanera estar tan alejado de la civilización y no vivir con esa insólita furia de algunos y de algunas, al enfrentar ideas contrarias. Cuán lejano se escucha el principio de tolerancia de Voltaire: Odio y detesto lo que dices, pero defenderé, incluso con mi vida, si fuese necesario, tu derecho a decirlo. En este país, y probablemente en los demás también, es un horror, proponer el abstencionismo combativo y crítico. Todos los aspirantes y las aspirantes a algún hueso, salen pegando alaridos contra, pidiendo la hoguera por tal atrevimiento, cuales Torquemadas de lo electoral. Me gustaría volver a recrear el tema del abstencionismo, como le propuso discutir, sobre cualquier asunto, Proudhon a Marx, con absoluta libertad, e incluso con ironía. Volvamos a analizar la sociedad que nos tocó, lamentablemente, vivir: el capitalismo. Empecemos por mandar al carajo el maquillaje del posmodernismo: globalización, neoliberalismo y demás chucherías y cuentas de vidrio. Como dijo un sociólogo argentino, la globalización empezó en 1492, cuando Colón se tropezó con el continente hoy llamado América (las Indias), y el neoliberalismo es la misma enfermedad que somete a la humanidad desde que surgió el capitalismo industrial, hace siglos de eso, o sea, no hay nada nuevo bajo el sol. El capitalismo es el único sistema que hemos conocido en los últimos siglos, incluso, la experiencia del “socialismo realmente existente”, de la extinta Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, de las otras repúblicas que le tocaron a la URSS en el reparto imperialista después de la Segunda Guerra Mundial, de China, Cuba, lamentablemente, no fueron más que experimentos del capitalismo de Estado (la burguesía sustituida por una camarilla burocrática). De allí que el tránsito, de “regreso” de esas sociedades, al capitalismo de libre empresa, no fue ni violento ni traumático. Es más, China demuestra hoy que es posible el funcionamiento simultáneo de ambos, del capitalismo de Estado y del capitalismo de libre empresa (y también del sistema esclavista). Este sistema se basa en la explotación de los trabajadores y las trabajadoras, a través de un sistema injusto de distribución de la riqueza social (producida por todos y todas): el mercado. Este sistema no funciona si al mismo tiempo no existe el Estado, el aparato institucional de coerción y coacción, democrático o dictatorial. Según los ideólogos de este sistema, el ser humano, en aras del orden y la paz, le entregó su soberanía a un ente superior, el Estado. Sin el Estado no habría más que violencia, anarquía, desorden, caos, dicen estos señores. Ocultando que el Estado es el generador y protector de la violencia institucionalizada, la peor violencia existente: la pobreza y la ignorancia; que el Estado es el desorden, el caos, como lo vivieron los mexicanos, con toda crudeza, en 1985, cuando el terremoto en el Distrito Federal. Como dice La Boétie, el ser humano, un ser nacido para ser libre, un ser nacido para la libertad, se la entrega al Estado (la servidumbre voluntaria). Rousseau nos engalana la historia con el cuento de la soberanía individual, entregada a un soberano superior, cuyo fin es nuestro propio bienestar colectivo (el Estado). De allí surge la farsa electoral. Según los ideólogos de la burguesía, las elecciones son el mecanismo por el cual los miembros de una sociedad deciden quien los va a gobernar. Así, nos meten el cuento de la democracia representativa. Ahora bien, cuál es la realidad. El sistema electoral es únicamente un instrumento para la legitimación del poder. El poder no cambia cada cuatro o seis años, según sea el período escogido, el poder es una red continua en el tiempo y en el espacio, que esboza una sonrisa cada cuatro o seis años, contemplando a los niños y las niñas jugando a las elecciones, contemplando a los ingenuos y a las ingenuas manchándose el dedo. El poder no cambia, cambia el gobierno de turno, el cual puede ser de izquierda, de centro o de derecha, según el gusto de los electores. Por favor, solo echen un vistazo al panorama actual de América Latina, en ningún país, el poder del capital, el poder de la burguesía, está siendo cuestionado seriamente. Si algún gobierno