J. Osvaldo Calle Quiñonez
Bolivia se prepara para reelegir a Evo Morales como presidente en las elecciones generales convocadas para el 6 de diciembre. Los grupos políticos que representan a la clase social que -con breves interrupciones- controló el país por más de 100 años, están desechos y sólo aspiran a mantener su capacidad de veto en el Parlamento. Saber si los candidatos del MAS lograrán controlar el Parlamento con la mayoría necesaria para dar apoyo legal a lo que llaman el "proceso de cambio", es una de las pocas dudas por aclarar.
Todas las encuestas dicen que Evo Morales será el ganador de las elecciones y hasta prevén que está vez obtendrá el control de las dos cámaras en el Parlamento.
Según los resultados de una encuesta de Equipos Mori, Morales lograría un 52% de votos, Manfred Reyes Villa 18%, Samuel Doria Medina 9%, mientras que el candidato René Joaquino lograría un 3%.
Si esa tendencia se mantiene, en la nueva Asamblea Legislativa Plurinacional, como será denominado el Parlamento desde enero. En el Senado, el MAS ocuparía 23 de sus 36 escaños. Morales ya se considera victorioso, pero quiere lograr 2/3 de la representación parlamentaria a su favor, para evitar que la minoría ejerza el poder de veto, como ya lo hizo durante su gestión gubernamental.
"Es hora de votar por nosotros mismos", decía un eslogan de campaña de Morales del año 2005. Morales -quien de niño se procuraba el té recogiendo cáscaras de naranja en los caminos y de joven fue trompetista en fiestas populares, antes de dirigirse al Chapare donde se convirtió en líder sindical de los cocaleros- mantiene su caudal de apoyo en los sectores populares. Según la encuestas, Morales recibe el respaldo del 53% de electores de los sectores populares y el 32 % en la clase media.
Su principal contendor, Manfred Reyes Villa, se sustenta en el 26 % de apoyo en la clase media. Esa candidatura, que reúne a los opositores más acérrimos de Morales, tiene que lidiar contra las sombras que empañan a Reyes Villa, sobre quien pesa un arraigo por su presunta implicación en casos de corrupción. De joven Reyes Villa fue edecán de Luis Arce Gomez, el ministro del Interior de la última dictadura que asoló a Bollivia, y en 2003 se alió con Gonzalo Sánchez de Lozada, acusado de genocidio durante las movilizaciones populares de 2003. Su candidato vicrepresidencial, Leopoldo Fernández, está preso a la espera de un juicio ordinario, también por el cargo de genocidio contra campesinos en 2008.
El desastre de la oposición
En la campaña electoral de 2005 la derecha explotó a su favor el recuerdo de la hiperinflación económica de inicios de los años 80, fruto de la crisis de la deuda externa y una desastrosa administración económica de la Unión Democrática y Popular (UDP). Sin embargo, sobre la base de la nacionalización de los hidrocarburos, en sus casi cuatro años de gestión, el gobierno logró elevar las reservas internacionales de 1.700 a más de ocho mil millones de dólares, la deuda externa disminuyó de 4.400 a 2.400 millones de dólares y por primera vez en décadas evitó el crónico déficit fiscal en las arcas estatales, a la par que el ingreso percápita subió de 1.010 a 1.510 dólares. En el área social, con la cooperación cubana, Bolivia fue declarada por la Unesco como país libre del analfabetismo.
Con esos indicadores en materia económica y social, la oposición se quedó sin argumentos justificar sus posiciones. Para los sectores sociales movilizados, las acciones del gobierno carecen de contundencia, sin embargo, la nacionalización de las empresas petroleras, y la política de redistribución de tierra fueron consideradas como atentatorias a sus intereses por grupos familiares que controlan la economía del país y los terratenientes que anunciaron resistencia.
Pero las representaciones políticas de los terratenientes fueron derrotadas en las elecciones de 2005. En el Parlamento la oposición sólo se limitó a vetar las iniciativas gubernamentales. El papel activo de la oposición fue asumido por los llamados comités cívicos, organizaciones controladas por las oligarquías regionales, muy bien secundados por las redes de comunicación. Los líderes cívicos de Santa Cruz, asumieron la dirección de la llamada "media luna", que incluía además a los departamentos de Tarija y Pando.
