Opinión
Sergio Valdés Bernal
22 de Junio, 2007
(CUBARTE) Del 18 al 22 de junio se desarrolló en La Habana el III Simposio Internacional Tabaco, Naturaleza, Cultura e Identidad, organizado por el Museo del Tabaco y la Oficina del Historiador de la Ciudad.
El tabaco fue introducido en las Antillas desde Suramérica por los agricultores y ceramistas, quienes iniciaron su penetración en el arco antillano a principios de nuestra era y fueron identificados por los cronistas españoles con el nombre de taínos. Estos aborígenes hablaban una lengua aruaca, o sea, perteneciente a la familia lingüística de mayor expansión por Suramérica, pues se extendía desde el Río de la Plata hasta las Antillas, y desde el Amazonas hasta la falda de los Andes. Así, pues, el tabaco se naturalizó en las Antillas gracias a la cultura de nuestros antepasados aborígenes, de quienes los actuales cubanos lo hemos asimilado como parte inseparable de ese proceso de transculturación que dio origen a nuestra identidad.
Sobre la palabra tabaco, el famoso lexicógrafo español Joan Corominas, en su Diccionario crítico y etimológico de la lengua castellana (1976: IV, 318) , comenta que
La planta y la costumbre de fumar sus hojas son oriundas de América, pero el origen de la palabra es incierto; consta que tabacco , atabaca y formas análogas (procedentes del ár. tabbac o tubbáq ) se emplearon en España y en Italia desde mucho antes del descubrimiento del Nuevo Mundo, como nombre de la alavarda, del eupatorio y de otras hierbas medicinales, entre ellas algunas que mareaban o adormecían, y es posible que los españoles transmitieran a la planta este nombre; aunque ya los cronistas de Indias del siglo XVI afirman que es palabra aborigen de Haití, no es el único caso en que incurren en tales confusiones. 1ª. Doc. 1535, Fz. de Oviedo.
La Real Academia Española, por su parte, en la última y vigésima segunda edición del Diccionario de la lengua española, de 2001, le asigna origen árabe:
Tabaco. (Del ár. clás. tub[b]āq ) m. Planta de la familia de las Solanáceas, originaria de América, de raíz fibrosa, etc., etc.
El 15 de octubre de 1492 Colón anotó en su Diario de navegación lo siguiente: “…y unas hojas secas que debe ser cosa muy preciada entre ellos, porque ya me trujeron en San Salvador”. Indudablemente, se trata de la primera alusión a hojas de tabaco, aunque no se recoja su nombre ni su uso. Lo cierto es que los españoles “descubrieron” el uso de lo que hoy llamamos tabaco entre el 6 de noviembre de 1492, cuando Rodrigo Sánchez y Mestre Diego fueron enviados a tierra por Cristóbal Colón a explorar en la parte oriental de Cuba, en las cercanías de la actual Gibara.
Así lo recoge el Almirante de la Mar Océano en su Diario de navegación, la primera documentación por escrito de la costumbre de fumar de los indoantillanos. Lamentablemente, Colón, en su descripción, tampoco recurrió a palabra alguna asociada con la planta o la actividad.
Las Casas, quien se sirvió del Diario de Colón pare escribir parte de su Historia de las Indias, comentó que:
Hallaron estos dos cristianos [los mencionados Sánchez y Diego] por el camino mucha gente que atravesaban a sus pueblos, mujeres y hombres, siempre los hombres con un tizón en las manos y ciertas hierbas secas metidas en una cierta hoja, seca también, a manera de mosquete hecho de papel de los que hacen los muchachos la pascua del Espíritu Santo y encendida por la una parte dél, por la otra chupan, o sorben, o reciben con el resuello para adentro aquel humo; con el cual se adormecen las carnes y cuasi emborracha, y así diz que no sienten el cansancio. Estos mosquetes o como los llamaremos, llaman ellos tabacos.
Pero Fernández de Oviedo, en su Historia general natural de las Indias, especifica que precisamente tabaco no es el nombre de la planta, sino de la cañuela en forma de Y griega que usaban los aborígenes a modo de pipa.
Por eso es que en diferentes y afines lenguas aruacas no se documenta la forma tabaco como el nombre de esta planta, sino, por ejemplo, yuri en goajiro, caribe insular y lokono (ver: Celedón, 1878: 167; Breton, 1664: 309; Goeje, 1928: 46).
