1/5/07
EL ORIGEN DEL 1º DE MAYO: LOS MÁRTIRES DE CHICAGO
El impacto internacional que tuvo el juicio a los "mártires de Chicago" duró muchos años. Hacia 1889, en la Reunión Obrera Internacional convocada en París (en la que confluyeron socialistas y anarquistas de varios países) se resolvió organizar "una gran manifestación en fecha fija, de tal manera que simultáneamente en todos los países y en todas las ciudades en el mismo día convenido, los trabajadores pedirán a las autoridades oficiales la reducción, mediante una ley, de la jornada de trabajo a 8 horas y que se lleven a efecto las demás resoluciones del Congreso de París".
La fecha escogida fue el 1º de mayo de 1890 para coincidir con el día en que los sindicatos norteamericanos habían resuelto retomar la lucha por las 8 horas y que conmemoraba el inicio de la huelga que terminó con la condena y asesinato de Spies y sus compañeros.
EL ORIGEN DEL 1º DE MAYO: LOS MÁRTIRES DE CHICAGO
CMI TRABAJADORES
1889
Por una sociedad sin explotados ni explotadores.
Introducción:
En noviembre de 1884 se celebró en Chicago el i.e. Congreso de la Federación Americana del Trabajo, en el que se propuso que a partir del 1º de mayo de 1886 se obligaría a los patrones a respetar una jornada de 8 horas y, si no, se iría a la huelga.
Llegada la fecha, las organizaciones laborales y sindicales de Estados Unidos se movilizaron y paralizaron el país con más de cinco mil huelgas.
El episodio más famoso de esta lucha fue el funesto incidente del 4 de mayo de 1886 en la Plaza Haymarket de Chicago, durante un acto de repudio a una brutal represión ocurrida el día anterior contra unos huelguistas, durante la cual habían sido asesinados 8 obreros. Cerca del final del acto ingresó a la plaza un escuadrón policial. Una bomba fue arrojada y al explotar mató a un policía e hirió a otros. De inmediato la respuesta policial dejo un tendal de unos 40 manifestantes muertos y decenas de heridos. No satisfecho con eso el gobierno de Illinois acusó a varios dirigentes obreros por esos hechos. Aunque nunca se probó quién fue el responsable de ese atentado, en 1887, ocho líderes anarquistas fueron acusados, juzgados sumariamente y cinco condenados a muerte. Fueron ahorcados (menos uno que apareció sospechosamente muerto en su celda) a pesar del reclamo y oposición mundial.
Dos años después, en julio de 1889, la Segunda Internacional reunida en París resolvió que “Se organizará una gran manifestación en fecha fija, de tal manera que simultáneamente en todos los países y en todas las ciudades en el mismo día convenido, los trabajadores pedirán a las autoridades oficiales la reducción, mediante una ley, de la jornada de trabajo a 8 horas... En vista que una manifestación análoga ha sido aprobada para el 1º de Mayo de 1890 por la Federación Americana del Trabajo, en su Congreso celebrado en Saint Louis... se adopta esa fecha para la manifestación internacional”.
La lucha por las 8 horas y el movimiento revolucionario
Hacia finales del siglo XIX la clase obrera de Europa y Estados Unidos estaba en plena lucha por la reducción del horario de trabajo a 8 horas. Se vivía en esos años el proceso de consolidación del movimiento obrero a partir de los sindicatos y, también el desarrollo del movimiento socialista. Pese a la ruptura entre socialistas marxistas y anarquistas, ambas corrientes tuvieron un fuerte crecimiento en ese período.
En Estados Unidos, a partir de 1873, se habían desarrollado varias asociaciones de trabajadores: la AFL (Federación Americana del Trabajo), de tendencia reformista, y los KL (Caballeros del Trabajo), más izquierdista. Paralelamente, surgió un Partido Obrero Socialista.