Cuando en agosto de 2008, Morales fue ratificado con el 67% de votos en un referéndum revocatorio, el movimiento cívico organizó protestas que fueron llamadas como el "golpe separatista". Con el argumento de defender los ingresos regionales generados por las regalías petroleras, los cívicos promovieron bloqueos de caminos, golpearon y humillaron a campesinos; tomaron aeropuertos; intentaron tomar instalaciones militares e impulsaron el separatismo de las regiones ricas en hidrocarburos. En un clima de violencia ascendente, el presidente Morales y sus ministros tenían vetado su ingreso a varias regiones del país, la policía carecía de material para sofocar las manifestaciones, muchas de ellas separatistas y racista. Ante la inacción gubernamental, los sectores populares organizaron para defender el "proceso del cambio", pero una las primera de las primeras movilizaciones fue frenada por los cívicos con una masacre de campesinos en Porvenir, al norte del país. La violencia con la que ejecutaron la masacre, provocó un vuelco en la ciudadanía que respaldó un estado de sitio que restituyó el orden en el país.
Los cambios en la correlación de fuerzas que se viven en Bolivia quedaban en evidencia. Los terratenientes y sectores empresariales radicales incentivaban paros y protestas, los sectores populares pedían orden en el país y dilucidar las diferencias a través del voto popular. Ése fue el ambiente en el que se realizó el referéndum constitucional en el que la propuesta de Morales recibió el 61% de los votos y dejó abierta la posibilidad para la reelección del presidente indígena. Aún así, las cadenas de comunicación afirmaban que el resultado había sido estrecho, aunque en los hechos la oposición política había comenzado a desarticularse.
La oposición intentó frenar la realización de las elecciones nacionales previstas por la Constitución, incluyendo en la ley de convocatoria a elecciones una cláusula que obligaba a levantar un nuevo padrón electoral, con características biométricas. A mediados de abril, cuando fue promulgada la convocatoria a elecciones, conformar un nuevo padrón parecía un hecho casi imposible, pero una masiva participación ciudadana logró también salvar ese obstáculo. Hoy el Órgano Electoral Plurinacional (OEP) tiene un padrón con casi cinco millones de inscritos.
La conversión de los violentos
En abril, na acción policial en Santa Cruz desarticuló una célula de terroristas encabezada por Eduardo Rosza, un ex mercenario de la guerra secesionista de los Balcanes. Según las evidencias hasta ahora conocidas, ésa célula quería reproducir en Bolivia la experiencia que terminó con la separación de Kosovo de Serbia. Las investigaciones que siguieron al hecho pusieron al descubierto la implicación de empresarios y dirigentes cívicos en la financiación del grupo separatista.
El golpe al grupo terrorista fue el definitivo para los opositores que habían apostado al separatismo. Los terratenientes no lograron articular un frente electoral único para enfrentar a Morales, los empresarios de la Cámara de Industria, Comercio y Turismo (Cainco) se desmarcaron de los terratenientes de "línea dura", y más tarde ahora activistas del la Unión Juvenil Cruceñista (UCJ), el grupo de choque de los cívicos, que y hasta empleados de confianza del prefecto Rubén Costas se pasaron a las filas del MAS.
En 2008, un transeúnte fue golpeado por miembros de la en la plaza 24 de septiembre de Santa Cruz sólo por parecerse a un simpatizante del MAS. Ahora, los líderes de la UCJ son masistas y organizan la campaña del partido de Morales en el centro cruceño.
En Tarija, otro de los centros opositores al gobierno, el senador tarijeño de Poder Democrático y Social (Podemos) Roberto Ruiz Bass Werner, líder de la agrupación ciudadana Dignidad, se incorporó a las filas del MAS.
El líder de Podemos, la actual primera fuerza opositora en el Parlamento, Jorge Quiroga, había renunciado a participar en las elecciones por considerar que no tenía ninguna posibilidad de victoria.
En Bolivia, no existe polarización política sino una cada vez mayor hegemonía del MAS en el occidente, la misma que comenzó a extenderse a parte de la denominada media luna que era considerada como bastión de la oposición.
Bolpress - Bolivia/30/11/2009
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