26/6/07

Cine y revolución 5: Isadora, de Karel Reisz

La revolución rusa de Octubre conmovió al pueblo militante, pero también la cultura, a las heterodoxias, la feminista incluida. Fascinó a una mujer libre como Isadora que en el cine tuvo el rostro de Vanesa Redgrave Karel Reisz (Foto)
Isadora Duncan fue ante todo un espíritu libre. Bailarina estadounidense nacida en San Francisco, California (EE.UU.) el 27 de mayo de 1878, sigue siendo considerada la madre de la danza moderna. Hija de un banquero un tanto especial, y de una pianista que tuvo que criar a sus Karel Reisztres hijos sola, Isadora tuvo claro desde pequeña que se iba a dedicar a la danza. A los diez años de edad abandonó la escuela para dedicarse por entero al baile. Su madre gustaba de ejecutar al piano obras de Chopin, Mozart y Beethoven, y supo alentar las aventuras artísticas de sus hijos. Estudió ballet en Chicago, y al cumplir los 17 años se mudó con su familia a Nueva Cork. Allí conoció a Agustín Daly un prominente empresario y actor que le dio la oportunidad de integrar su compañía de teatro. En 1899 marchó a Inglaterra y se dedicó a estudiar arte en el Museo Británico donde encontró la inspiración para su danza. Más exactamente en los cuadros de Boticcelli, y en los antiguos jarrones griegos donde se apreciaban los cánones de belleza y los movimientos de la danza antigua.

Para Isadora, el cuerpo era un vehículo de expresión y el movimiento debía guiarse únicamente por sus intuiciones, y deseos. Su forma de revelarse contra la danza clásica tradicional le permitió desarrollar todo un nuevo lenguaje corporal. Sus movimientos buscaban la comunión con la naturaleza, tomaban como modelo el movimiento del mar, las nubes, o las hojas de los árboles impulsadas por el viento. Despojó al baile del corsé del academicismo y lo dotó de mayor naturalidad y libertad. Otro de sus grandes aportes fue cambiar los maillots y tutus por túnicas ligeras, velos transparentes, pies descalzos y cabellos sueltos. Toda una expresión de vanguardia que fue bien acogida en Europa, espacialmente en Inglaterra, Francia y Alemania, donde alcanzó un gran reconocimiento. Aunque jamás estableció una técnica, ni un método, tuvo su propia academia la Escuela Infantil de Danza fundada en París en 1904 donde enseñó a un grupo de niñas que fueron denominadas “les Isadorables” por la prensa francesa. También tuvo academias en Alemania y Rusia. La prensa londinense dijo de ella: “En esta época actual de elaboración y artificialidad, el arte de la señorita Duncan es como un soplo de aire puro procedente de la parte más alta de una montaña poblada de pinos, refrescante como el ozono, bello y verdadero como el cielo azul, natural y genuino. Es una imagen de belleza, alegría y abandono, tal como debió ser cuando el mundo era joven y hombres y mujeres bailaban al sol movidos por la simple felicidad de existir”.
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Cuando regresó a los EEUU se levantó tal polvareda a su alrededor que el presidente “Teddy” Roosevelt debió proclamar que Duncan le parecía “tan inocente como una niña bailando en el jardín por la mañana, recogiendo las bellas flores de su fantasía”.La Ninfa”, como la llamaban en Estados Unidos, era amiga de Jean Cocteau, y Auguste Rodin. Y tuvo una vida tan libre de ataduras y bohemia como trágica. En 1913 sus dos hijos Deirdre -hija del renovador escenógrafo británico Gordon Craig- y Patrik -hijo del magnate de las máquinas de coser Paris Singer- se ahogaron en el río Sena en un trágico accidente automovilístico. En 1922 bailó el himno de la Internacional en el Bolshoi, y se casó con el poeta soviético Sergei Esenin de quien se separaría poco después. La tragedia de su vida comenzó el 13 de agosto de 1913 cuando sus hijos Diedre (7 años) y Patrick (2 años) mueren en un accidente de automóvil en Paris. En sus últimos años, la bailarina se estableció en Niza, Francia, donde pereció en 1927 en un accidente con su propio automóvil, al estrangularla su bufanda atorada en la llanta, poniendo fin a su vida y dando origen a la leyenda. Sus restos se encuentran en el cementerio Père Lachaise.

