Historia
Miguel Leal Cruz.
Miguel Leal Cruz.
Dr. CC INF. Periodismo (Historia)
ESPAÑA
Cesado el General Weyler en el mando por las circunstancias anotadas, la guerra cubano-hispano-americana tomaría nuevos derroteros. La política norteamericana, en momentos de clara euforia de su “destino manifiesto”, así lo determinaba la política del Gran Coloso. Tuvo lugar en la oscura y fría noche del día 15 de febrero, a las 9,45 –hora de NY.-, cuando una explosión seguida de otras, hundió el acorazado norteamericano Maine, surto en el Puerto de La Habana en sospechosa visita de cortesía sin haber sido invitado según la normativa vigente acordada, pero que, no obstante, fue acusada España o agentes a su servicio como autores del hecho e inicio del desastre que finalizó en una guerra no deseada por este viejo País[1].
Son aún ilimitadas las conjeturas e hipótesis sobre este lamentable y más que misterioso hecho que afectó especialmente a la dignidad de aquella España, todavía imperial, y en claro provecho de un país en vías de gran desarrollo, en "el que todo vale" para conseguir su imparable avance sin importar los medios que, en atroz maquiavelismo, ya habían puesto en uso con su "madre patria" - la Gran Bretaña - a más de con indios americanos, franceses, españoles y mejicanos en su pasada reciente historia hacía el "destino manifiesto", uno de sus postulados máximos.
Teorías sobre las que aún se pueden superponer nuevas tesis para hipotéticas conclusiones a la vista de lo conocido, investigado, publicado o declarado, sobre este "más que sospechoso" asunto, en perjuicio de España, en aquel momento de aún notable poder económico (el valor internacional de mercado de la peseta superaba en mucho al dólar).
El misántropo y sesgado periodista artífice de lo que se llamaría "prensa amarilla", Willian Randolp Hearst, no aportó todos los datos conocidos antes de dejar sus numerosos y polémicos entramados periodísticos en el inexorable viaje al "más allá". Es claro que el Gobierno de los Estados Unidos y todo el conjunto de su entramada administración, a partir de la polémica actuación del general Weyler y especialmente ante la tardía concesión de la autonomía a Cuba, intuían la inminencia de una guerra contra España; pero para darle inicio se precisaba un elemento impactante que aglutinara la opinión pública americana: ¿La voladura del Maine? a través de rocambolesco ritual, especialmente periodístico, que obnubiló las conciencias de muchos americanos en aquellos momentos.
La opinión actual, incluida la de intelectuales norteamericanos , es clara al respecto: "la extraña voladura del acorazado Maine, la noche del 15 de febrero de 1898 en el puerto de la Habana, fue probablemente preparada por los Estados Unidos en su desesperado propósito de participar en la guerra cubana en pro de sus muchos intereses en la isla, que la justificarían" –la prensa alemana, incluso alguna inglesa, nunca tenida en igual consideración, así lo consideraban- . Era necesario crear "un elemento justificador", que no retrasara por más tiempo la entrada de EEUU en la guerra, cuyo "impasse" actual creaba considerables pérdidas económicos a los intereses yanquis[2], y lo que es más contradictorio a los magnates españoles con intereses en Cuba. Elemento justificador para que la opinión pública americana terminara por aceptar la movilización de buena forma y como un "sacrificio" más para lograr aquel "destino más que manifiesto". Algunos acontecimientos de protagonismo, anterior y posterior lo corroboran:
Es por todo ello que la prensa mundial respecto al tema central de este artículo, exceptuando los rotativos de la época ya apuntados así como la propia opinión norteamericana, hayan visto en este hecho, aspectos sumamente sospechosos por controvertidos y no de fácil explicación.
Peggy y Samuels, también norteamericanos, en el libro, "Remembering the Maine", apuntan datos de los que entresacamos diferentes aspectos de la opinión americana, en diciembre de 1987, en que " algo imprevisible iba a suceder" y que "el barco iba a tener un fin violento e inesperado según predicción de adivinos y visionarios". Sigsbee, su capitán, recibió el mensaje, próximo a Florida, para dirigirse hacia el puerto de La Habana, y cuyo contenido exacto nunca se ha conocido, aunque el mismo escribira un informe en 1899, lo que aún resulta sospechoso.
Sin embargo no recibió el que había de remitir el cónsul Lee desde la Habana bajo la consigna "dos dólares", siendo este diplomático antiespañol el primer sorprendido.
Añaden estos cronistas de los hechos que " España pide que se releve de su cargo en Cuba al cónsul general Lee que, a pesar de la solicitud, Mac Kinley no aceptó" y describe como Segsbee, sin compañía de Lee, estuvo en una corrida de toros en La Habana. El crucero español Alfonso XII no sufrió apenas daños - sólo en la arboladura -, los hubiera tenido de haber sido explosión externa, al igual que otro crucero español situado inmediatamente- El Legazpi- o el propio Ciudad de Washington, buque también americano, anclado muy próximo.
Clara Barton (sic) fundadora de la Cruz Roja americana se hallaba en La Habana, como auxiliar en tareas de evacuación de heridos, lamentaba aquella hecatombe, en muertos y heridos, a la que no pudo dar explicación razonable.
Añade que desde el puerto la gente gritaba "traen dinamita para volar barcos españoles pero les explota a ellos". "Uno de los oficiales el padre Chidwick alaba la prontitud de la ayuda humanitaria de los españoles en auxilio de los heridos y náufragos". Sin embargo otro oficial americano llamado Wainwreigth dijo "juro no pisaré territorio español hasta que el Maine sea vengado". El capitán del navío estaba convencido de que fue un accidente - aunque más tarde rectificó e insistía en explosión exterior entre otras cosas para salvar su propia responsabilidad- y sin embargo el cónsul Lee hablaba de un acto de "sabotaje". "Se intentó demostrar que el puerto de la Habana estaba minado" - absurdo por la cantidad de barcos españoles que entraban o salían-. Los periódicos británicos, The Times principalmente, imprimieron en primeras páginas en letras destacadas estar asombrados de las mentiras que publicaba la prensa norteamericana, punto de vista coincidente con el resto de la prensa europea, y algunos rotativos yanquis "objetivos", en aquellos momentos críticos para España.
-Frente a esta total falta de ética profesional del Herald y Word, en irreverentes excesos, algunas voces americanas se significaron contra el típico estilo de Hearst, o contra su persona. Edwin Lawrence Gogki, director y propietario del Evening Post, fue una excepción. Días después del siniestro se atrevió a escribir "nada tan desgraciado como el comportamiento de estos diarios, se refería a los de Hearst y al Word, se ha conocido jamás en la historia del periodismo de este país, con reproducción indebida de hechos, invención deliberada de cuentos calculados para excitar al público, a lo que añade la temeridad desenfrenada en la composición de titulares. Es una vergüenza pública que los hombres puedan hacer tanto daño con el objeto de vender más periódicos". Magnífica definición, del compatriota, al estilo usado por el llamado Jingonismo o patrioterismo, que confundido con la prensa amarilla, hundieron el Maine a través de una "coartada asesina". Datos estos muy reveladores.
"La prensa conservadora norteamericana vio la presencia del buque escuela español Vizcaya en el puerto de Nueva York como un claro acto de que España y la administración oficial española, eran inocentes", sin embargo no se aceptó la solicitud de arbitraje internacional en el polémico asunto, según refleja con precisión Agustín Remesal.
El alférez Powelson, comisionado al respecto, dijo que fue una mina exterior, ya que la quilla estaba afectada hacia arriba, culpando a España o a agentes a su servicio, todo ello desvirtuado posteriormente.
Los autores, Peggy y Samuels, a partir de la p. 235 se preguntan ¿Por qué la historia debe absolver a España? Creemos que por:
1. La prensa europea estaba a favor de las tesis españolas.
2. España no quería la guerra. Estados Unidos sí.
3. La quilla doblada en V invertida, no es argumento técnico suficiente, y difícil de atribuir, la explosión interior también pudo causar este efecto, como demostró en 1975, el Almirante Ricover, padre de los submarinos nucleares de EEUU.
Se insiste en que la causa pudo proceder de explosión interior, combustión espontánea del carbón o incluso dinamita almacenada, puesto que en la armada americana existían numerosos precedentes, en los que se habían producido esta clase de combustiones, que por simpatía se extenderían a otras zonas con depósitos de municiones, produciendo explosiones similares a la que destruyó El Maine. Foner cita varios casos en buques como El New York, Oregón, Philadelphia, Boston, Cincinatti, Atlanta, y El Indiana que había sufrido siete combustiones lo cual constituía un récord y una magnífica argumentación en defensa de las tesis españolas.
4. Que de haber sido una explosión externa hubiera producido daños más importantes en los buques apareados al Maine, entre ellos el Alfonso XII y El Ciudad de Washington. Hubieran aparecido numerosos peces muertos en aguas de la bahía por la onda expansiva directa, máxime cuando en aquellos momentos los peces, incluso de gran tamaño, entraban en la bahía para devorar los desechos de la ciudad y de los buques anclados. Sobre esto tienen conocimiento los pescadores canarios y muchos sabemos que la explosión ha de ser muy próxima a los peces para que estos resulten muertos – y nos los hubo como queda dicho-.
5. A lo que podemos añadir que en la investigación de 1911, en la que apenas variaron las conclusiones oficiales norteamericanas, y posteriormente en 1975 el Almirante Rickover, las cuadernas afectadas no coincidían.- error gravísimo, hoy- con el informe de 1898, oficial y que costó una guerra perjudicial, pero sobre todo demostraba "que una fuente interna fue la causa de la explosión", la más probable el calor de un incendio en la carbonera contigua a la que produjo la primera y más fuerte y sentencia, el padre de los submarinos nucleares y norteamericano de nacionalidad " casos como el del Maine han de ser examinados e investigados por gente cualificada y competente, y sus conclusiones han de presentarse completas y honradamente a los ciudadanos " , que son los destinatarios de los hechos públicos que les afectan -todo lo contrario de la conducta seguida en aquel verano de 1898-.
La teoría de la mina española es por tanto absurda, por que sería el motivo deseado por EEUU para la Guerra, que España no quería ni deseaba, y que sabía perdería.
Que pudieran haber sido los propios rebeldes cubanos, teoría muy defendida en los EEUU, no deja de tener base razonable, si bien no olvidemos que los cubanos temían la intervención americana, tal vez más, que la de los propios españoles.- Recordemos la Enmienda Teller, de la que el Congreso yanqui, siempre se arrepintió.-
Consideramos de suma importancia los informes del coronel José Paglieri de la Guardia Civil española y Jefe de la Policía de La Habana, así como los Inspectores Jefes de la Policía de Información, que apuntan posibilidades internas motivadas por accidente fortuito - eran frecuentes como queda dicho-. Y podrían haber sido muchas las causas que lo pudieran producir: ignición de gases acumulados en motores eléctricos, pinturas experimentales, recalentamiento de sistemas mecánicos, combustibles líquidos, munición, dinamita, detonadores. Pero también apuntaba el Jefe de La Policía habanera[3] otras posibles causas, como la colocación de un artefacto explosivo dentro del barco, por persona de la misma tripulación – tan variopinta – o por persona visitante, ajena a la dotación del barco. ¿Quién pudiera ser el autor? Podemos conjeturar que : a) La mina podía haber sido situada por España o agentes a su servicio en el fondeadero, antes de que el Maine entrara, b) Colocada por elementos ultras españoles incontrolados enojados por la visita del buque, c) Por rebeldes cubanos, d) Por filibusteros mercenarios americanos o periodistas- espías para precipitar el camino hacia la guerra[4] y e) Pudo ser puesta "oficialmente" por los propios americanos, por igual argumento que en el apartado anterior, el más convincente para Paglieri.
Descifrar los hechos nos llevaría a nuevas conjeturas en la espiral de tantas argumentaciones.
De todas formas en la prensa alemana de los días siguientes al suceso, se habla de un tal Agüero y de nueve cubanos pertenecientes a la Junta Revolucionaria Cubana de Nueva York, que habían recibido instrucciones por parte de anarquistas italianos, residentes en Estados Unidos, muy interesados en la causa cubana. Incluso desde Europa la prensa publicó que los que asesinaron a Cánovas, a través de Angiolillo, tenían relación y concomitancia con pro- cubanos residentes en París y Londres, e incluso con entrevistas días antes del atentado.
Que el Vizcaya estaba a 4 días del puerto de Nueva York, en misión diplomática, y no obstante se personó en el citado puerto, demostrando con esta noble actitud la total imparcialidad de España, como queda dicho, en el misterioso y no esclarecido accidente.
Las declaraciones de un marinero herido del Maine, recogidos en El Liberal, edición de Tenerife del día 7 de marzo, 1898, p. 2 se lee " Había sonado el toque de silencio, de pronto fueron derribados por una fuerte explosión que apagó el alumbrado eléctrico del buque. Se incorporó y salió por la toldilla comprobando que las llamas procedían de la proa. Salto al mar y al poco, otro espantoso, terrible ruido, que parecía iba a hacernos volar, y varios cuerpos que caían al agua". Todas las versiones apuntaban a una explosión en una de las calderas para generar energía eléctrica, comunicando el incendio a la Santa Bárbara del buque y a los torpedos y dinamita almacenada en todo buque de guerra. No podemos descartar una previa explosión exterior inicial y con autoría humana, que provocó la siguiente y más grave en el pañol, y ¿quién?...
Sólo cuatro días antes el buque-yate de Hearst de sospechoso nombre "Bucanero", había permanecido muy próximo al Maine- Este elemento distorsionador (sic) llegó a escribir en sus propios periódicos "Mi lema es que mientras otros hablan mi "Journal" actúa, y nunca dio razones convincentes de la presencia suya y de su yate tan próximo al barco siniestrado, al que hizo numerosas fotos antes de levantar anclas, sólo menos de cien horas antes de la voladura.
