Las relaciones bilaterales entre China y Vietnam están atravesando un momento positivo. Son muchos los acuerdos destinados a instaurar ventajas económicas y condiciones de desarrollo recíproco, pero también entran en juego las ambiciones geopolíticas de Pekín, ansiosa por excluir a posibles adversarios de la zona considerada como de interés únicamente chino.
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Marco Crosetto
Marco Crosetto
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De toda Asia, por cultura, historia y forma de vida, Vietnam parece ser el país más similar a la nación china. Conscientes de ello, ambos estados están construyendo, en la actualidad, nuevos proyectos que incluyen desde el comercio hasta la política, pasando por algunos temas concernientes a la seguridad. Después de más de cincuenta años de relaciones con altibajos, finalizadas con el establecimiento de relaciones diplomáticas en 1991, Vietnam y China han creado un canal de diálogo preferente que, poco a poco, se ha consolidado hasta convertirse en un instrumento para la firma de cientos de proyectos comunes y documentos de desarrollo. El objetivo de ambas partes es doble: por un lado fortalecer la amistad y el respeto y por otro incrementar el desarrollo económico y las condiciones de paz y estabilidad. Desde 2000 hasta la actualidad, casi todos los años los máximos cargos de ambos países se han visitado recíprocamente y, en la mayor parte de las ocasiones, las reuniones han llevado a resultados concretos. Los datos confirman el desarrollo constante y en aumento de las colaboraciones: en 1992 el intercambio comercial entre China y Vietnam era de unos 250 millones de dólares, mientras que en 2003 llegó a los cuatro mil millones de dólares y, en 2006, alcanzó los ocho mil millones. Actualmente, se prevé que sobrepase los diez mil millones para antes de 2010. Se trata de un aumento cercano al 20% anual. A este capital se suman las inversiones directas chinas procedentes tanto de particulares como del PCC (Partido Comunista Chino). También en este caso el flujo asciende continuamente con cifras que, en los últimos años, han financiado unos 250 proyectos. Pekín extiende cheques cuantiosos a su vecino y el gobierno de Hanoi se beneficia de ellos. El capital ayuda al desarrollo del país de tal manera que los proyectos para 2007 deberían ver un crecimiento económico superior al 8%. El PCC financia a Vietnam en calidad de ODA (Official Development Assistance) y, por lo tanto, proporciona asistencia y préstamos sin asfixiantes condiciones de devolución. A Hanoi le llegan millones de dólares para desarrollar la cultura, la educación y la ideología comunista. Con respecto a esta última, hace pocos días tuvo lugar, en Guiyang, un seminario en el que miembros del PCC y del Partido Comunista de Vietnam (PCV) encendieron el debate sobre las teorías socialistas y la necesidad de un empleo para crear sociedades fuertes y armoniosas. A estos resultados positivos se añaden los obtenidos el pasado mayo en Pekín entre Wen Jiabao y el recién elegido presidente vietnamita, Nguyen Minh Triet, que sentaron las bases para una ampliación de los campos de cooperación en los sectores más delicados de las telecomunicaciones y de la energía. También en mayo, algunas compañías chinas importantes como la China Merchants Group, la China Huadian Corporation y la China Airport Construction firmaron con Hanoi contratos millonarios que, posiblemente, implicarán financiación en algunos sectores clave de la economía e infraestructuras vietnamitas. Otra cosa que contribuye a hacer prosperar este escenario se consiguió en junio, cuando numerosos hombres de negocio vietnamitas y chinos se encontraron en Guangzhou, capital de la región de Guangdong, en el marco del China-Vietnam Economic and Trade Cooperation Forum. Durante la reunión, Lin Musheng, vicegobernador de la provincia, subrayó que, solamente el comercio entre la región y Hanoi, fue de más de 1.500 millones de dólares en 2006, un total que supone casi una sexta parte del comercio total chino-vietnamita.
