Cambio en la cúpula del partido social-cristiano bávaro CSU: Edmund Stoiber ha dimitido de su cargo de secretario general y de presidente del estado, después de un traspaso de poderes que se ha alargado durante más de diez meses. Después del fundador Franz Josef Strauss, Stoiber ha sido el político bávaro más influyente después de la guerra. Con su dimisión se cierra una etapa política que deja espacio a una fase de incertidumbre para el partido más conservador del parlamento alemán. La CSU no sólo ejerce su influencia a nivel estatal, sino que siempre ha representado una fuerza importante en el panorama político nacional, a pesar de sus anomalías.
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Marco Agosta
Marco Agosta
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Edmund Stoiber ya ha dejado de ser el secretario general de la CSU. Los cargos que ocupaba se han repartido entre otros miembros de su partido: Edwin Huber ha sido elegido para liderar la CSU, mientras que Günther Beckstein, anterior ministro del Interior de Baviera, se ha hecho cargo del gobierno del Land bávaro. El líder bávaro había sido obligado a anunciar su dimisión ya el pasado enero a raíz de un escándalo en el que se había visto implicada también su compañera de partido, la rebelde y encantadora Gabriele Pauli. Ésta, tras haber criticado en varias ocasiones el liderazgo de Stoiber, denunció estar siendo espiada por el entorno del secretario general, lo que fue determinante, en un momento de crisis interna, para hacer patente la desconfianza de la CSU respecto a Stoiber. Los diversos candidatos al liderazgo del partido tendieron así una trampa a la dirección, usando de manera astuta a Gabriele Pauli como caballo de Troya para ejecutar su regicidio. Para alguien como Stoiber, que había centralizado en su persona toda la imagen y la atención del partido, no fue fácil aceptar un epílogo como este, aunque bien es cierto que su trayectoria política ha estado caracterizada por muchos altibajos. Además de ser famoso por sus lapsus, Stoiber no ha alcanzado en dos ocasiones su consagración a nivel nacional, primero por su derrota en unas elecciones generales, las de 2002, que lo daban como principal favorito, y más tarde, rechazando por sorpresa, después de semanas de negociaciones, la cartera de ministro de Economía del gobierno de la Grosse Koalition, prefiriendo en su lugar mantenerse como ministro-presidente de Baviera. También se había barajado su nombre como posible presidente de la Comisión Europea, según un acuerdo tácito de 2004 entre Chirac y Schröder y más tarde para la presidencia de la República, el más alto cargo de Alemania; siendo en ambos casos el propio Stoiber quien declinara las ofertas.Estas debilidades suyas representan la otra cara de un líder carismático que ha llevado a su partido a unos resultados históricos en las elecciones estatales de 2003, cuando la CSU obtuvo el 60,7% de los votos. En sus catorce años de gobierno en Baviera alcanzó algunos resultados indiscutibles, garantizando la competitividad de las empresas bávaras y atrayendo nuevos capitales, a pesar de los años de recesión, llevando a cabo importantes privatizaciones y apoyando al desarrollo de universidades y centros de investigación de vanguardia.Stoiber ha hecho del binomio “tradición-innovación” (conocido popularmente como “Laptop und Lederhose”, algo así como “ordenador portátil y traje regional bávaro”) el eslogan de un partido conservador en sus valores y liberal en la economía. En cierto modo ha sido un precursor del liberalismo económico de derechas a la Sarkozy (aunque éste deba aún demostrar con hechos sus intenciones en este sentido), aunque la comparación con el nuevo presidente francés puede servir también para destacar las diferencias entre ambos. Mientras que Merkel y Sarkozy están intentando afrontar temáticas próximas a la izquierda mediante un inédito enfoque bipartidista y post-ideológico, Stoiber parece seguir anclado en una vieja manera de hacer política, basada todavía en la denigración del adversario, del diferente. Su postura cerrada respecto a la homosexualidad, por ejemplo, son hoy en día una reliquia del pasado para un país liberal como Alemania. Una orientación así podría resultar anticuada incluso a ojos del tradicionalmente fiel electorado bávaro. La brecha abierta por Gabriele Pauli podría ser la señal de una cierta incomodidad respecto a la ejecutiva de la CSU: una mujer joven y extrovertida en un partido marcadamente machista ha escandalizado al proponer la institución de matrimonios “temporales”, con una duración de 7 años, lo que representa una verdadera herejía para una formación tan católica. Tal y como observó Die Zeit, “se puede pensar lo que se quiera de esta propuesta, pero en cualquier caso Pauli ha estado, aunque sólo fuera por un instante, mucho más cercana a los miedos y los deseos reales de las personas de lo que lo han estado los pesos pesados del partido con sus monótonas proclamas a favor del matrimonio y de la familia”.