La reivindicación de las 8 horas tenía amplio apoyo en Chicago. Allí la jornada laboral se extendía desde las 4 de la mañana hasta las 8 de la noche. Aquellos que trabajaban 14 ó 15 horas se consideraban afortunados. El 1º de mayo comenzó una huelga en la ciudad que arrancó con 40.000 trabajadores y llegó hasta 65.000. La adhesión de los trabajadores a la medida no era fácil. Chicago era patrullada constantemente por la policía que, junto con elementos patronales, organizaba provocaciones contra cualquier grupo de trabajadores que, simplemente, pasease por la calle. Al trabajador en huelga le quedaban dos alternativas: o se quedaba refugiado en su casa o andaba en grupo con sus compañeros de trabajo. El espacio de la ciudad era disputado de hecho entre la clase obrera y la burguesía. Donde la clase obrera pudo pesar decisivamente la ciudad en huelga parecía una auténtica fiesta popular.
La masacre de Haymarket
El lunes 3 de mayo un hecho empezaría a torcer el curso de los acontecimientos. En una reunión de 6000 estibadores en huelga, mientras hablaba August Spies, un grupo de 200 trabajadores se separaron del acto con el objetivo de presionar a los rompehuelgas, que en ese momento salían hacia sus casas. Quince minutos después aparecieron más de 200 policías que iniciaron un combate en las calles que terminó con 4 obreros muertos y muchísimos heridos.
Spies y sus compañeros llamaron a una manifestación para el día siguiente en la plaza Haymarket, en el sur de Chicago. A la concentración fueron más de 3000 trabajadores y concurrió el alcalde de la ciudad, con la intención de garantizar la calma. El alcalde se retiró cuando hablaba el último orador, Fielden, e inmediatamente después la policía, comandada por el inspector John Blonfield (odiado por los obreros de la ciudad por su brutalidad represiva) irrumpió en la reunión con 180 policías. Fielden intentó detenerlos alegando que era una reunión pacífica. Estaba parlamentando con los jefes cuando alguien arrojó una bomba contra los policías, hiriendo a 66 (7 de los cuales murieron). La policía disparó contra la multitud matando a varias personas e hiriendo a 200. La zona se volvió un infierno, las farmacias se llenaban de gente herida. A este episodio se lo llamó la "masacre de Haymarket".
Nunca se aclaró quién arrojó la bomba. La hipótesis más fuerte es atribuirla a una provocación policial. Lo trasparente fue el curso posterior de los hechos. La patronal y la prensa a su servicio salieron a hacer una campaña contra los "anarquistas extranjeros que quieren destruir América". El grupo dirigente del Sindicato Obrero Central estuvo inmediatamente sentado en el banquillo de los acusados. August Spies, Michael Schwab, Adolph Fischer, George Engel, Louis Lingg, Albert Parsons, Samuel Fielden y Oscar Neebe fueron sometidos a juicio.
La elección de los acusados fue política. Dos de ellos ni siquiera estuvieron en la manifestación de Haymarket, otros se habían retirado antes de la refriega. Lo que estaba en juicio eran las ideas políticas de estos militantes, cosa que fue dicha explícitamente por la acusación en varios tramos del juicio, plagado de vicios legales, falta de garantías, testigos falsos y demás catálogo de violencias y trampas a que fueron sometidos los compañeros. La índole fraudulenta del juicio fue tan evidente que, aun en medio de una ensordecedora campaña nacionalista contra los "terroristas extranjeros", el jurado no se atrevió a condenar a muerte a todos los acusados, como era la intención primera de los organizadores políticos del juicio.
El 11 de noviembre de 1887 Spies, Engel, Fischer y Parsons fueron ahorcados. Unos días antes Louis Lingg se había quitado la vida en su celda. A partir de ese momento fueron conocidos como los "mártires de Chicago" y reivindicados como héroes de la clase trabajadora internacional durante muchos años. En su funeral desfilaron más de 25.000 trabajadores.
Los otros compañeros (Fielden, Schwab y Neebe) pasaron largos años en prisión hasta que el peso de las mentiras acumuladas obligó a una revisión del proceso que concluyó con la libertad de los tres sobrevivientes.
Primera acción obrera internacional
El impacto internacional que tuvo el juicio a los "mártires de Chicago" duró muchos años. Hacia 1889, en la Reunión Obrera Internacional convocada en París (en la que confluyeron socialistas y anarquistas de varios países) se resolvió organizar "una gran manifestación en fecha fija, de tal manera que simultáneamente en todos los países y en todas las ciudades en el mismo día convenido, los trabajadores pedirán a las autoridades oficiales la reducción, mediante una ley, de la jornada de trabajo a 8 horas y que se lleven a efecto las demás resoluciones del Congreso de París". La fecha escogida fue el 1º de mayo de 1890 para coincidir con el día en que los sindicatos norteamericanos habían resuelto retomar la lucha por las 8 horas y que conmemoraba el inicio de la huelga que terminó con la condena y asesinato de Spies y sus compañeros.