Incluso en un léxico aruaco del siglo XVIII publicado por el destacado historiador y arqueólogo dominicano Marcio Veloz Maggiolo, aparece yuri con el significado de tabaco.
Esteban Pichardo, en la primera edición de su Diccionario provincial , de 1863, el primer diccionario de cubanismos y uno de los primeros de americanismos, resalta que:
Oviedo dice que los Indios tomaban ahumadas de ellas [hojas de tabaco] con unos palitos huecos en forma de Y griega mayúscula, poniendo los dos cañones en las ventanas de la nariz y el otro en el humo y yerba que hardía hasta que se quedaban sin sentido tendidos en tierra beodos o dormidos; y que á estos instrumentos y otros de un solo cañón llamaban Tabaco , y no a la yerba, como pensaban muchos...
Al respecto, Fernando Ortiz, apoyándose en los estudios de Max Uhle (1890), y Adolf. Ernest (1889), manifestó en su hoy famoso Contrapunteo cubano del tabaco y el azúcar (1963: 153), que:
La voz tabaco [...] parece proceder de taboca , palabra tupí que significa “cierta especie de carrizo o cañuela”. Siendo así, dicho vocablo no sería propiamente taíno, pues provendría de los indios tupí del continente y por ellos transmitidos a los aruacos y taínos. Según Ernest , taboca en lengua guaraní es “tubo hecho de un hueso de tapir que se usa para absorber ciertos polvos”.
Además, Georg Friederici, en su Amerikanistische Wörtebuch (1960), corrobora el origen tupí del vocablo taboca como nombre de la caña silvestre ( Gynerium sagittatum ), cuyos canutos eran utilizados para construir el instrumento para inhalar el tabaco rapé.
Por tanto, queda claro, espero, que los indoantillanos llamaban tabaco al instrumento a modo de pipa que utilizaban para sus sahumerios con rapé, palabra documentada en las lenguas tupíes, como muchos otros vocablos comunes a las lenguas aruacas, tupí-guaraníes y caribes.
Volviendo al ya citado Corominas (1976: IV, 318) y su defensa del origen árabe de la voz tabaco, este se hizo la siguiente pregunta:
¿Hay razones lingüísticas para sostener la procedencia americana del vocablo tabaco ?
Y su respuesta fue:
Desde luego que nada en la apariencia fonética nos permite identificarlo como taíno o perteneciente a otra lengua americana...
Lamentablemente, Corominas, cuyas etimologías son generalmente muy acertadas, no reparó en que Fernández de Oviedo (1851-55: Lib. VIII. Cap. III), al referirse a las diferentes variantes de yuca que cultivaban los indoantillanos, documenta que:
...la secta é ultima se nombra tabacan , y esta tiene la rama menos blanca que ninguna de las otras.
El fitónimo tabacán no llegó a formar parte del fondo léxico del español cubano, como otros muchos vocablos indoantillanos, pero por su forma o morfología se asemeja considerablemente a la voz tabaco.
Pero si tabacán no es una palabra vigente en la variante cubana de la lengua española, en nuestra habla rural se documenta desde tiempos de Pichardo (1836) el vocablo nabaco , con el que se hace referencia a un arbusto silvestre, bastante común en el occidente del país, el Faramea occidentalis, también conocido como “cafetillo” o “café cimarrón”, mientras que en el oriente llaman nabaco al Coussarea urbaniana.
Así, pues, existe una indiscutible similitud fonética y morfológica entre tabaco, tabacán y nabaco , lo que demuestra el error en que incurrió Corominas y quienes le siguieron, al pensar que no existían vocablos similares por su forma a la voz tabaco en la lengua aruaca de los indoantillanos.
Ahora bien, si nuestros aborígenes no llamaban tabaco a la planta, ¿esta qué nombre tenía?