La versión americana explica su punto de vista: En los torpedos se habían efectuado limpieza la tarde anterior, pudiendo haber quedado mal colocados y en condiciones de un fácil y horroroso accidente.
El propio comandante Sesbee en parte oficial dijo "que la opinión pública debe suspender todo juicio hasta conocer nuevos detalles".
Según los informes el comandante estaba ausente del buque, otros que estaba en su cabina escribiendo a su esposa, e incluso que resultó herido, no obstante fueron sólo dos los oficiales - uno de color - fallecidos de los 34 en total que componían la tripulación, ausentes del buque, formada además por 370 marineros, que dormían resultando un total de 300 los desaparecidos, según algunas versiones de la prensa de la época, sumando los fallecidos por secuelas
Philips Foner en su excelente estudio sobre la guerra de Cuba, citado, obra de consulta necesaria para investigadores, nos aporta más detalles para este controvertido y misterioso hecho. Unos pocos oficiales de marina rechazaban el incidente como accidental, señalando las medidas preventivas seguidas en la construcción de este tipo de buques, y por ello sugerían que un torpedo, mina, u otra máquina infernal había sido embarcada por "visitantes" en el puerto de la Habana - es cierto que muchachas jóvenes cubanas frecuentaban el buque a demanda de su tripulación, pudiera muy bien haber entrado una espía asesorada al efecto, para colocar la carga en el lugar y momento preciso-. o que fue colocada en las carboneras cuando el barco repostó en Key West, debidamente preparada para ser "puesta en funcionamiento", en el momento indicado, por agentes, de la propia tripulación, o por otros en el puerto de la Habana que tuvieran acceso.- un par de cartuchos de dinamita, eran suficientes para desencadenar la explosión posterior determinante-
Es igualmente eximente, de responsabilidad hacia España, el pronto deseo de la administración española en la Isla, para que se conocieran las verdaderas causas, demasiado “urgente”, según Remesal en su libro "La Incógnita del Maine", que se contradice con la falta de cooperación del Gobierno norteamericano, que emitió otro dictamen y por tanto conclusiones opuestas.
El tribunal, para justificar que la explosión no fue un accidente, adelantaron (sic) cuatro posibilidades, coincidentes con lo ya dicho.
La primera y la más sugerida por todas las afirmaciones oficiales de la época es que el Gobierno español colocó la mina. Para contrapesar esta suposición está el hecho perjudicial que este hecho provocaría a España en su intento para evitar la guerra, que sabía no ganaría. Si bien, añadimos, no es desechable la acción de un grupo de españoles - o individualmente- resentidos o defraudados que veían peligrar sus intereses económicos, en caso de caer Cuba en manos rebeldes, prefiriendo la presumible por mejor administración "yanqui", como "mal menor".
La segunda es que oficiales subalternos españoles cometieran el crimen a instigación de Weyler, ya sin mando. Esto sería "suicida" para sus propios autores desde todo punto de vista y falto de coherencia y racionalidad suficiente, que además se hubiera sabido antes o después.
Una tercera teoría sería la instigación de la prensa amarilla y del patrioterismo de Roosevelt, que incluso pagarían a agentes cubanos o a comandos ad hoc para el sabotaje. Esto nunca podrá ser descartado, por el excesivo interés de estos medios para que EEUU entrara en guerra con España, y en algunos momentos hablaron de "un pretexto de peso", antes de la voladura. El artículo firmado "Il Macai" en el Labour Leader británico habla de un accidente y si no "es más probable la autoría americana", con el fin preconcebido.
Y existen otras especulaciones entre ellas las que manejan periodistas e historiadores norteamericanos que han estudiado este hecho. El 15 de febrero de 1910, el Evening Bulletín de Filadelfia, en el 12 aniversario, concluye que el Maine fue volado por los insurrectos cubanos a fin de implicar a los Estados Unidos en la guerra, ya que su causa flojeaba y se perdería la independencia de Cuba, a menos que fueran implicados en ella los norteamericanos. Y es claro, como apuntan diversos historiadores que los rebeldes cubanos deseaban la intervención, pero con ciertos temores, de ahí la imposición de la Enmienda Teller a instigación de los cubanos en un momento determinado, y de la que siempre se arrepintieron los responsables de su concesión y aprobación en el Congreso USA. En contrapartida surgiría la "Enmienda Platt".
Nunca serán descartadas otras muchas hipótesis para determinar las causas verdaderas de aquella explosión preliminar que consideramos con autoría, y que todas las enciclopedias actuales no dejan de mencionar como "misteriosa" o en todo caso nunca totalmente esclarecida[5].
Queda claro que independiente de cuales fueran otro tipo de análisis de la propia Reina Regente o del propio gobierno liberal, un ultimátum de este "calado", de ser aceptado sólo podía tener como consecuencia la caída de la Monarquía, a más de peligrosa incidencia sobre las masas hambrientas, instigadas por elementos anarco-republicanos, en claros motines de subsistencias, que además pedían el cese de la costosa guerra, que constituía otro "tercero en discordia": el Ejército dividido y próximo al enfrentamiento civil. Hoy se hubiera utilizado otro tipo de actuaciones especialmente diplomáticas, más acorde con los intereses, más todo incidió en acordar una paz honrosa que salvara la Monarquía Española.
El Gobierno y La Reina a la cabeza, en aquellos trágicos momentos, dieron cuenta pormenorizadamente a toda la clase política de la situación creada, que naturalmente fue participado a la prensa. En las consultas llevadas a cabo se acordaron consensos que conducían a la guerra irremediable, por el partido liberal y apoyo sin límites del partido conservador. El rechazo de la apetecida compra por los Estados Unidos encendió nuevamente el optimismo propio del pueblo español y su orgullo en medio de manifestaciones populares en la península que exigían la guerra contra el "sucio cerdo yanqui", con el apoyo moral de cierta prensa española que escribía slogans de variado optimismo como "que la flota española era superior a la americana", al igual que el valor español, probado en Europa y América.
A todo esto añadimos la voluntad del clero que hizo ver esta guerra como cruzada santa- el padre Carpena en encendida oratoria en las Iglesias madrileñas, comparaba a las llevadas a cabo contra moros e infieles-, todo ello unido a una intensa y gigantesca operación demagógica, superior o igual a la llevaba a cabo, paralelamente, en los Estados Unidos, sobre el más que seguro enfrentamiento, con el colosal Tío Sam.
Lo que sigue es lo que ha venido en llamarse "El desastre del 98", tópico utilizado para la llamada "regeneración" y de paso corregir errores y paliar aquel orgullo decimonónico español. Derrotadas las dos flotas de la desvencijada escuadra española, enviadas al holocausto, en aras de aquellos acuerdos tomados con error, dejando desamparadas las costas de la propia península, Baleares y Canarias, perdidas en Cabite –1 de mayo- y Santiago –3 de julio-; desembarcadas las tropas americanas en oriente de Cuba, las semanas siguientes de aquel "calvario" fueron angustiosas para el Gobierno de Madrid. Por otra parte se apreciaba el aislamiento internacional por lo irreversible de los hechos, temiéndose otros frentes, sospechándose y así se comprobó el plan de Roosevelt para atacar las costas españolas e incluso la ocupación de Islas Canarias por una flota norteamericana, que pudo ser abortada por la rapidísima intervención diplomática de los ingleses en defensa de sus grandes intereses en estas Islas, especialmente en Tenerife y Gran Canaria. Esto llegó a asustar a Madrid más que ninguna otra circunstancia de la entramada situación del momento, puesto que perder estas maravillosas posesiones hubiera significado la "derrota total".
La rendición de Santiago de Cuba, una vez sacrificada una escuadra para blanco fácil de los poderosos cañones de la flota americana que formaba semicírculo a la salida de la bahía santiaguera (en acto claramente incomprensible, salvo que el Gobierno de Madrid deseara finalizar la contienda), dio lugar a que el Almirante Cervera rindiera lo que quedaba del desastre[6], siendo ésta la señal esperada y deseada por el Gobierno de Madrid, para salir de aquella difícil situación y como así estaba tenía previsto.
España decreta la suspensión de las garantías constitucionales el 14 de julio de aquel fatídico año, y se dispuso a emprender las negociaciones para la paz. No deja de ser una actitud gloriosa, a pesar de todo, cual era salvar unos símbolos y el orgullo y dignidad de antaño, ya mancillada reiteradamente por el Coloso del Norte.
¿CÓMO INCIDIÓ LA GUERRA DE CUBA EN CANARIAS?
Anteriormente, la independencia de la mayoría de las colonias de España en América, entre los años 1811 y 1830, tuvo gran repercusión para nuestras islas, pues existían fuertes lazos en el orden económico, social o emigratorio. Pero también afectó las islas el ideario de los insurgentes, pues durante la etapa de emancipación y posteriormente, las islas se vieron cercadas, con cierta frecuencia, por corsarios venidos de las recién independizadas repúblicas hispanoamericanas. Esta presencia, de la que no es ajena la connivencia de algunos grupos de las propias islas identificados con la idea emancipadora también para Canarias, generó entre algunos estamentos de la sociedad isleña cierto clima de inestabilidad y preocupación, que durará hasta bien entrado el siglo XIX. Y nuevamente es motivo de preocupación al final de la guerra Cubano-hispano americana, en 1898.
Canarias siempre fue una región peculiar dentro del estado español, pues aunque siempre perteneció a España y como tal en América se considera parte de su territorio soberano, en su historia y en su cultura sufrió las mismas huellas de la colonización, y casi simultáneamente, que el continente americano[7], según analiza la licenciada Cubana Medina Hernández.
Cuando en Cuba comienzan las luchas por la independencia, muchos canarios se sienten identificados con la causa cubana, otro no e incluso regresan hacia las islas. Quizá desde sus tierras de origen ya se sentían colonizados, y ahora allí sufrían al parejo de cualquier cubano humilde, y mucho más que cualquier cubano rico, las injusticias y los desatinos del gobierno español, puntualiza Ileana Medina, desde la óptica cubana.
Por eso no es de extrañar que, como confirman algunos estudiosos, la mayoría de los españoles que formaron parte del ejército libertador fueran canarios.
Añade la historiadora cubana residente en estas islas que La historiografía tradicional española, generalmente ha hecho hincapié en la participación canaria en los ejércitos coloniales en la guerra 1895-1898, principalmente se resaltan las hazañas del Batallón de Guerrilleros de Canarias, pero también hubo un numeroso grupo de isleños combatiendo en favor de la independencia de Cuba, la mayor parte de éstos fueron simples soldados, aunque algunos alcanzaron cierta graduación y distinciones, además en las tropas libertadoras hubo cuatro generales canarios: Julián Santana, Manuel Suárez Delgado, Jacinto Hernández Vargas y Matías Vega Alemán. (Santana, 1992: 307).
El proceso independentista cubano fue bien complejo. Con el largo proceso emancipador de Cuba se estaba jugando no sólo su destino como nación, sino también muchos intereses de la política interna española, de la política norteamericana y de la política mundial.
"Porque el terruño había sido escogido como escenario bélico donde se dirimía una cuestión de importancia universal: aquella de la desaparición de un imperio de rezagos feudales y la creación de otro, fundado en el capitalismo monopolista de estado" (Portuondo Zúñiga, 1994: 12).
No puede estudiarse la historia de la independencia cubana sin tener en cuenta los conflictos de la política interna de una metrópoli feudal que dejaba de serlo envuelta en las propias contradicciones de su revolución burguesa. Los cambios democráticos por los que pujaban los partidos liberales y republicanos en la península eran incompatibles con el mantenimiento de un mundo colonial, con las mismas características de hacía tres siglos, y su desarrollo económico y su descendiente dominio económico en Cuba no le permitía transformarla en neo colonia, mucho menos ante el impulso pujante y creciente de la potencia norteamericana en ciernes.
Pero tampoco se resignaban a perder lo que políticamente significaba el derrumbe del poderío colonial al otro lado de mar, lo que sentimentalmente significaba perder el mundo americano, y militar y moralmente la derrota ante un ejército que ellos mismos llamaban "pandillas de bandoleros", e incluso en gran medida significaba económicamente la pérdida del dominio cubano como mercado colonial. Los Estados Unidos necesitaban un espacio para revalidar su status de potencia mundial, la cercana y apetitosa isla de Cuba, mal administrada por una España decadente y nostálgica, era una oportunidad que no podían dejar pasar. El conflicto hispano-cubano-norteamericano, provocado por su afán expansionista “del destino manifiesto” se convirtió en el vértice de los conflictos de redistribución mundial y de la política internacional para el siglo XX, el siglo del poderío USA.
En la prensa canaria de la época se refleja detalladamente los conflictos entre los conservadores, liberales y republicanos; las enormes discusiones entre Sagasta, Romero Robledo, Cánovas, Maura, Albarzuza y todas las posturas de la política española del momento, sobre todo a propósito de Cuba y con intereses económicos. Era una prensa en que se defendían rotundamente los intereses oficiales del gobierno español, matizada por los grandes nexos afectivos que se habían desarrollado entre Canarias y Cuba. En consecuencia la derrota sufrida en Cuba a finales de siglo XIX, con amplia bibliografía en nuestra Universidad, trajo la intranquilidad a estas Islas Canarias[8], donde se temía un desembarco de los yanquis (sic) en cualquier momento. De hecho las islas estuvieron en el tapete reivindicativo del presidente norteamericano. Según el periódico El Heraldo de Madrid, perdidas nuestras colonias, el gobierno para el que se necesitaba más tacto y más aptitudes era para el del Archipiélago canario, donde las rivalidades políticas entre Tenerife y Gran Canaria alcanzaban proporciones alarmantes. Perturbado por completo el equilibrio moral del Archipiélago a consecuencia de las luchas locales originadas por el caciquismo, el gobernador debería hallarse revestido de una energía y una autoridad suficiente para mantenerse al margen de las violentas imposiciones de aquellos que, con el apoyo de las altas instancias del poder, cometen todo género de abusos con la más cínica impunidad.
