Análisis de Jim Lobe*
WASHINGTON, 20 nov (IPS) - El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, regresó de su gira de una semana por Asia y se enfrenta a una lista de cada vez más urgentes problemas heredados de la "guerra contra el terrorismo" lanzada por su antecesor, George W. Bush (2001-2009).
Desde Palestina y Pakistán, hasta su principal prioridad en el Congreso legislativo, la reforma del sistema de salud estadounidense, Obama debe tomar decisiones clave en un periodo relativamente corto de tiempo.
Algunas de esas decisiones podrían fijar el rumbo futuro de la política exterior, y específicamente determinar si podrá sacar a Estados Unidos del hoyo cavado por Bush en Medio Oriente.
El aparente impasse en el conflicto por el programa nuclear de Irán ha fortalecido a las fuerzas en Washington a favor de adoptar tarde o temprano "sanciones paralizantes", si no militares, contra la República Islámica.
Al mismo tiempo, el drástico deterioro en las últimas semanas de las posibilidades de renovar las negociaciones de paz entre israelíes y palestinos ha puesto sorpresivamente en duda la viabilidad, no sólo de la Autoridad Nacional Palestina, sino también de la llamada "solución de los dos estados", que Washington y otros miembros del Cuarteto han puesto como base de sus esfuerzos.
El llamado Cuarteto es una instancia de mediación internacional integrada por la Organización de las Naciones Unidas, la Unión Europea, Estados Unidos y Rusia.
Fue hace apenas tres semanas que el consejero de seguridad nacional de Obama, James Jones, identificó al conflicto palestino-israelí como "epicentro" de los desafíos estadounidenses en Medio Oriente, y la crisis que Washington priorizaría si pudiera "solucionar algún problema" de la región.
No obstante, tras los últimos desafíos de Israel a las demandas de Obama para que se detenga la expansión de asentamientos en Cisjordania y específicamente en Jerusalén oriental, la salida a la crisis no parecía tan remota desde que Bush puso fin a los esfuerzos de paz de su predecesor, Bill Clinton (1993-2001).
La gira asiática de Obama, que lo llevó a Japón, Singapur, China y Corea del Sur, recibió análisis diversos en Washington.
Críticos de derecha lo acusaron de excesiva deferencia, especialmente para con sus anfitriones chinos y el emperador japonés Akihito, ante quien fue acusado de arrodillarse demasiado. Pero sus defensores insistieron que su modestia marcó un claro contraste con el arrogante andar a lo "cowboy" de Bush.
Altos consejeros de Obama creen firmemente que las relaciones con Asia, donde China está emergiendo como una verdadera potencia mundial, y tras las elecciones en Japón, el aliado más cercano de Washington en esa región, han dado inicio a una transición en política exterior que requiere mucha más atención de la dada por Bush, un punto aludido por el actual mandatario cuando se refirió a sí mismo como el "primer presidente para el Pacífico".
Que la administración de Obama se haya visto obligada a prestar más atención a Medio Oriente es motivo tanto de pesar como resentimiento para muchos de los mismos consejeros que acusan a Bush de incompetencia, de tener una visión del mundo maniquea y de despreciar la diplomacia en las crisis que atraviesa el planeta. De todas éstas, la de Afganistán es la que ha acaparado mayor solicitud. Desde hace tres meses, Washington realiza una revisión sobre su estrategia en ese país de Asia central.
El alto comandante militar en Afganistán, Stanley McChrystal, al parecer apoyado por el jefe de Estado Mayor de las Fuerzas Armadas, Mike Mullen, y por el secretario de Defensa, Robert Gates, pidió que unos 40.000 soldados se añadan a los 68.000 ya desplegados en ese país.
Esto permitiría detener el avance del movimiento islamista Talibán y así darle más tiempo a Washington y a la Organización del Tratado del Atlántico Norte para formar a las fuerzas de seguridad afganas.
Pero a esto se opondría el vicepresidente Joseph Biden y varios altos consejeros políticos de Obama. Preocupados sobre la creciente oposición a la guerra entre los simpatizantes del gobernante Partido Demócrata y las encuestas mostrando que sólo un tercio del público estadounidense está a favor de aumentar las tropas, prefieren un más modesto reforzamiento militar, o ninguno.
Su posición se ve fortalecida por las denuncias de corrupción que aumentan contra el gobierno del presidente afgano Hamid Karzai, su hermano y otros de sus hombres, y por la filtración de un cable del embajador estadounidense en Kabul, Karl Eikenberry, en el que manifestaba dudas sobre si enviar más tropas haría alguna diferencia.
En cuanto a Irán, Obama prometió que promovería una política de acercamiento con Teherán a lo largo de este año. Pero, con menos de 45 días para la llegada de 2010, Irán todavía no ha confirmado un principio de acuerdo alcanzado el mes pasado en Ginebra con el llamado P5+1, que pudo haber aliviado las tensiones en torno a su programa nuclear.
El P5+1 está integrado por los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas: China, Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña y Rusia, más Alemania.
El plan permitía que Teherán exportara a Francia y Rusia la mayor parte de su uranio levemente enriquecido para que fuera reprocesado en barras que serían usadas en un reactor con fines de investigación en la capital iraní. Recientes declaraciones de altos funcionarios iraníes, que parecían rechazar la iniciativa, causaron pesimismo en Washington.
Ante esto, el llamado "lobby israelí" y sus aliados en el Congreso estrecharon filas tras una serie de proyectos de ley que impondrían sanciones unilaterales a Irán y a compañías de terceros países que hicieran negocios con el gobierno del presidente Mahmoud Ahmadineyad.
Como se le acaba el tiempo, Obama parece ahora darle un mayor énfasis al garrote que a la zanahoria. "En las próximas semanas, (el P5+1) desarrollará un paquete de pasos potenciales que podría dar para mostrar nuestra seriedad en cuanto a Irán", dijo el mandatario al visitar Seúl.
Se espera que el grupo se reúna este viernes en Bruselas. Mientras Obama dijo estar "complacido" con lo que llamó "extraordinaria unidad internacional" por el tema, China y Rusia han repetidamente mostrado renuencia a imponer sanciones contra Teherán. Si mantienen su postura, Washington se verá en una importante disyuntiva muy pronto.
Al tope de los problemas se encuentra la crisis en los territorios palestinos ocupados, agravada por la aprobación esta semana por parte de Israel de la construcción de 900 unidades de vivienda en el barrio árabe de Gilo en Jerusalén oriental. La situación parece derivar en una estocada final al marco fijado por los acuerdos de Oslo, que han guiado el "proceso de paz" desde 1993.
Ante la presión de varios funcionarios palestinos, que incluso han amenazado con renunciar si Washington no exige más firmemente la detención de las obras israelíes en los territorios ocupados, el propio Obama alertó el miércoles que la última medida del gobierno del primer ministro israelí Benjamín Netanyahu "irrita a los palestinos de una manera que podría tener un fin muy peligroso".
Incluso antes del anuncio sobre Gilo, expertos en Washington alertaron que en cualquier momento podría estallar una tercera intifada (levantamiento popular palestino contra la ocupación) con desastrosas consecuencias no sólo para los esfuerzos de paz, sino también para los intentos de Obama de restaurar la imagen de su país en toda la región.
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* El blog de Jim Lobe sobre política exterior de Estados Unidos puede ser leída en: http://www.ips.org/blog/jimlobe/.
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