Olmedo Beluche (especial para ARGENPRESS.info)
* Capítulo 1 del libro: Pobreza y neoliberalismo en Panamá. 1997.
'La pobreza, como la belleza, está en el ojo de quien la percibe'.
M. Orshansky.
La pobreza está y se percibe por doquier. Golpea los sentidos, entristece al que la mira, se puede palpar, se la oye quejarse, huele. La soportamos a diario, y en la esquina menos pensada se nos aparece. Aunque algunos, ya insensibilizados, pasan sin querer reconocerla.
Pese a ser tan diáfana para los sentidos, no es fácil que los técnicos se pongan de acuerdo en cómo definir y en cómo medir la pobreza. La primera palabra que asociamos con pobreza es 'carencia'. Evidentemente, el pobre es un ser humano incompleto, a medias, pues le faltan atributos que poseen otros hombres y mujeres. Atributos que, en los casos extremos, son muy visibles. Los pobres no pueden garantizarse aspectos esenciales para la vida y dignidad humana: alimentación, vestido, vivienda.
No se trata de que los pobres no coman en absoluto, pues morirían en pocos días; ni que vaguen por las calles absolutamente desnudos, alguna vestimenta les cubre; ni que todos duerman en las esquinas. De ser así, sería muy fácil distinguir a los pobres de los que no lo son. Para determinar quién es pobre y quién no lo es, desde un punto de vista sociológico, hay que especificar la diferencia, a veces sutil, entre una alimentación adecuada para un ser humano, y la insuficiente; entre la capacidad para garantizarse ropa y vivienda, aunque modesta, pero digna de una persona, de la que no lo es.
Determinar en qué consiste lo 'suficiente', lo 'digno', o lo 'normal' es el problema, pues la percepción que tenemos de estos conceptos varía de una sociedad a otra, y de un momento a otro. Cocinar con leña, por ejemplo, tal vez era normal en el siglo XIX, pero a fines del siglo XX puede ser un indicio de pobreza. Una vivienda sin agua potable, ni drenajes públicos, con servicio 'de hueco', bien podía ser 'normal' en otros tiempos, hoy por hoy no es así.
'El hambre es, claramente, el aspecto más notorio de la pobreza', ha dicho Amartya K. Sen (1). Seguramente, por esa razón, los primeros estudios sobre la pobreza se centraron en lo que se ha denominado 'enfoque biológico', es decir, el que definía este concepto como la incapacidad para adquirir alimentos suficientes para garantizar 'el mantenimiento de la eficiencia física'.
A primera vista, parece acertado definir la pobreza de esta manera, pero si hurgamos un poco nos damos cuenta de algunas imprecisiones. El Dr. Sen le señala tres dificultades principales al enfoque biológico. Primero, los requerimientos nutricionales mínimos 'encierran una arbitrariedad intrínseca', puesto que varían con las características físicas, el clima y el tipo de trabajo. En segundo lugar, no es fácil relacionar los requerimientos nutricionales con productos del mercado cuantificables, ya que la gente tampoco sigue hábitos de consumo completamente racionales. Tercero, varía mucho la proporción del ingreso gastado en comida de una familia a otra (2).
Pero, además, la pobreza no es reducible exclusivamente a incapacidad alimentaria, pues, como dicta el sentido común, una hambruna desatada por alguna calamidad natural no puede ser considerada como una situación de pobreza. En la moderna sociedad capitalista, la pobreza implica inaccesibilidad total o parcial a un conjunto de mercancías indispensables para la vida, entre ellas los alimentos.
Tal vez por eso, Adam Smith definía la pobreza respecto de la incapacidad para adquirir determinadas mercancías, entendiendo por ellas '... no sólo las indispensables para el sustento de la vida, sino todas aquellas cuya carencia es, según las costumbres de un país, algo indecoroso entre las personas de buena reputación, aun entre las de clase inferior. En rigor, una camisa de lino no es necesaria para vivir. Los griegos y los romanos vivieron de una manera muy confortable a pesar de que no conocieron el lino. Pero en nuestros días, en la mayor parte de Europa, un honrado jornalero se avergonzaría si tuviera que presentarse en público sin una camisa de lino'.
Queda claro, entonces, que la pobreza debe ser definida como una incapacidad de los individuos o sus familias para acceder a una serie de productos indispensables para desarrollar una vida digna, de los cuales los alimentos hacen un componente esencial, pero no el único. Por supuesto, definir qué mercancías o productos, a partir de cuya posesión, acceso o carencia se define la pobreza, es el problema que deben resolver economistas y sociólogos en cada sociedad y época particular.