Los enconos políticos entre Tenerife y Gran Canaria, creado por las burguesías enfrentadas por intereses económicos y nunca por el pueblo llano, habían tomado alarmantes proporciones siendo necesario que la prensa nacional se ocupara de los asuntos isleños, antes que lo hiciera la inglesa, por aquello de que la ropa sucia debe lavarse en casa. Canarias vivía una psicosis de posible invasión yanqui. Así el 2 de Abril de 1898, la prensa provincial daba la noticia de la próxima llegada a Santa Cruz de fuerzas del Ejército procedentes de la Península, para reforzar la defensa de las islas. Animaba el editorialista a la población para que dispensara un recibimiento entusiasta a los soldados y añadía: "Los que al finalizar el siglo XVIII supieron repeler la invasión extranjera y conservar incólume este pobre rincón de Santa Cruz de Tenerife, también sabrán, al finalizar el siglo XIX, defenderlo en caso preciso, con igual tensión y energía, pero no por eso es menos justo regocijarnos de que vengan a auxiliarnos nuestros hermanos del continente, por lo que todos debemos prepararnos para recibirles con los brazos abiertos y, confundidos en estrecho abrazo".
Igualmente se creó en Canarias el Cuerpo de la Guardia Civil[9], institución de carácter militar y de la máxima confianza de los gobiernos españoles, que temían que Canarias se decidiera también la independencia del conjunto de España. Igualmente El Rey Alfonso XII, visitaría todas las Islas en 1906, para apaciguar cualquier descontento. Mas, de hecho hubo intentonas al respecto llevadas a cabo por isleños que habían residido en Cuba hasta la emancipación, pero fueron fácilmente sofocadas con la detención de su máximo representante Secundino Delgado Rodríguez, cuyo enorme sacrificio y decisión le llevó a ser considerado "a posteriori" como "El padre de la Patria Canaria", aunque en los últimos años de su vida fuera solamente un moderado autonomista. Nunca hubo verdadera voluntad emancipadora por diversas causas en que destaca la prensa de ambas provincias, a veces enfrentada, pero siempre pro-española, el temor a caer bajo otras potencias colonizadoras (Estados Unidos o Inglaterra, e incluso ocupación indeterminada magrebí)
Queda claro que aquellos fallidos intentos emancipadores nunca tuvieron éxito ni empuje aglutinador suficiente. Ya desde 1817 se intentó propiciar en estas Islas un movimiento subversivo, paralelo al de América, llevado a cabo por Agustín Peraza Bethencourt desde Santo Tomás (Antillas) y del que se hizo eco en Ayuntamiento de La Laguna. Desde 1825 existió el rumor de la existencia de un convenio firmado en Colombia consistente en atacar o apoderarse militarmente de alguna de las Islas Canarias y de hecho se llevaron a cabo algunos intentos.
La emancipación de América, si bien disminuyó coyunturalmente el flujo migratorio hacia las posesiones continentales, en contrapartida la canalizó con más intensidad y más fuerte decisión hacia Cuba y otras islas del Caribe, que permanecían sujetas a la Corona de España. Emigración en principio de forma clandestina hasta el año 1853 que por los gobernadores en Canarias se concedía total libertad de emigración, consecuencia de la Ley de Puertos Francos, antes citada, que constituyó uno de las medidas más favorables para el desarrollo comercial exterior en estas Islas.
Tras la decadencia de otro producto comercial canario de exportación como fue la cochinilla, por la aparición de productos químicos colorantes, surgió otra nueva crisis y consiguiente caída del mercado laboral isleño que alcanzó, esta vez, a peones y pequeños cosecheros. Como en otras crisis de carácter cíclico los afectados optaban por la válvula de escape que como siempre era la emigración a América, en aquellos momentos Cuba. Al ser coincidente la demanda abundante de la Perla de las Antillas, sus campos movilizaron a gran cantidad de canarios que se instalaron, preferentemente, por la zona centro en torno a Matanzas, Las Villas hasta Camagüey y más tarde hasta Oriente.
Enlazadas estas poblaciones agrícolas por la prolongación del ferrocarril La Habana- Guines, la oferta que recibían los emigrantes era mayor, en todo tipo de trabajos. Precisamente este tramo de ferrocarril fue construido por unos mil quinientos hombres de los cuales novecientos veinte y seis eran procedentes de las Islas Canarias, falleciendo unos ciento sesenta y cinco mientras efectuaban las obras, incluidos niños. Las causas se debían a las condiciones infrahumanas del trabajo a efectuar, bajo el fuerte clima tropical al que los canarios tardaron en adaptarse.
Cobraban unos nueve pesos lo que con la mala comida que les desnutría, las enfermedades palúdicas, ante las que los isleños no estaban inmunizados[10], hacían fácil mella en su salud.
Hacia 1886 continuaba "in crescendo" el éxodo migratorio de canarios hacia la Gran Antilla, puesto que las fuerza de trabajo ya estaba constituida, según el Circulo de Hacendados, por 45.000 blancos que representan un aumento considerable respecto a cálculos anteriores, 30.000 asiáticos de reciente incorporación importados de China, vía Estados Unidos, Méjico o Guatemala, y unos 100.000 hombres de color libres y patrocinados, naturales de Cuba, o procedentes de Haití, Santo Domingo y de otras islas adyacentes.
En el último años del siglo y primeros años del siguiente (siglo XX), surge el gran auge migratorio canario hacia la Gran Antilla, que los historiadores han acordado denominarla "masiva", cuyo trasvase se hizo necesario para complementar los desajustes económicos que se producían entre las Islas y Cuba, aún posesión española. La decadencia general de la economía y de la misma sociedad canaria en aquellos momentos, por la sustitución del hombre asalariado o peón por el medianero y aparcero unido a la disminución de la actividad urbana, se tradujo en un fuerte flujo migratorio poblacional.
El empobrecimiento de las condiciones de vida en los sectores menos pudientes isleños, conocedores que al otro lado del Atlántico se precisaba trabajo con el aliciente de un salarios tres veces superior, provocó la emigración de mozos y a veces de familias enteras, muchos de ellos convertidos en colonos que trabajarían durante todo el año en las haciendas, pero recibiendo, además, una parcela para cultivar alimentos de autoconsumo, que complementaba su economía destinada al ahorro.
Un elevado porcentaje regresaba a las islas una vez participado en las zafras cubanas, a través de las llamadas "emigraciones golondrinas", pero no es menos cierto que otro gran porcentaje permanecía sujeto a Cuba por diversos factores, entre ellos la vinculación al entorno, a grupos familiares, matrimonios etc. Queda claro el estudio de diversas fuentes por cuanto el canario, normalmente contraía matrimonio con gentes de su propia región, pero no es menos cierto un alto porcentaje lo hacía con las procedentes de otras regiones españolas, e incluso cubanas.
Por aquella década final del siglo, surge la grave crisis ocasionada por la guerra hispano-cubano-norteamericana, que desequilibra el statu quo creado hasta aquel momento, pero la relación migratoria canaria con Cuba, tras el retorno masivo por la guerra de 1895, continuará a partir de 1903, y con mayor intensidad durante los treinta primeros años del siglo XX.
La Guerra de Independencia de Cuba (1895-98), que se hace definitiva, tras la iniciativa del ideólogo independentista de origen canario José Martí, a pesar del esfuerzo de los españoles fieles, voluntarios y de los mandos españoles en la isla, produjo una notable repatriación hacia España de determinados sectores de la población, especialmente ancianos, mujeres y niños (muchos hacia Canarias).
En consecuencia durante el período bélico[11] y posterior (1895 a 1910), tuvieron lugar altibajos notables en este flujo migratorio canario, pues la situación de inseguridad junto a las consecuencias derivadas del nuevo "status" unido a las dificultades para la recuperación económica[12]. Pero, a esto se añade la coyuntura favorable en la economía del Archipiélago, por una parte y por otra la masiva entrada de capitales americanos en la Cuba Republicana ya independizada de España, que arrendaba grandes campos azucareros con braceros propios. En consecuencia produce un decaimiento migratorio desde Canarias salvo las llegadas ilegales o clandestinas para reunirse con familiares residentes en Cuba tras su independencia, o las siempre frecuentes de muchos jóvenes inadaptados o con problemas con la justicia y que el territorio cubano, ahora soberano, les protegía.
Sin menoscabar cierto éxodo migratorio ilegal procedente de mozos en edad de servicio militar que desertaban en evitación de recluta para las guerras de África, la auténtica inmigración canaria volvió a intensificarse a partir de 1910 y especialmente entre 1915- 1920 por las graves consecuencias que tuvo para Canarias aspectos negativos en desenvolvimiento de la Primera Guerra Mundial, que impedía la salida de producción agrícola (especialmente plátanos y tomates) para exportación, restringiendo de paso cualquier otra actividad complementaria sobre todo el tráfico de los puertos de La Luz y Santa Cruz de Tenerife.
[1] La incógnita que apunta el periodista, corresponsal de Radiotelevisión Española en los Estados Unidos, Agustín Remesal, en el magnífico libro de reciente edición: "El enigma del Maine", habrá de ser despejada a través del conocimiento, sentido común y de la misma lógica como sí de una operación aritmética se tratara. Es el deber de la Historia en su inescrutable sondeo de los acontecimientos, en especial aquellos en que la interpretación es controvertida, o en los qué una de las partes guarde fundamentales y firmes secretos, por razones de estado posiblemente, pero en perjuicio de la otra. N del A.
[2] Consideramos igualmente un hecho tan sospechoso como el hundimiento del transatlántico de lujo Lusitania, de nacionalidad norteamericana, hundido por los submarinos alemanes en la costa de Irlanda el 7 de mayo de 1915, con más de mil víctimas (algunas españolas como el compositor Granados), y que al parecer la inminencia del hecho era conocido por los servicios secretos y de guerra norteamericano a través del joven teniente de la Marina británica, Wiston Chruchil. Otro hecho, también con poca lógica para tiempos de guerra, fue el ocurrido en la base aeronaval USA en Haway. El 7 de diciembre de 1941, LA BASE DE PEARL HARBOUR, es víctima de inesperado bombardeo por parte de la aviación japonesa, que desplazó la flota aérea desde Japón. Más de 300 cazas y bombarderos producen graves daños a la flota americana, que en poco más de una hora son destruidos 188 aviones de combate, 8 acorazados... y mueren más de 4000 personas. ¡¿CÓMO ES POSIBLE QUE EN PLENA GUERRA MUNDIAL, EN ESTADO DE ALERTA MÁXIMA, CON EL SOFISTICADO RADAR Y OTROS SISTEMAS, NO SE DETECTARA A TIEMPO LA LLEGADA DE LA AVIACIÓN JAPONESA!? ¿O hemos de sospechar que hubo "negligencia sospechosa", como la ocurrida en la explosión del Maine ¿..? Por intereses concretos, en dicho caso la entrada de los Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial - en el nuestro intervenir en Cuba - como así ocurrió en ambos casos de inmediato, con la característica parafernalia. Este país necesitaba también en dicho caso "una excusa de peso" para intervenir en la guerra que tenía lugar, CONVENCIENDO PREVIAMENTE A LA OPINION PUBLICA DE SUS HABITANTES. El ataque, al igual que en el caso Maine, se usó como pretexto, y la prensa realizó, una vez más, su trabajo: la tarea de adoctrinamiento masivo necesaria.
Otro hecho similar, igualmente sospechoso y bastante coincidente, fue con ocasión de la guerra de Texas (1836). El Ejército mejicano del general Santa Ana, en uso de total legitimidad para someter el territorio de Texas usurpado por miles de norteamericanos afincados, pone sitio al fuerte El Álamo, el 6 de mayo de aquel año; resultaron prácticamente asesinados todos los moradores, doce días después a pesar de que se recurrió al General Sam Huston, que se hallaba con unos destacamentos militares en lugar próximo. ¿Cómo es posible y por qué, el ejército estadounidense se negó frontalmente a acudir en auxilio de los sitiados? Sí acudió posteriormente a San jacinto dónde derrota a Santa Ana, creemos que con motivo y pretexto, no sólo para usurpar el estado de Texas en el mismo año, sino para más tarde invadir Méjico al grito de "Remember the Alamo", curiosa coincidencia, puesto que el tratado de Guadalupe Hidalgo (1848), -50 años antes de la voladura- el país vecino ha de ceder a los Estados Unidos los territorios de California (con americanos atraídos por el bulo interesado de la existencia de oro), Arizona, gran parte de la frontera norte y el resto de Texas.
