Informe semanal del Instituto para el Desarrollo Social Argentino (Idesa). Especial para Agencia NOVA.
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Adecuadas políticas internas, recuperación luego de la crisis y contexto internacional favorable, son factores que explican el buen momento económico de la Argentina. Fenómenos parecidos se observan en el resto de Latinoamérica. En realidad, la principal diferencia entre los países no es el crecimiento pasado sino la forma en que se preparan para sostener el crecimiento futuro.
La pujanza que mostró hasta ahora la economía mundial ha creado muy buenas condiciones económicas para que los países de Latinoamérica pudieran normalizar sus economías. Luego de un periodo de fuerte inestabilidad que comenzara con las crisis financieras del sudeste asiático y Rusia entre 1997 y 1998, a partir del 2003 los países pudieron recomponer su situación y mostrar importantes progresos en materia económica y social. Para el 2007, se espera que el crecimiento en América Latina continúe, aunque probablemente a niveles no tan altos como los observados en los años anteriores.
Una manera simplificada de cuantificar estos progresos es a través de las variaciones en el producto bruto interno per cápita (PBI per cápita). A fin de trazar una perspectiva de mediano plazo, que tome en cuenta no sólo la fase de recuperación sino también la de crisis de fines de los 90, resulta aconsejable observar la evolución del PBI per cápita en la última década. Tomando 17 países latinoamericanos, entre 1997 - 2007, se destaca que:
-Cinco países tuvieron tasas de crecimiento del PBI per capita superiores al 2% anual: Costa Rica (3,2%), Panamá (2,8%), Chile (2,5%), Perú (2,2%) y México (2,1%).
-En una situación intermedia, siete países –incluyendo a la Argentina (1,5%)– tuvieron tasas de crecimiento del PBI per capita entre 1,0% y 1,8% anual.
-Finalmente, otros cinco países tuvieron tasas de crecimiento del PBI per capita inferiores a 1% anual.
Para contextualizar estas cifras resulta pertinente tener en cuenta, por ejemplo, que el PBI per cápita para el promedio de los países desarrollados crece a razón de 2% anual. En el caso de los países del Sudeste asiático, que hoy son considerados los “nuevos desarrollados”, el PBI per cápita creció a razón de 5% anual durante 25 años (1965 – 1990). Esto es lo que les permitió dar el “salto” al desarrollo. Planteado de esta manera, los últimos 10 años han sido para los países de Latinoamérica mejores que otras épocas (como fue la “década perdida” de los 80) pero insuficiente para dar ese “salto” al desarrollo.
En Argentina, las tasas de crecimiento de los últimos cuatro años han sido muy altas. Esto se explica –como también ocurre, por ejemplo, en Uruguay– porque la caída en el 2002 fue más intensa que en el resto de los países. En la tendencia de mediano plazo, la Argentina no muestra rasgos distintivos ya que su desempeño es similar al resto de Latinoamérica. De todas formas, es muy positivo que el país y la región estén aprovechando el contexto internacional favorable. Ahora, la cuestión estratégica es dar sostenibilidad y autonomía al proceso actual. Esto exige, sintéticamente, mantener la prudencia en la política fiscal y aprovechar la bonanza para promover reglas que incentiven la inversión, el buen funcionamiento de los mercados y perfeccionar los mecanismos de protección social.
La pujanza que mostró hasta ahora la economía mundial ha creado muy buenas condiciones económicas para que los países de Latinoamérica pudieran normalizar sus economías. Luego de un periodo de fuerte inestabilidad que comenzara con las crisis financieras del sudeste asiático y Rusia entre 1997 y 1998, a partir del 2003 los países pudieron recomponer su situación y mostrar importantes progresos en materia económica y social. Para el 2007, se espera que el crecimiento en América Latina continúe, aunque probablemente a niveles no tan altos como los observados en los años anteriores.
Una manera simplificada de cuantificar estos progresos es a través de las variaciones en el producto bruto interno per cápita (PBI per cápita). A fin de trazar una perspectiva de mediano plazo, que tome en cuenta no sólo la fase de recuperación sino también la de crisis de fines de los 90, resulta aconsejable observar la evolución del PBI per cápita en la última década. Tomando 17 países latinoamericanos, entre 1997 - 2007, se destaca que:
-Cinco países tuvieron tasas de crecimiento del PBI per capita superiores al 2% anual: Costa Rica (3,2%), Panamá (2,8%), Chile (2,5%), Perú (2,2%) y México (2,1%).
