Israel ha declarado «entidad enemiga» al territorio de Gaza, en manos de Hamas, mientras negocia con un gobierno palestino internacionalmente reconocido que encabeza el presidente Abbas. La sorprendente iniciativa, que introduce en el seno de la comunidad palestina un nuevo factor de división, representa una decisión de gran importancia, dado que supone el abandono explícito por parte de los israelíes de sus deberes como potencia ocupante a la luz del Derecho Internacional. Lo que le permitirá ejecutar una política de represalias como los cortes del suministro de electricidad, carburante o productos esenciales.
Es poco probable, sin embargo, que el presumible intento de rendir por hambre a casi la mitad de la población palestina tenga éxito. El presidente Abbas lo ha condenado ya y la comunidad internacional no aceptará sin más la alteración unilateral del estatus jurídico del territorio, evacuado por Israel, pero bajo su férreo control de fronteras, aguas y espacio aéreo. Y no es aventurado suponer que los islamistas de Hamas podrán resistir, contrabando incluido, mientras el Ejecutivo hebreo se ve afectado en su credibilidad política y moral. La Secretaria de Estado norteamericana, llegada a Israel para intentar salvar una conferencia regional moribunda antes de extender las invitaciones, se ha unido con matices a la proclama israelí al asegurar que Hamas «también es nuestro enemigo», pero puntualizando que su Gobierno no abandonará a los «inocentes de Gaza». Este arriesgado paso no contribuirá a atenuar las tensiones en la región, sacudida ayer por los asesinatos de un diputado antisirio y de otras ocho personas en Beirut. Sobre todo cuando sólo puede ser interpretado como un intento de Israel de dotarse de un recurso jurídico más útil para una política de crudas represalias.
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La Voz Digital- - España/20/09/2007
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