1 de Mayo en la argentina 1890
El Congreso de París logró coordinar la realización de esta primera manifestación de 1º de mayo en todo el mundo. La clase trabajadora de la mayoría de los países adhirió y participó en esta acción internacional. A pesar de que recién comenzaba a organizarse, la clase trabajadora argentina también participó de esa jornada. La mayor parte de los pequeños talleres industriales de Buenos Aires cesaron sus actividades. A las 2 de la tarde, más de 3000 trabajadores se concentraron en el Prado Español (Recoleta) con las consignas "¡Viva el 1º de mayo! ¡Viva la emancipación social!". También se realizaron pequeños actos en La Plata, Chivilcoy, Lobos, Rosario, 25 de Mayo, Pergamino y otras ciudades del interior.
El 1° de Mayo de 1890, ante el escándalo de los sectores medios y altos que ya se venían alarmando a través de sus voceros por 'la inquietante actividad de los extranjeros para imponer sus ideas extrañas a las costumbres del país', se reunieron en el Prado Español, en el barrio de la Recoleta, unos tres mil trabajadores.
El diario La Nación, perteneciente a Bartolomé Mitre señalaba al día siguiente con gran regocijo que 'había en la reunión poquísimos argentinos, de lo que nos alegramos muchísimo'. En aquel encuentro, todos los oradores hablaron de las deplorables condiciones de trabajo de todos los gremios y exhortaron a seguir luchando por la jornada de ocho horas y por mejores condiciones de salud, vivienda, alimentación y educación. Los discursos se pronunciaron en cuatro idiomas: alemán, francés, italiano y español. Actos iguales se realizaron en diferentes regiones de la Argentina haciendo que la conmemoración del 1° de Mayo en el país comenzara prontamente. La clase obrera hacía su aparición como fuerza organizada.
Los jueces y parte
El primer paso fue la elección de un jurado adicto a los patronos. Luego, el propio ministerio público preparó los falsos testimonios. No había existido la menor participación de los inculpados en el atentado. Pero uno de los jurados, cuando se le argumentó la inocencia de los acusados confesó: 'Los colgaremos lo mismo. Son hombres demasiado sacrificados, demasiado inteligentes y demasiados peligrosos para nuestros privilegios'.
El 20 de setiembre la Corte Suprema no acepta anular la sentencia por vicios de forma. En la antevíspera al ajusticiamiento muere Lingg. Muchos años después Gregorio Selser afirmará, con testimonios, que Lingg fue asesinado en prisión.
Lucy Parsons publicará, más tarde, las últimas palabras de los militantes obreros. En el minuto de los adioses habrá escenas desgarradoras. La propia Lucy Parsons suplicó ('con palabras que enternecerían a las fieras') que le permitieran ver a su compañero. Se le negó la visita. El juez, Oglesby, desechó protestas de diversos lugares del mundo.
Muda, la cárcel entera ('algunos orando, asomados a los barrotes') escuchó a Engel recitar -cómo afirmación de fe en las nuevas ideas- un poema revolucionario de Heine. Ante las guardias que no alcanzan a comprender las razones de su serenidad, Fischer dirá: 'Este mundo no me parece justo y batallo ahora muriendo para crear un mundo justo'.
Schwab dirá: 'No se ha hecho justicia ni podrá hacerse, porque cuando una clase está frente a otra es una hipocresía su sola suposición'.
Fischer afirmará un testimonio que ratifica la historia de múltiples países: 'En todo tiempo los poderosos han creído que las ideas de progreso se abandonarían con la supresión de algunos agitadores'. Y luego: 'no soy criminal y no puedo arrepentirme de lo hecho. ¿Pediría perdón por mis ideas, por lo que creo justo y bello?'.
Spies, a su vez, saludará -con voz que atravesará los siglos- 'al tiempo en que nuestro silencio será más poderoso que nuestras voces, que ahora ahoga la muerte'.
El día de la ejecución -explican calificados cronistas- obreros sollozaban como niños. Seis mil personas siguieron a los féretros bajo banderas rojas.