-En una situación intermedia, siete países –incluyendo a la Argentina (1,5%)– tuvieron tasas de crecimiento del PBI per capita entre 1,0% y 1,8% anual.
-Finalmente, otros cinco países tuvieron tasas de crecimiento del PBI per capita inferiores a 1% anual.
Para contextualizar estas cifras resulta pertinente tener en cuenta, por ejemplo, que el PBI per cápita para el promedio de los países desarrollados crece a razón de 2% anual. En el caso de los países del Sudeste asiático, que hoy son considerados los “nuevos desarrollados”, el PBI per cápita creció a razón de 5% anual durante 25 años (1965 – 1990). Esto es lo que les permitió dar el “salto” al desarrollo. Planteado de esta manera, los últimos 10 años han sido para los países de Latinoamérica mejores que otras épocas (como fue la “década perdida” de los 80) pero insuficiente para dar ese “salto” al desarrollo.
En Argentina, las tasas de crecimiento de los últimos cuatro años han sido muy altas. Esto se explica –como también ocurre, por ejemplo, en Uruguay– porque la caída en el 2002 fue más intensa que en el resto de los países. En la tendencia de mediano plazo, la Argentina no muestra rasgos distintivos ya que su desempeño es similar al resto de Latinoamérica. De todas formas, es muy positivo que el país y la región estén aprovechando el contexto internacional favorable. Ahora, la cuestión estratégica es dar sostenibilidad y autonomía al proceso actual. Esto exige, sintéticamente, mantener la prudencia en la política fiscal y aprovechar la bonanza para promover reglas que incentiven la inversión, el buen funcionamiento de los mercados y perfeccionar los mecanismos de protección social.
Algunos países vecinos dan señales de estar avanzando en este sentido. Chile ha institucionalizado un fondo anticíclico donde parte de los recursos que genera la bonanza son reservados para ser utilizados en el momento en que el ciclo económico se revierta. En Uruguay, el gasto público creció menos que el PBI con lo cual se logró consolidar un superávit fiscal del orden del 4% del PBI en el 2004, que todavía hoy se mantiene.
Sin embargo, se tratan más de excepciones que de reglas. En la Argentina, por ejemplo, no aparece como un tema prioritario la sanción de un nuevo régimen de coparticipación de impuestos y la modernización del sistema tributario para procurar disminuir la presión tributaria nominal preservando la recaudación. Tampoco la transformación del régimen laboral para sostener y profundizar la generación de empleo registrado. Simultáneamente, se solidifican los subsidios a las empresas privadas y la política previsional está generando crecientes compromisos fiscales a futuro.
Tal vez, la manifestación más clara de que el desafío pendiente es todavía estructurar una estrategia de sustentabilidad del crecimiento, sea el tema de la inflación. Este es el indicador que de manera más directa refleja la acumulación de inconsistencias y las dificultades para superarlas.
Manejar la política fiscal y la organización económica y social como si el contexto internacional nunca fuera a cambiar es una falta de previsión. Como ocurrió en el pasado, las consecuencias más inmediatas son el descontrol inflacionario. Pero, en el mediano plazo, el resultado es el estancamiento y la ampliación de la brecha de desarrollo respecto a las naciones que actúan con visiones más estratégicas y de largo plazo.
Sin embargo, se tratan más de excepciones que de reglas. En la Argentina, por ejemplo, no aparece como un tema prioritario la sanción de un nuevo régimen de coparticipación de impuestos y la modernización del sistema tributario para procurar disminuir la presión tributaria nominal preservando la recaudación. Tampoco la transformación del régimen laboral para sostener y profundizar la generación de empleo registrado. Simultáneamente, se solidifican los subsidios a las empresas privadas y la política previsional está generando crecientes compromisos fiscales a futuro.
Tal vez, la manifestación más clara de que el desafío pendiente es todavía estructurar una estrategia de sustentabilidad del crecimiento, sea el tema de la inflación. Este es el indicador que de manera más directa refleja la acumulación de inconsistencias y las dificultades para superarlas.
Manejar la política fiscal y la organización económica y social como si el contexto internacional nunca fuera a cambiar es una falta de previsión. Como ocurrió en el pasado, las consecuencias más inmediatas son el descontrol inflacionario. Pero, en el mediano plazo, el resultado es el estancamiento y la ampliación de la brecha de desarrollo respecto a las naciones que actúan con visiones más estratégicas y de largo plazo.
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Nova - Argentina/17/09/2007
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