¿Cómo se mide la pobreza?
Definido el concepto de pobreza, el siguiente paso consiste en encontrar una metodología adecuada para estimar su incidencia en la sociedad. Si para definir el concepto de pobreza existen perspectivas diferentes, respecto al método para estudiarla también hay enfoques distintos.
De todas las posibles, dos han sido las metodologías privilegiadas para el análisis de la pobreza: el método de la línea de pobreza (LP) y el método de las necesidades básicas insatisfechas (NBI).
El primero, el de la línea de pobreza, ha sido el más utilizado en América Latina. Dicho en pocas palabras, el método de la línea de pobreza consiste en la estimación del costo de una canasta básica de alimentos y servicios para una familia tipo, con relación a la cual se demarca la pobreza. Mediante una encuesta se comparan los ingresos promedio de las familias con el costo de dicha canasta. La capacidad o incapacidad para cubrir el costo de la canasta con los ingresos familiares dirá de qué lado de la línea se clasifica a la familia.
Se clasifica como pobres a las familias cuyos ingresos no alcanzan para satisfacer el costo de la canasta básica, y se considera en extrema pobreza a las familias cuyos ingresos ni siquiera alcanzan para cubrir la canasta básica de alimentos, sin añadir otros gastos.
Algunos especialistas internacionales prefieren utilizar los conceptos de pobreza relativa (secundaria) y pobreza absoluta (primaria). Refiriéndose a la primera como una 'marginación de la vida social normal', es decir, 'cuando no se alcanza un mínimo existencial que responda a las convenciones sociales y culturales'; entendiendo por la segunda, 'cuando se ve amenazada la subsistencia física (expresada en términos de alimentación indumentaria, vivienda)' (3).
Ningún método es perfecto, y al de la línea de pobreza se le puede señalar como defecto que no mide el consumo o satisfacción real de las necesidades por parte del grupo familiar, sino su capacidad potencial (ingreso) para cubrir dichas necesidades. Es decir, una encuesta basada en este método no pregunta a las familias si efectivamente consumieron tales o cuales alimentos necesarios para una dieta balanceada, sino que se centrará en conocer la cuantía de sus ingresos monetarios, lo que le indicará al investigador si tienen la capacidad o no de cubrir el costo de la canasta básica. Por eso, a éste se le ha llamado también el método indirecto para estimar la pobreza.
Por supuesto, la canasta básica no constituye un criterio arbitrario, establecido en abstracto, sino que se construye a partir de un estudio de campo en que se establecen los hábitos de consumo acordes a las tradiciones culturales del país o región, y al estrato social. Para determinar la canasta básica hay que establecer también el tamaño promedio de las familias, la cantidad de adultos promedio, etc., lo cual conlleva también dificultades que no abordaremos.
Establecida la canasta básica, sobre la que se harán las estimaciones, es preciso revisarla periódicamente para actualizarla, puesto que los hábitos de consumo varían con el tiempo. Pese a los problemas señalados, el método de la línea de pobreza, dada la mensurabilidad de sus resultados, ha sido el más utilizado por los gobiernos y los organismos internacionales.
El otro método, el de las necesidades básicas insatisfechas, define una serie de necesidades elementales, y una norma para medir el grado en que las familias las alcanzan o no. Si la familia no logra satisfacer alguna de las necesidades señaladas se la clasifica como pobre.
Las necesidades básicas establecidas por esta metodología como variables a medir son cuatro: las referentes a las condiciones de la vivienda familiar (tipo de vivienda, estado, grado de hacinamiento); las referidas a la estructura físico sanitaria (agua potable, drenajes de aguas negras); el acceso al sistema educativo (escolaridad); y, por último, los ingresos familiares, para conocer la capacidad de satisfacer el resto de las necesidades, especialmente alimentación.
Este método ha cobrado auge a partir de los censos de población y vivienda de la década de los ochenta. Con él se han elaborado los llamados mapas de pobreza que demarcan, sobre la base de los criterios mencionados (vivienda, servicios públicos y educación), los corregimientos y distritos de mayor incidencia de la pobreza. Su defecto principal está en su sesgo hacia los problemas de vivienda e infraestructura físico sanitaria.