Tiempo después, John Altgeld, un hombre íntegro denunció las irregularidades e infamias del proceso, probando que el fallo se dictó 'cumpliendo órdenes'. Fielden, Neebe y Schwab, que llevaban ya doce años de prisión, volvieron a unir esperanzas con los suyo. Cada primero de mayo se renueva, en el mundo, el recuerdo a los muertos y los presos de mayo del 86. Poco después, en 1889, la Internacional Socialista decidirá organizar una gran manifestación mundial en fecha fija, el 1º de mayo, para intimar a los gobiernos la reducción de la jornada de trabajo a ocho horas. La decisión afirmará, en la memoria obrera, el recuerdo de los mártires. Superada esa conquista, cada 1º de mayo será un día de reafirmación, de protesta. Y la confirmación -segura- de una gran esperanza.
Fragmentos de las palabras del acusado George Engel, de oficio impresor, ante el tribunal que lo condenó a muerte en 1886.
`Hay muchos obreros que no tienen lugar en el banquete de la vida`
Es la primera vez que comparezco ante un tribunal norteamericano, y en él se me acusa de asesino. ¿Y por qué razón estoy aquí? ¿Por qué razón se me acusa de asesino? Por la misma que me hizo abandonar Alemania; por la pobreza, por la miseria de la clase trabajadora.
Aquí también, en esta ‘República Libre’, en el país más rico de la tierra, hay muchos obreros que no tienen lugar en el banquete de la vida y que como parias sociales arrastran una vida miserable.
Aquí he visto a seres humanos buscando algo con que alimentarse en los montones de basura de las calles.
[...] Cuando en 1878 vine desde Filadelfia a esta ciudad creí iba a hallar más fácilmente medios de vida aquí, en Chicago, que en aquella ciudad, donde me resultaba imposible vivir por mas tiempo. Pero mi desilusión fue completa. Entonces comprendía que para el obrero no hay diferencia entre Nueva York, Filadelfia y Chicago, así como no la hay entre Alemania y esta tan ponderada república. Un compañero de taller me hizo comprender, científicamente, la causa de que en este país rico no puede vivir decentemente el proletario. Compré libros para ilustrarme mas y yo, que había sido político de buena fe, abominé de la política y de las elecciones y comprendí que todos los partidos estaban degradados y que los mismos socialistas demócratas caían en la corrupción mas completa.
Entonces entró en la Asociación Internacional de los Trabajadores. Los miembros de esta Asociación estamos convencidos de que sólo por la fuerza podrán emanciparse los trabajadores, de acuerdo con lo que la historia enseña. En ella podemos aprender que la fuerza libertó a los primeros colonizadores de este país, que sólo por la fuerza fue abolida la esclavitud y que, así como fue ahorcado el primero que en este país agitó a la opinión contra la esclavitud, vamos a ser ahorcados nosotros [...]
En qué consiste mi crimen? En que he trabajado por el establecimiento de un sistema social donde sea imposible que mientras unos amontonen millones [...], otros caen en la degradación y la miseria. Así como el agua y el aire son libres para todos, así la tierra y las invenciones de los hombres de ciencia deben ser utilizadas en beneficios de todos. Vuestras leyes están en oposición con las de la naturales y mediante ellas robáis a las masas el derecho a la vida, a la libertad y al bienestar [...]
La noche en que fue arrojada la primera bomba en este país, yo estaba en mi casa y no sabía una palabra de la 'conspiración' que pretende haber descubierto el ministerio público. Es cierto que tengo relación con mis compañeros de proceso, pero a algunos solo los conozco por haberlos visto en las reuniones de trabajadores. No niego tampoco que he hablado en varios mítines ni niego haber afirmado que, si cada trabajador llevara una bomba en el bolsillo, pronto sería derribado el sistema capitalista imperante.
Esa es mi opinión y mi deseo, [pero] no combato individualmente a los capitalistas; combato al sistema que produce sus privilegios. Mi mas ardiente deseo es que los trabajadores sepan quienes son sus enemigos y quienes sus amigos.
Todo lo demás merece mi desprecio. Desprecio el poder de un gobierno inocuo. Desprecio a sus policías y a sus espías.
En cuanto a mi condena, que fue alentada y decidida por la influencia capitalista, nada mas tengo que decir.
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