En 1927 se publicó su biografía Mi Vida. Otras de sus biografías fueron escritas por Maurice Clever (Isadora) y Peter Kurth (Isadora una vida sensacional).

En la misma o­nda de Emma Goldman y de otras y otros “rebeldes en el paraíso”, se encuentra Isadora Duncan, la legendaria bailarina de los años 20, considerada como la madre de la danza moderna, de fuerte educación artística y feminista, combinó el ejercicio de su profesión artística con el compromiso político revolucionario para escándalo de los bienpensantes. De ahí su éxito en la mismísima Unión Soviética donde trato de crear una escuela de danza para la hija de los trabajadores. Isadora (Reino Unido, 1968), fue un proyecto ambicioso en línea de otros proyectos inscritos en la faceta más “comercial” del “free cinema”, del tipo de Tom Jones que fue un éxito con tintes radicales...No en vano, Isadora fue un título habitual en los cine-forums de finales del franquismo aunque la copia que se estrenó aquí contaba con numerosos cortes, como no podía ser menos.

El padre de la criatura fue Karel Reisz uno de los principales exponentes de esta escuela, autor de una obra maestra como Sábado noche, domingo mañana, y con el que Vanesa ya había trabajado en Morgan, un caso clínico, una punzante reflexión sobre el destino de la revolución en Gran Bretaña con tintes trotskianos. Se trataba de contar “otra historia”, muy diferente al del cine histórico convencional made in Britania. Su atractivo radicaba tanto en el carácter vanguardista del personaje como en la soberbia interpretación de Vanessa Redgrave, una actriz igualmente reconocida por su fuerte compromiso militante (en aquella época presidía las grandes manifestaciones contra la guerra del Vietnam) y cuya película más popular en este aspecto sería Julia (1977), de Fred Zinnemann, una sobria y sólida película feminista y antifascista producida por Jane Fonda que se reservó para ella el papal de Lillian Hellman, escritora y guionista espacialmente comprometida con la república española, y muy odiada por Joe Mac Carthy. .

La película cuenta como Isadora es una artista de ruptura que llega a Inglaterra sin un céntimo, pero pronto deslumbra a la alta sociedad londinense, dando recitales en fiestas privadas y causando sensación con su desprecio por los convencionalismos sociales. En Berlín fascina al público con su nuevo estilo de danza inspirada en modelos griegos, bailando descalza y con túnicas que permitían gran libertad de movimientos. Isadora se enamora de Gordon Craig (James Fox), un escenógrafo poético y visionario con el que tiene una hija, pero con el que se niega a casarse para no perder su independencia. Tras una gira por toda Europa, Isadora y Craig se separan en Holanda. Isadora regresa a la danza, creado una escuela en la cual los alumnos aprendían sus ideas revolucionarias sobre el baile, la verdad y la belleza.

La trama se anima con la presencia del fabricante Singer (Jason Robards, el inolvidable Dashiel Hammet en Julia), y consigue un tono épico en el curso de sus actuaciones en la Rusia soviética donde vivirá una historia de “amour fou” con el célebre de origen campesino. Serguei Esenin, que no tardará en suicidarse, según algunos historiadores por discrepancias con el curso que estaba tomando la revolución. Sin duda, uno de los elementos más emotivos de la película sucede con ocasión de un recital poético de Esenin para los trabajadores, que cuando se va la luz mantienen el espectáculo con antorchas y con su entusiasmo. Este tipo de encuentros entre el pueblo y cultura señalan uno de los aspectos más creativos de la revolución usa en “los buenos tiempos”, antes del suicidio de Esenin y de Maikovski.