Tenemos otro acontecimiento, éste más reciente y muy comentado en el momento, pero sumamente aleccionador: El día dos de agosto de 1964 el ataque de dos destructores norteamericanos en el Golfo de Tonkín, fue motivo para la Resolución del mismo nombre, por la que el Senado USA autorizó al Presidente para poder emplear en Vietnan cuantas fuerzas militares de Estados Unidos fuesen necesarias. Así, con éste pretexto, se inició la famosa escalada del Presidente Johnson, cuando es sabido que ambos buques se hallaban, probablemente espiando, en el momento de ser atacados, pero de esta forma los Estados Unidos lo usarían para sus intereses bélicos con aquel pretexto. Morse un polémico político y periodista de Oregón, publicó las siguientes palabras en 1968:" EL ASUNTO DEL GOLFO DE TONKIN FUE UNA COPIA EXACTA DEL AFFAIRE QUE HUNDIO AL MAINE... NO TUVIMOS RAZON EN EL GOLFO DE TONKÍN. FUIMOS UNOS PROVOCADORES. ESTUVIMOS ALLÍ TAN EQUIVOCADOS COMO CON RELACION AL HUNDIMIENTO DEL MAINE, EN LA HABANA, 68 AÑOS ANTES". A TODO ESTO AÑADIMOS LO QUE EL PERIODISTA JOSEPH I. PUENTE, PUBLICÓ UN ARTÍCULO EN EL "EVENING STAR " DE WASHINGTON, EL DÍA 15 DE FEBRERO DEL MISMO AÑO 1968, DEL QUE EL HISTORIADOR CALLEJA LEAL EN EXCELENTE ARTÍCULO SOBRE ESTE ASUNTO, APARECIDO EN HISTORIA 16, NÚM. 176 DE DICIEMBRE DE 1990, MADRID, EXTRAE :" LA VERDAD SOBRE EL MAINE NOS ES CONOCIDA CINCUENTA AÑOS DESPUÉS, PERO LA SABÍA YA EL DEPARTAMENTO DE ESTADO EN 1898", Y QUE OCULTÓ PARA PODER INTERVENIR EN LA GUERRA CONTRA ESPAÑA, IMPUNEMENTE Y CON LOS GRAVES PERJUICIOS DE TODO TIPO CONOCIDOS” Esta aseveración es sumamente explicativa. N d A extraído de ponencia expuesta en Casa de Colón, Gran Canaria, 1998.
[3] Policía que en poco tiempo, tras la firma del Tratado de Paris, a mes y medio de la pérdida oficial de la soberanía española en Cuba, cesaba en sus funciones oficiales. Habría de abandonar la Isla corporativamente, ante una Comisión norteamericana de evacuación establecida en La Habana, que era la verdadera dueña de la situación pos bélica en detrimento de los cubanos y en perjuicio de España.
Tal como puntan Camino del Olmo y Cabo Meseguer, en el citado libro La Policía española de Ultramar, Fundación Policía Española, Madrid, 2003, p. 87, “como tantos españoles, los Guardias de Orden Público y también los de la Benemérita pertenecían al paisaje y paisanaje de la isla. De la lectura de la prensa cubana de la época se deduce tal arraigo en todos los campos sociales, vivían en contacto directo con alegrías y problemas de la sociedad a la que servían. En el Diario de La Marina, La Lucha, El País, El Español y otros diarios habaneros era habitual la aparición de los servicios llevados a cabo por estos leales servidores del orden…”.
Como tantos españoles, habían establecido raíces familiares personales en la Isla, y muchos de ellos abandonarían aquella tierra pero otros no. Cuba era ya el verdadero hogar de otros muchos españoles. Era necesario admitirlo, mientras no les esperaba nadie ni nada en la Patria vieja, si tenían un futuro en la nueva que se llamaba República de Cuba. La guerra fue sin duda muy cruel, ninguna guerra deja de serlo, pero no había desarrollado significativamente un sentimiento genérico y de enfrentamiento anti-español, que impidiera la convivencia y menos aún existiendo lazos de parentesco adquirido durante tantos siglos. La mayoría de los dirigentes cubanos en la emancipación eran de ascendencia española y fue también muy importante la presencia de españoles en las filas del ejército libertador cubano…entre ellos muchos “isleños”, como se ha dicho en otros apartados de este libro N d A
[4] El yate de Hearst estuvo anclado en lugar próximo al acorazado americano, cuatro días antes de la voladura, tomando fotos (otras fotos de la época así lo atestiguan). El magnate de la prensa, con varios corresponsales a su servicio en la Isla, había llegado de forma extraña y sorpresiva, hasta que fue expulsado por fuerzas del coronel español Paglieri, de la Guardia Civil. Nota del Autor.
[5] Son tantas, como las posibilidades que los saboteadores tienen para burlar la vigilancia o control institucional, y así lo comprobamos en "el fenómeno del terrorismo actual", imposible de controlar o de erradicar desde sus mismas bases, por ese mismo aliado que les permite la premeditación y la actuación "desde la sombra", unido a la persistencia en virtud de objetivos ideológicos que les obliga moralmente para llevar a cabo "lo que sea". Estos sentimientos maquiavélicos ya existían también en 1898 y posiblemente con mayor apasionamiento que ahora.
Aquel país, hoy gran imperio económico, crisol de todo tipo de pueblos y etnias, guarda en su haber desde los mismos inicios del siglo XIX, y hasta fechas actuales, un gran acervo de elementos humanos cuya conducta paranoica o esquizofrénica queda plasmada en graves crímenes que constatamos en su variopinta historia hasta hechos de protagonismo recientes en su propio país. La horca, la silla eléctrica, la cámara de gas o la inyección letal, son testigos mudos que presenciaron el último aliento de ese tipo de personas, cuya conducta patológica apuntamos... Es por todo ello que no podemos dejar como descartada aquella presumible premisa por la que una mano asesina dispuso, ordenó, permitió o actuó directamente en el acto que originó la tragedia del Maine y sus 266 muertos (más tarde 300), aún aceptando que imprevisiblemente desconocieran a priori los resultados criminales del mismo en cuanto a muertos y heridos pero sí las consecuencias políticas que se cumplieron según las previsiones que tanto en medios de prensa, políticos, económicos o de opinión pública, anunciaban y exigían como algo inaplazable e irreversible: "un argumento de peso para la entrada de los Estados Unidos en la guerra de Cuba, aspecto considerado como necesario y hecho evidente", para darle una solución definitiva, incluso por las propias autoridades españolas, que llegaron a desearla como mal menor. España acepta la guerra por dignidad y para salvar la Monarquía y el prestigio como potencia mundial, que aún era, aunque sabe que es una guerra perdida. Los norteamericanos llevan a cabo otro acto más de claro dominio imperialista a través de aquella política, mantenida hasta hoy, en actos claros y en diversos lugares de la geografía planetaria, aun considerando un claro deseo de paz mundial a su modo. Lo ocurrido en febrero de 1898 ocasionó la quiebra moral y de la dignidad de España en América, en cuantiosas pérdidas en hombres, material y dinero.
Hoy, se intuye lo ocurrido al Maine, pero nada es totalmente probatorio. Las cosas parecen igual,- no para el autor de este artículo- , sin embargo, debemos condenar a los EEUU por alevoso proceder en su incipiente imperialismo, y, por el contrario, ennoblecer la reacción laudatoria, consecuente y patriótica de España y de su gobierno liberal, a través de Sagasta y de la propia Reina Regente. No olvidemos que el propio presidente Mac Kinley, dudando si las potencias europeas pudieran ser contrarias a las intervenciones de Estados Unidos en el Caribe, o que pudieran proteger a la todavía "notable España", intentó un ultimátum final ofreciendo directamente a la Reina María Cristina la compra de la Isla de Cuba – y Puerto Rico – por 300 millones de dólares reservando un millón para los intermediarios, operación no aceptada por prestigio, y sobre todo al temor que la situación pudiera derivar para la propia Monarquía y su previsible caída, ya afectada por partidos claramente republicanos, al igual que para el propio gobierno y status creado desde la Restauración. Nota del Autor.
[6] Ponencia, con amplia documentación, de la historiadora cubana Dra. Matilde Fernández Muñiz en los cursos internacionales sobre el aniversario de estos hechos, celebrados en La Habana en agosto de 1994.
[7] Medina Hernández, Ileana, Doctoranda en Ciencias de la Información en esta Universidad, Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana, artículo de su tesis doctoral aparecido en Revista Latina de Comunicación Social, La Laguna (Tenerife), junio de 1998, n. 6, coordinada por el Dr. Pablos Coello.
[8] Marquez Quevedo, Javier Octavio, con su anuencia, y por el interés bibliográfico que representa. Es miembro
Associate professor in the Faculty of Geography and History, at the University of Las Palmas de Gran Canaria (Canary Islands). Javier will be with us to pursue his research into the emigration of rural workers to the Hispanic and British Antilles between 1880 and 1920. He is also researching the role of the Canary Islands in European colonialism and rivalry, from 1850 to 1914.
Estas publicaciones incluyen: Canarias y la crisis finisecular española (1890-1907): del desastre ultramarino a la garantía de seguridad exterior, Madrid: Publicaciones del Ministerio de Defensa, forthcoming 2007
-La inclusión de Canarias en una propuesta de reforma del ejército de ultramar: un proyecto frustrado de colonia de aclimatación a fines del siglo XIX', in XII Coloquio de Historia Canario-Americana, pp. 789-802, 1996
-1895, Canarias ante el inicio de la Guerra de Independencia Cubana', Revista el Museo Canario, LIII, 1998, pp. 347-366
-Convictos cubanos deportados a Canarias y África durante la represión del independentismo, 1868-1900', Boletín Millares Carlo, 17, 1999, pp. 103-119
-Las quintas en las ciudad de Las Palmas de Gran Canaria durante la Guerra de Cuba, 1895-1898', in XIII Coloquio de Historia Canario-Americana. VIII Congreso Internacional de Historia de América (AEA), 2000, pp. 791-827
-La respuesta popular ante la guerra: las deserciones en 1898', in Las Ciudades y la Guerra, Universidad Jaime I, Castellón, 2002, pp. 525-540
-Prófugos y desertores canarios en el Caribe a finales del siglo XIX: una corriente migratoria para el mercado de trabajo americano', en Caribe. Sintonias e Dissonâncias, Goiás, 2004, pp. 177-210
[9] La presencia de las Fuerzas de Orden Público durante estos acontecimientos constituye una prolongación de las existentes en la España peninsular. Aparece reflejada con profesionalidad y rigor en el libro de los autores Miguel a Camino del Olmo y Vicente Cabo Meseguer, editado por la Fundación Policía Española, Temas de cultura Policial, citado anteriormente, La Policía española de Ultramar, Cuba y Puerto Rico, Madrid, 2003,
[10] Sin embargo, la Isla de Cuba continuó siendo el destino de mayor reclamo desde estos momentos hasta la primera mitad del siglo XX, que decae. El canario-isleño hermanado con el "guajiro" cubano se dedicaba al laboreo de la tierra, con específica dedicación a los cultivos de la caña y especialmente del tabaco en el que eran especialistas, en oficio aprendido en la Isla de La Palma y Tenerife, especialmente, en famosas cosechas obtenidas en las huertas “ad hoc”, preparadas en el fondo de barrancos y junto al agua de curso libre, o extraída de las ya numerosas galerías subterráneas, cuya metodología de cultivo trasladaron a Cuba. Destacaban en el cultivo de la caña y otras labores del campo, pero fue el laboreo del tabaco donde tuvo el gran protagonismo por su especialización y conocimiento de tal planta insigne para la industria y economía cubanas, en cuyo desarrollo contribuyó enormemente aquel inmigrante natural Canarias.
[11] Sin embargo, fueron infinidad los canarios que lucharon heroicamente en Cuba a favor de la pertenencia a España. El general Ignacio Pérez Galdós, grancanario, hermano del famoso novelista. Fue voluntario a Cuba y obtuvo por su valor tres ascensos por méritos de guerra, además de numerosas condecoraciones. Nombrado en 1900, fue uno de los mejores capitanes generales que tuvo Canarias. José March y García de Mesa, lagunero, que fue nombrado capitán general de Canarias en 1907. Fue voluntario a Cuba, participó en numerosos combates, fue herido, enfermó de cólera, obtuvo numerosas condecoraciones y tres ascensos por méritos de guerra en Cuba. Estuvo en Cuba en seis ocasiones. Cuando cumplía el tiempo máximo de residencia en la isla, pedía volver de nuevo. La rendición española le sorprendió en el cargo de general gobernador militar de la zona militar que comprendía el importante enclave de Puerto Príncipe. En 1911 se hizo cargo de la Capitanía General de Canarias. Higinio Lugo Torres, tacorontero, cabo de Infantería, que el 12 de mayo de 1896, se cubrió de gloria en la campaña cubana, en la acción de la trocha de Júcaro a Morón. Iba al frente de nueve soldados, con los que realizaba un servicio de escolta, cuando fueron tiroteados por varios jinetes y más de 50 insurrectos de infantería. Se batió con valor heroico y rechazó al enemigo causándole numerosas bajas. Dos años después, el 6 de diciembre de 1898, le concedieron la Cruz Laureada de San Fernando, la más alta consideración del Ejército español.Weyler y Canarias: Weyler fue un personaje entrañable y positivo para Canarias, especialmente para Tenerife, isla a la que defendió políticamente como pocos. Lo hizo con más tesón y acierto que muchos políticos nacidos en las islas.
[12] No obstante, a principios del pasado siglo XX, tras la independencia cubana de la madre patria, y hasta los años cincuenta, tuvo lugar la mayor afluencia de canarios hacia Cuba; unos huyendo de los reclutamientos forzosos para las guerras en Marruecos, otros deseando probar la suerte que las islas no le deparaban, y los más por necesidad vital de casi extrema necesidad, especialmente en los años de malas cosechas y de falta de mano de obra en el campo, lugar al que como peones, sin apenas derechos, se encaminaba toda su vida laboral. La sombra de aquel sistema laboral caciquil imperante, al que en todo momento habría de permanecer sumiso, era otro motivo fundamental para ir a "la lejana Cuba", donde con suerte se podrían ahorrar algunos pesos y centenes, para regresar libre y con fama al terruño, comprar una casita y casar con la "isleña" que siempre "le había gustado" a la que ahora, desde su nueva posición, "lograba interesar". N d A.