Pichardo, en la cuarta y última edición de su Diccionario provincial (1875: 339-340), comentó:
Por los años de 1560 Juan Nicot embajador de Francia en Portugal introdujo en aquel reino el Tabaco , que de su nombre se llamó Nicotiana , presentándola a Catalina de Medicis. Sir Francis Drake la llevó a Inglaterra en 1585 de la isla de Tobago, a la cual pretenden algunos que debe su nombre. Pero su patria clásica es Cuba, principalmente el Habano, de la Vueltabajo , que no tiene rival en el mundo. Aquí fue donde por primera vez lo vieron los españoles [...]. En resumen, la palabra Tabaco no corresponde a la planta ni viene del origen equivocado que atribuyen muchos a Tabasco y aun a Tobago; el legítimo nombre indígena es Cojibá o Cohibá , y el torcido o cigarro puro o aquel instrumento, Tabaco. Hoi sin embargo se dice Tabaco a la planta y al aderezo...
Pichardo, claro está, remite a Fernández de Oviedo (1851-55), quien documenta el uso de cohiba como nombre de la planta .
En fin, cohiba es el nombre indígena de la planta que llamamos “tabaco”, como lo indica su morfología y las acotaciones de lo cronistas.
Pero debemos aclarar que la palabra se pronunciaba con H aspirada, no con H muda, ya que todos los indigenismos recogidos por los cronistas y escribanos con H, como hamaca, hicaco, hico, etc., representaban una aspiración propia de los vocablos en lengua de nuestros aborígenes, como documenta Pedro Mártir de Anglería en sus Décadas del Nuevo Mundo.
Esta pronunciación coincidía con la H aspirada de los andaluces y canarios que nos colonizaron, no con la H velar de los españoles del centro y norte de España. Por eso fue fácil asimilar ese vocablo. Con el tiempo, en la lengua española la H devino muda, por lo que en algunos indigenismos la H fue sustituida por la J , como en jutía, Jimaguayú y otras voces. No obstante esto, debemos recordar que en la actualidad la H es muda en la norma culta de habla, pero en la popular y fundamentalmente la rural, la H se sigue aspirando.
En fin, cohiba es el vocablo que utilizaban nuestros aborígenes para denominar la planta que hoy llamamos tabaco.
Si bien el nombre cohiba no pasó más allá de su documentación en las crónicas españolas, o sea, no llegó a engrosar el listado de voces indoamericanas que enriquecieron el habla cotidiana de los cubanos, con muy buen tino fue escogido para identificar la marca de “tabaco”, en el sentido de “puro”, “habano”, de mayor prestigio actualmente en el mercado nacional e internacional.
Bibliografía:
Anglería, Pedro Mártir (1892): Fuentes históricas sobre Colón y América. Imprenta de la S. E. de San Francisco de Sales. Madrid. 3 Vols. Breton, André (1664): Petit cathecisme. Prescheurs de Blainuille. Auxérre.Casas, Bartolomé de las (1875-76): Historia de las Indias. Impresa de M. Ginestra. Madrid. Celedón, R. (1878): Gramática, catecismo i vocabulario de la lengua goagira. Maisonneuve. París. Colón, Cristóbal (1961): Diario de navegación. UNESCO. La Habana. Corominas Vignaux, Joan (1976): Diccionario crítico y etimológico de la lengua castellana. Editorial Gredos. Madrid . 4 Vols. Ernest, A. (1889): “On the Etymology of the Word Tobacco”. The American Antrhopologist. Washington . No. 2. Pp. 130-134. Fernández de Oviedo y Valdés, Gonzalo (1851-55): Historia general y natural de las Indias, islas y tierra firme del Mar Océano. Imprenta de la Real Academia de la Historia. Madrid. 4 Vols. Friederici, Georg (1961): Amerikanistiche Wörterbuch und Hilfswörterbuch für den Amerikanisten. Hamburgo. Goeje, C. H. de (1928): The Arawak Language of Guiana . VAW. Amsterdam. Ortiz Fernández, Fernando (1963): Contrapunteo cubano del tabaco y el azúcar. 2da. Ed. Universidad Central de Las Villas. Santa Clara. Pichardo y Tapia, Esteban (1836): Diccionario provincial de la Isla de Cuba. Imprenta de la Real Marina. Matanzas. Real Academia Española (2001): Diccionario de la lengua española. Editorial Espasa Calpe. Madrid . 2 Vols. Uhle, Max (1890): Verwarndtschaften und Wanderung der Tschlbscha. W. H. Kuhl. Berlin.Veloz Maggiolo, Veloz (1973): “Un vocabulario aruaco del siglo XVIII”. Boletín del Museo del Hombre Dominicano. Santo Domingo. Vol. 10 Pp.
