¿Quién es la “nueva” derecha?
Nils Castro (especial para ARGENPRESS.info)
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La lucidez del poeta y profesor Edoardo Sanguineti (Génova, 1930) impresiona. Llega a la entrevista renqueante, apoyado en una muleta y unas zapatillas tipo sandalias Crocs. Sin embargo, sus ojos azules brillan con la sabiduría que da haber formado parte de una de las más deslumbrantes generaciones de intelectuales italianos: Sanguineti alternó con Pasolini, con los cineastas neorrealistas y con los escritores del Gruppo 63, neovanguardistas que, según ha declarado Umberto Eco en varias ocasiones, fueron clave para que escribiera su best-seller El nombre de la rosa.
Sanguineti hace hoy una lectura de sus poemas en el Festival Cosmopoética de Córdoba y se muestra tajante a la hora de decir que “desde los años setenta no ha habido ningún movimiento transgresor”. “Hemos retornado a la tradición”, afirmó.
No se queda sólo en el titular. Para él, la causa de esta vuelta atrás “se debe a una visión más individual que no tiene aspiración de crear una nueva figura intelectual ni fundamentos políticos”. Y da ejemplos de la cultura contemporánea: “Lars Von Trier y Quentin Tarantino son muy interesantes, pero al final se quedan en elementos individuales. No crean nada colectivo”.Precisamente, la política es uno de los pilares de este poeta.
"Lars Von Trier y Tarantino están bien, pero no crean nada colectivo"
Nunca fue militante del Partido Comunista Italiano, pero estuvo muy cercano a sus postulados. Es más, entre 1979 y 1983, fue diputado en la cámara de representantes italiana, aunque como independiente. Le entristece la pérdida de conciencia de clase actual. “Es necesario que el escritor se implique políticamente, que tenga esta conciencia y que no se preocupe sólo de la literatura”, apunta.
¿Por qué? “Porque si no se pierde la capacidad de contestación”, explica este autor que, paradójicamente, ha sido más reconocido por la revolución formal de sus libros que por su contenido político. Cuando publicó su primer poemario en 1956, Laborintus, provocó revuelo por sus nuevas indagaciones en el lenguaje, por su tono erótico y lleno de cultismos. Un libro que no está traducido al español. En España, sólo se ha editado Virrwarr (Visor).
Esta falta de conciencia de clase no es sólo un lastre para la literatura: es la causa de que hoy “no se enfoquen bien los problemas sociales. Ocurre con el feminismo: no se parte de la idea de que la hija de Berlusconi no es igual que la hija de un obrero. Así, al final, el tema de las mujeres se convierte en una categoría de mercado o de modas”.
Un político prestado Sanguineti se reconoce como “un político prestado a la literatura”. En la misma línea que Balzac, Elliot y Pound, “que eran de derechas, pero realistas y críticos con la burguesía”. Después, dice, llegaron los socialistas, “que siempre decían que todo iba bien. Si me tengo que quedar con algún escritor, sería con Gramsci y Benjamin”.
Lo que le lleva a reflexionar sobre la izquierda de hoy: “Desgraciadamente, ya no existen posiciones socialistas en el mundo, ni en Cuba, donde no existe la libertad y que corre el riesgo de caer bajo el yugo de Estados Unidos, ni en China o Vietnam”.
De su país prefiere no hablar y ante Berlusconi ofrece un gesto de rechazo. Sobre Obama, dispara: “No me gusta. Es una marioneta del capital. Le pusieron para superar el conflicto entre blancos y negros, pero en EEUU nunca habrá un buen presidente”.¿Y qué podemos hacer? Sanguineti piensa unos segundos... y ofrece una respuesta atípica: “Hay que enseñar a los niños en qué consiste la muerte. La conciencia de que morimos es lo que nos diferencia de los animales. Y otra cosa muy importante: no son los padres los que deben preocuparse tanto de los hijos, sino al revés. Son estos los que tienen que vengar el sufrimiento de los padres”.
INSURGENTE.- Los magistrados afines al PP y los afines al PSOE, que componen el Tribunal Constirucional, llevan cuatro años dirimiendo la legalidad del Estatut. Todos saben que, con la carta magna en la mano, tienen que dar una sentencia en contra del nuevo Estatut y lo aprobado en un referéndum democrático en Catalunya, y sus consecuencias dan pánico a una clase política desacostumbrada a lidiar con asuntos espinosos. El problema, salta a la vista, no es el Estatut, ni los letrados del Tribunal, sino la propia Constitución. Con la actual marco jurídico no se puede avanzar hacia la autodeterminación de los pueblos, ni hacia el socialismo, ni hacia la república. Urge pues cambiar la Constitución, porque la idea de que reforma a reforma se pueden conseguir mejoras, es un cuento chino, pero chino de los que se fueron a Taiwan y se llamaron demócratas.
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Fuente: El Periódico
El Tribunal Constitucional (TC) cavó ayer otra zanja de descrédito en Cataluña con una nueva tentativa de sentencia del Estatuto catalán. Hubo votación. No pasó el filtro. Era un texto redactado por el ala, entre comillas, progresista de los magistrados del alto tribunal. Aunque con José Montilla a regañadientes, el eje central de los partidos políticos catalanes (PSC, CiU, ICV y, con matices, ERC) reclamaron la renovación absoluta del TC, una especie de borrón y cuenta nueva sin precedentes.
La sentencia que ayer no pasó el examen era, con todo, amable con el texto original del Estatut. Era tan amable como inasumible por parte del bloque conservador del TC. Amputaba solo las aspiraciones catalanas de descentralizar la justicia española y el artículo referido al Síndic de Greuges --Defensor del Pueblo catalán--, al que los propios padres del Estatuto jamás han pronosticado una larga vida. Aceptaba la obligatoriedad de conocer el catalán en Cataluña, pero solo si no prevalecía sobre el castellano. Aceptaba que Cataluña tiene un himno y una bandera nacionales, pero con el subrayado añadido de que, desde el punto de vista jurídico, Cataluña no es una nación, solo desde la perspectiva cultural e histórica. En resumen, en la situación de enroque del TC, era una propuesta con nulas opciones de nacer viva.
insurgente/17/04/2010