Isadora será fue clave en la filmografía de su protagonista, no en vano le valió un que le valió de nuevo el galardón de Cannes a la mejor actriz.Vanesa Redgrave hija del formidable actor Michael Redgrave quien por un tiempo fue un militante comunista notorio. y al que el último Orwell colocaba como sospechoso de comunismo en sus notas paranoicas. Vanesa estudió en la Queensgate School y en la Central School of Speech and Drama de Londres. En 1957 dio comienzo a su carrera profesional como actriz y destacó muy pronto en el repertorio clásico inglés, sobre todo con Shakespeare. En 1961 recibió los premios Evening Standard y Variety Club a la mejor actriz y en 1965 se dio a conocer al público cinematográfico con el filme Morgan, A Suitable Case for Treatment (Morgan, un caso clínico), dirigido por K. Reisz y con el que ganó el premio de interpretación de Cannes.

En su filmografía, no excesivamente copiosa, destacan títulos como Blow Up (1967), de M. Antonioni; Camelot (1967), de Joshua Logan, títulos notables en una trayectoria en la que muchas veces su papel fue lo más importante. Su nombre fue motivo de ruidosos escándalos por sus conflictos con los conservadores, y sus denuncias del sionismo, su entrada fue prohibida en Israel y en los Estados Unidos, y su nombre fue vetado de numerosos proyectos. En 1982 interpretó el personaje de Cosima Liszt en la superproducción televisiva Wagner sobre la vida del gran músico alemán y en 1991 de nuevo el de la bailarina Isadora Duncan en el espectáculo When She Danced estrenado en Londres. Ese mismo año publicó su autobiografía, y desde entonces no ha cesado de trabajar tanto en el cine como en el teatro, y en ambos casos es ya una gran señora, indiscutible.

Durante años, fue seguramente la más briosa y emblemática de los actrices comprometidas con las cusas socialistas y antiimperialistas, aunque en algunos casos este fuese discutible y discutido como el que le llevó a presidir tribunas con el jefe libio Gadhafi...Así mismo fue candidata en diversas legislaturas, todo parte de su ligazón militante con el sector más dudoso y controvertido del trotskismo británico...

Sería muy prolijo explicar el complicado curso del trotskismo británico, tanto o más dividido que el galo, y dentro del cual alcanzó una influencia notoria el liderado por Gerry Healy, el Socialist Labour League, y cuyas obsesiones políticas y personales acabarían anulando cualquier posibilidad de debate político. Al tiempo que establecía un «canon» de corrección política «auténtica» mediante una normativa filosófica, el grupo de Healy, después de mantener una estrecha relación con el lambertismo, asumió como una tarea central el «desenmascarar» las «infiltraciones» estalinistas o imperialistas en el seno de la IV Internacional, tomando como principal referente la hipótesis de que el asesinato de Trotsky contó con una colaboración desde dentro de la propia internacional, objetivo para el que dedicó toda clase de dossiers y publicaciones acusando a diestro y siniestro. La campaña llegó hasta tal extremo de delirio que obligó a las primeras espadas de las diversas corrientes trotskistas a organizar un acto público en Londres, seguramente el único que congregó en un mismo lugar a Ernest Mandel y a Pierre Lambert.

Dejando de lado toda una montaña de documentación, el lector se podrá hacer una idea del alcance de esta obsesión con la imagen de unos muchachos que, durante los años 1976-1979, en plena crisis social española, aparecían voceando en las puertas de algunos metros, con el periódico de la Liga Socialista (el grupo «healysta» español germinado en Gran Bretaña), la «noticia» de que se habían encontrado pruebas de la complicidad de dos de los más reputados representantes del trotskismo norteamericano.

Los «implicados» eran nada menos que Joseph Hansen, el principal dirigente de la sección después de Cannon, y George Novack, filósofo (y del que Fontamara ha editado algunas de sus principales obras, como Democracia y revolución y Para comprender la historia), ambos envueltos en la oscura trama de un asesinato que vinculaba a Stalin con el SWP. Una mínima racionalidad, ajena a la cuestión, podría fácilmente preguntarse, de ser así, qué pintaba semejante obsesión en un espacio vital de un barrio obrero donde absolutamente nadie conocía tales nombres, y puestos a razonar, cómo era posible que durante más de medio siglo estos hombres destacaran como activistas en un medio tan claramente hostil como el norteamericano y escribieran obras marxistas traducidas a varios idiomas, para acabar sus días en la misma modestia económica que les caracterizó.