Fuente: CUBARTE
Sergio Valdés Bernal
22 de Junio, 2007
(CUBARTE) Del 18 al 22 de junio se desarrolló en La Habana el III Simposio Internacional Tabaco, Naturaleza, Cultura e Identidad, organizado por el Museo del Tabaco y la Oficina del Historiador de la Ciudad.
El tabaco fue introducido en las Antillas desde Suramérica por los agricultores y ceramistas, quienes iniciaron su penetración en el arco antillano a principios de nuestra era y fueron identificados por los cronistas españoles con el nombre de taínos. Estos aborígenes hablaban una lengua aruaca, o sea, perteneciente a la familia lingüística de mayor expansión por Suramérica, pues se extendía desde el Río de la Plata hasta las Antillas, y desde el Amazonas hasta la falda de los Andes. Así, pues, el tabaco se naturalizó en las Antillas gracias a la cultura de nuestros antepasados aborígenes, de quienes los actuales cubanos lo hemos asimilado como parte inseparable de ese proceso de transculturación que dio origen a nuestra identidad.
Sobre la palabra tabaco, el famoso lexicógrafo español Joan Corominas, en su Diccionario crítico y etimológico de la lengua castellana (1976: IV, 318) , comenta que
La planta y la costumbre de fumar sus hojas son oriundas de América, pero el origen de la palabra es incierto; consta que tabacco , atabaca y formas análogas (procedentes del ár. tabbac o tubbáq ) se emplearon en España y en Italia desde mucho antes del descubrimiento del Nuevo Mundo, como nombre de la alavarda, del eupatorio y de otras hierbas medicinales, entre ellas algunas que mareaban o adormecían, y es posible que los españoles transmitieran a la planta este nombre; aunque ya los cronistas de Indias del siglo XVI afirman que es palabra aborigen de Haití, no es el único caso en que incurren en tales confusiones. 1ª. Doc. 1535, Fz. de Oviedo.
La Real Academia Española, por su parte, en la última y vigésima segunda edición del Diccionario de la lengua española, de 2001, le asigna origen árabe:
Tabaco. (Del ár. clás. tub[b]āq ) m. Planta de la familia de las Solanáceas, originaria de América, de raíz fibrosa, etc., etc.
El 15 de octubre de 1492 Colón anotó en su Diario de navegación lo siguiente: “…y unas hojas secas que debe ser cosa muy preciada entre ellos, porque ya me trujeron en San Salvador”. Indudablemente, se trata de la primera alusión a hojas de tabaco, aunque no se recoja su nombre ni su uso. Lo cierto es que los españoles “descubrieron” el uso de lo que hoy llamamos tabaco entre el 6 de noviembre de 1492, cuando Rodrigo Sánchez y Mestre Diego fueron enviados a tierra por Cristóbal Colón a explorar en la parte oriental de Cuba, en las cercanías de la actual Gibara.
Así lo recoge el Almirante de la Mar Océano en su Diario de navegación, la primera documentación por escrito de la costumbre de fumar de los indoantillanos. Lamentablemente, Colón, en su descripción, tampoco recurrió a palabra alguna asociada con la planta o la actividad.
Las Casas, quien se sirvió del Diario de Colón pare escribir parte de su Historia de las Indias, comentó que:
Hallaron estos dos cristianos [los mencionados Sánchez y Diego] por el camino mucha gente que atravesaban a sus pueblos, mujeres y hombres, siempre los hombres con un tizón en las manos y ciertas hierbas secas metidas en una cierta hoja, seca también, a manera de mosquete hecho de papel de los que hacen los muchachos la pascua del Espíritu Santo y encendida por la una parte dél, por la otra chupan, o sorben, o reciben con el resuello para adentro aquel humo; con el cual se adormecen las carnes y cuasi emborracha, y así diz que no sienten el cansancio. Estos mosquetes o como los llamaremos, llaman ellos tabacos.
Pero Fernández de Oviedo, en su Historia general natural de las Indias, especifica que precisamente tabaco no es el nombre de la planta, sino de la cañuela en forma de Y griega que usaban los aborígenes a modo de pipa.
Por eso es que en diferentes y afines lenguas aruacas no se documenta la forma tabaco como el nombre de esta planta, sino, por ejemplo, yuri en goajiro, caribe insular y lokono (ver: Celedón, 1878: 167; Breton, 1664: 309; Goeje, 1928: 46).
