18/8/07

Sarkozy y el póquer de dos barajas

Omnipresente, el presidente francés cultiva un pragmatismo y un eclecticismo exacerbados

(I)MIQUEL ZUERAS
JOSÉ ANTONIO Sorolla*

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En la primera semana de julio, Nicolas Sarkozy invitó a comer en el palacio del Elíseo a un grupo de intelectuales. Asistieron, entre otros, el filósofo André Gluksmann, que votó por el presidente; el cineasta Claude Lanzmann, autor de una obra monumental sobre el Holocausto; el historiador nacionalista Max Gallo, antiguo portavoz de François Mitterrand que acaba de publicar un libro titulado nada menos que El alma de Francia, y Eric Marty, discípulo de Roland Barthes. A la salida, Marty expresó su opinión sobre Sarkozy: "Hay en él una especie de libido comunicativa", dijo. Es una de las mejores definiciones del hiperpresidente francés.Pero Sarkozy no es solo comunicación. Además de su omnipresencia y de su omnipotencia, el secreto de su repentino éxito es un pragmatismo exacerbado, un audaz eclecticismo político que le lleva a jugar constantemente al póquer con dos barajas. Como es habilidoso, cualidad que hasta sus enemigos le reconocen, los primeros cien días desde su victoria electoral, que se cumplieron el lunes, son una sucesión de apuestas ganadoras basadas en el despliegue de las propuestas de la campaña electoral y de otras nuevas surgidas de una incesante actividad y de una manera de entender el cargo alejada del estilo ceremonial y trascendente que había sido tradición en la Quinta República.ESTE JUEGO ambivalente afecta a todos los campos. Veamos. En economía, nombra a una ministra y a un equipo superliberal, pero él no deja de reclamar una Europa proteccionista y pelea en la cumbre europea de junio para eliminar de los objetivos de la UE la libre competencia con el argumento de que es un medio, pero no un fin. Con eso intenta contentar a los votantes del no en el referendo del 2005. Su programa económico es una mezcla de anuncios de inspiración neoliberal, como la rebaja de impuestos a los ricos, y la voluntad de intervenir con todos los medios que ofrece el poder político, como se ha visto en la crisis de Airbus. Economistas y empresarios están perplejos ante el sarkozismo, "una doctrina económica no identificada", como tituló Le Monde.En política interior, Sarkozy basa su campaña en arrebatar votos a Le Pen acercándose a las propuestas del caudillo ultra en seguridad, inmigración e identidad nacional, pero luego ejecuta desde la presidencia una apertura a la izquierda que consigue atraer a varios socialistas al Gobierno y desestabilizar de paso al principal partido de la oposición. Del mismo modo, después de coquetear con Le Pen, va más lejos que nadie en la integración de la diversidad, con el nombramiento como ministra de Justicia de Rachida Dati y de Fadela Amara como secretaria de Estado para políticas de la ciudad, ambas de origen magrebí. Rama Yade, nacida en Senegal, se convierte también en secretaria de Estado.En política exterior, Sarkozy forma un equipo lleno de socialistas en el Ministerio de Asuntos Exteriores hasta el punto de que en la cumbre de Bruselas se permite bromear con que el único no socialista de la delegación es él, pero, al mismo tiempo, monta en el Elíseo una célula diplomática, una especie de Consejo de Seguridad Nacional a la americana, dirigido por Jean-David Levitte, un veterano curtido en el realismo de la diplomacia silenciosa frente al activismo mediático del ministro Bernard Kouchner, al que margina, por ejemplo, en la negociación con Libia sobre las enfermeras búlgaras, protagonizada por su mujer, Cécilia, y por su hombre fuerte en el Elíseo, el secretario general Claude Guéant.El episodio libio contradice, por lo demás, su proclamada vuelta a Europa. Francia, con Sarkozy, regresa a Europa, pero él, al menos en principio, actúa por libre en su negociación con Gadafi para sacar réditos económicos y de imagen. Lo mismo se puede decir de la política antiterrorista de Sarkozy. Partidario de la ley y el orden, intransigente ante el terrorismo, no tiene ningún problema en negociar la liberación de la rehén de las FARC colombianas Ingrid Betancourt, de origen francés, hasta el punto de convencer al presidente Álvaro Uribe de que libere al dirigente guerrillero Rodrigo Granda.EN LA POLÍTICA de Sarkozy funciona la consigna de todo y todo al mismo tiempo, tan alejada de la práctica de Mitterrand, lector del Eclesiastés, que sabía que había un tiempo para cada cosa.De momento, todo sale bien, a riesgo de que, además de la "libido comunicativa", haya en el ambiente un aire de poder absoluto que puede volverse en contra del gran hacedor en cualquier momento y que se demuestra en casos como el de la negociación con Libia. Para justificar la presencia de Cécilia, el jefe del Gobierno, François Fillon, ha llegado a declarar que Gadafi no recibe a ministros, y Guéant la ha explicado con la idea de que nadie mejor ni más próximo al presidente que su mujer para negociar en su nombre.Esta forma de gobernar solo tiene un problema: ¿hasta cuándo va a durar la luna de miel? En el póquer, si vas de farol, a veces te lo descubren.

*Periodista
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El Periódico - Cataluña,Spain

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