Contaba Broué que cuando se abrieron los Archivos de Trotsky en Harvard, un par de estudiosos pertenecientes a la secta fueron directos a encontrar las «pruebas» que ya habían ofrecido al mundo como ciertas. Lo que encontraron fueron documentos que implicaban al mismo Trotsky. Éste había dado su permiso para «sondear» la posibilidad de una ayuda por parte del FBI, concretamente para desmontar la trama asesina de algunos de los sicarios de Stalin; el asunto no pasó de ahí, de un «tanteo», pero pudo concretarse, por ejemplo denunciando a algún sicario estalinista inmerso en la trama del asesinato. Los estalinista que después de repetir lo de hitlerotrotskismo, lo ponen también al servicio del FBI, se basan en toda esta trama.

A pesar de la influencia que llegó a alcanzar, el healysmo acabó arruinado por el peso de los delirios del propio Healy, pues el «líder» tenía problemas psíquicos y sexuales muy graves (y no precisamente inventados), y después de unas acusaciones terribles la fracción se descompuso y la mayor parte de su base militante ingresó en la sección británica.

Al menos fuera de Gran Bretaña, la mayor singularidad del grupo de Healy sería su propio papel. Así el pequeño grupo español que se hacía llamar Liga Obrera Comunista, y que tenía como principal objetivo consolidar por ellos mismos un diario obrero que llamaban Prensa Obrera, trató de aprovechar su fama, y la trajo a Barcelona allá por 1977-1978. Aterrorizó en el Centro Social de La Florida, que estaba entonces en su apogeo, y ofrecieron una charla que naturalmente llamó la atención del autor de estas líneas que se movía por las proximidades desde mitad de los años sesenta. Fue una charla extraña ya que, seguramente adivinado presencias críticos u hostiles, no hubo lugar para ningún debate. Mientras que Vanesa callaba como ausente, el presentador comenzó pidiendo a los presentes una ayuda para su diario, y él mismo comenzó con una contribución cuantiosa. A los pocos minutos, toda la militancia presente había reproducido el gesto. Ofrecían una cantidad que no se diferenciaba a una cuota generosa, de las que pagaban por entonces los afiliados con un buen sueldo. El ambiente se hizo muy extraño, mientras unos queríamos preguntar y hablar, los animadores persistían en lo del diario como si se tratara de demostrar a ver quien da más para que los trabajadores tuvieran un diario propio...

Muy en consonancia con su combatividad, inusual en una star de su calibre, Vanessa fue uno de los rostros más emblemáticos de los actores movilizados contra la Guerra de Vietnam, y luego en la defensa del pueblo palestino. Éstas y otras actividades solidarias la convirtieron muy especialmente en «persona non grata» para el gobierno y la potente extrema derecha norteamericana, que trató de vetarla en diferentes proyectos, y por supuesto para los conservadores británicos. Aunque cuando actuaba como militante healysta Vanessa parecía carecer de vida propia, lo cierto es que su trayectoria ha ido mucho más allá de la estrechez de su partido (un tema sobre el que nunca ha efectuado la menor declaración), y se ha mantenido coherente con sus compromisos hasta convertirse en la actriz comprometida más emblemática del cine moderno, y posiblemente en la trotskista más famosa.

Durante la fase de la perestroika, Vanessa fue una de las voces que trató de recuperar la historia del trotskismo en la URSS. Actualmente es una de las voces críticas más conocidas contra el corrupto new labour de Tony Blair. Otro trotskista británico célebre perteneciente al mundo del cine es el realizador Ken Loach, quien durante su etapa universitaria de los años sesenta militó en un grupo trotskista al que nunca se ha querido referir (por lo que es posible que fuese el de Healy), y que abandonó tempranamente, aunque siguió manteniendo su actitud coherente con un trotskismo en absoluto proclamatorio pero no por ello menos efectivo, e intensamente reforzado por su colaboración con guionistas como Jim Allen o Paul Laverty.
Pepe Gutiérrez-Álvarez
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Kaos en la Red/Principal/26/06/2007

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