En la medida en que estos dos métodos, el de la línea de pobreza (LP) y el de las necesidades básicas insatisfechas (NBI), centran su concepción de pobreza en problemas distintos, se produce el hecho curioso de que tienden a no coincidir la cantidad de pobres, y quiénes deben ser considerados como tales, si se comparan los resultados de ambos métodos entre sí. La intersección entre el conjunto de pobres estimado por la LP y el conjunto calculado por el método NBI es muy pequeña.
Un estudio comparativo entre ambos métodos, hecho en Costa Rica (4), reveló que las familias pobres que coincidían en ser detectadas por ambos métodos correspondían al 6% de la población, lo que equivalía a menos de la mitad de las familias pobres captadas según el método de la línea de pobreza exclusivamente, y a un tercio de las estimadas únicamente con el método de las necesidades básicas insatisfechas.
Recientemente se ha propuesto integrar ambas perspectivas en un sólo método, que se ha denominado medición integrada de la pobreza (MIP) (5). Mediante éste, se trataría de complementar ambas visiones de la pobreza con el objetivo de tener un conocimiento más preciso acerca de ella.
Mediante el método NBI se identificaría la satisfacción o no de necesidades referentes a: servicios de agua y drenaje, nivel educativo de los adultos y asistencia escolar de los infantes, electricidad, vivienda, mobiliario hogareño, tiempo libre, recreación y cultura.
Mediante el método LP se estimaría el grado de satisfacción de necesidades como: alimentación, vestido, calzado y cuidado personal, higiene personal y hogareña, transporte, comunicaciones básicas y otros gastos corrientes del hogar.
La atención de salud y reproducción biológica sería analizada por un procedimiento mixto, con el objeto de identificar en qué medida es satisfecha esta necesidad por la vía de los servicios públicos gratuitos o recurriendo a la medicina privada.
Para determinar la línea de pobreza se calcula una canasta básica sobre las base de las necesidades consideradas en el método de LP (alimentación, vestido, transporte, etc.); y se comparan los ingresos familiares con dicha canasta, pero, como se ha separado un grupo de necesidades para ser estudiadas por el método de la NBI (especialmente relacionada con vivienda y servicios públicos), debe restarse de los ingresos las erogaciones dedicadas a estos rubros (pago de vivienda, educación, etc.).
El método MIP permite una comprensión mejor y mayor del fenómeno de la pobreza, puesto que permite analizar los diversos tipos de pobres y sus condiciones de vida. Se pueden distinguir por medio de esta metodología por ejemplo: los pobres que, viviendo en un medio urbano o suburbano con infraestructuras adecuadas, no logran satisfacer sus requerimientos mínimos por la vía del ingreso familiar; o los pobres que, poseyendo ingresos mínimamente adecuados, viven en un medio carente de infraestructuras adecuadas para la vida humana; o aquellos que sufren carencias estructurales y de ingreso a la vez.
La utilización de la medición integrada de la pobreza hace posible la elaboración del concepto de pobreza crónica, compuesto por 'aquellos cuyos ingresos son insuficientes para satisfacer necesidades esenciales de consumo corriente (línea de pobreza, LP) y de manera simultánea sufren carencias de tipo estructural (necesidades básicas insatisfechas, NBI)' (6).
Finalmente conviene señalar que, desde 1990, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), ha elaborado el llamado Indice de Desarrollo Humano (IDH), metodología que pretende integrar y superar a las anteriores. A partir de sus conceptos definitorios (productividad, equidad, sostenibilidad y potenciación), el IDH pretende medir, 'desde la perspectiva del ser humano', factores económicos, sociales, políticos y culturales que determinan su desarrollo.
La metodología del IDH se sustenta sobre tres indicadores esenciales: esperanza de vida al nacer, nivel educacional (alfabetización de adultos y tasa combinada de matrícula primaria, secundaria y terciaria) y Producto Interno Bruto real, que debe reflejar el nivel de ingresos. El IDH establece una escala para la clasificación de los países, en la que su posición indica cuan lejos está de la 'meta' de desarrollo óptimo estimada a nivel mundial (7).
El IDH no muestra la real distribución del ingreso en la sociedad; a la vez que la alta tasa de escolarización y sanidad no dice mucho de los ingresos reales de los trabajadores. Tal vez por eso, para sorpresa de muchos, en las estimaciones del IDH Panamá aparece como un país de desarrollo intermedio.
¿Por qué se produce la pobreza?