De toda Asia, por cultura, historia y forma de vida, Vietnam parece ser el país más similar a la nación china. Conscientes de ello, ambos estados están construyendo, en la actualidad, nuevos proyectos que incluyen desde el comercio hasta la política, pasando por algunos temas concernientes a la seguridad. Después de más de cincuenta años de relaciones con altibajos, finalizadas con el establecimiento de relaciones diplomáticas en 1991, Vietnam y China han creado un canal de diálogo preferente que, poco a poco, se ha consolidado hasta convertirse en un instrumento para la firma de cientos de proyectos comunes y documentos de desarrollo. El objetivo de ambas partes es doble: por un lado fortalecer la amistad y el respeto y por otro incrementar el desarrollo económico y las condiciones de paz y estabilidad. Desde 2000 hasta la actualidad, casi todos los años los máximos cargos de ambos países se han visitado recíprocamente y, en la mayor parte de las ocasiones, las reuniones han llevado a resultados concretos. Los datos confirman el desarrollo constante y en aumento de las colaboraciones: en 1992 el intercambio comercial entre China y Vietnam era de unos 250 millones de dólares, mientras que en 2003 llegó a los cuatro mil millones de dólares y, en 2006, alcanzó los ocho mil millones. Actualmente, se prevé que sobrepase los diez mil millones para antes de 2010. Se trata de un aumento cercano al 20% anual. A este capital se suman las inversiones directas chinas procedentes tanto de particulares como del PCC (Partido Comunista Chino). También en este caso el flujo asciende continuamente con cifras que, en los últimos años, han financiado unos 250 proyectos. Pekín extiende cheques cuantiosos a su vecino y el gobierno de Hanoi se beneficia de ellos. El capital ayuda al desarrollo del país de tal manera que los proyectos para 2007 deberían ver un crecimiento económico superior al 8%. El PCC financia a Vietnam en calidad de ODA (Official Development Assistance) y, por lo tanto, proporciona asistencia y préstamos sin asfixiantes condiciones de devolución. A Hanoi le llegan millones de dólares para desarrollar la cultura, la educación y la ideología comunista. Con respecto a esta última, hace pocos días tuvo lugar, en Guiyang, un seminario en el que miembros del PCC y del Partido Comunista de Vietnam (PCV) encendieron el debate sobre las teorías socialistas y la necesidad de un empleo para crear sociedades fuertes y armoniosas. A estos resultados positivos se añaden los obtenidos el pasado mayo en Pekín entre Wen Jiabao y el recién elegido presidente vietnamita, Nguyen Minh Triet, que sentaron las bases para una ampliación de los campos de cooperación en los sectores más delicados de las telecomunicaciones y de la energía. También en mayo, algunas compañías chinas importantes como la China Merchants Group, la China Huadian Corporation y la China Airport Construction firmaron con Hanoi contratos millonarios que, posiblemente, implicarán financiación en algunos sectores clave de la economía e infraestructuras vietnamitas. Otra cosa que contribuye a hacer prosperar este escenario se consiguió en junio, cuando numerosos hombres de negocio vietnamitas y chinos se encontraron en Guangzhou, capital de la región de Guangdong, en el marco del China-Vietnam Economic and Trade Cooperation Forum. Durante la reunión, Lin Musheng, vicegobernador de la provincia, subrayó que, solamente el comercio entre la región y Hanoi, fue de más de 1.500 millones de dólares en 2006, un total que supone casi una sexta parte del comercio total chino-vietnamita.
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La situación de las relaciones chino-vietnamitas está, sin duda, atravesando un momento excelente. Sin embargo, no todo es como parece y, de hecho, aunque los logros saltan a la vista, tras la explícita cordialidad hay elementos que podrían convertirse en fuente de inestabilidad. Parece obvio que la estrategia china en Vietnam, así como en todo el sudeste asiático, se está moviendo para excluir definitivamente los intereses de otros países (Estados Unidos, la India, Japón y, en algunas zonas, Rusia). Los instrumentos que utiliza son conocidos: gracias a las grandes reservas de capital acumuladas con el crecimiento económico, Pekín usa el soft power para “amansar a sus vecinos y capturarlos en su red”. Esto significa invertir cuantiosamente en los países de la región para crear un “jardín propio” para su uso exclusivo. Sin embargo, esta es una conclusión que podría crear el primer problema con Vietnam. Por el momento, Hanoi colabora, acepta las suculentas sumas de dinero necesarias para su desarrollo, reconoce la política china y, sobre todo, se une a la política de la “One China”. Sin embargo, nadie asegura que la colaboración sea eterna y nada impide que, antes o después, puedan surgir diferencias entre ambas naciones. Bajo la feliz apariencia de las relaciones chino-vietnamitas está el interés real de Pekín, que quiere tener en su zona de influencia a la mayor parte de los países de la región. Tal y como ya se ha dicho, Vietnam está, por sus características e historia, muy cercano a China y parece difícil que la obra de Pekín encuentre serias diferencias en el futuro próximo, sobre todo porque el capital e inversiones son cuantiosos. En realidad, existe un pequeño punto de discordia entre ambas naciones relativo a la puesta en marcha de un FTA (Free Trade Agreement) entre China y los países de la ASEAN para 2010. Vietnam es uno de los diez miembros de la organización con los que Pekín está intentando llevar a cabo sus estrategias para conseguir la adhesión al proyecto y, quizá, una estrecha alianza. Sin embargo, recientemente Hanoi ha entrado en la OMC y no obtiene grandes ventajas del nacimiento de una zona de libre comercio. Quizá es precisamente por eso por lo que China ha aumentado, en los últimos tiempos, el flujo de dinero hacia el territorio vietnamita. Es una pequeña diferencia que no parece que vaya a aumentar, pero es lo suficientemente importante como para hacer saltar la alarma, cuyo ruido se hace cada vez más fuerte cuando Pekín asiste a los coloquios o a los acuerdos entre Vietnam y Estados Unidos. China no desea la incómoda presencia en la zona de los intereses americanos, pero el gobierno vietnamita tiene razones para querer lo contrario. Los intercambios con Washington son importantes, de más de 8.000 millones de dólares al año. La histórica visita del presidente George W. Bush a Vietnam en 2006 y el reciente viaje de Triet a EEUU confirman las buenas relaciones. Sin embargo, con Washington también quedan cuentas pendientes: EEUU quiere que haya una mayor protección de los derechos humanos, mientras que Vietnam pide que le recompense por el “agente naranja” un herbicida utilizado por el ejército americano durante la guerra entre ambos países.
