Estamos en un momento progresista, un momento en el que el piso se mueve bajo nuestros pies y cualquier cosa es posible.
Lo que hace un año considerábamos inimaginable es ahora posible.
En un momento como éste es fundamental ser claros con respecto a lo que queremos, porque podríamos conseguirlo.
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Naomi Klein*
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Suelo hablar del rescate financiero porque se trata de un robo en marcha, el mayor atraco de la historia monetaria. Pero hoy quiero enunciarlo con un enfoque diferente: ¿qué pasa si el rescate funciona, si el sector financiero se salva y la economía retoma el curso en el que se encontraba antes del azote de la crisis? ¿Eso es lo que queremos? ¿Y qué aspecto tendría ese mundo?
La respuesta es que tendría el mismo aspecto que Sarah Palin. Y esto no es un chiste. Veamos: Sarah Palin apareció en la escena mundial como candidata a la vicepresidencia el 29 de agosto en un acto de campaña de McCain, con bombos y platillos. Exactamente dos semanas más tarde, el 14 de septiembre, Lehman Brothers colapsó, lo que desencadenó la crisis financiera mundial. En cierto modo, Palin fue la última expresión del capitalismo usual antes de que todo se desmoronara. Con su lenguaje sencillo y hogareño, ella nos mostró la trayectoria que seguía la economía estadounidense antes del derrumbe.
Al ofrecernos un atisbo de este futuro, que evitamos por un pelo, nos da la oportunidad de preguntarnos: ¿queremos llegar allí? ¿Queremos salvar el sistema en el que estábamos? ¿O queremos usar esta crisis y el mandato electoral de un cambio serio para transformar ese sistema? Debemos dar una respuesta clara ahora. O aprovechamos esta oportunidad o la perdemos.
¿Qué nos estaba diciendo Palin sobre el capitalismo antes de ser interrumpida por la crisis? Antes de que ella apareciera, el público estadounidense empezaba a advertir la urgencia de la crisis climática, el que nuestra actividad económica esté en guerra con el planeta y que es necesario instrumentar un cambio radical. Se había empezado a hablar de eso: los osos polares estaban en la tapa de la revista Newsweek . Es cuando hace su entrada Sarah Palin. El núcleo de su mensaje era: esos ambientalistas, esos liberales, están equivocados. No hay que cambiar nada. No hay que repensar nada. Sigan manejando sus autos que engullen nafta, sigan yendo al Wal-Mart a comprar todo lo que se les antoje.
"Estadounidenses -dijo en la Convención Nacional Republicana-, debemos producir más de nuestro propio petróleo y nuestro propio gas. Se lo dice una chica que conoce la región de North Slope, en Alaska, donde tenemos muchísimo de ambos." Y la multitud reunida respondió entonando y coreando: "A perforar, nena, a perforar". Viendo esa escena en la TV, con esa escalofriante mezcla de sexo, petróleo y patrioterismo, recuerdo haber pensado: "Diablos, la convención republicana se ha convertido en una manifestación a favor de fornicar el planeta Tierra". Literalmente.
Pero lo que Palin decía es eso que forma parte del ADN del capitalismo: la idea de que el mundo no tiene límites. Estaba diciendo que no existen las consecuencias ni los déficits del mundo real. Porque siempre habrá otra frontera, otra Alaska, otra burbuja. Sólo hay que seguir adelante y descubrirla, El mañana nunca llegará.
Esa es la mentira más consoladora y peligrosa que existe: la de que es posible un crecimiento perpetuo e infinito en nuestro planeta finito. Y tenemos que recordar que este mensaje fue increíblemente popular en esas primeras dos semanas, antes de la caída de Lehman. A pesar de los antecedentes de Bush, Palin y McCain seguían adelante. Y si no fuera por la crisis financiera, y por el hecho de que Obama empezó a conectarse con los votantes de la clase trabajadora, al cuestionar la desregulación y la economía del goteo de la riqueza, tal vez hubieran ganado las elecciones.
Para enfrentar la mentira del crecimiento perpetuo y la abundancia ilimitada, que es el núcleo de las crisis financiera y ecológica, debemos mirar muy atrás, no sólo los últimos ocho años de Bush, sino hasta el momento de la fundación de este país, hasta la idea del Estado colonizador.