Incluso en un léxico aruaco del siglo XVIII publicado por el destacado historiador y arqueólogo dominicano Marcio Veloz Maggiolo, aparece yuri con el significado de tabaco.
Esteban Pichardo, en la primera edición de su Diccionario provincial , de 1863, el primer diccionario de cubanismos y uno de los primeros de americanismos, resalta que:
Oviedo dice que los Indios tomaban ahumadas de ellas [hojas de tabaco] con unos palitos huecos en forma de Y griega mayúscula, poniendo los dos cañones en las ventanas de la nariz y el otro en el humo y yerba que hardía hasta que se quedaban sin sentido tendidos en tierra beodos o dormidos; y que á estos instrumentos y otros de un solo cañón llamaban Tabaco , y no a la yerba, como pensaban muchos...
Al respecto, Fernando Ortiz, apoyándose en los estudios de Max Uhle (1890), y Adolf. Ernest (1889), manifestó en su hoy famoso Contrapunteo cubano del tabaco y el azúcar (1963: 153), que:
La voz tabaco [...] parece proceder de taboca , palabra tupí que significa “cierta especie de carrizo o cañuela”. Siendo así, dicho vocablo no sería propiamente taíno, pues provendría de los indios tupí del continente y por ellos transmitidos a los aruacos y taínos. Según Ernest , taboca en lengua guaraní es “tubo hecho de un hueso de tapir que se usa para absorber ciertos polvos”.
Además, Georg Friederici, en su Amerikanistische Wörtebuch (1960), corrobora el origen tupí del vocablo taboca como nombre de la caña silvestre ( Gynerium sagittatum ), cuyos canutos eran utilizados para construir el instrumento para inhalar el tabaco rapé.
Por tanto, queda claro, espero, que los indoantillanos llamaban tabaco al instrumento a modo de pipa que utilizaban para sus sahumerios con rapé, palabra documentada en las lenguas tupíes, como muchos otros vocablos comunes a las lenguas aruacas, tupí-guaraníes y caribes.
Volviendo al ya citado Corominas (1976: IV, 318) y su defensa del origen árabe de la voz tabaco, este se hizo la siguiente pregunta:
¿Hay razones lingüísticas para sostener la procedencia americana del vocablo tabaco ?
Y su respuesta fue:
Desde luego que nada en la apariencia fonética nos permite identificarlo como taíno o perteneciente a otra lengua americana...
Lamentablemente, Corominas, cuyas etimologías son generalmente muy acertadas, no reparó en que Fernández de Oviedo (1851-55: Lib. VIII. Cap. III), al referirse a las diferentes variantes de yuca que cultivaban los indoantillanos, documenta que:
...la secta é ultima se nombra tabacan , y esta tiene la rama menos blanca que ninguna de las otras.
El fitónimo tabacán no llegó a formar parte del fondo léxico del español cubano, como otros muchos vocablos indoantillanos, pero por su forma o morfología se asemeja considerablemente a la voz tabaco.
Pero si tabacán no es una palabra vigente en la variante cubana de la lengua española, en nuestra habla rural se documenta desde tiempos de Pichardo (1836) el vocablo nabaco , con el que se hace referencia a un arbusto silvestre, bastante común en el occidente del país, el Faramea occidentalis, también conocido como “cafetillo” o “café cimarrón”, mientras que en el oriente llaman nabaco al Coussarea urbaniana.
Así, pues, existe una indiscutible similitud fonética y morfológica entre tabaco, tabacán y nabaco , lo que demuestra el error en que incurrió Corominas y quienes le siguieron, al pensar que no existían vocablos similares por su forma a la voz tabaco en la lengua aruaca de los indoantillanos.
Ahora bien, si nuestros aborígenes no llamaban tabaco a la planta, ¿esta qué nombre tenía?