Una vez que hemos definido la pobreza, y reflexionado acerca de los métodos para estudiarla, es legítimo preguntarse por qué se produce este fenómeno social. Sabiendo sus causas, podemos conocer el remedio. Aunque en este caso, a primera vista, parece que los remedios que se ensayan no sirven, pues el mal se extiende constantemente. ¿Será porque se van por las ramas y no atacan la causa real del problema?
Una manera de abordar el asunto es la reflexión histórica, respecto a si siempre existió la pobreza, y cómo se ha manifestado en diversos tipos de sociedades. Un vistazo rápido y superficial nos permite ver que han existido sociedades, que han producido un grupo humano situado al margen del sistema, sobreviviendo en sus entresijos, alimentándose de sus migajas. Esas sociedades (Roma o Atenas), al igual que la moderna sociedad capitalista, tienen en común el fuerte desarrollo de una economía mercantil.
Pero, también es evidente que existen sociedades donde el concepto de pobreza no cabe. Por ejemplo, no podríamos definir como 'pobre' a los miembros de una tribu primitiva, aunque vivan en chozas y su alimentación sea muy deficitaria. Es que la pobreza debe definirse con relación al sistema social del que hace parte.
También es preciso distinguir el concepto de desigualdad, del concepto de pobreza pues, si bien la segunda se fundamenta en la primera, no son lo mismo. La mera existencia de clases sociales implica la existencia de la desigualdad social. Pero, ¿podemos llamar pobres a los esclavos de las ciudades griegas o los siervos del medioevo?
No cabe duda de que ambos, esclavos y siervos, eran sometidos a un régimen social fundamentado en la desigualdad, en la que ellos carecían de derechos (políticos, sociales y económicos) que poseían sus amos. Pero no eran pobres, entendiendo por pobreza la carencia de medios para satisfacer necesidades elementales a la dignidad humana. Su vínculo con la producción directa, y la posesión de medios de producción (en el caso de los siervos), les garantizaba una alimentación elemental para vivir y trabajar, como esperaban sus clases dominantes.
Por otra parte, un rígido sistema social carente de movilidad, con su correspondiente sistema de valores, eliminaba el factor sicológico y cultural que se abate como una tortura sobre los pobres de hoy: la expectativa de llegar a satisfacer muchas de sus necesidades. En la antigüedad griega y romana se acercarían más al concepto que tenemos de 'pobre' aquellos libertos que sobrevivían en sus ciudades ofertando cada día sus habilidades en alguna labor en particular, cuyo destino navegaba en medio de circunstancias fortuitas.
Dejando de lado la reflexión histórica, que tomaría no poco tiempo y espacio, debemos señalar que 'pobreza' es un término que expresa una realidad social que ha cobrado máxima vigencia en la sociedad capitalista. Capitalismo y pobreza son palabras hermanadas, las une un vínculo de origen, genético.
La pobreza en la sociedad capitalista no se debe a un sencillo mecanismo de explosión demográfica debida a la longevidad y alta tasa de natalidad alcanzada por la especie humana en los últimos siglos, como ha sugerido 'ingenuamente' Robert Malthus. La constancia con que la pobreza acompaña al sistema capitalista demuestra que ella es producto de las leyes de funcionamiento del sistema.
Tampoco la pobreza es, como lo pretende la Teoría Marginalista, heredera de un Gino Germani, un remanente de sociedades “arcaicas” que perviven en países en que el desarrollo capitalista no se ha completado. Para Germani, “democracia”, desarrollo económico y ausencia de pobreza son fruto del capitalismo, la “sociedad moderna”; mientras que los elementos negativos del sistema social, como la pobreza, son remanentes de la “sociedad antigua”. Nada más falso, la pobreza es generada por el propio desarrollo capitalista.
La sociedad capitalista genera la pobreza por dos vías, distintas pero relacionadas: por un lado, la tendencia permanente a pagar la fuerza de trabajo con un salario igual o ligeramente inferior al costo de su reproducción; por otro lado, la existencia de un permanente 'ejército de reserva' desempleado que, a su vez, sirve para presionar la caída de los salarios al mínimo posible, aumentando así la parte de la ganancia empresarial.
El presupuesto básico con que funciona el capitalismo es la separación completa entre los productores (obreros) y los medios de producción. Que los trabajadores se encuentren desposeídos de los medios de producción, lo que nunca se había producido de manera tan absoluta en las sociedades precapitalistas, es lo que los obliga a vender su fuerza de trabajo a cambio de un salario para poder vivir.
