14/9/07

Biocombustibles: ¿Alternativa ecológica al petróleo?

14/09/2007
Opinión
ASTRID BARNET
CUBAhora
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Mucha información ha circulado en la prensa internacional acerca de la utilización de biodiésel como "combustible ecológico, que no produciría efectos en el calentamiento global y que, a su vez, podría dar salida a las millones de hectáreas de soya sembradas en el Cono Sur". ¿Representa esto entonces una alternativa ecológica al petróleo?

Como se sabe, los países firmantes del Protocolo de Kyoto tienen que cumplir ciertas obligaciones en relación con sus emisiones de gas carbónico, por lo que se han comprometido a sustituir en un 20 por ciento el uso de gasolina y diésel, por otras fuentes sustentables hasta el año 2020. No obstante estas medidas, encaminadas a reducir y eliminar el calentamiento de la atmósfera global durante los próximos cien años —a lo que se adicionarían otros efectos como cambios en el régimen de vientos y lluvias, del cual depende la vida de millones de seres humanos—, y a detener también el ascenso del nivel de los mares que amenaza a islas y zonas costeras bajas, están surgiendo (¡desafortunadamente!) una serie de industrias, consultores y firmas especializadas, que trabajan para convertir estas obligaciones en un gran negocio.

Lo que se prevé para el futuro es que aunque se sustituyan los combustibles fósiles por otras formas de energía, las empresas petroleras seguirían teniendo un papel relevante a partir de estos cambios, utilizarían la misma infraestructura que tienen hasta ahora. Pero, por supuesto, con algunas adaptaciones como, por ejemplo, en la distribución de combustibles para automóviles y otros transportes que requieren de este tipo de energía.

Entre las formas de combustibles que se identifican como alternativas al transporte motorizado están el gas natural, el hidrógeno, los biocombustibles, los combustibles biomasas-a-líquidos (BTL) y el gas licuado de petróleo.

En el caso de los biocombustibles —que incluyen el etanol y el biodiésel, obtenidos de cultivos agrícolas convencionales como oleaginosas, caña de azúcar y cereales— algunas naciones pertenecientes a la Unión Europea (UE) y Estados Unidos ya han establecido compromisos millonarios para utilizarlos de manera creciente como sustitutos de la gasolina y el diésel.

La UE ha establecido que para el año 2010, el seis por ciento de los combustibles serán biocombustibles y para el 2020, del ocho por ciento. Empero, es poco probable que Europa dedique sus suelos a este tipo de cultivos.

En este nuevo escenario mundial, los países subdesarrollados —en especial de América Latina y África— tienen un papel importante y a la vez, degradante: ellos entregan tierras fértiles y mano de obra barata, y se quedan con los llamados pasivos ambientales, para el establecimiento de grandes plantaciones donde se refinarían los codiciados biocombustibles. Significaría, en resumen, que el Tercer Mundo se convierta en la fuente de abastecimiento de esta nueva industria. De hecho, en estos momentos, el principal proveedor de bioetanol a Gran Bretaña es Brasil.

Según declaraciones recientes del Consejo Británico para la Protección de Cultivos (BCPC), "el uso de cultivos para la industria de biocombustibles será inevitable y para ello ya se han construido y se construyen, en países como Argentina y Brasil, grandes plantas de refinación cercanas a las zonas agrícolas y forestales donde se halla la materia prima, y la transportación sería similar a la que se utiliza en la industria petrolera".

¿Contribuye este negocio al cuidado y preservación del medio ambiente?

Se dice que durante el crecimiento de las plantaciones, estas absorben el gas carbónico o CO2. Pero esto es cierto teniendo en cuenta la conformación del suelo antes de establecerse la plantación. Como esta nueva industria tiene planes de expandirse exponencialmente, en Argentina el cultivo de la soya está ocupando zonas de abundante y diversa vegetación, mientras que en Paraguay este producto está reemplazando las siembras de viandas y hortalizas para la alimentación de numerosos núcleos poblacionales existentes en las zonas de Pantanal, Mata Atlántica y El Chaco. Pero la situación es aún más dramática en Brasil, donde se están sustituyendo grandes extensiones de bosques de la Amazonia por plantaciones de soya para la fabricación de biocombustibles.

Por supuesto, en estos casos, el balance de absorción de CO2 es sumamente negativo, pues en el momento en que se quema el biodiésel se vuelve a generar CO2 como producto de la combustión y, adicionalmente, se generan otros gases que provocan el efecto invernadero como resultado del propio cultivo, la refinación y la distribución de biocombustibles.

Podemos concluir entonces que el uso de biocombustibles genera emisiones de CO2 y otros gases relacionados con el calentamiento global —con su consiguiente destrucción de bosques y vegetación originaria—, pero a la vez la expansión masiva de estos cultivos significa un atentado a la soberanía alimentaria de los pueblos, que dejan de producir alimentos con la finalidad de producir "combustible limpio" para las naciones ricas.

Así por ejemplo, en Argentina se planea incrementar la producción de soya a cien millones de toneladas, lo que significaría un altísimo costo ambiental y social para su pueblo, además del incremento del despoblamiento rural, la creciente deforestación y desertificación de los suelos y, por consiguiente, una gran carga de hambre y de inequidad social. En suma, esta riquísima nación de América Latina, conocida históricamente como uno de los "graneros del mundo", se convertirá en pocos años en una "república sojera".

Según especialistas, las predicciones para Brasil son más alarmantes, pues este país podría convertirse en el líder mundial en la sustitución de los combustibles fósiles por fuentes de energía renovables, con todos los impactos que esto supone. Aunque en esta nación los biocombustibles han sido obtenidos a partir de la caña de azúcar hasta la fecha, una creciente expansión del cultivo de la soya haría inevitable una sustitución hacia esta siembra, lo que afectaría a millones de pobladores.

Definitivamente, los bosques, selvas, pampas, llanuras, montañas… extensas áreas de terreno dedicadas durante milenios a la supervivencia del ser humano, se están transformando día a día en herramientas (como opinan algunos observadores) al servicio del capital para alimentar autos de europeos y norteamericanos. Esta es una agricultura sin agricultores, por lo que urge que algunos gobernantes actúen con cordura, busquen nuevas alternativas (que existen) y reconfeccionen estos "planes" o "soluciones" para el futuro inmediato, sin olvidar las repercusiones socio-ambientales que esta situación podría causar. Sólo así podrá lograrse un verdadero desarrollo sustentable en el mundo.
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[2007-06-26]

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