ESPAÑA
Cesado el General Weyler en el mando por las circunstancias anotadas, la guerra cubano-hispano-americana tomaría nuevos derroteros. La política norteamericana, en momentos de clara euforia de su “destino manifiesto”, así lo determinaba la política del Gran Coloso. Tuvo lugar en la oscura y fría noche del día 15 de febrero, a las 9,45 –hora de NY.-, cuando una explosión seguida de otras, hundió el acorazado norteamericano Maine, surto en el Puerto de La Habana en sospechosa visita de cortesía sin haber sido invitado según la normativa vigente acordada, pero que, no obstante, fue acusada España o agentes a su servicio como autores del hecho e inicio del desastre que finalizó en una guerra no deseada por este viejo País[1].
Son aún ilimitadas las conjeturas e hipótesis sobre este lamentable y más que misterioso hecho que afectó especialmente a la dignidad de aquella España, todavía imperial, y en claro provecho de un país en vías de gran desarrollo, en "el que todo vale" para conseguir su imparable avance sin importar los medios que, en atroz maquiavelismo, ya habían puesto en uso con su "madre patria" - la Gran Bretaña - a más de con indios americanos, franceses, españoles y mejicanos en su pasada reciente historia hacía el "destino manifiesto", uno de sus postulados máximos.
Teorías sobre las que aún se pueden superponer nuevas tesis para hipotéticas conclusiones a la vista de lo conocido, investigado, publicado o declarado, sobre este "más que sospechoso" asunto, en perjuicio de España, en aquel momento de aún notable poder económico (el valor internacional de mercado de la peseta superaba en mucho al dólar).
El misántropo y sesgado periodista artífice de lo que se llamaría "prensa amarilla", Willian Randolp Hearst, no aportó todos los datos conocidos antes de dejar sus numerosos y polémicos entramados periodísticos en el inexorable viaje al "más allá". Es claro que el Gobierno de los Estados Unidos y todo el conjunto de su entramada administración, a partir de la polémica actuación del general Weyler y especialmente ante la tardía concesión de la autonomía a Cuba, intuían la inminencia de una guerra contra España; pero para darle inicio se precisaba un elemento impactante que aglutinara la opinión pública americana: ¿La voladura del Maine? a través de rocambolesco ritual, especialmente periodístico, que obnubiló las conciencias de muchos americanos en aquellos momentos.
La opinión actual, incluida la de intelectuales norteamericanos , es clara al respecto: "la extraña voladura del acorazado Maine, la noche del 15 de febrero de 1898 en el puerto de la Habana, fue probablemente preparada por los Estados Unidos en su desesperado propósito de participar en la guerra cubana en pro de sus muchos intereses en la isla, que la justificarían" –la prensa alemana, incluso alguna inglesa, nunca tenida en igual consideración, así lo consideraban- . Era necesario crear "un elemento justificador", que no retrasara por más tiempo la entrada de EEUU en la guerra, cuyo "impasse" actual creaba considerables pérdidas económicos a los intereses yanquis[2], y lo que es más contradictorio a los magnates españoles con intereses en Cuba. Elemento justificador para que la opinión pública americana terminara por aceptar la movilización de buena forma y como un "sacrificio" más para lograr aquel "destino más que manifiesto". Algunos acontecimientos de protagonismo, anterior y posterior lo corroboran:
Es por todo ello que la prensa mundial respecto al tema central de este artículo, exceptuando los rotativos de la época ya apuntados así como la propia opinión norteamericana, hayan visto en este hecho, aspectos sumamente sospechosos por controvertidos y no de fácil explicación.
Peggy y Samuels, también norteamericanos, en el libro, "Remembering the Maine", apuntan datos de los que entresacamos diferentes aspectos de la opinión americana, en diciembre de 1987, en que " algo imprevisible iba a suceder" y que "el barco iba a tener un fin violento e inesperado según predicción de adivinos y visionarios". Sigsbee, su capitán, recibió el mensaje, próximo a Florida, para dirigirse hacia el puerto de La Habana, y cuyo contenido exacto nunca se ha conocido, aunque el mismo escribira un informe en 1899, lo que aún resulta sospechoso.
Sin embargo no recibió el que había de remitir el cónsul Lee desde la Habana bajo la consigna "dos dólares", siendo este diplomático antiespañol el primer sorprendido.
Añaden estos cronistas de los hechos que " España pide que se releve de su cargo en Cuba al cónsul general Lee que, a pesar de la solicitud, Mac Kinley no aceptó" y describe como Segsbee, sin compañía de Lee, estuvo en una corrida de toros en La Habana. El crucero español Alfonso XII no sufrió apenas daños - sólo en la arboladura -, los hubiera tenido de haber sido explosión externa, al igual que otro crucero español situado inmediatamente- El Legazpi- o el propio Ciudad de Washington, buque también americano, anclado muy próximo.
Clara Barton (sic) fundadora de la Cruz Roja americana se hallaba en La Habana, como auxiliar en tareas de evacuación de heridos, lamentaba aquella hecatombe, en muertos y heridos, a la que no pudo dar explicación razonable.
Añade que desde el puerto la gente gritaba "traen dinamita para volar barcos españoles pero les explota a ellos". "Uno de los oficiales el padre Chidwick alaba la prontitud de la ayuda humanitaria de los españoles en auxilio de los heridos y náufragos". Sin embargo otro oficial americano llamado Wainwreigth dijo "juro no pisaré territorio español hasta que el Maine sea vengado". El capitán del navío estaba convencido de que fue un accidente - aunque más tarde rectificó e insistía en explosión exterior entre otras cosas para salvar su propia responsabilidad- y sin embargo el cónsul Lee hablaba de un acto de "sabotaje". "Se intentó demostrar que el puerto de la Habana estaba minado" - absurdo por la cantidad de barcos españoles que entraban o salían-. Los periódicos británicos, The Times principalmente, imprimieron en primeras páginas en letras destacadas estar asombrados de las mentiras que publicaba la prensa norteamericana, punto de vista coincidente con el resto de la prensa europea, y algunos rotativos yanquis "objetivos", en aquellos momentos críticos para España.
-Frente a esta total falta de ética profesional del Herald y Word, en irreverentes excesos, algunas voces americanas se significaron contra el típico estilo de Hearst, o contra su persona. Edwin Lawrence Gogki, director y propietario del Evening Post, fue una excepción. Días después del siniestro se atrevió a escribir "nada tan desgraciado como el comportamiento de estos diarios, se refería a los de Hearst y al Word, se ha conocido jamás en la historia del periodismo de este país, con reproducción indebida de hechos, invención deliberada de cuentos calculados para excitar al público, a lo que añade la temeridad desenfrenada en la composición de titulares. Es una vergüenza pública que los hombres puedan hacer tanto daño con el objeto de vender más periódicos". Magnífica definición, del compatriota, al estilo usado por el llamado Jingonismo o patrioterismo, que confundido con la prensa amarilla, hundieron el Maine a través de una "coartada asesina". Datos estos muy reveladores.
"La prensa conservadora norteamericana vio la presencia del buque escuela español Vizcaya en el puerto de Nueva York como un claro acto de que España y la administración oficial española, eran inocentes", sin embargo no se aceptó la solicitud de arbitraje internacional en el polémico asunto, según refleja con precisión Agustín Remesal.
El alférez Powelson, comisionado al respecto, dijo que fue una mina exterior, ya que la quilla estaba afectada hacia arriba, culpando a España o a agentes a su servicio, todo ello desvirtuado posteriormente.
Los autores, Peggy y Samuels, a partir de la p. 235 se preguntan ¿Por qué la historia debe absolver a España? Creemos que por:
1. La prensa europea estaba a favor de las tesis españolas.
2. España no quería la guerra. Estados Unidos sí.
3. La quilla doblada en V invertida, no es argumento técnico suficiente, y difícil de atribuir, la explosión interior también pudo causar este efecto, como demostró en 1975, el Almirante Ricover, padre de los submarinos nucleares de EEUU.
Se insiste en que la causa pudo proceder de explosión interior, combustión espontánea del carbón o incluso dinamita almacenada, puesto que en la armada americana existían numerosos precedentes, en los que se habían producido esta clase de combustiones, que por simpatía se extenderían a otras zonas con depósitos de municiones, produciendo explosiones similares a la que destruyó El Maine. Foner cita varios casos en buques como El New York, Oregón, Philadelphia, Boston, Cincinatti, Atlanta, y El Indiana que había sufrido siete combustiones lo cual constituía un récord y una magnífica argumentación en defensa de las tesis españolas.
4. Que de haber sido una explosión externa hubiera producido daños más importantes en los buques apareados al Maine, entre ellos el Alfonso XII y El Ciudad de Washington. Hubieran aparecido numerosos peces muertos en aguas de la bahía por la onda expansiva directa, máxime cuando en aquellos momentos los peces, incluso de gran tamaño, entraban en la bahía para devorar los desechos de la ciudad y de los buques anclados. Sobre esto tienen conocimiento los pescadores canarios y muchos sabemos que la explosión ha de ser muy próxima a los peces para que estos resulten muertos – y nos los hubo como queda dicho-.
5. A lo que podemos añadir que en la investigación de 1911, en la que apenas variaron las conclusiones oficiales norteamericanas, y posteriormente en 1975 el Almirante Rickover, las cuadernas afectadas no coincidían.- error gravísimo, hoy- con el informe de 1898, oficial y que costó una guerra perjudicial, pero sobre todo demostraba "que una fuente interna fue la causa de la explosión", la más probable el calor de un incendio en la carbonera contigua a la que produjo la primera y más fuerte y sentencia, el padre de los submarinos nucleares y norteamericano de nacionalidad " casos como el del Maine han de ser examinados e investigados por gente cualificada y competente, y sus conclusiones han de presentarse completas y honradamente a los ciudadanos " , que son los destinatarios de los hechos públicos que les afectan -todo lo contrario de la conducta seguida en aquel verano de 1898-.
La teoría de la mina española es por tanto absurda, por que sería el motivo deseado por EEUU para la Guerra, que España no quería ni deseaba, y que sabía perdería.
Que pudieran haber sido los propios rebeldes cubanos, teoría muy defendida en los EEUU, no deja de tener base razonable, si bien no olvidemos que los cubanos temían la intervención americana, tal vez más, que la de los propios españoles.- Recordemos la Enmienda Teller, de la que el Congreso yanqui, siempre se arrepintió.-
Consideramos de suma importancia los informes del coronel José Paglieri de la Guardia Civil española y Jefe de la Policía de La Habana, así como los Inspectores Jefes de la Policía de Información, que apuntan posibilidades internas motivadas por accidente fortuito - eran frecuentes como queda dicho-. Y podrían haber sido muchas las causas que lo pudieran producir: ignición de gases acumulados en motores eléctricos, pinturas experimentales, recalentamiento de sistemas mecánicos, combustibles líquidos, munición, dinamita, detonadores. Pero también apuntaba el Jefe de La Policía habanera[3] otras posibles causas, como la colocación de un artefacto explosivo dentro del barco, por persona de la misma tripulación – tan variopinta – o por persona visitante, ajena a la dotación del barco. ¿Quién pudiera ser el autor? Podemos conjeturar que : a) La mina podía haber sido situada por España o agentes a su servicio en el fondeadero, antes de que el Maine entrara, b) Colocada por elementos ultras españoles incontrolados enojados por la visita del buque, c) Por rebeldes cubanos, d) Por filibusteros mercenarios americanos o periodistas- espías para precipitar el camino hacia la guerra[4] y e) Pudo ser puesta "oficialmente" por los propios americanos, por igual argumento que en el apartado anterior, el más convincente para Paglieri.
Descifrar los hechos nos llevaría a nuevas conjeturas en la espiral de tantas argumentaciones.
De todas formas en la prensa alemana de los días siguientes al suceso, se habla de un tal Agüero y de nueve cubanos pertenecientes a la Junta Revolucionaria Cubana de Nueva York, que habían recibido instrucciones por parte de anarquistas italianos, residentes en Estados Unidos, muy interesados en la causa cubana. Incluso desde Europa la prensa publicó que los que asesinaron a Cánovas, a través de Angiolillo, tenían relación y concomitancia con pro- cubanos residentes en París y Londres, e incluso con entrevistas días antes del atentado.
Que el Vizcaya estaba a 4 días del puerto de Nueva York, en misión diplomática, y no obstante se personó en el citado puerto, demostrando con esta noble actitud la total imparcialidad de España, como queda dicho, en el misterioso y no esclarecido accidente.
Las declaraciones de un marinero herido del Maine, recogidos en El Liberal, edición de Tenerife del día 7 de marzo, 1898, p. 2 se lee " Había sonado el toque de silencio, de pronto fueron derribados por una fuerte explosión que apagó el alumbrado eléctrico del buque. Se incorporó y salió por la toldilla comprobando que las llamas procedían de la proa. Salto al mar y al poco, otro espantoso, terrible ruido, que parecía iba a hacernos volar, y varios cuerpos que caían al agua". Todas las versiones apuntaban a una explosión en una de las calderas para generar energía eléctrica, comunicando el incendio a la Santa Bárbara del buque y a los torpedos y dinamita almacenada en todo buque de guerra. No podemos descartar una previa explosión exterior inicial y con autoría humana, que provocó la siguiente y más grave en el pañol, y ¿quién?...
Sólo cuatro días antes el buque-yate de Hearst de sospechoso nombre "Bucanero", había permanecido muy próximo al Maine- Este elemento distorsionador (sic) llegó a escribir en sus propios periódicos "Mi lema es que mientras otros hablan mi "Journal" actúa, y nunca dio razones convincentes de la presencia suya y de su yate tan próximo al barco siniestrado, al que hizo numerosas fotos antes de levantar anclas, sólo menos de cien horas antes de la voladura.
