16/9/07

Los olvidos de México

16/09/2007
Opinión
La Presidencia ya no mete mano
Ernesto Julio Teissier
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Desde varios rumbos del ambiente político han llegado preguntas acerca de las razones por las que aquí no se logró una Reforma del Estado —reforma política en nuestro lenguaje—, como la que en 1975, a la muerte del dictador Francisco Franco, empezó a empujar a España a la envidiable posición económica y política que actualmente tiene.Sería motivo para que lo deploráramos todos. Algunos no lo hacemos muy marcadamente, uno, porque sabemos que el intento de agresión contra la libertad de expresarse puede combatirse, por ejemplo, con amparos; y, dos, porque en el México de hoy la Presidencia de la República no interviene en la política ni mete la mano en los partidos.El miércoles todo el país atestiguó que el más débil de los partidos políticos —que es también el que menos dotación de cerebros alcanzó—, hizo la payasada de ocupar la tribuna de la Cámara de Diputados para protestar por la aprobación de la Reforma Fiscal y manifestar su propia impotencia.La diferencia entre España y México es que allá todos los políticos pasaron de la etapa cuaternaria mucho antes, mientras que en nuestro país eso aún no sucede.Las quejas contra el gobierno federal y “contra el régimen” —léase contra el PAN— por el alza a los combustibles carece, por eso, de motivo y de razón. En la actual vida pública del país el Presidente no tiene ni se arroga facultades para meterse en asuntos de otros Poderes, en este caso el Legislativo, y el partido al que pertenece el Presidente usa sus propios razonamientos para tomar y fijar sus posturas: no hay una consonancia exacta entre el Presidente y su partido, pues.Algunos preferimos que así se haga. Resulta difícil de manejar, tardado e impráctico, pero impide las protestas y reclamaciones por la “dictadura de partido”, que de forma demostrada no existe y que por eso nadie puede señalar.Así se explica y por eso se entiende la “doble postura” del presidente Calderón, que no es tal: él es un Presidente de la República que respeta y acata sus limitaciones: la Constitución no le da facultades para interferir en lo que hacen los otros dos poderes, el Legislativo y el Judicial, y él se mantiene puntillosamente al margen.Deberíamos estar contentos, razonablemente optimistas: la actitud del presidente Calderón sienta ahora las bases para impedir que en el futuro se pueda producir un regreso a la dictablanda o a la “demodura” con que el priismo gobernó a este país por 71 años, desde 1929 hasta 2000.Eso nos pone a salvo, en la medida que es previsible hacerlo, del regreso a lo que fue, ya sin matizar las palabras, una dictadura de partido en la que el mando para todos los órdenes de la vida pública se ejercía desde la Presidencia con una soberana indiferencia hacia la Constitución y las leyes.México no ha hecho hasta ahora ni resumen ni cuenta de los costos de ese largo lapso en que se vivió en la ilegalidad, y la verdad es que no sabemos cuánto pagamos por ese período de nuestra historia.Aunque hay algunos indicios en la realidad política comparativa: México aún aparece en uno de los primeros lugares entre las naciones de Iberoamérica, pero la verdad es que vamos muy atrasados; que estamos lejos del sitio en que podríamos estar si los esfuerzos —y los fondos— se hubieran canalizado en favor del desarrollo nacional y no se hubieran “extraviado” en una serie prácticamente infinita de “desvíos incidentales” a lo largo de esas siete décadas.Algún agudo observador de la realidad del subcontinente dijo, no hace mucho, que es “notable” el número de las abultadísimas fortunas que en México tuvieron su origen “en cargos públicos no muy bien pagados”.Hay un resabio de respeto y consideración en la forma en que el estudioso describió lo que miraba en el panorama mexicano. Y es de agradecerse, pero en una época como la presente, en que el priismo se finge distraído, se hace el turista y dice que no se acuerda de lo que hicieron sus “militantes del pasado”, acaso sería conveniente que algunos de los mexicanos nos decidiéramos a buscar y a exhibir los datos relativos a las fortunas que surgieron “espontáneamente” durante esos 70 años.Quizá nos lo agradecerían y hasta nos animarían para que siguiéramos: los jóvenes que ahora sí tienen escuelas en las que matricularse, las madres de familia que se benefician con el Seguro Popular, con Oportunidades y con otra serie de programas que van cerrando y rescatando paulatinamente los espacios de satisfacción de las necesidades populares que se habían abierto y se ensanchaban...— México, D.F

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