Diez acontecimientos que cambiaron el mundo
(Parte VIII)
Ricardo Ribera 05-02-2007 / El Faro
8.- La huelga de ANDES
El 21 de junio de 1968, un día antes del Día del Maestro, el magisterio nacional de El Salvador se proclamaba en huelga general. El movimiento sería impactante para la sociedad salvadoreña y premonitorio del potente movimiento opositor de masas que se desarrollaría durante la década siguiente. Una de las claves de las revoluciones centroamericanas de los ochenta sería la masividad y beligerancia de un movimiento popular que empezó a gestarse, en el caso salvadoreño, en la coyuntura de 1967-1968. Señala el arranque de la crisis social como consecuencia del fiasco en que derivó el proceso de integración económica de la región, conocido como Mercado Común Centroamericano. Su fracaso provocó la guerra entre El Salvador y Honduras de 1969 y sentaba las bases para la exacerbación de las contradicciones sociales a todo lo largo de la década de los setenta.
La conflictividad social empezó a hacerse sentir en 1967 con el desarrollo de varias huelgas. La de los trabajadores de la fábrica textil IUSA, en febrero, resultó exitosa. En abril una huelga en la empresa metalúrgica ACERO, ubicada en Zacatecoluca, en el interior del país, fue contestada con despidos. Provocó, de inmediato, una huelga de solidaridad. Se sumaron a ella los obreros ferroviarios y los descargadores del puerto de Acajutla y del puerto de Cutuco. Dos días más tarde, las dos principales centrales sindicales hacían un llamado a la huelga general, el cual era seguido en la mayoría de las más importantes empresas. Fuentes sindicales cifraban, tal vez exageradamente, en 35 mil los obreros en paro. La patronal, presionada por el gobierno y por la gremial de la empresa privada, tuvo que ceder. Los despedidos fueron readmitidos. Habían sido dos primeras victorias. En septiembre la lucha de los panificadores fracasó. Pero la clase obrera y la oposición habían levantado su moral y su disposición de lucha.
En ese clima psicológico fue que el año siguiente los maestros lanzaron su huelga, una medida que sorprendió a la población pues el sector de empleados públicos, del que el magisterio era parte integrante, no se había distinguido hasta entonces por su combatividad, sino más bien por su docilidad. La lucha de los maestros fue recibida con muestras de comprensión y apoyo por el pueblo, a pesar de los contratiempos que la interrupción de la actividad escolar causaba en cada hogar. El movimiento consiguió tan sólo una parte de sus demandas. Pero lo decisivo fue que dejó como resultado la constitución de una fuerte asociación gremial: la Asociación Nacional de Educadores Salvadoreños, ANDES - 21 de Junio. Un año más tarde repetiría la huelga con mayor dosis de experiencia y de organización. Había nacido un importante bastión del bando opositor, que se convertiría en símbolo de lucha y resistencia.
Para la dictadura militar que gobernaba el país desde los trágicos sucesos de 1932, cuando una intentona insurreccional promovida por el Partido Comunista fue reprimida con un genocidio, la toma de conciencia de los maestros era algo muy grave. Junto al cura y al médico, el maestro era parte de “las fuerzas vivas de la nación". Los tres eran la autoridad moral e intelectual en cada pueblo, a la par de la autoridad real del alcalde y del jefe del puesto de la Guardia Nacional. A fines de la década de los sesenta estos reproductores de la ideología dominante, que ayudaban a mantener la ley y el orden en el campo, en muchos lugares se han vuelto críticos del gobierno: el médico porque se ha politizado en las asambleas y movimiento estudiantil de la Universidad Nacional, el sacerdote a menudo transformado en agitador y organizador del campesinado a raíz de los lineamientos del Concilio Vaticano II y de Medellín, así como por la teología de la liberación y, por último, el maestro o la maestra, concientizados a partir de sus propias experiencias de la lucha gremial y de las iniciativas de ANDES. Se empezaba a desarrollar lo que Gramsci llamaba una “guerra de posiciones”, o sea, una lucha por la hegemonía ideológica, por imponer las ideas dominantes en la sociedad.
La radicalización del magisterio fue a la par con la de todo el país. Participó de la lucha electoral de 1972, saldada con el fraude que se le hizo a la Unión Nacional Opositora, UNO. A la altura de 1975 la mayoría de su dirigencia votó por la integración de ANDES en el Bloque Popular Revolucionario, BPR, que coordinaba la parte del movimiento de masas que orientaba una de las organizaciones revolucionarias más poderosas: las Fuerzas Populares de Liberación “Farabundo Martí”, FPL. De hecho, varios de los más connotados dirigentes gremiales del magisterio se afiliarán en el transcurso de estos años a las diferentes organizaciones de la izquierda, llegando a ser dirigentes del FMLN al iniciarse la guerra civil. Así, Mario López será el Comandante Venancio del PRTC, Norma Guevara será miembro de la Comisión Política del PCS, Mélida Anaya Montes con el nombre de Comandante Ana María llegó a ser la segunda en el mando de las FPL, o Leonel González quien encabezó dicha organización desde 1983 y en la posguerra ha sido Secretario General del partido FMLN. Muchos otros se integraron de forma anónima en las filas de combatientes del movimiento de liberación nacional. El conflicto salvadoreño, considerado por Ronald Reagan la “prioridad número uno” de su política exterior, se alimentó de estas raíces sociales que se hundían en su historia.
El magisterio salvadoreño pagó un fuerte precio por ese compromiso político. Más de 400 maestros fueron asesinados o desaparecidos en la espiral de violencia generada desde mediados de los setenta. Varios centenares más tuvieron que irse al exilio para salvar sus vidas. Otros se desvincularon de toda actividad política o gremial. Una vez pasado el conflicto armado, ANDES ha seguido siendo un interlocutor ineludible frente al Ministerio de Educación, aunque ya sin la absoluta preponderancia entre el sector magisterial que había tenido en la coyuntura del 68 y la década siguiente. No obstante, al momento de la entrega anual de las Medallas al Mérito Educativo, siguen siendo los candidatos propuestos por ANDES – 21 de Junio los que consiguen imponerse en las votaciones gremiales, lo que no deja de ser una señal de su permanente implantación dentro del magisterio y de su continuado prestigio ante la sociedad.
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