Para el sistema económico capitalista la fuerza de trabajo del obrero es una mercancía como otra cualquiera. Por lo cual, su precio o salario depende de su costo de producción, correspondiendo este último a la suma de todos los medios indispensables para la vida del obrero: alimentación, vestido, vivienda, etc.
En principio, pues, los salarios debieran corresponder al costo de las mercancías indispensables para la vida del obrero y su familia. Si esta regla se cumpliera, no habría pobreza en el sentido estricto. Pero el precio de la fuerza de trabajo, el salario, está regulado en el mercado capitalista por la oferta y la demanda. De manera que una mayor oferta de fuerza de trabajo, por encima de la ocupada en la producción, conlleva una tendencia a la baja de los salarios, incluso por debajo de su costo de producción.
Los salarios caen por debajo del costo de las mercancías indispensables para la vida del obrero y su familia, generándose una incapacidad permanente para satisfacer las necesidades elementales que garantizan una vida digna.
El sistema produce una situación permanente de pobreza entre los trabajadores: una gran masa de obreros, que poseen empleo, ven sus salarios disminuidos por la competencia que ejerce otra masa de desempleados, dispuestos a trabajar por cualquier salario para poder obtener algún ingreso que ayude a su supervivencia.
'Durante los períodos de estancamiento y prosperidad media, el ejército industrial de reserva ejerce presión sobre el ejército obrero en activo, y durante las épocas de superproducción y paroxismo pone un freno a sus exigencias. La superpoblación relativa es, por tanto, el fondo sobre el cual se mueve la ley de la oferta y la demanda de trabajo. Gracias a ella, el radio de acción de esta ley se encierra dentro de los límites que convienen en absoluto a la codicia y al despotismo del capital' (8).
Esta situación, lejos de disminuir con el desarrollo y el progreso técnico, se agrava, ya que el perfeccionamiento de las máquinas y herramientas de trabajo busca aumentar la productividad del trabajo, es decir, que los mismos trabajadores, o menos, produzcan más que antes. Carlos Marx cataloga esta tendencia como una ley del sistema capitalista.
'Cuanto mayores son la riqueza social, el capital en funciones, el volumen y la intensidad de su crecimiento y mayores también, por tanto, la magnitud absoluta del proletariado y la capacidad productiva de su trabajo, tanto mayor es el ejército industrial de reserva. La fuerza de trabajo disponible se desarrolla por las mismas causas que la fuerza expansiva del capital... Esta ley determina una acumulación de miseria equivalente a la acumulación de capital. Por eso, lo que en un polo es acumulación de riqueza es, en el polo contrario, acumulación de miseria, de tormentos de trabajo, de esclavitud, de despotismo y de ignorancia y degradación moral' (9).
Citas:
1) Sen, Amartya K. 'Sobre conceptos y medidas de pobreza'. En El conocimiento de la pobreza en América Latina. Revista Comercio Exterior. Vol. 42, Núm. 4. Banco Nacional de Comercio Exterior. México, abril de 1992.
2) Ibidem, págs. 311 - 312.
3) Schubert, Renate. 'La pobreza en los países en desarrollo: concepto, magnitud, consecuencias'. En Contribuciones: Pobreza en América Latina. Año XII, Nº 3. Fundación Konrad Adenauer. CIEDLA. Buenos Aires, julio - septiembre de 1995. Pág. 8.
4) PREALC. La pobreza en Centroamérica. Resumen Estadístico. Seminario 'Las dimensiones sociales del ajuste en Centroamérica'. UNICEF/ACDI. Guatemala, 1992.
5) Boltvinik, Julio. 'El método de medición integrada de la pobreza. Una propuesta para su desarrollo'. En El conocimiento de la pobreza en América Latina. Revista Comercio Exterior, Vol. 42, Núm. 4. Banco Nacional de Comercio Exterior. México, abril de 1992.
6) Proyecto Regional para la Superación de la Pobreza. 'Magnitud y evolución de la pobreza en América Latina'. En El conocimiento de la pobreza en América Latina. Revista Comercio Exterior, Vol. 42, Núm. 4. Banco Nacional de Comercio Exterior, México, abril de 1992.
7) Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo. Informe sobre desarrollo humano 1995. Harla S.A. de C. V. México, 1995.
8) Marx, Carlos. El Capital. Tomo I. Editorial Pueblo y Educación. La Habana, 1983. Pág. 583.
9) Ibidem, págs. 588 y 589.
ARGENPRESS.info/22/04/2007
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