La situación de las relaciones chino-vietnamitas está, sin duda, atravesando un momento excelente. Sin embargo, no todo es como parece y, de hecho, aunque los logros saltan a la vista, tras la explícita cordialidad hay elementos que podrían convertirse en fuente de inestabilidad. Parece obvio que la estrategia china en Vietnam, así como en todo el sudeste asiático, se está moviendo para excluir definitivamente los intereses de otros países (Estados Unidos, la India, Japón y, en algunas zonas, Rusia). Los instrumentos que utiliza son conocidos: gracias a las grandes reservas de capital acumuladas con el crecimiento económico, Pekín usa el soft power para “amansar a sus vecinos y capturarlos en su red”. Esto significa invertir cuantiosamente en los países de la región para crear un “jardín propio” para su uso exclusivo. Sin embargo, esta es una conclusión que podría crear el primer problema con Vietnam. Por el momento, Hanoi colabora, acepta las suculentas sumas de dinero necesarias para su desarrollo, reconoce la política china y, sobre todo, se une a la política de la “One China”. Sin embargo, nadie asegura que la colaboración sea eterna y nada impide que, antes o después, puedan surgir diferencias entre ambas naciones. Bajo la feliz apariencia de las relaciones chino-vietnamitas está el interés real de Pekín, que quiere tener en su zona de influencia a la mayor parte de los países de la región. Tal y como ya se ha dicho, Vietnam está, por sus características e historia, muy cercano a China y parece difícil que la obra de Pekín encuentre serias diferencias en el futuro próximo, sobre todo porque el capital e inversiones son cuantiosos. En realidad, existe un pequeño punto de discordia entre ambas naciones relativo a la puesta en marcha de un FTA (Free Trade Agreement) entre China y los países de la ASEAN para 2010. Vietnam es uno de los diez miembros de la organización con los que Pekín está intentando llevar a cabo sus estrategias para conseguir la adhesión al proyecto y, quizá, una estrecha alianza. Sin embargo, recientemente Hanoi ha entrado en la OMC y no obtiene grandes ventajas del nacimiento de una zona de libre comercio. Quizá es precisamente por eso por lo que China ha aumentado, en los últimos tiempos, el flujo de dinero hacia el territorio vietnamita. Es una pequeña diferencia que no parece que vaya a aumentar, pero es lo suficientemente importante como para hacer saltar la alarma, cuyo ruido se hace cada vez más fuerte cuando Pekín asiste a los coloquios o a los acuerdos entre Vietnam y Estados Unidos. China no desea la incómoda presencia en la zona de los intereses americanos, pero el gobierno vietnamita tiene razones para querer lo contrario. Los intercambios con Washington son importantes, de más de 8.000 millones de dólares al año. La histórica visita del presidente George W. Bush a Vietnam en 2006 y el reciente viaje de Triet a EEUU confirman las buenas relaciones. Sin embargo, con Washington también quedan cuentas pendientes: EEUU quiere que haya una mayor protección de los derechos humanos, mientras que Vietnam pide que le recompense por el “agente naranja” un herbicida utilizado por el ejército americano durante la guerra entre ambos países.