Edmund Stoiber ya ha dejado de ser el secretario general de la CSU. Los cargos que ocupaba se han repartido entre otros miembros de su partido: Edwin Huber ha sido elegido para liderar la CSU, mientras que Günther Beckstein, anterior ministro del Interior de Baviera, se ha hecho cargo del gobierno del Land bávaro. El líder bávaro había sido obligado a anunciar su dimisión ya el pasado enero a raíz de un escándalo en el que se había visto implicada también su compañera de partido, la rebelde y encantadora Gabriele Pauli. Ésta, tras haber criticado en varias ocasiones el liderazgo de Stoiber, denunció estar siendo espiada por el entorno del secretario general, lo que fue determinante, en un momento de crisis interna, para hacer patente la desconfianza de la CSU respecto a Stoiber. Los diversos candidatos al liderazgo del partido tendieron así una trampa a la dirección, usando de manera astuta a Gabriele Pauli como caballo de Troya para ejecutar su regicidio. Para alguien como Stoiber, que había centralizado en su persona toda la imagen y la atención del partido, no fue fácil aceptar un epílogo como este, aunque bien es cierto que su trayectoria política ha estado caracterizada por muchos altibajos. Además de ser famoso por sus lapsus, Stoiber no ha alcanzado en dos ocasiones su consagración a nivel nacional, primero por su derrota en unas elecciones generales, las de 2002, que lo daban como principal favorito, y más tarde, rechazando por sorpresa, después de semanas de negociaciones, la cartera de ministro de Economía del gobierno de la Grosse Koalition, prefiriendo en su lugar mantenerse como ministro-presidente de Baviera. También se había barajado su nombre como posible presidente de la Comisión Europea, según un acuerdo tácito de 2004 entre Chirac y Schröder y más tarde para la presidencia de la República, el más alto cargo de Alemania; siendo en ambos casos el propio Stoiber quien declinara las ofertas.Estas debilidades suyas representan la otra cara de un líder carismático que ha llevado a su partido a unos resultados históricos en las elecciones estatales de 2003, cuando la CSU obtuvo el 60,7% de los votos. En sus catorce años de gobierno en Baviera alcanzó algunos resultados indiscutibles, garantizando la competitividad de las empresas bávaras y atrayendo nuevos capitales, a pesar de los años de recesión, llevando a cabo importantes privatizaciones y apoyando al desarrollo de universidades y centros de investigación de vanguardia.Stoiber ha hecho del binomio “tradición-innovación” (conocido popularmente como “Laptop und Lederhose”, algo así como “ordenador portátil y traje regional bávaro”) el eslogan de un partido conservador en sus valores y liberal en la economía. En cierto modo ha sido un precursor del liberalismo económico de derechas a la Sarkozy (aunque éste deba aún demostrar con hechos sus intenciones en este sentido), aunque la comparación con el nuevo presidente francés puede servir también para destacar las diferencias entre ambos. Mientras que Merkel y Sarkozy están intentando afrontar temáticas próximas a la izquierda mediante un inédito enfoque bipartidista y post-ideológico, Stoiber parece seguir anclado en una vieja manera de hacer política, basada todavía en la denigración del adversario, del diferente. Su postura cerrada respecto a la homosexualidad, por ejemplo, son hoy en día una reliquia del pasado para un país liberal como Alemania. Una orientación así podría resultar anticuada incluso a ojos del tradicionalmente fiel electorado bávaro. La brecha abierta por Gabriele Pauli podría ser la señal de una cierta incomodidad respecto a la ejecutiva de la CSU: una mujer joven y extrovertida en un partido marcadamente machista ha escandalizado al proponer la institución de matrimonios “temporales”, con una duración de 7 años, lo que representa una verdadera herejía para una formación tan católica. Tal y como observó Die Zeit, “se puede pensar lo que se quiera de esta propuesta, pero en cualquier caso Pauli ha estado, aunque sólo fuera por un instante, mucho más cercana a los miedos y los deseos reales de las personas de lo que lo han estado los pesos pesados del partido con sus monótonas proclamas a favor del matrimonio y de la familia”.
