Se debe al enfrentamiento entre el gobierno socialista y el Congreso dominado por la oposición, por el llamado a una Asamblea Constituyente.
Pablo Biffi QUITO. ENVIADO ESPECIAL
pbiffi@clarin.com
En medio de un fuerte clima de tensión política, la Iglesia Católica de Ecuador se ofreció ayer a mediar en la grave crisis institucional que enfrenta al gobierno de Rafael Correa con el Congreso, dominado por la oposición, por la convocatoria a un referéndum para reformar la Constitución.
El presidente de la Conferencia Episcopal, monseñor Néstor Herrera, manifestó ayer su inquietud por la situación del país y se mostró preocupado por que las manifestaciones de apoyo al gobierno "suban de tono y degeneren en vandalismo".
Monseñor Herrera aseguró que la Iglesia está dispuesta a mediar, pero siempre y cuando sea llamada a buscar consensos. "La Iglesia, porque recoge también el pensamiento de la mayoría del pueblo ecuatoriano, que es católico, nunca se ha negado, y en esta ocasión menos se va a negar. Cuando vean que nosotros podemos ser útiles, estamos siempre dispuestos a agotar esfuerzos y posibilidades", dijo ayer.
La crisis política está planteada en términos bien ecuatorianos: un "intríngulis" legal en el que todas las interpretaciones son posibles, según los intereses que se defiendan. Así ocurrió cuando el Congreso con una mayoría dudosa destituyó en febrero de 1996 a Abdalá Bucaram por "incapacidad mental para gobernar"; en 2000 cuando el mismo cuerpo hizo lo propio con Jamil Mahuad por abandono de cargo, cuando en verdad estaba "virtualmente secuestrado" en el Palacio de Carondelet, y con Lucio Gutiérrez, en abril de 2005 cuando un Parlamento sesionando a las apuradas acabó con el gobierno del coronel nacionalista.
Ahora, la pelea institucional está planteada entre el gobierno, el Congreso, el Tribunal Supremo Electoral y el Tribunal Constitucional. La crisis comenzó en el mismo momento en que Correa —que apenas lleva dos meses de gobierno— decidió impulsar la creación de una Asamblea Constituyente para modificar la Constitución y se agudizó el martes pasado cuando el Congreso de 100 miembros dominado por la oposición cesó al presidente del Tribunal Supremo Electoral, Jorge Acosta, por haber convocado al plebiscito para el 15 de abril, según ellos violando normas constitucionales, ya que le otorgaba plenos poderes a ese referendo. El temor de la oposición es que la Constituyente termine por reemplazar al Congreso.
Al día siguiente, el TSE destituyó a los 57 congresistas que votaron la salida de Acosta, en una medida apoyada por el gobierno de Correa. Así, el Parlamento cuenta con menos de la mitad de sus miembros y quedó prácticamente bloqueado para sesionar.
Para complicar más las cosas el presidente del Congreso, el opositor Jorge Cevallos, le pidió al Tribunal Constitucional que se expida para reincorporar a los 57 congresistas destituidos y evitar que asuman los suplentes, tal como desea el gobierno.
La tensión subió de tono cuando Correa dijo que si el Tribunal decidía reincorporar a los 57 legisladores desconocería esa reso lución y llamaría al pueblo a las calles para defender el llamado a la Asamblea Constituyente.
El Tribunal Constitucional debe decidir hoy y por eso el gobierno ha convocado a marchas en todo el país, que confluirán en Quito este jueves, encabezadas por las organizaciones indígenas. Además, la minoría oficialista en el Congreso ha reforzado los controles en las puertas de acceso al Parlamento para evitar que los 57 miembros destituidos puedan ocupar sus bancas. Y están convocando a los congresistas suplentes para que asuman en su reemplazo y así poder sesionar.
La calma todavía se respira en Quito, pero los alrededores del Tribunal Constitucional están fuertemente protegidos por la policía. En el Congreso, un vallado impide el acceso a quien no esté autorizado a ingresar. Toda la manzana está cercada por rejas móviles, coronadas en lo alto por rollos de alambres de púa.
Hoy, la crisis puede empezar a allanarse o, tal como ha sucedido en Ecuador en los últimos 10 años, entrar en un callejón sin salida. Ese es el gran temor.
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