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El punto más delicado de las relaciones chino-vietnamitas es la seguridad. Un tema formado por tres elementos: las islas Spratly, la zona de la frontera y los proyectos energéticos vietnamitas. En lo que respecta al archipiélago situado en el Mar Chino Meridional, en cuyo subsuelo hay yacimientos de petróleo, la disputa está abierta entre China, Taiwán, Malasia, Filipinas y Vietnam. En los últimos años, Pekín ha adquirido el papel de mediador y, de hecho, ha conseguido progresos con Hanoi, aunque la cuestión aún no se ha resuelto por completo y los incidentes como el de hace unas semanas, cuando un barco chino disparó a un pesquero vietnamita, no contribuyen a encontrar una solución amistosa. En el tema de las fronteras se consiguieron en mayo resultados positivos. Para consolidar la paz y la estabilidad a lo largo de la frontera se llevará a cabo una política de “dos pasillos y un cinturón económico”. Los primeros unirán Kunming, en el suroeste de China, y Nanning, en la región autónoma de Gaungxi, con Hai Phong, en Vietnam. El cinturón, por su parte, comprenderá el Golfo de Beibu y zonas de la frontera chino-vietnamita. Algunos centros de intercambio favorecerán los acuerdos en Guangxi y en Lang Son, Vietnam. La cuestión energética es mucho más compleja. Si, por un lado, se han firmado recientemente acuerdos de colaboración, por otro, cuando el soft power de Pekín encuentra fuentes o iniciativas energéticas, cambia y asume características más duras. Así sucedió cuando Vietnam decidió construir el gran gasoducto que, desde los yacimientos offshore ante las costas sudorientales del país llevaría el producto a la planta de Phu My. China protesta y reivindica los derechos de soberanía y jurisdicción sobre el uso del mar para las obras. En realidad, Pekín está preocupado porque tras el proyecto hay intereses ingleses y está el coloso americano ConocoPhillipps. Se podría dar una situación de ventaja para un competidor geopolítico que el PCC no parece dispuesto a aceptar.
El punto más delicado de las relaciones chino-vietnamitas es la seguridad. Un tema formado por tres elementos: las islas Spratly, la zona de la frontera y los proyectos energéticos vietnamitas. En lo que respecta al archipiélago situado en el Mar Chino Meridional, en cuyo subsuelo hay yacimientos de petróleo, la disputa está abierta entre China, Taiwán, Malasia, Filipinas y Vietnam. En los últimos años, Pekín ha adquirido el papel de mediador y, de hecho, ha conseguido progresos con Hanoi, aunque la cuestión aún no se ha resuelto por completo y los incidentes como el de hace unas semanas, cuando un barco chino disparó a un pesquero vietnamita, no contribuyen a encontrar una solución amistosa. En el tema de las fronteras se consiguieron en mayo resultados positivos. Para consolidar la paz y la estabilidad a lo largo de la frontera se llevará a cabo una política de “dos pasillos y un cinturón económico”. Los primeros unirán Kunming, en el suroeste de China, y Nanning, en la región autónoma de Gaungxi, con Hai Phong, en Vietnam. El cinturón, por su parte, comprenderá el Golfo de Beibu y zonas de la frontera chino-vietnamita. Algunos centros de intercambio favorecerán los acuerdos en Guangxi y en Lang Son, Vietnam. La cuestión energética es mucho más compleja. Si, por un lado, se han firmado recientemente acuerdos de colaboración, por otro, cuando el soft power de Pekín encuentra fuentes o iniciativas energéticas, cambia y asume características más duras. Así sucedió cuando Vietnam decidió construir el gran gasoducto que, desde los yacimientos offshore ante las costas sudorientales del país llevaría el producto a la planta de Phu My. China protesta y reivindica los derechos de soberanía y jurisdicción sobre el uso del mar para las obras. En realidad, Pekín está preocupado porque tras el proyecto hay intereses ingleses y está el coloso americano ConocoPhillipps. Se podría dar una situación de ventaja para un competidor geopolítico que el PCC no parece dispuesto a aceptar.
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Las relaciones entre China y Vietnam viven un momento próspero. Los resultados obtenidos hasta la actualidad son concretos y los futuros proyectos ambiciosos. Si bien la situación de los intercambios comerciales parece tranquila, puede haber diferencias al entrar en juego otros actores geopolíticos. China no quiere intromisiones en su “propiedad” y, si las relaciones entre Vietnam y algún otro país se consolidaran, las negociaciones entre China y Vietnam podrían verse perjudicadas.
Las relaciones entre China y Vietnam viven un momento próspero. Los resultados obtenidos hasta la actualidad son concretos y los futuros proyectos ambiciosos. Si bien la situación de los intercambios comerciales parece tranquila, puede haber diferencias al entrar en juego otros actores geopolíticos. China no quiere intromisiones en su “propiedad” y, si las relaciones entre Vietnam y algún otro país se consolidaran, las negociaciones entre China y Vietnam podrían verse perjudicadas.
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China: la exigencia de una mayor seguridad alimentaria y farmacéutica
China-Brasil: relaciones económicas
China: la industria aeronáutica despega y el coloso Airbus aterriza en Tianjin
China: el crecimiento del sistema económico de Hong Kong
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Equilibri.net - Italy/31/08/2007
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