Dr. Alberto Scavarelli (*)
-
Una vez más algunos uruguayos y muchos latinoamericanos, son arbitraria y groseramente expulsados, cuando pretenden ingresar legalmente a la siempre querida España.
No cabe duda que todo país tiene el derecho soberano de establecer su política inmigratoria. Tiene por tanto el derecho reglado de admisión, siempre que sea en función de requisitos claramente preestablecidos e informados a los viajeros, al tiempo de salir de su país de origen. Cuando esos requisitos son cumplidos, queda habilitado sin más a transitar libremente por el mundo.
Hay un derecho humano fundamental a la libre circulación de las personas, sin el cual el ejercicio real de la libertad personal se ve definitivamente conculcado. Se limita ese derecho esencial cuando se le prohíbe dictatorialmente a un ciudadano salir libremente de su país cuando lo quiera -o como sucede ahora- se le impide ingresar a otro país sin otro fundamento que la discrecional arbitrariedad funcional. Son tiempos difíciles, llenos de desconfianza, egoísmo y temor; factores que siempre son malos consejeros como guía razonable de la acción. Pero cuando un viajero cumple con la normativa impuesta y tiene su pasaje de ida y vuelta, no puede ser sometido al escarnio personal, a la incertidumbre, a la aislada detención por días y la expulsión del país como si fuera un indeseable.
Hace dos años en un artículo publicado en estas páginas, que titulamos "El Muro de Barajas", hicimos alusión a este nuevo muro de Berlín del siglo 21, que discrimina con burocracia de la mala, a los viajeros latinoamericanos.
Cuan malo habría sido para todos si así se hubiera actuado ayer no más por estas tierras, cuando la beneficiosa inmigración procedente desde una Europa entonces cruelmente empobrecida, encontró por estos lares un rincón fraterno donde pudieron rehacer sus vidas. En tiempos más recientes, la emigración española en Alemania o Suiza, por ejemplo, fue muy grande, y en cada tratamiento injusto con los suyos, las protestas españolas, fueron tan fuertes como justas, al igual que lo son las nuestras de hoy.
Soberbios funcionarios hacen en Barajas a nuestra gente del sur, lo que por aquí no se hizo ni hará nunca a los suyos. Hacen con nuestra gente -que a poco que averigüen verán que también es genética y culturalmente la de ellos- con particular celo lo que rechazaron con razón porque era injusto cuando a los suyos se les hacía en otras partes.
-
Una vez más algunos uruguayos y muchos latinoamericanos, son arbitraria y groseramente expulsados, cuando pretenden ingresar legalmente a la siempre querida España.
No cabe duda que todo país tiene el derecho soberano de establecer su política inmigratoria. Tiene por tanto el derecho reglado de admisión, siempre que sea en función de requisitos claramente preestablecidos e informados a los viajeros, al tiempo de salir de su país de origen. Cuando esos requisitos son cumplidos, queda habilitado sin más a transitar libremente por el mundo.
Hay un derecho humano fundamental a la libre circulación de las personas, sin el cual el ejercicio real de la libertad personal se ve definitivamente conculcado. Se limita ese derecho esencial cuando se le prohíbe dictatorialmente a un ciudadano salir libremente de su país cuando lo quiera -o como sucede ahora- se le impide ingresar a otro país sin otro fundamento que la discrecional arbitrariedad funcional. Son tiempos difíciles, llenos de desconfianza, egoísmo y temor; factores que siempre son malos consejeros como guía razonable de la acción. Pero cuando un viajero cumple con la normativa impuesta y tiene su pasaje de ida y vuelta, no puede ser sometido al escarnio personal, a la incertidumbre, a la aislada detención por días y la expulsión del país como si fuera un indeseable.
Hace dos años en un artículo publicado en estas páginas, que titulamos "El Muro de Barajas", hicimos alusión a este nuevo muro de Berlín del siglo 21, que discrimina con burocracia de la mala, a los viajeros latinoamericanos.
Cuan malo habría sido para todos si así se hubiera actuado ayer no más por estas tierras, cuando la beneficiosa inmigración procedente desde una Europa entonces cruelmente empobrecida, encontró por estos lares un rincón fraterno donde pudieron rehacer sus vidas. En tiempos más recientes, la emigración española en Alemania o Suiza, por ejemplo, fue muy grande, y en cada tratamiento injusto con los suyos, las protestas españolas, fueron tan fuertes como justas, al igual que lo son las nuestras de hoy.
Soberbios funcionarios hacen en Barajas a nuestra gente del sur, lo que por aquí no se hizo ni hará nunca a los suyos. Hacen con nuestra gente -que a poco que averigüen verán que también es genética y culturalmente la de ellos- con particular celo lo que rechazaron con razón porque era injusto cuando a los suyos se les hacía en otras partes.
Que tiempo absurdo e injusto: una parte del primer mundo rechaza a los hispano-americanos solo por serlo, y en la España ancestral, la de sus orígenes, también se les expulsa con publicitado oprobio, como queriendo no ser menos en el selecto club primer mundista de su reciente ingreso.
En estos tiempos de infinitos riesgos, en este mundo que aun sigue siendo redondo y de giro continuo sobre si mismo, nadie sabe cómo será el tiempo futuro, ni de quien se podrá necesitar. Actuar con humanismo no sólo es de buen estilo, es también una inversión valiosa, cuando de tratar con los demás se trata.
