En la renuncia que presentó el Fino Palacios, que hasta ahora se mantenía en secreto, el ex jefe de la policía porteña revela que “en la práctica (la Metropolitana) ha estado trabajando de manera reñida con los preceptos legales” y que recurrieron a la reglamentación para “acomodar” la ley votada por la Legislatura
La policía PRO marcada a fuego por el Fino
A lo largo de cuatro carillas que se habían mantenido en secreto hasta ahora, el comisario, preso en Marcos Paz, detalló cómo las leyes le dificultaban su trabajo para armar la nueva policía y cómo sorteó ese obstáculo con las reglamentaciones.
El 25 de agosto pasado, cuando el escándalo por el espionaje realizado por Ciro James ni siquiera había despuntado, el jefe de Gobierno porteño, Mauricio Macri, anunció con rostro adusto que Palacios “se ha ido por motivos personales. No ha querido entorpecer la formación de la nueva policía”. “Su madre tiene 89 años y está con problemas de salud”, comentaban consternados en el entorno macrista. Una semana después, el juez federal Ariel Lijo procesó al comisario retirado de la Policía Federal por encubrimiento en la causa que investiga el atentado a la AMIA junto a Carlos Menem, Juan José Galeano, Hugo Anzorreguy y Munir Menem, entre otros.
Desde el martes, Palacios duerme en prisión sospechado ahora de haber montado desde la estructura de la Metropolitana de una red de espionaje que tuvo como blanco, entre otros, a Jorge Burstein, uno de los familiares de las víctimas del atentado contra la AMIA.
Res non verba
En los corrillos porteños, el día del alejamiento de Palacios se comentaba que “el Fino escribió una renuncia explosiva”. A medida que pasaron las horas, el macrismo cerró filas y nunca difundió el texto de la renuncia de Palacios. La explícita decisión de armar la fuerza gambeteando el corset de la ley 2894 de Seguridad Pública sorprende en la pluma de Palacios. En el segundo párrafo, el comisario da por tierra con la versión oficial de su paso al costado: “Las razones que sustentan mi decisión son de carácter esencialmente institucional”. A lo largo de cuatro carillas, el policía elegido por Macri detalla “las limitaciones legales” que considera que impiden el desarrollo de la nueva policía. Se queja por “el sistema progresista” del marco normativo ideado por la Legislatura y apunta las críticas contra el Ministerio de Justicia y Seguridad que encabeza Guillermo Montenegro.
El comisario retirado de la Policía Federal, que está en un pabellón especial de la prisión de Marcos Paz, lamenta también la imposibilidad de disponer de autonomía para manejar su presupuesto y precisa que:
- “En la actualidad sólo vemos como concreción después de casi seis meses de esfuerzo, un buen salario, lo que genera en el personal que ha sido seleccionado, cierto grado de intranquilidad cuando a fines del mes de agosto, advierte que no se han hecho concreciones que permitan que la policía puede comenzar a operar en el mes de octubre como ha sido publicitado”.
- “El manejo de prensa que se efectúa desde el ministerio, no es el más conveniente para el accionar policial. Se ha generado en la comunidad una amplia expectativa basada en el equipamiento que tendrán los nuevos policías y sus posibilidades de actuación a corto plazo. Hoy muy próximos al mes de octubre, nada de eso existe. Elementos que, sin lugar a dudas, se volverán en contra del proyecto”.
Palacios reclamaba para sí el manejo de todas las imágenes de las cámaras que se están instalando en la ciudad, así como “el control de las agencias de policía privada, ya que una política de seguridad global no sólo impone el esfuerzo público y el privado, sino que también debe conocerse el marco de referencia en el que actúan las mismas y de sus hombres, su honestidad, capacidad e idoneidad”.
Mucho más que Boca
Macri conoció a Palacios cuando fue secuestrado en 1991 y el entonces oficial de la Federal colaboró en el esclarecimiento del caso. Varios años después, el Estado argentino tuvo que indemnizar a uno de los procesados por las torturas que había recibido. El vínculo entre policía y empresario se consolidó y Macri lo llevó como jefe de Seguridad de Boca Juniors. Más tarde lo puso al frente de tareas semejantes en la Legislatura porteña y recurrió a él para armar la nueva policía.
Los antecedentes de Fino habían generado más de un resquemor en su círculo íntimo. Las denuncias por su relación con uno de los involucrados en el secuestro de Axel Blumberg, su rol en la represión del 20 de diciembre en Plaza de Mayo durante el gobierno de la Alianza y, sobre todo, su papel en la investigación de la causa AMIA les daban argumentos a quienes temían que no pudiera superar el lastre de ese pasado. Cerca de Macri, en cambio, destacaban sus vínculos con la Embajada de los Estados Unidos y su influencia entre los oficiales de la Federal con quienes tendría que convivir en la jurisdicción porteña. “Es el policía más condecorado”, sigue repitiendo Macri, quien sigue sin abrir la boca sobre el devenir del Fino.
En su renuncia, Palacios se queja también porque “no se ha avanzado en el diálogo político con el gobierno nacional, no se ha avanzado con la Policía Federal para conformar una mesa técnica de trabajo, para establecer pautas de cooperación y complementación” y anticipa argumentos que luego emplearía el macrismo para defenderse en la causa por espionaje, como que la Federal espía a la Metropolitana.
La renuncia del comisario, cuya excarcelación fue rechazada ayer por el juez Oyarbide, pone al descubierto las tensiones en el gabinete macrista para llevar adelante “el proyecto prioritario” de la policía porteña. Palacios asumió al frente de una nueva policía, conociendo el marco legal en el que debería organizar la nueva fuerza. A la luz de los resultados quedó claro que desde el 10 de julio, cuando se confirmó su designación, fue armando la estructura sorteando la ley. Los hombres elegidos por Palacios son los que siguen conduciendo la Metropolitana. El diputado Eugenio Burzaco es el nuevo elegido para liderar la fuerza formateada por Palacios.
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