El capitalismo moderno nació con el así llamado descubrimiento de las Américas. Fue el saqueo de los increíbles recursos naturales de las Américas lo que generó el exceso de capital que posibilitó la Revolución Industrial. Los primeros exploradores hablaban de esta tierra como una Nueva Jerusalén, una tierra de tan infinita abundancia, y tan accesible, que el pillaje no acabaría nunca. Esta mitología está en todas nuestras historias bíblicas -diluvios y nuevos comienzos, éxtasis y rescates- y ocupa el centro del "sueño americano", con su constante reinvención. Lo que el mito nos dice es que no tenemos que vivir con las consecuencias de nuestros actos. Siempre podemos escapar y empezar de nuevo.
Estas historias siempre fueron peligrosas para la gente que vivía en las tierras "descubiertas", que las trabajaba con esfuerzo. Pero ahora el planeta entero nos dice que ya no podemos permitirnos la idea de ilimitados nuevos comienzos. Por eso resulta significativo que en el momento en que apareció algún instinto de supervivencia humana y empezamos a entender los límites naturales, apareciera Palin, la nueva encarnación de la mujer de frontera colonial, diciendo: "Vengan a Alaska. Siempre hay más. No piensen, simplemente tomen.
No se trata de Sarah Palin. Se trata del significado de ese mito de constante "descubrimiento" y de lo que nos dice sobre el sistema económico por cuya salvación están gastando billones de dólares. Lo que nos dice es que el capitalismo, librado a sus propios recursos, nos empujará más allá del punto en que es posible la recuperación climática; y que evitará a cualquier precio un balance serio, ya sea de sus deudas financieras o de sus deudas ecológicas. Porque siempre hay más. Una nueva solución rápida. Una nueva frontera.
El mensaje se vendía, como siempre. Sólo cuando se derrumbó el mercado de valores la gente empezó a decir. "Tal vez Sarah Palin no sea una buena idea esta vez".
Siento que nos han dado una última oportunidad, una especie de indulto. Trato de no ser apocalíptica, pero lo que leo sobre el calentamiento global da miedo. Esta crisis económica, espantosa como es, nos alejó de ese precipicio ecológico al que estábamos por saltar con Sarah Palin y nos dio un poco de tiempo para cambiar de curso. De pronto tuvimos permiso para hacer juntos otras cosas además de comprar. Pero no nos hemos liberado del mito. La obstinada ceguera a las consecuencias que tan bien representa Sarah Palin está arraigada en la manera en que Washington está respondiendo a la crisis financiera. Washington preferiría arrojar billones de dólares en un agujero negro antes que descubrir la profundidad de ese agujero. Tanta es la obstinación de no enterarse.
Y vemos otros muchos signos de que la vieja lógica está volviendo. Los salarios en Wall Street ya han vuelto casi al nivel de 2007. Hay una cierta electricidad en las afirmaciones de que el mercado de valores se está recuperando. "¿Ya podemos dejar de sentirnos culpables?", casi podemos escuchar preguntarse a los comentaristas. "¿La burbuja ya ha vuelto a inflarse?"
La crisis no matará al capitalismo, ni siquiera lo cambiará sustancialmente. Sin la enorme presión popular a favor de una reforma estructural, la crisis sólo implicará una dislocación solucionable. El resultado será una desigualdad aún mayor que la anterior a la crisis. Los mercados financieros son rescatados para impedir que el barco del capitalismo se hunda, pero no se desagota agua, sino gente, en nombre de la "estabilización". El resultado será un barco más pequeño y peor. Porque una mayor desigualdad -gente muy rica viviendo junto a desesperados- exige una mayor dureza de corazón. Necesitamos creernos superiores a los excluidos para vivir cada día.
¿Nuestra tarea será rescatar este barco, el mayor barco pirata que existió, o reemplazarlo por una nave más sólida, con espacio para todos? Uno que no requiera que arrojemos a nuestros vecinos por la borda para salvar a los pasajeros de primera clase. Uno que entienda que la Tierra no tiene la capacidad para que todos nosotros vivamos cada vez mejor, pero sí la tiene para que todos vivamos bien. El capitalismo sobrevivirá a esta crisis, pero el mundo no puede sobrevivir a otro retorno del capitalismo.
*La autora, nacida en Montreal, Canadá, es economista política, periodista y escritora
La Nacion - Argentina/03/11/2009
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