El pueblo ecuatoriano tiene ante sí la inmensa tarea de avanzar hacia la transformación de las estructuras del país, hacia su verdadera independencia y hacia la consolidación de un modelo de sociedad y un sistema de gobierno que le garantice la mayor suma de felicidad posible.
24 Enero 2007.- Jorge Arreaza
El Presidente Rafael Correa ha demostrado con sus primeras acciones de gobierno, la sinceridad de sus propuestas electorales y su disposición de facilitarle los caminos a los ecuatorianos para que, a través de una revolución democrática, pacífica, constitucional y constituyente, inviertan las relaciones de poder, las asimetrías sociales y se conviertan en protagonistas de sus destinos. Ecuador, como país petrolero, siempre ha tenido los ojos y las garras del águila imperial al acecho constante. No en balde dejó de ser miembro de la OPEP y no e vano el nuevo gobierno propone su reingreso. Las políticas neoliberales de los años 80 y 90, como en el resto de nuestros países, no hicieron más que profundizar y ensanchar la brecha social, las desigualdades, la exclusión, la miseria.
Ese pueblo, de bases indígenas poderosas y movilizadas, decidió no aceptar más imposiciones, decidió activar su poder constituyente y echó del poder a tres presidentes entre finales de los 90 y lo que va de siglo XXI. Los Presidentes claramente neoliberales como Mahuad y Bucaram vieron como sus ambiciones se desvanecían ante el poder popular. Sin embargo, se impuso la dolarización de la economía como paso previo a la firma del ALCA o del TLC con Washington, que habría de concretar la definitiva anexión económica del Ecuador. Y así en 2002 para ponerle freno a las ínfulas neoliberales, el pueblo se dejó llevar por los cantos de sirena de la traición del Coronel Lucio Gutiérrez, quien con un discurso y planteamientos de izquierda logró el apoyo de las mayorías en las urnas electorales, incluyendo alianzas con los grupos indígenas más organizados como el Pachakutic. Aún no había tomado posesión Gutiérrez, cuando se reunía en la Casa Blanca con el jefe des las oligarquía criollas latinoamericanas y mundiales, retomando así el camino del neoliberalismo para sorpresa y decepción d elas mayorías. Pero así como lo apoyaron, en 2004 el pueblo se encargó de sacarlo del palacio de gobierno .
Y ese es, aunque cada vez menos ante los hechos, el temor de muchos ecuatorianos que han apoyado a Correa. Le temen a una nueva traición, sobretodo ante una crisis cuyas soluciones son ya impostergables. No obstante, el nuevo Presidente demuestra día tras día, que su compromiso con las bases es estrecho, que como en Venezuela y Bolivia, su intención es transformar las rígidas estructuras económicas y políticas, que el objetivo es que Ecuador sea realmente independiente, soberano y que todos los ciudadanos tengan acceso a la educación, la salud, la tierra, el empleo digno, el desarrollo humano. El ejemplo más claro de esta voluntad del gobierno, ha sido la convocatoria inmediata a la Asamblea Nacional Constituyente con Plenos Poderes, propuesta que será sometida al voto del pueblo. En Venezuela el camino constituyente fue garantía de paz y estabilidad democrática para lograr las transformaciones de fondo que se han adelantado. No es arriesgado afirmar que, de no haber transitado esta vía, el conflicto interno en Venezuela hubiese sido inevitable, sin descartar incluso una guerra civil. Parecido es el caso de Bolivia, sin dudas en estos momentos la tensión social es fuerte, la dicotomía entre la oligarquía y el pueblo indígena crece, pero allí esta planteada, en desarrollo y plantada con firmeza la solución democrática y de paz: la Asamblea Constituyente.
Vemos así como el giro hacia los pueblos, el giro hacia la izquierda, la construcción de ese nuevo mundo, de ese nuevo socialismo indispensable, se está generando y multiplicando inexorablemente en los pueblos de América Latina, de esta Indoamérica, de nuestra Patria Grande. Nicaragua es también ejemplo de este proceso. Diecisiete años más tarde, a pesar de la constante satanización, el Frente Sandinista retoma a poder de la mano del pueblo nicaragüense. Una de las primeras decisiones del Presidente Daniel Ortega fue ingresar a la Alternativa Bolivariana de las Américas (ALBA), uniéndose a Cuba, Venezuela y Bolivia, a la espera de Ecuador. Otro gran gesto de los Presidentes Correa y Ortega, ante los ojos de Washington, fue el recibir a el Presidente de Irán como invitado en los primeros días de su gobierno. Ortega lo recibió en visita oficial y fue invitado de Correa a su toma de posesión. Mamad Amadineyad es considerado el principal enemigo de los intereses de Washington, máxime ante el desarrollo soberano que ha emprendido de su energía nuclear. Sólo Hugo Chávez se atrevía a invitar y alcanzar acuerdos con el presidente iraní, pues la mayoría de los presidentes de la región temían ser sancionados por su amo si se vinculaban con uno de sus enemigos, mucho más si se trataba del Presidente de la República Islámica de Irán.
Los pueblos latinoamericanos se hacen gobierno, pero más allá de eso, han decidido reivindicar sus derechos originarios, movilizarse e integrarse hacia una nueva sociedad de iguales. Es precisa la solidaridad de todos los pueblos. Más aún en y con las bases de aquellos países en los que los cambios políticos no han sido tan fluidos. La unidad es indispensable para profundizar y hacer permanentes las revoluciones que desde abajo hoy se activan.
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