4/9/07

Francia: Sarkozy se enfrenta a las reformas económicas

En Francia se abre la era Sarkozy: el nuevo presidente francés, hijo de un inmigrante húngaro, se ha hecho con la presidencia con una amplia mayoría, con un programa cargado de profundas reformas dirigidas a reactivar el crecimiento y el empleo. El objetivo es el de provocar un aumento de la confianza que sostenga la oferta para posteriormente relanzar el consumo. Una medida que ya se puso en práctica en el pasado en los Estados Unidos de Ronald Reagan. El principal problema para París será el cómo financiar las reformas, ya que es muy probable que el proceso tenga que hacer frente a la oposición sindical.
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Francesca Barbieri
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Las reformas económicas

Durante su campaña electoral y especialmente en sus declaraciones pre-electorales, Sarkozy definió sus principales objetivos: de hecho declaró que pretendía presentar al Parlamento un gran número de programas de reforma. Por lo tanto basó gran parte de su campaña electoral en las reformas económicas, haciendo hincapié en el trabajo y en la eficacia de la producción y del desarrollo, en la necesidad de crear nuevos puestos de trabajo así como de reducir el déficit y la presión fiscal.El objetivo principal es dar un nuevo impulso a la economía, haciéndola más atractiva para las inversiones exteriores. De hecho, durante los últimos años Francia no ha brillado mucho a nivel competitivo, obteniendo resultados inferiores a los que esperaban las expectativas, lo que muchos atribuyen a un mercado laboral poco flexible y poco favorable para el crecimiento y el empleo.

Ésta es la razón principal por la que el Presidente ha decidido tomar medidas con respecto a la modalidad de los contratos laborales. Las principales medidas anunciadas se dirigen a eliminar las imposiciones fiscales aplicadas a las horas extra y a la introducción de un modelo de contrato único. La primera es una medida destinada a aumentar las horas de trabajo y el poder adquisitivo de los trabajadores, acabando de hecho con el contrato laboral de 35 horas semanales, pero sin alterar la base jurídica y el valor simbólico del mismo. Algunos opinan que esta medida es el resultado de una hábil decisión: satisfacer tanto al sector empresarial, que vería como se reducen los costes laborales, como al de los trabajadores, que vería como aumentan sus ingresos.

Sin embargo, según algunos analistas las reducciones fiscales afectarán directamente a los ingresos estatales y no facilitarán la creación de empleo ya que las empresas recurrirán directamente a dichas horas extraordinarias. Además, una medida de este tipo amenaza con elevar el número de abusos y fraudes: los empresarios podrían acordar con los trabajadores “hacer pasar” como horas extra desfiscalizadas los aumentos normales de salario, que normalmente están sujetos a tasas, asistiendo a una reducción de los ingresos fiscales. La segunda propuesta de Sarkozy es la introducción de un contrato único. El proyecto, que en realidad sería del 2004, prevé una flexibilidad total, tanto para contratos como para despidos, aplicando las compensaciones adecuadas en caso de pérdida del empleo, a través de mecanismos de recontratación y sobre todo el aumento gradual de los derechos de los trabajadores, en especial de los trabajadores en edad avanzada. El objetivo principal es asegurar una mayor flexibilidad a los empresarios y favorecer así las contrataciones. El principal argumento a favor de la propuesta es el de que se reducirían las diferencias a nivel de derechos entre los que poseen un trabajo (insider) y los que no lo tienen (outsider), restando primacía al contrato indeterminado y poniendo en marcha la difusión de formas más “flexibles” e iguales para todos: la introducción de un modelo de contrato único, en el que los derechos sociales y los relativos a la protección del puesto de trabajo aumentan con la ancianidad. Según el presidente francés, éste también sería un modo de superar la barrera entre los trabajadores más protegidos y los que se encuentran en una situación más precaria. En línea con el modelo económico liberal, Sarkozy anunció el recorte de entre 30 y 40 mil empleos públicos, sustituyendo a sólo uno de cada tres empleados públicos que se jubilan.

¿Un viejo modelo norteamericano?

Según la revista francesa Enjeux, la elección de Sarkozy ha permitido a Francia superar el llamado “declinismo”, o lo que es lo mismo, el fenómeno de depresión general y de baja confianza en el futuro que se ha gestado durante los últimos años. La misión de Sarkozy es sobre todo la de dar un nuevo impulso al consumo. Éste es el tímido inicio de una revolución que recuerda la vieja receta norteamericana de la supply side economics, en la que se basó la política económica estadounidense de los años ochenta, bajo la presidencia de Ronald Reagan. El neologismo, acuñado en los años setenta, se opone a las fórmulas keynesianas, que establecen el apoyo y la intervención del estado cuando los bienes y los servicios de una nación no sean suficientes para garantizar el pleno empleo y la plena realización de una política económica. Por el contrario, la nueva teoría contempla la intervención desde el lado de la oferta, por esto supply side, incentivando las inversiones empresariales.