Por estas partes del mundo al sur del sur, jamás en democracia, se tiene instalada impunemente esta arrogancia arbitraria ejercitada por un puñado de funcionarios sin control o límite visible, que actúan sin buen modo ni mínima sensatez; creyendo que tienen el derecho de decir "tu pasas y tú no y te expulsaremos", aun cuando se cumplan los requisitos de admisión que ellos mismos han fijado unilateralmente.
Si se cumplen los requisitos razonablemente exigidos, hay derecho a ingresar a cualquier país en tiempos de paz. No se puede evaluar al viajero a ojo de buen cubero y porque no les guste algo de él, encerrarlo en una habitación por días en condiciones lamentables, aislarlos, y luego deportarles como si se tratara de malvivientes.
Para controlar lo que hace el viajero en el país al que llega, tienen esas nuevamente ricas sociedades mil maneras legítimas de actuar. Si se respetan los derechos humanos más allá de declaraciones, lo que debe presumirse es la verdad de los dichos. Parapetados tras el muro del aeropuerto de Barajas, algunos funcionarios españoles hoy parecen olvidarlo.
El gobierno español informa que para reforzar las relaciones con los países de América Latina festejará el aniversario por los 200 años de nuestra independencia que se iniciará en México en el 2010. Para eso, para nuestra alegría y con supremo acierto, a puesto a cargo nada menos que a un constructor de democracia como Felipe González.
La independencia de España nunca dejó enojo en estas tierras, porque siempre será como otras, nuestra querida madre patria. Ojalá que para entonces, los buenos propósitos anunciados, se compadezcan con el trato dado a nuestra gente por sus funcionarios en frontera.
La condición de país rico, para nadie es desde siempre ni para siempre, por eso es bueno actuar con una mínima dosis de humanismo y humildad.
A estos funcionarios españoles que hoy denostan a los descendientes de sus compatriotas de ayer cuando llegan al aeropuerto de Barajas, les decimos que su iniquidad no impedirá que sigamos diciendo desde el alma, "viva España". La España ancestral, la cuna de tantos talentos y amigos entrañables y la de tanta buena gente, nada tiene que ver con estas cosas de una burocracia migratoria enceguecida. La madre patria, la de quienes un día vinieron aquí y nos dieron y se les dio lo mejor, sin discriminar ropajes, maletas desvencijadas, ni presumidas malas intenciones, desde nuestro compartido modo de ser hospitalario y solidario. Un modo de ser tan esencialmente uruguayo y latinoamericano, que nos enorgullecerá por siempre.
En estos tiempos de infinitos riesgos, en este mundo que aun sigue siendo redondo y de giro continuo sobre si mismo, nadie sabe cómo será el tiempo futuro, ni de quien se podrá necesitar. Actuar con humanismo no sólo es de buen estilo, es también una inversión valiosa, cuando de tratar con los demás se trata.
Por estas partes del mundo al sur del sur, jamás en democracia, se tiene instalada impunemente esta arrogancia arbitraria ejercitada por un puñado de funcionarios sin control o límite visible, que actúan sin buen modo ni mínima sensatez; creyendo que tienen el derecho de decir "tu pasas y tú no y te expulsaremos", aun cuando se cumplan los requisitos de admisión que ellos mismos han fijado unilateralmente.
Si se cumplen los requisitos razonablemente exigidos, hay derecho a ingresar a cualquier país en tiempos de paz. No se puede evaluar al viajero a ojo de buen cubero y porque no les guste algo de él, encerrarlo en una habitación por días en condiciones lamentables, aislarlos, y luego deportarles como si se tratara de malvivientes.
Para controlar lo que hace el viajero en el país al que llega, tienen esas nuevamente ricas sociedades mil maneras legítimas de actuar. Si se respetan los derechos humanos más allá de declaraciones, lo que debe presumirse es la verdad de los dichos. Parapetados tras el muro del aeropuerto de Barajas, algunos funcionarios españoles hoy parecen olvidarlo.
El gobierno español informa que para reforzar las relaciones con los países de América Latina festejará el aniversario por los 200 años de nuestra independencia que se iniciará en México en el 2010. Para eso, para nuestra alegría y con supremo acierto, a puesto a cargo nada menos que a un constructor de democracia como Felipe González.
La independencia de España nunca dejó enojo en estas tierras, porque siempre será como otras, nuestra querida madre patria. Ojalá que para entonces, los buenos propósitos anunciados, se compadezcan con el trato dado a nuestra gente por sus funcionarios en frontera.
La condición de país rico, para nadie es desde siempre ni para siempre, por eso es bueno actuar con una mínima dosis de humanismo y humildad.
A estos funcionarios españoles que hoy denostan a los descendientes de sus compatriotas de ayer cuando llegan al aeropuerto de Barajas, les decimos que su iniquidad no impedirá que sigamos diciendo desde el alma, "viva España". La España ancestral, la cuna de tantos talentos y amigos entrañables y la de tanta buena gente, nada tiene que ver con estas cosas de una burocracia migratoria enceguecida. La madre patria, la de quienes un día vinieron aquí y nos dieron y se les dio lo mejor, sin discriminar ropajes, maletas desvencijadas, ni presumidas malas intenciones, desde nuestro compartido modo de ser hospitalario y solidario. Un modo de ser tan esencialmente uruguayo y latinoamericano, que nos enorgullecerá por siempre.
-
(*) Representante Nacional-Partido Colorado-Uruguay.
-
Uruguay Informe/04/08/2007
No hay comentarios:
Publicar un comentario