La versión americana explica su punto de vista: En los torpedos se habían efectuado limpieza la tarde anterior, pudiendo haber quedado mal colocados y en condiciones de un fácil y horroroso accidente.
El propio comandante Sesbee en parte oficial dijo "que la opinión pública debe suspender todo juicio hasta conocer nuevos detalles".
Según los informes el comandante estaba ausente del buque, otros que estaba en su cabina escribiendo a su esposa, e incluso que resultó herido, no obstante fueron sólo dos los oficiales - uno de color - fallecidos de los 34 en total que componían la tripulación, ausentes del buque, formada además por 370 marineros, que dormían resultando un total de 300 los desaparecidos, según algunas versiones de la prensa de la época, sumando los fallecidos por secuelas
Philips Foner en su excelente estudio sobre la guerra de Cuba, citado, obra de consulta necesaria para investigadores, nos aporta más detalles para este controvertido y misterioso hecho. Unos pocos oficiales de marina rechazaban el incidente como accidental, señalando las medidas preventivas seguidas en la construcción de este tipo de buques, y por ello sugerían que un torpedo, mina, u otra máquina infernal había sido embarcada por "visitantes" en el puerto de la Habana - es cierto que muchachas jóvenes cubanas frecuentaban el buque a demanda de su tripulación, pudiera muy bien haber entrado una espía asesorada al efecto, para colocar la carga en el lugar y momento preciso-. o que fue colocada en las carboneras cuando el barco repostó en Key West, debidamente preparada para ser "puesta en funcionamiento", en el momento indicado, por agentes, de la propia tripulación, o por otros en el puerto de la Habana que tuvieran acceso.- un par de cartuchos de dinamita, eran suficientes para desencadenar la explosión posterior determinante-
Es igualmente eximente, de responsabilidad hacia España, el pronto deseo de la administración española en la Isla, para que se conocieran las verdaderas causas, demasiado “urgente”, según Remesal en su libro "La Incógnita del Maine", que se contradice con la falta de cooperación del Gobierno norteamericano, que emitió otro dictamen y por tanto conclusiones opuestas.
El tribunal, para justificar que la explosión no fue un accidente, adelantaron (sic) cuatro posibilidades, coincidentes con lo ya dicho.
La primera y la más sugerida por todas las afirmaciones oficiales de la época es que el Gobierno español colocó la mina. Para contrapesar esta suposición está el hecho perjudicial que este hecho provocaría a España en su intento para evitar la guerra, que sabía no ganaría. Si bien, añadimos, no es desechable la acción de un grupo de españoles - o individualmente- resentidos o defraudados que veían peligrar sus intereses económicos, en caso de caer Cuba en manos rebeldes, prefiriendo la presumible por mejor administración "yanqui", como "mal menor".
La segunda es que oficiales subalternos españoles cometieran el crimen a instigación de Weyler, ya sin mando. Esto sería "suicida" para sus propios autores desde todo punto de vista y falto de coherencia y racionalidad suficiente, que además se hubiera sabido antes o después.
Una tercera teoría sería la instigación de la prensa amarilla y del patrioterismo de Roosevelt, que incluso pagarían a agentes cubanos o a comandos ad hoc para el sabotaje. Esto nunca podrá ser descartado, por el excesivo interés de estos medios para que EEUU entrara en guerra con España, y en algunos momentos hablaron de "un pretexto de peso", antes de la voladura. El artículo firmado "Il Macai" en el Labour Leader británico habla de un accidente y si no "es más probable la autoría americana", con el fin preconcebido.
Y existen otras especulaciones entre ellas las que manejan periodistas e historiadores norteamericanos que han estudiado este hecho. El 15 de febrero de 1910, el Evening Bulletín de Filadelfia, en el 12 aniversario, concluye que el Maine fue volado por los insurrectos cubanos a fin de implicar a los Estados Unidos en la guerra, ya que su causa flojeaba y se perdería la independencia de Cuba, a menos que fueran implicados en ella los norteamericanos. Y es claro, como apuntan diversos historiadores que los rebeldes cubanos deseaban la intervención, pero con ciertos temores, de ahí la imposición de la Enmienda Teller a instigación de los cubanos en un momento determinado, y de la que siempre se arrepintieron los responsables de su concesión y aprobación en el Congreso USA. En contrapartida surgiría la "Enmienda Platt".
Nunca serán descartadas otras muchas hipótesis para determinar las causas verdaderas de aquella explosión preliminar que consideramos con autoría, y que todas las enciclopedias actuales no dejan de mencionar como "misteriosa" o en todo caso nunca totalmente esclarecida[5].
Queda claro que independiente de cuales fueran otro tipo de análisis de la propia Reina Regente o del propio gobierno liberal, un ultimátum de este "calado", de ser aceptado sólo podía tener como consecuencia la caída de la Monarquía, a más de peligrosa incidencia sobre las masas hambrientas, instigadas por elementos anarco-republicanos, en claros motines de subsistencias, que además pedían el cese de la costosa guerra, que constituía otro "tercero en discordia": el Ejército dividido y próximo al enfrentamiento civil. Hoy se hubiera utilizado otro tipo de actuaciones especialmente diplomáticas, más acorde con los intereses, más todo incidió en acordar una paz honrosa que salvara la Monarquía Española.
El Gobierno y La Reina a la cabeza, en aquellos trágicos momentos, dieron cuenta pormenorizadamente a toda la clase política de la situación creada, que naturalmente fue participado a la prensa. En las consultas llevadas a cabo se acordaron consensos que conducían a la guerra irremediable, por el partido liberal y apoyo sin límites del partido conservador. El rechazo de la apetecida compra por los Estados Unidos encendió nuevamente el optimismo propio del pueblo español y su orgullo en medio de manifestaciones populares en la península que exigían la guerra contra el "sucio cerdo yanqui", con el apoyo moral de cierta prensa española que escribía slogans de variado optimismo como "que la flota española era superior a la americana", al igual que el valor español, probado en Europa y América.
A todo esto añadimos la voluntad del clero que hizo ver esta guerra como cruzada santa- el padre Carpena en encendida oratoria en las Iglesias madrileñas, comparaba a las llevadas a cabo contra moros e infieles-, todo ello unido a una intensa y gigantesca operación demagógica, superior o igual a la llevaba a cabo, paralelamente, en los Estados Unidos, sobre el más que seguro enfrentamiento, con el colosal Tío Sam.
Lo que sigue es lo que ha venido en llamarse "El desastre del 98", tópico utilizado para la llamada "regeneración" y de paso corregir errores y paliar aquel orgullo decimonónico español. Derrotadas las dos flotas de la desvencijada escuadra española, enviadas al holocausto, en aras de aquellos acuerdos tomados con error, dejando desamparadas las costas de la propia península, Baleares y Canarias, perdidas en Cabite –1 de mayo- y Santiago –3 de julio-; desembarcadas las tropas americanas en oriente de Cuba, las semanas siguientes de aquel "calvario" fueron angustiosas para el Gobierno de Madrid. Por otra parte se apreciaba el aislamiento internacional por lo irreversible de los hechos, temiéndose otros frentes, sospechándose y así se comprobó el plan de Roosevelt para atacar las costas españolas e incluso la ocupación de Islas Canarias por una flota norteamericana, que pudo ser abortada por la rapidísima intervención diplomática de los ingleses en defensa de sus grandes intereses en estas Islas, especialmente en Tenerife y Gran Canaria. Esto llegó a asustar a Madrid más que ninguna otra circunstancia de la entramada situación del momento, puesto que perder estas maravillosas posesiones hubiera significado la "derrota total".
La rendición de Santiago de Cuba, una vez sacrificada una escuadra para blanco fácil de los poderosos cañones de la flota americana que formaba semicírculo a la salida de la bahía santiaguera (en acto claramente incomprensible, salvo que el Gobierno de Madrid deseara finalizar la contienda), dio lugar a que el Almirante Cervera rindiera lo que quedaba del desastre[6], siendo ésta la señal esperada y deseada por el Gobierno de Madrid, para salir de aquella difícil situación y como así estaba tenía previsto.
España decreta la suspensión de las garantías constitucionales el 14 de julio de aquel fatídico año, y se dispuso a emprender las negociaciones para la paz. No deja de ser una actitud gloriosa, a pesar de todo, cual era salvar unos símbolos y el orgullo y dignidad de antaño, ya mancillada reiteradamente por el Coloso del Norte.
¿CÓMO INCIDIÓ LA GUERRA DE CUBA EN CANARIAS?
Anteriormente, la independencia de la mayoría de las colonias de España en América, entre los años 1811 y 1830, tuvo gran repercusión para nuestras islas, pues existían fuertes lazos en el orden económico, social o emigratorio. Pero también afectó las islas el ideario de los insurgentes, pues durante la etapa de emancipación y posteriormente, las islas se vieron cercadas, con cierta frecuencia, por corsarios venidos de las recién independizadas repúblicas hispanoamericanas. Esta presencia, de la que no es ajena la connivencia de algunos grupos de las propias islas identificados con la idea emancipadora también para Canarias, generó entre algunos estamentos de la sociedad isleña cierto clima de inestabilidad y preocupación, que durará hasta bien entrado el siglo XIX. Y nuevamente es motivo de preocupación al final de la guerra Cubano-hispano americana, en 1898.
Canarias siempre fue una región peculiar dentro del estado español, pues aunque siempre perteneció a España y como tal en América se considera parte de su territorio soberano, en su historia y en su cultura sufrió las mismas huellas de la colonización, y casi simultáneamente, que el continente americano[7], según analiza la licenciada Cubana Medina Hernández.
Cuando en Cuba comienzan las luchas por la independencia, muchos canarios se sienten identificados con la causa cubana, otro no e incluso regresan hacia las islas. Quizá desde sus tierras de origen ya se sentían colonizados, y ahora allí sufrían al parejo de cualquier cubano humilde, y mucho más que cualquier cubano rico, las injusticias y los desatinos del gobierno español, puntualiza Ileana Medina, desde la óptica cubana.
Por eso no es de extrañar que, como confirman algunos estudiosos, la mayoría de los españoles que formaron parte del ejército libertador fueran canarios.
Añade la historiadora cubana residente en estas islas que La historiografía tradicional española, generalmente ha hecho hincapié en la participación canaria en los ejércitos coloniales en la guerra 1895-1898, principalmente se resaltan las hazañas del Batallón de Guerrilleros de Canarias, pero también hubo un numeroso grupo de isleños combatiendo en favor de la independencia de Cuba, la mayor parte de éstos fueron simples soldados, aunque algunos alcanzaron cierta graduación y distinciones, además en las tropas libertadoras hubo cuatro generales canarios: Julián Santana, Manuel Suárez Delgado, Jacinto Hernández Vargas y Matías Vega Alemán. (Santana, 1992: 307).
El proceso independentista cubano fue bien complejo. Con el largo proceso emancipador de Cuba se estaba jugando no sólo su destino como nación, sino también muchos intereses de la política interna española, de la política norteamericana y de la política mundial.
"Porque el terruño había sido escogido como escenario bélico donde se dirimía una cuestión de importancia universal: aquella de la desaparición de un imperio de rezagos feudales y la creación de otro, fundado en el capitalismo monopolista de estado" (Portuondo Zúñiga, 1994: 12).
No puede estudiarse la historia de la independencia cubana sin tener en cuenta los conflictos de la política interna de una metrópoli feudal que dejaba de serlo envuelta en las propias contradicciones de su revolución burguesa. Los cambios democráticos por los que pujaban los partidos liberales y republicanos en la península eran incompatibles con el mantenimiento de un mundo colonial, con las mismas características de hacía tres siglos, y su desarrollo económico y su descendiente dominio económico en Cuba no le permitía transformarla en neo colonia, mucho menos ante el impulso pujante y creciente de la potencia norteamericana en ciernes.
Pero tampoco se resignaban a perder lo que políticamente significaba el derrumbe del poderío colonial al otro lado de mar, lo que sentimentalmente significaba perder el mundo americano, y militar y moralmente la derrota ante un ejército que ellos mismos llamaban "pandillas de bandoleros", e incluso en gran medida significaba económicamente la pérdida del dominio cubano como mercado colonial. Los Estados Unidos necesitaban un espacio para revalidar su status de potencia mundial, la cercana y apetitosa isla de Cuba, mal administrada por una España decadente y nostálgica, era una oportunidad que no podían dejar pasar. El conflicto hispano-cubano-norteamericano, provocado por su afán expansionista “del destino manifiesto” se convirtió en el vértice de los conflictos de redistribución mundial y de la política internacional para el siglo XX, el siglo del poderío USA.
En la prensa canaria de la época se refleja detalladamente los conflictos entre los conservadores, liberales y republicanos; las enormes discusiones entre Sagasta, Romero Robledo, Cánovas, Maura, Albarzuza y todas las posturas de la política española del momento, sobre todo a propósito de Cuba y con intereses económicos. Era una prensa en que se defendían rotundamente los intereses oficiales del gobierno español, matizada por los grandes nexos afectivos que se habían desarrollado entre Canarias y Cuba. En consecuencia la derrota sufrida en Cuba a finales de siglo XIX, con amplia bibliografía en nuestra Universidad, trajo la intranquilidad a estas Islas Canarias[8], donde se temía un desembarco de los yanquis (sic) en cualquier momento. De hecho las islas estuvieron en el tapete reivindicativo del presidente norteamericano. Según el periódico El Heraldo de Madrid, perdidas nuestras colonias, el gobierno para el que se necesitaba más tacto y más aptitudes era para el del Archipiélago canario, donde las rivalidades políticas entre Tenerife y Gran Canaria alcanzaban proporciones alarmantes. Perturbado por completo el equilibrio moral del Archipiélago a consecuencia de las luchas locales originadas por el caciquismo, el gobernador debería hallarse revestido de una energía y una autoridad suficiente para mantenerse al margen de las violentas imposiciones de aquellos que, con el apoyo de las altas instancias del poder, cometen todo género de abusos con la más cínica impunidad.