Sin embargo, los años de la Reaganomics generaron un cierto descontento entre las clases más desfavorecidas, sobre todo entre las minorías de color, ya que eran las que sufrían los mayores recortes del gasto social. En definitiva, menos impuestos y mayor capacidad de inversión, una receta que no tuvo mucho éxito a nivel inmediato. La balanza comercial estadounidense pasó de un activo de 28 mil millones de dólares en 1980 a un pasivo de 111 mil millones de dólares en 1984. Los índices de popularidad del presidente cayeron hasta mínimos históricos, por lo que los demócratas ya daban por descontado el fracaso del mandato del Presidente republicano. Sin embargo posteriormente los datos comenzaron a cambiar: el ex actor de Hollywood acompañó la política económica con una gran campaña de refuerzo militar, capaz de dar el empuje que necesitaba la industria bélica, convirtiéndose en una de las guías del balance económico. El 1983 el desempleo bajó del mínimo histórico del 10'8% al 8%; la inflación se situó en el 5% (del 18% con el que finalizó su mandato Carter) y el PIB alcanzó un crecimiento del 3'6%. Las empresas volvieron a adquirir prioridad a escala mundial, y gracias a la mayor confianza todos los sectores retomaron y superaron los anteriores índices de producción con el consiguiente aumento de puestos de trabajo. Estos años conocidos como “Reagan Years” se caracterizaron por el bienestar que ha acompañado al país hasta finales del siglo pasado.

Por lo tanto la supply side es una política que necesita tiempo para dar los primeros resultados: los beneficios no son inmediatos por lo que es necesario esperar, con el fin de que la recuperación económica sea capaz de colmar los vacíos del balance económico de un estado. Por lo tanto en Europa se está recuperando lo que en Estados Unidos se puso en marcha treinta años atrás.

El IVA social

El gobierno de François Fillon prevé la introducción del llamado “IVA social”, un aumento de los tipos impositivos indirectos con el objetivo de reducir las tasas a las empresas y reducir así el coste del trabajo (de acuerdo con las estrategias de la Unión Europea). La estrategia favorecería la reducción de los precios de los productos nacionales, encarecería las importaciones provocando un efecto similar al de un impuesto sobre los productos de importación y desincentivando a las empresas a crear sucursales en el exterior. En resumen, defender el Made in France. Es una cuestión delicada ya que un aumento del IVA independientemente del tipo de consumo tendría un efecto regresivo, afectando a los sectores más desfavorecidos de la población. Actualmente, el representa el 51% de los ingresos totales, frente al 17% de los impuestos sobre la renta. Además, el 10% de las familias francesas más pobres destina el 8% de su renta en el pago del IVA, frente al 3% de las familias más ricas. Los partidarios del aumento del IVA argumentan que el objetivo es el de financiar la protección social colectiva, que es un justo “derecho de ciudadanía” y, como tal, debe obtenerse de la renta individual (no de las empresas) y ponerse al servicio de la fiscalidad general.

La maniobra defiende que las nuevas imposiciones no afectarán al consumo, ya que las empresas reducirán los precios de venta en relación al ahorro obtenido de los recortes del gasto social cubiertos por el aumento del IVA. Actualmente nada prueba que esto sea así, también porque hay que comprobar la capacidad competitiva de los mercados franceses de productos y servicios. De hecho, si los mercados son oligopolísticos o poco competitivos, el resultado será el aumento temporal de las ganancias y de los precios, con la consiguiente disminución del consumo. Por lo tanto la cuestión es un tanto complicada: la izquierda francesa ve en el IVA social una manera de cargar en los consumidores (y en especial en los más desfavorecidos) los gastos que por el contrario deberían afrontar las empresas. Además, a diferencia de Alemania, donde el crecimiento deriva de las exportaciones, el motor de la economía nacional francesa es el consumo: por lo tanto el aumento del IVA afectaría aún más.

Conclusiones

Según los economistas de los principales bancos de negocios internacionales, la plataforma Sarkozy defiende un coherente programa reformista pro-mercado, que debería fomentar el crecimiento. Sin embargo su programa podría ser también una débil tentativa para reestructurar la economía francesa en cuanto a la oferta. Pero se trata de un reajuste al margen: es muy significativo el hecho de que el nuevo presidente francés haya tenido siempre en segundo plano, o incluso ignorado, el tema de la financiación de las reformas en un país en el que las dimensiones del sector público ha alcanzado el 54% de la economía, la segunda entre los países más industrializados después de Suecia, y donde las imposiciones fiscales suponen el 51% del PIB.
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Equilibri.net - Italy/04/09/2007

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