intentase realmente socavar el poder, ahí mismo acaba. Las elecciones solo son un juguete que el poder utiliza para embaucar a los incautos y las incautas, nunca han sido ni podrán ser, un instrumento para la transformación de la sociedad. El poder está en las empresas, en el aparato institucional permanente (jueces, policías, funcionarios, inspectores), en la cotidianidad de nuestras existencias, no en el gobierno de turno, que solo es una parte del poder. En las últimas elecciones en Estados Unidos, gana por primera vez, un negro, cuya consigna era el cambio. Después de meses podemos ver los resultados, ninguno, todo sigue igual. En las últimas elecciones en El Salvador, gana, por primera vez, la ex guerrilla del FMLN y todo sigue igual. Así fue en Sudáfrica cuando los blancos dijeron, ya no queremos administrar esta granja, que la administren los negros, y nada cambió, la mayoría de la población sigue en la más terrible exclusión alimentaria, sanitaria y demás, pero, con administración negra. En Costa Rica siempre ha sido así, cada cuatro años elecciones, gana uno y gana otro y nada cambia, ¿qué va a cambiar por medio de las elecciones? Nada. El poder, esa red que nos teje y nos anula, se expresa en la vida cotidiana de todas las personas, recorre todos los recodos de la sociedad. Ese poder se ríe de nosotros y de nosotras cada cuatro años, haciéndonos creer que elegimos. Como réplica, nos dicen, vean América del Sur, en donde hay gobiernos de izquierda en muchos países. Es cierto, pero, en todos esos países el sistema continúa siendo el mismo, el capitalismo, con todas sus consecuencias: pobreza, ignorancia, militarismo, destrucción de la naturaleza y demás. Nada ha cambiado, solo el tono del discurso y perdonen, pero la gente no come discursos, ni se cura con discursos, ni se educa con discursos. Sostengo y vuelvo a sostener, sin que constituya verdad revelada, ni la verdad absoluta, mi opinión, simple y sencilla, expresada en mi artículo: Impugnación de las elecciones y de la izquierda actual. No quiero repetir mis argumentos, ahí están, para su análisis, para su consideración, para su discusión. Las elecciones son un instrumento más de la dominación de los capitalistas, que les asegura el sometimiento de las mayorías. Las elecciones solo sirven para legitimar el poder, para legitimar esta sociedad colmada de injusticias y aterrorizada por la ignorancia. El poder no se elige, se instala dentro de nosotros mismos y nosotros mismos nos convertimos en nuestros propios policías y jueces. Las elecciones forman parte del discurso del poder que le dice: Usted no es nada, usted es un niño o niña, que necesita de un padre para que no se haga daño, usted no se puede gobernar solo o sola. Eso es una mentira, las personas podemos construir formas de contra-poder en nuestras comunidades, en nuestros barrios, en las fábricas, en los centros de educación, en todas partes, en donde podamos ejercer el poder directamente, sin intermediarios y de manera permanente, no cada cuatro años. Del gobierno político a la administración de las cosas. Los políticos solo son unos intermediarios innecesarios, “líderes” impuestos a una sociedad, vampiros que desangran a los pobres. Las elecciones y los políticos le cuestan a la sociedad una gran parte de la riqueza social, que podría utilizarse para el bienestar de la mayoría de la población. Lo que se despilfarra en el carnaval electoral podría darles techo a muchas personas, podría salvar muchas vidas humanas y animales. Pero, ninguno renuncia a eso, por eso todos son lo mismo, sean de izquierda o de derecha, o del inexistente centro. Hago este esfuerzo de sistematizar mis ideas anti-electorales, con el fin de provocar debate, de que la gente diga, debo pensar qué estoy haciendo con mi vida. El capitalismo es el nombre de la sociedad en la cual vivimos, no tiene ningún otro, olvidemos las caretas del neoliberalismo, la globalización, esos aretes y collares solo son útiles para quienes se proponen administrar estas sociedades de exclusión, con el discurso de la oposición. No seamos ingenuos, ni ingenuas, ni el PAC, ni Rolando Araya, ni Trejos, pueden ser alternativa alguna a este sistema, pues son parte del