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La referencia a los valores católicos siempre ha sido uno de los pilares de la CSU. Baviera es claramente el estado alemán con el mayor porcentaje de católicos (el 58% de los ciudadanos). Casi el 80% de quienes van a misa todas las semanas vota “negro” desde hace décadas. Este vínculo es particularmente fuerte en el ámbito rural, que constituye el corazón de Baviera, donde uno de cada tres bávaros vive en una población de menos de 20 mil habitantes. Esta estructura geográfica y demográfica favorece a un partido localista como la CSU y resulta en cambio desfavorable para partidos progresistas y socialdemócratas, así como para el desarrollo de los sindicatos. El partido social-cristiano presume de una gran vinculación con el territorio, gracias a sus fiestas de partido a base de cerveza y folclore. En las poblaciones más pequeñas, el jefe de la sección local suele ser también el director del centro parroquial, del club de petanca o de la asociación de Schützen. El partido siempre ha utilizado una retórica muy cercana a las necesidades del hombre de a pie, del pueblo, y se ha aprovechado del tradicional patriotismo bávaro, que no tiene parangón en el resto de Alemania.El éxito de la CSU se explica también por el atractivo del poder: en un estado donde el mismo partido gobierna desde hace 45 años es habitual que se forme una estructura clientelar. Así, en Baviera es difícil hacer carrera en muchos sectores sin el carné de partido adecuado. Quien se posiciona en contra de la CSU no sólo se opone a un partido, sino también al modelo político y social dominante. La estructura casi “monárquica” del poder de la CSU hace que la sucesión a la jefatura del partido no ocurra por “causas naturales”, como en los demás partidos, donde normalmente son los fracasos electorales los que propician las reestructuraciones, sino a través de ajustes de cuentas internos que, en este partido más que en ningún otro, deben producirse por fuerza entre bastidores. De hecho, la CSU siempre ha dado mucha importancia al hecho de transmitir una imagen familiar de sí misma, la de un grupo donde todos los diputados se conocen desde hace años y forman un grupo compacto.A pesar de esta imagen, no se puede ver sólo como un partido regional ya que también es un actor importante en la política alemana, con una presencia en el parlamento cercana a los cincuenta diputados, a menudo mayor que la de los Verdes o los Liberales. Difícilmente su hermana mayor a nivel nacional, la CDU, podría haber alcanzado la mayoría sin la aportación del “feudo” bávaro. No es casualidad que el partido haya usado este hecho como argumento de chantaje ejerciendo el papel de oposición aún formando parte del gobierno. Además, los ministro-presidentes de Baviera nunca han escatimado críticas a ningún canciller, ya fuera de derechas o de izquierdas. Todo ello siempre para afirmar una cierta independencia de Baviera. Las referencias a la identidad bávara sin embargo también marcan el límite del partido. Aunque de vez en cuando vuelvan a aflorar las amenazas de separarse de la CDU para convertirse en un partido nacional, esto no deja de ser una hipótesis perteneciente a la retórica política que en la realidad no sería viable. En las dos ocasiones en que los representantes bávaros (Strauss en 1980 y Stoiber en 2002) han intentado ganar la cancillería nacional se han demostrado incapaces de obtener un gran apoyo fuera de Baviera.El problema de la CSU, sintetizándolo en una frase, es que es demasiado grande para Baviera, pero demasiado pequeña para Alemania, y es justo cuando quiere demostrar su grandeza cuando Baviera demuestra lo que realmente es: uno más de los muchos estados alemanes. La grandeza bávara incluye numerosos viajes de estado en los que se juega a escenificar un papel global de