Los enconos políticos entre Tenerife y Gran Canaria, creado por las burguesías enfrentadas por intereses económicos y nunca por el pueblo llano, habían tomado alarmantes proporciones siendo necesario que la prensa nacional se ocupara de los asuntos isleños, antes que lo hiciera la inglesa, por aquello de que la ropa sucia debe lavarse en casa. Canarias vivía una psicosis de posible invasión yanqui. Así el 2 de Abril de 1898, la prensa provincial daba la noticia de la próxima llegada a Santa Cruz de fuerzas del Ejército procedentes de la Península, para reforzar la defensa de las islas. Animaba el editorialista a la población para que dispensara un recibimiento entusiasta a los soldados y añadía: "Los que al finalizar el siglo XVIII supieron repeler la invasión extranjera y conservar incólume este pobre rincón de Santa Cruz de Tenerife, también sabrán, al finalizar el siglo XIX, defenderlo en caso preciso, con igual tensión y energía, pero no por eso es menos justo regocijarnos de que vengan a auxiliarnos nuestros hermanos del continente, por lo que todos debemos prepararnos para recibirles con los brazos abiertos y, confundidos en estrecho abrazo".
Igualmente se creó en Canarias el Cuerpo de la Guardia Civil[9], institución de carácter militar y de la máxima confianza de los gobiernos españoles, que temían que Canarias se decidiera también la independencia del conjunto de España. Igualmente El Rey Alfonso XII, visitaría todas las Islas en 1906, para apaciguar cualquier descontento. Mas, de hecho hubo intentonas al respecto llevadas a cabo por isleños que habían residido en Cuba hasta la emancipación, pero fueron fácilmente sofocadas con la detención de su máximo representante Secundino Delgado Rodríguez, cuyo enorme sacrificio y decisión le llevó a ser considerado "a posteriori" como "El padre de la Patria Canaria", aunque en los últimos años de su vida fuera solamente un moderado autonomista. Nunca hubo verdadera voluntad emancipadora por diversas causas en que destaca la prensa de ambas provincias, a veces enfrentada, pero siempre pro-española, el temor a caer bajo otras potencias colonizadoras (Estados Unidos o Inglaterra, e incluso ocupación indeterminada magrebí)
Queda claro que aquellos fallidos intentos emancipadores nunca tuvieron éxito ni empuje aglutinador suficiente. Ya desde 1817 se intentó propiciar en estas Islas un movimiento subversivo, paralelo al de América, llevado a cabo por Agustín Peraza Bethencourt desde Santo Tomás (Antillas) y del que se hizo eco en Ayuntamiento de La Laguna. Desde 1825 existió el rumor de la existencia de un convenio firmado en Colombia consistente en atacar o apoderarse militarmente de alguna de las Islas Canarias y de hecho se llevaron a cabo algunos intentos.
La emancipación de América, si bien disminuyó coyunturalmente el flujo migratorio hacia las posesiones continentales, en contrapartida la canalizó con más intensidad y más fuerte decisión hacia Cuba y otras islas del Caribe, que permanecían sujetas a la Corona de España. Emigración en principio de forma clandestina hasta el año 1853 que por los gobernadores en Canarias se concedía total libertad de emigración, consecuencia de la Ley de Puertos Francos, antes citada, que constituyó uno de las medidas más favorables para el desarrollo comercial exterior en estas Islas.
Tras la decadencia de otro producto comercial canario de exportación como fue la cochinilla, por la aparición de productos químicos colorantes, surgió otra nueva crisis y consiguiente caída del mercado laboral isleño que alcanzó, esta vez, a peones y pequeños cosecheros. Como en otras crisis de carácter cíclico los afectados optaban por la válvula de escape que como siempre era la emigración a América, en aquellos momentos Cuba. Al ser coincidente la demanda abundante de la Perla de las Antillas, sus campos movilizaron a gran cantidad de canarios que se instalaron, preferentemente, por la zona centro en torno a Matanzas, Las Villas hasta Camagüey y más tarde hasta Oriente.
Enlazadas estas poblaciones agrícolas por la prolongación del ferrocarril La Habana- Guines, la oferta que recibían los emigrantes era mayor, en todo tipo de trabajos. Precisamente este tramo de ferrocarril fue construido por unos mil quinientos hombres de los cuales novecientos veinte y seis eran procedentes de las Islas Canarias, falleciendo unos ciento sesenta y cinco mientras efectuaban las obras, incluidos niños. Las causas se debían a las condiciones infrahumanas del trabajo a efectuar, bajo el fuerte clima tropical al que los canarios tardaron en adaptarse.
Cobraban unos nueve pesos lo que con la mala comida que les desnutría, las enfermedades palúdicas, ante las que los isleños no estaban inmunizados[10], hacían fácil mella en su salud.
Hacia 1886 continuaba "in crescendo" el éxodo migratorio de canarios hacia la Gran Antilla, puesto que las fuerza de trabajo ya estaba constituida, según el Circulo de Hacendados, por 45.000 blancos que representan un aumento considerable respecto a cálculos anteriores, 30.000 asiáticos de reciente incorporación importados de China, vía Estados Unidos, Méjico o Guatemala, y unos 100.000 hombres de color libres y patrocinados, naturales de Cuba, o procedentes de Haití, Santo Domingo y de otras islas adyacentes.
En el último años del siglo y primeros años del siguiente (siglo XX), surge el gran auge migratorio canario hacia la Gran Antilla, que los historiadores han acordado denominarla "masiva", cuyo trasvase se hizo necesario para complementar los desajustes económicos que se producían entre las Islas y Cuba, aún posesión española. La decadencia general de la economía y de la misma sociedad canaria en aquellos momentos, por la sustitución del hombre asalariado o peón por el medianero y aparcero unido a la disminución de la actividad urbana, se tradujo en un fuerte flujo migratorio poblacional.
El empobrecimiento de las condiciones de vida en los sectores menos pudientes isleños, conocedores que al otro lado del Atlántico se precisaba trabajo con el aliciente de un salarios tres veces superior, provocó la emigración de mozos y a veces de familias enteras, muchos de ellos convertidos en colonos que trabajarían durante todo el año en las haciendas, pero recibiendo, además, una parcela para cultivar alimentos de autoconsumo, que complementaba su economía destinada al ahorro.
Un elevado porcentaje regresaba a las islas una vez participado en las zafras cubanas, a través de las llamadas "emigraciones golondrinas", pero no es menos cierto que otro gran porcentaje permanecía sujeto a Cuba por diversos factores, entre ellos la vinculación al entorno, a grupos familiares, matrimonios etc. Queda claro el estudio de diversas fuentes por cuanto el canario, normalmente contraía matrimonio con gentes de su propia región, pero no es menos cierto un alto porcentaje lo hacía con las procedentes de otras regiones españolas, e incluso cubanas.
Por aquella década final del siglo, surge la grave crisis ocasionada por la guerra hispano-cubano-norteamericana, que desequilibra el statu quo creado hasta aquel momento, pero la relación migratoria canaria con Cuba, tras el retorno masivo por la guerra de 1895, continuará a partir de 1903, y con mayor intensidad durante los treinta primeros años del siglo XX.
La Guerra de Independencia de Cuba (1895-98), que se hace definitiva, tras la iniciativa del ideólogo independentista de origen canario José Martí, a pesar del esfuerzo de los españoles fieles, voluntarios y de los mandos españoles en la isla, produjo una notable repatriación hacia España de determinados sectores de la población, especialmente ancianos, mujeres y niños (muchos hacia Canarias).
En consecuencia durante el período bélico[11] y posterior (1895 a 1910), tuvieron lugar altibajos notables en este flujo migratorio canario, pues la situación de inseguridad junto a las consecuencias derivadas del nuevo "status" unido a las dificultades para la recuperación económica[12]. Pero, a esto se añade la coyuntura favorable en la economía del Archipiélago, por una parte y por otra la masiva entrada de capitales americanos en la Cuba Republicana ya independizada de España, que arrendaba grandes campos azucareros con braceros propios. En consecuencia produce un decaimiento migratorio desde Canarias salvo las llegadas ilegales o clandestinas para reunirse con familiares residentes en Cuba tras su independencia, o las siempre frecuentes de muchos jóvenes inadaptados o con problemas con la justicia y que el territorio cubano, ahora soberano, les protegía.
Sin menoscabar cierto éxodo migratorio ilegal procedente de mozos en edad de servicio militar que desertaban en evitación de recluta para las guerras de África, la auténtica inmigración canaria volvió a intensificarse a partir de 1910 y especialmente entre 1915- 1920 por las graves consecuencias que tuvo para Canarias aspectos negativos en desenvolvimiento de la Primera Guerra Mundial, que impedía la salida de producción agrícola (especialmente plátanos y tomates) para exportación, restringiendo de paso cualquier otra actividad complementaria sobre todo el tráfico de los puertos de La Luz y Santa Cruz de Tenerife.
[1] La incógnita que apunta el periodista, corresponsal de Radiotelevisión Española en los Estados Unidos, Agustín Remesal, en el magnífico libro de reciente edición: "El enigma del Maine", habrá de ser despejada a través del conocimiento, sentido común y de la misma lógica como sí de una operación aritmética se tratara. Es el deber de la Historia en su inescrutable sondeo de los acontecimientos, en especial aquellos en que la interpretación es controvertida, o en los qué una de las partes guarde fundamentales y firmes secretos, por razones de estado posiblemente, pero en perjuicio de la otra. N del A.
[2] Consideramos igualmente un hecho tan sospechoso como el hundimiento del transatlántico de lujo Lusitania, de nacionalidad norteamericana, hundido por los submarinos alemanes en la costa de Irlanda el 7 de mayo de 1915, con más de mil víctimas (algunas españolas como el compositor Granados), y que al parecer la inminencia del hecho era conocido por los servicios secretos y de guerra norteamericano a través del joven teniente de la Marina británica, Wiston Chruchil. Otro hecho, también con poca lógica para tiempos de guerra, fue el ocurrido en la base aeronaval USA en Haway. El 7 de diciembre de 1941, LA BASE DE PEARL HARBOUR, es víctima de inesperado bombardeo por parte de la aviación japonesa, que desplazó la flota aérea desde Japón. Más de 300 cazas y bombarderos producen graves daños a la flota americana, que en poco más de una hora son destruidos 188 aviones de combate, 8 acorazados... y mueren más de 4000 personas. ¡¿CÓMO ES POSIBLE QUE EN PLENA GUERRA MUNDIAL, EN ESTADO DE ALERTA MÁXIMA, CON EL SOFISTICADO RADAR Y OTROS SISTEMAS, NO SE DETECTARA A TIEMPO LA LLEGADA DE LA AVIACIÓN JAPONESA!? ¿O hemos de sospechar que hubo "negligencia sospechosa", como la ocurrida en la explosión del Maine ¿..? Por intereses concretos, en dicho caso la entrada de los Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial - en el nuestro intervenir en Cuba - como así ocurrió en ambos casos de inmediato, con la característica parafernalia. Este país necesitaba también en dicho caso "una excusa de peso" para intervenir en la guerra que tenía lugar, CONVENCIENDO PREVIAMENTE A LA OPINION PUBLICA DE SUS HABITANTES. El ataque, al igual que en el caso Maine, se usó como pretexto, y la prensa realizó, una vez más, su trabajo: la tarea de adoctrinamiento masivo necesaria.
Otro hecho similar, igualmente sospechoso y bastante coincidente, fue con ocasión de la guerra de Texas (1836). El Ejército mejicano del general Santa Ana, en uso de total legitimidad para someter el territorio de Texas usurpado por miles de norteamericanos afincados, pone sitio al fuerte El Álamo, el 6 de mayo de aquel año; resultaron prácticamente asesinados todos los moradores, doce días después a pesar de que se recurrió al General Sam Huston, que se hallaba con unos destacamentos militares en lugar próximo. ¿Cómo es posible y por qué, el ejército estadounidense se negó frontalmente a acudir en auxilio de los sitiados? Sí acudió posteriormente a San jacinto dónde derrota a Santa Ana, creemos que con motivo y pretexto, no sólo para usurpar el estado de Texas en el mismo año, sino para más tarde invadir Méjico al grito de "Remember the Alamo", curiosa coincidencia, puesto que el tratado de Guadalupe Hidalgo (1848), -50 años antes de la voladura- el país vecino ha de ceder a los Estados Unidos los territorios de California (con americanos atraídos por el bulo interesado de la existencia de oro), Arizona, gran parte de la frontera norte y el resto de Texas.
