Mientras Chávez trata a brazo partido de abrir paso en su socie dad a un máximo de igualdad (habida cuenta que los latifundis tas, los ri cos históricos y los prepotentes acostumbrados a doblegar a todo aquel que se les ponga por delante en la política y en la eco nomía hacen épica la tarea), en España, por si no había ya suficiente des igualdad, se presenta de pronto una crisis económica sin preceden tes. Una crisis motivada, por un lado, por los especuladores financieros internacionales que alcanza a todos los países, y en este país también por la inflación inmobiliaria provocada por los especulado res domésticos. Pues bien, después de haber inyectado miles de millones a la Banca y de haber suprimido el impuesto sobre el patri monio (dos medidas antisociales donde las haya), en lugar de res catar las inyecciones y de restablecer el impuesto sobre la riqueza, al gobierno autodenominado socialista no se le ocurre otra cosa que recortar las prestacio nes socia les. Sería demagógico afirmar que este recorte es improcedente. Pero no lo es si un socialismo demo crático rectamente entendido manejase más equitativamente las prioridades y empezase a intentar superar la crisis por arriba, por los ricos y por la banca. Pues no lo hace así. Recorta las pensiones, pero apuntala las rentas más altas, en definitiva la riqueza; una riqueza labrada en la gran mentira capitalista del esfuerzo, de la laboriosidad y de la industriosidad, cuando es notorio que fue la manera más fácil de adquirir al haberse amasado en su mayor parte sobre la especula ción, no siendo la especulación otra cosa que latrocinio social bajo la protección virtual de las instituciones.
Mientras que las esperanzas en una sociedad más equilibrada cada día se esfuman más y más, los gobiernos que se van su ce diendo, sean de la derecha descarada, sean fascistas sin ambages o sean de una iz quierda tramposa y ficticia, no hacen más que refor zar la causa y la hacienda de los opulentos, de los empresarios acaudalados, de la Banca, de la Casa Real y de la Iglesia nacional ca toli cista que sangran las arcas públicas. Y todo esto lo enjuaga de la manera más miserable y más cómoda el gobierno, sin tocar un pelo a los causantes del desagui sado…
En las actuales circunstancias, ¿qué creen los políticos responsa bles, tanto del gobierno como de la oposición, que piensa y siente el pueblo? ¿Creen que no perciben exactamente la realidad como la sentían los jacobinos y los revolucionarios de 1789 en Francia que cortaron cabezas hasta hartarse? Pues si en sus staffs respectivos contaran con ver daderos expertos en politología y en psi cología so cial, y no les engañasen, se enterarían de que esta so ciedad nuestra está harta de tanto abuso, de tanta promesa incum plida, de tantos ultrajes a la inteligencia y de tantas violaciones a la sensibilidad de la in mensa ma yoría de un pueblo sin trabajo o que trabaja sólo para enri quecer a otros. Harto de asistir a saqueos masivos del dinero público, har tos de perseguir al único juez que trató de restañar de algún modo y con la Ley en la mano, la consternación que arrastran los familiares de los casi dos cente nares de miles de víctimas del franquismo desde hace setenta años.
Estos tiempos, a diferencia de los pasados en que la cleriga lla es taba con los poderosos y frenaba con indulgencias y peniten cias los impulsos de venganza, empiezan a ser cada día más críti cos en el capitalismo. Y va a llegar un momento en que ni la televisión ni la Internet ni tantas adormideras que entontecen al pueblo, van a ser sufi cientes para detener una explosión masiva de in dignación y hasta de Terror.
El único que podría detener este proceso imparable de degrada ción política y económica sería pre cisamente un bragado populista capaz de poner las cosas en su si tio; un tipo o una tipa valientes que se atreviesen a enfrentarse a los miserables zapadores que socavan continuamente los cimientos de este país. Los cimientos de una Es paña republicana, laica por los cuatro costados, compuesta de Esta dos federales y sólo preocupada por rescatar la Igualdad sacrificada una Libertad falseada y a duras sólo centrada en la sexualidad desenfrenada.
Y es que todo esto explica muy bien por qué alguien dijo hace mu cho tiempo que para que triunfe el mal, sólo es necesario que los buenos no hagan nada…
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