Yo no soy Garzón, soy una víctima
Ahora todos dicen ser Garzón, no sólo lo dicen de ellos mismos sino que utilizan el tiempo verbal "somos" incluyéndonos en un club donde llevar una camiseta del juez signifique ser defensor in extremis de la democracia.
Este estado se caracteriza por la fácil polarización en torno a figuras mediáticas creando grandes pasiones o grandes odios, agrandando y magnificando al idealizado o arrastrando por el fango todo lo que la viscera nos hace rechazar sin pasar la información por nuestro órgano más importante, el cerebro. Así, en este momento, Garzón está a las puertas de la beatificación porque una serie de asociaciones ultraderechistas y partidos fascistas atacan con saña a las víctimas del fascismo, o sea, a sus víctimas de antaño y a nosotros, los guardianes de la memoria de las primeras, sus nuevas víctimas. Yo no soy Garzón, yo no comparto su estilo, ni sus actuaciones, algunas muy lejos de la democracia, ni sus hobbies sangrientos, pero tampoco voy a permitir que le hagan un mártir de la causa de la lucha por las víctimas del franquismo y por eso no voy a cantar loas a su persona, pero si voy a defender que no sea atacado su auto por la vieja guardia y sus cachorros dispuestos a manifestarse para defender con orgullo su asesina historia. Quizá se hubiera ahorrado este disgusto si hubiera aplicado concienzudamente la ley de partidos a quienes practicaron el terrorismo de estado durante décadas, como él sabe hacer.
Hay por lo tanto que atacar al sistema que permite que aquellos que estarían encantados de reducir nuestra triste democracia a polvo tengan la opción de querellarse contra aquellos que son sus defensores. Hay que atacar a un sistema que permite que los jueces entren en venganzas personales haciendo un mal uso de un poder que no debe estar por encima del Estado, de la ciudadanía, en calidad de intocable, más allá del bien y del mal, que bajen sus señorías a tierra y que respondan a quienes pagan sus salarios. Hay que atacar a quien ha permitido que ese poder judicial continuista desde la dictadura no se renovara haciendo abandonar sus puestos a quienes lo detentaron durante el franquismo, mal acaba lo que mal empieza, tienen nombre y apellidos y hasta corona. Hay que denunciar a los que mercadean con los casos, te cambio un Nécora por un Franquismo, o por un Franquismo te quito un Gurtel, ante la estupefacción mundial. Hay que denunciar a quien utiliza la figura de la prevaricación a su antojo dándole la connotación que le place según se sea amigo o enemigo.
Con una Ley de la Memoria justa que hubiera recogido con valentía el derecho a la verdad, la justicia y la reparación, hasta las últimas consecuencias, no nos tendríamos que ver defendiendo a un juez, que más allá de su auto en favor de las víctimas del franquismo, que fue un caramelo que no nos dejaron degustar porque con su inhibición nos dejó como estábamos, no merece mi consideración. Pero quizá gracias a eso, esta sociedad ignorante, porque gusta de serlo, se haya enterado de que aquí el franquismo sigue vivo, haciendo de su capa un sayo y poniendo en la picota a quien ose meter las narices en su vertedero, ya sea político, histórico o económico. Y además de repente todos aquellos que hasta hace unos días comulgaron con la Ley de la memoria, como antaño otros, o ellos mismos, lo hicieron con la monarquía, se han despertado furibundos desenterrando de sus diccionarios la palabra fascista para aplicarla sin pudor a quien bien seguro la merece.
Yo no soy Garzón pero tampoco voy a dejar que los fascistas me ataquen a través de su persona, porque la cuestión no es el juez sino la justicia y el respeto que se merecen l@s que fueron asesinad@s, encarcelad@s, esclavizad@s, desterrad@s, señalad@s por los verdugos fascistas, algunos todavía vivos.
Con una Ley de la Memoria justa que hubiera recogido con valentía el derecho a la verdad, la justicia y la reparación, hasta las últimas consecuencias, no nos tendríamos que ver defendiendo a un juez, que más allá de su auto en favor de las víctimas del franquismo, que fue un caramelo que no nos dejaron degustar porque con su inhibición nos dejó como estábamos, no merece mi consideración. Pero quizá gracias a eso, esta sociedad ignorante, porque gusta de serlo, se haya enterado de que aquí el franquismo sigue vivo, haciendo de su capa un sayo y poniendo en la picota a quien ose meter las narices en su vertedero, ya sea político, histórico o económico. Y además de repente todos aquellos que hasta hace unos días comulgaron con la Ley de la memoria, como antaño otros, o ellos mismos, lo hicieron con la monarquía, se han despertado furibundos desenterrando de sus diccionarios la palabra fascista para aplicarla sin pudor a quien bien seguro la merece.
Yo no soy Garzón pero tampoco voy a dejar que los fascistas me ataquen a través de su persona, porque la cuestión no es el juez sino la justicia y el respeto que se merecen l@s que fueron asesinad@s, encarcelad@s, esclavizad@s, desterrad@s, señalad@s por los verdugos fascistas, algunos todavía vivos.
LQSomos. Clamor Republicano. Abril de 2010.
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