Baviera. Precisamente en las últimas semanas de su gobierno, por ejemplo, Stoiber quiso celebrar su despedida con una pomposa visita a Moscú, donde fue recibido con todos los honores por un Vladimir Putin que busca nuevos apoyos después de la entrada en escena de la desconfiada Merkel en sustitución de Schröder.La renuncia de Stoiber a las responsabilidades de gobierno nacionales para seguir ocupándose de las cuestiones bávaras es otro ejemplo del eterno dilema de todo político de la CSU, la encrucijada entre Berlín y Munich al que antes o después se enfrenta toda carrera política que se precie en Baviera. Cuando el bávaro que está en el gobierno nacional se comporta demasiado como un berlinés, cuando se vuelve demasiado grande como para prestar atención a los problemas locales, empieza a ser visto con escepticismo por parte de sus electores, algo que también le ha ocurrido a Stoiber, a pesar de su sonoro rechazo a la oferta llegada desde Berlín.
La referencia a los valores católicos siempre ha sido uno de los pilares de la CSU. Baviera es claramente el estado alemán con el mayor porcentaje de católicos (el 58% de los ciudadanos). Casi el 80% de quienes van a misa todas las semanas vota “negro” desde hace décadas. Este vínculo es particularmente fuerte en el ámbito rural, que constituye el corazón de Baviera, donde uno de cada tres bávaros vive en una población de menos de 20 mil habitantes. Esta estructura geográfica y demográfica favorece a un partido localista como la CSU y resulta en cambio desfavorable para partidos progresistas y socialdemócratas, así como para el desarrollo de los sindicatos. El partido social-cristiano presume de una gran vinculación con el territorio, gracias a sus fiestas de partido a base de cerveza y folclore. En las poblaciones más pequeñas, el jefe de la sección local suele ser también el director del centro parroquial, del club de petanca o de la asociación de Schützen. El partido siempre ha utilizado una retórica muy cercana a las necesidades del hombre de a pie, del pueblo, y se ha aprovechado del tradicional patriotismo bávaro, que no tiene parangón en el resto de Alemania.El éxito de la CSU se explica también por el atractivo del poder: en un estado donde el mismo partido gobierna desde hace 45 años es habitual que se forme una estructura clientelar. Así, en Baviera es difícil hacer carrera en muchos sectores sin el carné de partido adecuado. Quien se posiciona en contra de la CSU no sólo se opone a un partido, sino también al modelo político y social dominante. La estructura casi “monárquica” del poder de la CSU hace que la sucesión a la jefatura del partido no ocurra por “causas naturales”, como en los demás partidos, donde normalmente son los fracasos electorales los que propician las reestructuraciones, sino a través de ajustes de cuentas internos que, en este partido más que en ningún otro, deben producirse por fuerza entre bastidores. De hecho, la CSU siempre ha dado mucha importancia al hecho de transmitir una imagen familiar de sí misma, la de un grupo donde todos los diputados se conocen desde hace años y forman un grupo compacto.A pesar de esta imagen, no se puede ver sólo como un partido regional ya que también es un actor importante en la política alemana, con una presencia en el parlamento cercana a los cincuenta diputados, a menudo mayor que la de los Verdes o los Liberales. Difícilmente su hermana mayor a nivel nacional, la CDU, podría haber alcanzado la mayoría sin la aportación del “feudo” bávaro. No es casualidad que el partido haya usado este hecho como argumento de chantaje ejerciendo el papel de oposición aún formando parte del gobierno. Además, los ministro-presidentes de Baviera nunca han escatimado críticas a ningún canciller, ya fuera de derechas o de izquierdas. Todo ello siempre para afirmar una cierta independencia