Tenemos otro acontecimiento, éste más reciente y muy comentado en el momento, pero sumamente aleccionador: El día dos de agosto de 1964 el ataque de dos destructores norteamericanos en el Golfo de Tonkín, fue motivo para la Resolución del mismo nombre, por la que el Senado USA autorizó al Presidente para poder emplear en Vietnan cuantas fuerzas militares de Estados Unidos fuesen necesarias. Así, con éste pretexto, se inició la famosa escalada del Presidente Johnson, cuando es sabido que ambos buques se hallaban, probablemente espiando, en el momento de ser atacados, pero de esta forma los Estados Unidos lo usarían para sus intereses bélicos con aquel pretexto. Morse un polémico político y periodista de Oregón, publicó las siguientes palabras en 1968:" EL ASUNTO DEL GOLFO DE TONKIN FUE UNA COPIA EXACTA DEL AFFAIRE QUE HUNDIO AL MAINE... NO TUVIMOS RAZON EN EL GOLFO DE TONKÍN. FUIMOS UNOS PROVOCADORES. ESTUVIMOS ALLÍ TAN EQUIVOCADOS COMO CON RELACION AL HUNDIMIENTO DEL MAINE, EN LA HABANA, 68 AÑOS ANTES". A TODO ESTO AÑADIMOS LO QUE EL PERIODISTA JOSEPH I. PUENTE, PUBLICÓ UN ARTÍCULO EN EL "EVENING STAR " DE WASHINGTON, EL DÍA 15 DE FEBRERO DEL MISMO AÑO 1968, DEL QUE EL HISTORIADOR CALLEJA LEAL EN EXCELENTE ARTÍCULO SOBRE ESTE ASUNTO, APARECIDO EN HISTORIA 16, NÚM. 176 DE DICIEMBRE DE 1990, MADRID, EXTRAE :" LA VERDAD SOBRE EL MAINE NOS ES CONOCIDA CINCUENTA AÑOS DESPUÉS, PERO LA SABÍA YA EL DEPARTAMENTO DE ESTADO EN 1898", Y QUE OCULTÓ PARA PODER INTERVENIR EN LA GUERRA CONTRA ESPAÑA, IMPUNEMENTE Y CON LOS GRAVES PERJUICIOS DE TODO TIPO CONOCIDOS” Esta aseveración es sumamente explicativa. N d A extraído de ponencia expuesta en Casa de Colón, Gran Canaria, 1998.
[3] Policía que en poco tiempo, tras la firma del Tratado de Paris, a mes y medio de la pérdida oficial de la soberanía española en Cuba, cesaba en sus funciones oficiales. Habría de abandonar la Isla corporativamente, ante una Comisión norteamericana de evacuación establecida en La Habana, que era la verdadera dueña de la situación pos bélica en detrimento de los cubanos y en perjuicio de España.
Tal como puntan Camino del Olmo y Cabo Meseguer, en el citado libro La Policía española de Ultramar, Fundación Policía Española, Madrid, 2003, p. 87, “como tantos españoles, los Guardias de Orden Público y también los de la Benemérita pertenecían al paisaje y paisanaje de la isla. De la lectura de la prensa cubana de la época se deduce tal arraigo en todos los campos sociales, vivían en contacto directo con alegrías y problemas de la sociedad a la que servían. En el Diario de La Marina, La Lucha, El País, El Español y otros diarios habaneros era habitual la aparición de los servicios llevados a cabo por estos leales servidores del orden…”.
Como tantos españoles, habían establecido raíces familiares personales en la Isla, y muchos de ellos abandonarían aquella tierra pero otros no. Cuba era ya el verdadero hogar de otros muchos españoles. Era necesario admitirlo, mientras no les esperaba nadie ni nada en la Patria vieja, si tenían un futuro en la nueva que se llamaba República de Cuba. La guerra fue sin duda muy cruel, ninguna guerra deja de serlo, pero no había desarrollado significativamente un sentimiento genérico y de enfrentamiento anti-español, que impidiera la convivencia y menos aún existiendo lazos de parentesco adquirido durante tantos siglos. La mayoría de los dirigentes cubanos en la emancipación eran de ascendencia española y fue también muy importante la presencia de españoles en las filas del ejército libertador cubano…entre ellos muchos “isleños”, como se ha dicho en otros apartados de este libro N d A
[4] El yate de Hearst estuvo anclado en lugar próximo al acorazado americano, cuatro días antes de la voladura, tomando fotos (otras fotos de la época así lo atestiguan). El magnate de la prensa, con varios corresponsales a su servicio en la Isla, había llegado de forma extraña y sorpresiva, hasta que fue expulsado por fuerzas del coronel español Paglieri, de la Guardia Civil. Nota del Autor.
[5] Son tantas, como las posibilidades que los saboteadores tienen para burlar la vigilancia o control institucional, y así lo comprobamos en "el fenómeno del terrorismo actual", imposible de controlar o de erradicar desde sus mismas bases, por ese mismo aliado que les permite la premeditación y la actuación "desde la sombra", unido a la persistencia en virtud de objetivos ideológicos que les obliga moralmente para llevar a cabo "lo que sea". Estos sentimientos maquiavélicos ya existían también en 1898 y posiblemente con mayor apasionamiento que ahora.
Aquel país, hoy gran imperio económico, crisol de todo tipo de pueblos y etnias, guarda en su haber desde los mismos inicios del siglo XIX, y hasta fechas actuales, un gran acervo de elementos humanos cuya conducta paranoica o esquizofrénica queda plasmada en graves crímenes que constatamos en su variopinta historia hasta hechos de protagonismo recientes en su propio país. La horca, la silla eléctrica, la cámara de gas o la inyección letal, son testigos mudos que presenciaron el último aliento de ese tipo de personas, cuya conducta patológica apuntamos... Es por todo ello que no podemos dejar como descartada aquella presumible premisa por la que una mano asesina dispuso, ordenó, permitió o actuó directamente en el acto que originó la tragedia del Maine y sus 266 muertos (más tarde 300), aún aceptando que imprevisiblemente desconocieran a priori los resultados criminales del mismo en cuanto a muertos y heridos pero sí las consecuencias políticas que se cumplieron según las previsiones que tanto en medios de prensa, políticos, económicos o de opinión pública, anunciaban y exigían como algo inaplazable e irreversible: "un argumento de peso para la entrada de los Estados Unidos en la guerra de Cuba, aspecto considerado como necesario y hecho evidente", para darle una solución definitiva, incluso por las propias autoridades españolas, que llegaron a desearla como mal menor. España acepta la guerra por dignidad y para salvar la Monarquía y el prestigio como potencia mundial, que aún era, aunque sabe que es una guerra perdida. Los norteamericanos llevan a cabo otro acto más de claro dominio imperialista a través de aquella política, mantenida hasta hoy, en actos claros y en diversos lugares de la geografía planetaria, aun considerando un claro deseo de paz mundial a su modo. Lo ocurrido en febrero de 1898 ocasionó la quiebra moral y de la dignidad de España en América, en cuantiosas pérdidas en hombres, material y dinero.
Hoy, se intuye lo ocurrido al Maine, pero nada es totalmente probatorio. Las cosas parecen igual,- no para el autor de este artículo- , sin embargo, debemos condenar a los EEUU por alevoso proceder en su incipiente imperialismo, y, por el contrario, ennoblecer la reacción laudatoria, consecuente y patriótica de España y de su gobierno liberal, a través de Sagasta y de la propia Reina Regente. No olvidemos que el propio presidente Mac Kinley, dudando si las potencias europeas pudieran ser contrarias a las intervenciones de Estados Unidos en el Caribe, o que pudieran proteger a la todavía "notable España", intentó un ultimátum final ofreciendo directamente a la Reina María Cristina la compra de la Isla de Cuba – y Puerto Rico – por 300 millones de dólares reservando un millón para los intermediarios, operación no aceptada por prestigio, y sobre todo al temor que la situación pudiera derivar para la propia Monarquía y su previsible caída, ya afectada por partidos claramente republicanos, al igual que para el propio gobierno y status creado desde la Restauración. Nota del Autor.
[6] Ponencia, con amplia documentación, de la historiadora cubana Dra. Matilde Fernández Muñiz en los cursos internacionales sobre el aniversario de estos hechos, celebrados en La Habana en agosto de 1994.
[7] Medina Hernández, Ileana, Doctoranda en Ciencias de la Información en esta Universidad, Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana, artículo de su tesis doctoral aparecido en Revista Latina de Comunicación Social, La Laguna (Tenerife), junio de 1998, n. 6, coordinada por el Dr. Pablos Coello.
[8] Marquez Quevedo, Javier Octavio, con su anuencia, y por el interés bibliográfico que representa. Es miembro
Associate professor in the Faculty of Geography and History, at the University of Las Palmas de Gran Canaria (Canary Islands). Javier will be with us to pursue his research into the emigration of rural workers to the Hispanic and British Antilles between 1880 and 1920. He is also researching the role of the Canary Islands in European colonialism and rivalry, from 1850 to 1914.
Estas publicaciones incluyen: Canarias y la crisis finisecular española (1890-1907): del desastre ultramarino a la garantía de seguridad exterior, Madrid: Publicaciones del Ministerio de Defensa, forthcoming 2007
-La inclusión de Canarias en una propuesta de reforma del ejército de ultramar: un proyecto frustrado de colonia de aclimatación a fines del siglo XIX', in XII Coloquio de Historia Canario-Americana, pp. 789-802, 1996
-1895, Canarias ante el inicio de la Guerra de Independencia Cubana', Revista el Museo Canario, LIII, 1998, pp. 347-366
-Convictos cubanos deportados a Canarias y África durante la represión del independentismo, 1868-1900', Boletín Millares Carlo, 17, 1999, pp. 103-119
-Las quintas en las ciudad de Las Palmas de Gran Canaria durante la Guerra de Cuba, 1895-1898', in XIII Coloquio de Historia Canario-Americana. VIII Congreso Internacional de Historia de América (AEA), 2000, pp. 791-827
-La respuesta popular ante la guerra: las deserciones en 1898', in Las Ciudades y la Guerra, Universidad Jaime I, Castellón, 2002, pp. 525-540
-Prófugos y desertores canarios en el Caribe a finales del siglo XIX: una corriente migratoria para el mercado de trabajo americano', en Caribe. Sintonias e Dissonâncias, Goiás, 2004, pp. 177-210
[9] La presencia de las Fuerzas de Orden Público durante estos acontecimientos constituye una prolongación de las existentes en la España peninsular. Aparece reflejada con profesionalidad y rigor en el libro de los autores Miguel a Camino del Olmo y Vicente Cabo Meseguer, editado por la Fundación Policía Española, Temas de cultura Policial, citado anteriormente, La Policía española de Ultramar, Cuba y Puerto Rico, Madrid, 2003,
[10] Sin embargo, la Isla de Cuba continuó siendo el destino de mayor reclamo desde estos momentos hasta la primera mitad del siglo XX, que decae. El canario-isleño hermanado con el "guajiro" cubano se dedicaba al laboreo de la tierra, con específica dedicación a los cultivos de la caña y especialmente del tabaco en el que eran especialistas, en oficio aprendido en la Isla de La Palma y Tenerife, especialmente, en famosas cosechas obtenidas en las huertas “ad hoc”, preparadas en el fondo de barrancos y junto al agua de curso libre, o extraída de las ya numerosas galerías subterráneas, cuya metodología de cultivo trasladaron a Cuba. Destacaban en el cultivo de la caña y otras labores del campo, pero fue el laboreo del tabaco donde tuvo el gran protagonismo por su especialización y conocimiento de tal planta insigne para la industria y economía cubanas, en cuyo desarrollo contribuyó enormemente aquel inmigrante natural Canarias.
[11] Sin embargo, fueron infinidad los canarios que lucharon heroicamente en Cuba a favor de la pertenencia a España. El general Ignacio Pérez Galdós, grancanario, hermano del famoso novelista. Fue voluntario a Cuba y obtuvo por su valor tres ascensos por méritos de guerra, además de numerosas condecoraciones. Nombrado en 1900, fue uno de los mejores capitanes generales que tuvo Canarias. José March y García de Mesa, lagunero, que fue nombrado capitán general de Canarias en 1907. Fue voluntario a Cuba, participó en numerosos combates, fue herido, enfermó de cólera, obtuvo numerosas condecoraciones y tres ascensos por méritos de guerra en Cuba. Estuvo en Cuba en seis ocasiones. Cuando cumplía el tiempo máximo de residencia en la isla, pedía volver de nuevo. La rendición española le sorprendió en el cargo de general gobernador militar de la zona militar que comprendía el importante enclave de Puerto Príncipe. En 1911 se hizo cargo de la Capitanía General de Canarias. Higinio Lugo Torres, tacorontero, cabo de Infantería, que el 12 de mayo de 1896, se cubrió de gloria en la campaña cubana, en la acción de la trocha de Júcaro a Morón. Iba al frente de nueve soldados, con los que realizaba un servicio de escolta, cuando fueron tiroteados por varios jinetes y más de 50 insurrectos de infantería. Se batió con valor heroico y rechazó al enemigo causándole numerosas bajas. Dos años después, el 6 de diciembre de 1898, le concedieron la Cruz Laureada de San Fernando, la más alta consideración del Ejército español.Weyler y Canarias: Weyler fue un personaje entrañable y positivo para Canarias, especialmente para Tenerife, isla a la que defendió políticamente como pocos. Lo hizo con más tesón y acierto que muchos políticos nacidos en las islas.
[12] No obstante, a principios del pasado siglo XX, tras la independencia cubana de la madre patria, y hasta los años cincuenta, tuvo lugar la mayor afluencia de canarios hacia Cuba; unos huyendo de los reclutamientos forzosos para las guerras en Marruecos, otros deseando probar la suerte que las islas no le deparaban, y los más por necesidad vital de casi extrema necesidad, especialmente en los años de malas cosechas y de falta de mano de obra en el campo, lugar al que como peones, sin apenas derechos, se encaminaba toda su vida laboral. La sombra de aquel sistema laboral caciquil imperante, al que en todo momento habría de permanecer sumiso, era otro motivo fundamental para ir a "la lejana Cuba", donde con suerte se podrían ahorrar algunos pesos y centenes, para regresar libre y con fama al terruño, comprar una casita y casar con la "isleña" que siempre "le había gustado" a la que ahora, desde su nueva posición, "lograba interesar". N d A.
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Cuba Nuestra-Sweden/Historia/12/07/2007
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