sistema mismo. La alternativa está en el abstencionismo, pero, un abstencionismo consciente y combativo, que impulse la movilización social autónoma, no violenta. La llamada lucha armada solo es la alternativa de los marxistas leninistas que no se resignan a su derrota. Porque fue esa corriente la que fue derrotada a fines del siglo pasado, no el socialismo libertario, ni el socialismo utópico. Si las elecciones no pueden ser el instrumento de ningún cambio social de importancia, la lucha armada menos. La lucha armada solo puede producir una sociedad igual a esta, violenta, desigual, militarista. La aberración del marxismo leninismo tuvo una de sus culminaciones en el régimen de Pol Pot en Camboya, en el siglo recién pasado, por favor, muchachos y muchachas – con todo mi adultocentrismo – lean sobre esa espeluznante experiencia del fascismo rojo. La humanidad no puede estar condenada a dar vueltas en círculo. Enterremos de una vez y por todas ese cadáver del marxismo leninismo, reconstruyamos el socialismo como una sociedad en donde las personas recuperan su libertad, acabando con su servidumbre voluntaria (que se expresa en la participación en las elecciones), como una sociedad donde no haya excluidos ni excluidas, donde todos tengamos la posibilidad de satisfacer nuestras necesidades y de cumplir nuestros sueños. Que de las elecciones se ocupen los que quieren agarrar una teta, nosotros y nosotras, que somos la mayoría, digámosle no al poder, no a la farsa electoral, no al carnaval burgués de legitimación. Vuelvo a ver el mar, el sol ya se esconde, en medio de un incendio que nada calcina. Ahora sí, con el “cuba libre” en la mano. La camiseta del Che con gafas que mi hijo me regaló, leyendo una revista llamada La Libertad, soñando en que esto algún día cambiará, aunque algunas personas me digan: estúpido, incoherente, vagabundo, antidemocrático y demás apelativos que les dicta el poder. Y es que el poder se instala en nosotros(as) de una manera profunda, es tan difícil, por no decir imposible, creer que pueda existir una sociedad sin Estado. Han sido tantos años (¿siglos?) de sociedad estatizada y estratificada, que ya creemos que la violencia, la desigualdad, la pobreza, son parte de los genes humanos, que el mercado y el Estado están inscritos en el ADN de todas las personas y que por eso todos y todas debemos ir a votar. Ahora, lo más ridículo de las izquierdas electorales es su dispersión en varias carrozas y comparsas, en la cola del carnaval de la burguesía, tratando de justificar la egolatría de sus seudo líderes, acusando a la CIA, a Rodrigo Arias, a los anarquistas, de propiciar la división. El ridículo será monumental. Por eso les digo a quienes participaron de los “comités patrióticos”, amigos y amigas: ustedes participaron de la última expresión de auto-organización y de democracia directa de este país (mal llamado Costa Rica, porque solo es rica para unos cuantos y unas cuantas), ustedes representan el camino para la transformación social, la organización desde las bases, plural, diversa, revolucionaria, ustedes son la asamblea, no voten, expresen su rechazo a la farsa electoral, díganle al señor Trejos, fementido “líder” del no, usted no nos representa, no necesitamos que nadie nos represente, confianza solo en nosotros y nosotras mismas. Ojalá digan que yo estaba borracho cuando escribí esto, qué delicia. Para finalizar, un pequeño comentario sobre el uso de los seudónimos. Para mí, representa una cuestión que carece de relevancia alguna en la discusión política y que expresa lo siguiente: importan los argumentos y no la persona que los dice. Para mí están bien Soledad Macondo, Julián Arenales, Saduj Tumaini y tantos otros y otras. El problema no son las personas, son las ideas. En el caso de los grupos siempre me han gustado: Los Nadie, Sin Nombre, La Tribu, Las Sombras, Colectivo Anarquista de Puntarenas y tantos otros, víctimas siempre de los trotskistas, quienes por sacar dos militantes disciplinados para sus milicias, destruyen esos concurridos y críticos grupos de jóvenes rebeldes.
Cabo Velas, octubre de 2009.
Diario Digital Nuestro País - Costa Rica/13/10/2009
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