de Baviera. Las referencias a la identidad bávara sin embargo también marcan el límite del partido. Aunque de vez en cuando vuelvan a aflorar las amenazas de separarse de la CDU para convertirse en un partido nacional, esto no deja de ser una hipótesis perteneciente a la retórica política que en la realidad no sería viable. En las dos ocasiones en que los representantes bávaros (Strauss en 1980 y Stoiber en 2002) han intentado ganar la cancillería nacional se han demostrado incapaces de obtener un gran apoyo fuera de Baviera.El problema de la CSU, sintetizándolo en una frase, es que es demasiado grande para Baviera, pero demasiado pequeña para Alemania, y es justo cuando quiere demostrar su grandeza cuando Baviera demuestra lo que realmente es: uno más de los muchos estados alemanes. La grandeza bávara incluye numerosos viajes de estado en los que se juega a escenificar un papel global de Baviera. Precisamente en las últimas semanas de su gobierno, por ejemplo, Stoiber quiso celebrar su despedida con una pomposa visita a Moscú, donde fue recibido con todos los honores por un Vladimir Putin que busca nuevos apoyos después de la entrada en escena de la desconfiada Merkel en sustitución de Schröder.La renuncia de Stoiber a las responsabilidades de gobierno nacionales para seguir ocupándose de las cuestiones bávaras es otro ejemplo del eterno dilema de todo político de la CSU, la encrucijada entre Berlín y Munich al que antes o después se enfrenta toda carrera política que se precie en Baviera. Cuando el bávaro que está en el gobierno nacional se comporta demasiado como un berlinés, cuando se vuelve demasiado grande como para prestar atención a los problemas locales, empieza a ser visto con escepticismo por parte de sus electores, algo que también le ha ocurrido a Stoiber, a pesar de su sonoro rechazo a la oferta llegada desde Berlín.
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El rechazo de Stoiber a la posibilidad de entrar en el gobierno en otoño de 2005 fue una decisión que ni el partido, ni los electores ni los analistas entendieron y marcó el inicio de su declive. Sus sucesores en el partido y en el ejecutivo bávaro son antiguos delfines de partido que difícilmente cambiarán el rumbo de la formación más conservadora de Alemania. Tampoco parece que por ahora tenga que cambiar nada a nivel nacional, pero será interesante ver cómo se comportará en el futuro la CSU ante el nuevo estilo adoptado por la cancillera Merkel. La convivencia en el seno de la Grosse Koalition con los “odiados” socialdemócratas podría también llevar a ciertos resultados no deseados en la próxima cita con las urnas, aunque la CSU parezca un partido capaz de resistir a todas las épocas y a todo tipo de escándalos judiciales o mediáticos.
El rechazo de Stoiber a la posibilidad de entrar en el gobierno en otoño de 2005 fue una decisión que ni el partido, ni los electores ni los analistas entendieron y marcó el inicio de su declive. Sus sucesores en el partido y en el ejecutivo bávaro son antiguos delfines de partido que difícilmente cambiarán el rumbo de la formación más conservadora de Alemania. Tampoco parece que por ahora tenga que cambiar nada a nivel nacional, pero será interesante ver cómo se comportará en el futuro la CSU ante el nuevo estilo adoptado por la cancillera Merkel. La convivencia en el seno de la Grosse Koalition con los “odiados” socialdemócratas podría también llevar a ciertos resultados no deseados en la próxima cita con las urnas, aunque la CSU parezca un partido capaz de resistir a todas las épocas y a todo tipo de escándalos judiciales o mediáticos.
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Traducido por Mauro Sturlese
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Equilibri.net - Italy/16/10/2007
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