Pichardo, en la cuarta y última edición de su Diccionario provincial (1875: 339-340), comentó:
Por los años de 1560 Juan Nicot embajador de Francia en Portugal introdujo en aquel reino el Tabaco , que de su nombre se llamó Nicotiana , presentándola a Catalina de Medicis. Sir Francis Drake la llevó a Inglaterra en 1585 de la isla de Tobago, a la cual pretenden algunos que debe su nombre. Pero su patria clásica es Cuba, principalmente el Habano, de la Vueltabajo , que no tiene rival en el mundo. Aquí fue donde por primera vez lo vieron los españoles [...]. En resumen, la palabra Tabaco no corresponde a la planta ni viene del origen equivocado que atribuyen muchos a Tabasco y aun a Tobago; el legítimo nombre indígena es Cojibá o Cohibá , y el torcido o cigarro puro o aquel instrumento, Tabaco. Hoi sin embargo se dice Tabaco a la planta y al aderezo...
Pichardo, claro está, remite a Fernández de Oviedo (1851-55), quien documenta el uso de cohiba como nombre de la planta .
En fin, cohiba es el nombre indígena de la planta que llamamos “tabaco”, como lo indica su morfología y las acotaciones de lo cronistas.
Pero debemos aclarar que la palabra se pronunciaba con H aspirada, no con H muda, ya que todos los indigenismos recogidos por los cronistas y escribanos con H, como hamaca, hicaco, hico, etc., representaban una aspiración propia de los vocablos en lengua de nuestros aborígenes, como documenta Pedro Mártir de Anglería en sus Décadas del Nuevo Mundo.
Esta pronunciación coincidía con la H aspirada de los andaluces y canarios que nos colonizaron, no con la H velar de los españoles del centro y norte de España. Por eso fue fácil asimilar ese vocablo. Con el tiempo, en la lengua española la H devino muda, por lo que en algunos indigenismos la H fue sustituida por la J , como en jutía, Jimaguayú y otras voces. No obstante esto, debemos recordar que en la actualidad la H es muda en la norma culta de habla, pero en la popular y fundamentalmente la rural, la H se sigue aspirando.
En fin, cohiba es el vocablo que utilizaban nuestros aborígenes para denominar la planta que hoy llamamos tabaco.
Si bien el nombre cohiba no pasó más allá de su documentación en las crónicas españolas, o sea, no llegó a engrosar el listado de voces indoamericanas que enriquecieron el habla cotidiana de los cubanos, con muy buen tino fue escogido para identificar la marca de “tabaco”, en el sentido de “puro”, “habano”, de mayor prestigio actualmente en el mercado nacional e internacional.
Bibliografía:
Anglería, Pedro Mártir (1892): Fuentes históricas sobre Colón y América. Imprenta de la S. E. de San Francisco de Sales. Madrid. 3 Vols. Breton, André (1664): Petit cathecisme. Prescheurs de Blainuille. Auxérre.Casas, Bartolomé de las (1875-76): Historia de las Indias. Impresa de M. Ginestra. Madrid. Celedón, R. (1878): Gramática, catecismo i vocabulario de la lengua goagira. Maisonneuve. París. Colón, Cristóbal (1961): Diario de navegación. UNESCO. La Habana. Corominas Vignaux, Joan (1976): Diccionario crítico y etimológico de la lengua castellana. Editorial Gredos. Madrid . 4 Vols. Ernest, A. (1889): “On the Etymology of the Word Tobacco”. The American Antrhopologist. Washington . No. 2. Pp. 130-134. Fernández de Oviedo y Valdés, Gonzalo (1851-55): Historia general y natural de las Indias, islas y tierra firme del Mar Océano. Imprenta de la Real Academia de la Historia. Madrid. 4 Vols. Friederici, Georg (1961): Amerikanistiche Wörterbuch und Hilfswörterbuch für den Amerikanisten. Hamburgo. Goeje, C. H. de (1928): The Arawak Language of Guiana . VAW. Amsterdam. Ortiz Fernández, Fernando (1963): Contrapunteo cubano del tabaco y el azúcar. 2da. Ed. Universidad Central de Las Villas. Santa Clara. Pichardo y Tapia, Esteban (1836): Diccionario provincial de la Isla de Cuba. Imprenta de la Real Marina. Matanzas. Real Academia Española (2001): Diccionario de la lengua española. Editorial Espasa Calpe. Madrid . 2 Vols. Uhle, Max (1890): Verwarndtschaften und Wanderung der Tschlbscha. W. H. Kuhl. Berlin.Veloz Maggiolo, Veloz (1973): “Un vocabulario aruaco del siglo XVIII”. Boletín del Museo del Hombre Dominicano. Santo Domingo. Vol. 10 Pp.
Fuente: CUBARTE
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