por Juan Morales Oyarzún
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Chile continúa abriendo sus fronteras económicas mediante los Tratados de Libre Comercio, ahora con Japón, cuya población supera los 120 millones de habitantes, extendiéndose las oportunidades de comercio y crecimiento para el país. No obstante, en esta pujante economía nacional, convive una gran cantidad de pequeñas y micro empresas (MIPYME) que, al sumar y restar, presentan rendimientos muy bajos y, por ende, no han desarrollado capacidad competitiva en relación a los segmentos más grandes de la empresa y ante sus similares en el exterior.
El modelo de crecimiento chileno, ha intensificado la concentración económica en una elite que controla la economía sin contrapeso. Por otra parte, están las unidades económicas de tamaño menor o MIPYME (más del 93% de empresas nacionales), las cuales por cantidad y porque representan al empresariado netamente nacional, son fundamentales para determinar el tipo de crecimiento económico más equitativo que aspiramos a tener como nación.
Las MIPYME explican la creación de más empleos nuevos con menor intensidad de inversión de capital (se estima que con la inversión en un puesto de trabajo en la empresa grande, se crean al menos seis en una MIPYME). También estas empresas dan cuenta del desarrollo armónico de las regiones y de la participación económica más amplia y diversa de las mujeres, así como de la integración social a escala humana y de la inserción económica de las nuevas generaciones de emprendedores.
En el sistema económico chileno actual, las MIPYME tienen un escaso poder negociador con empresas más grandes y con el exterior, así como una capacidad reducida para obtener el excedente en la cadena de valor de la economía nacional, lo cual afecta por igual a los pequeños empleadores y también a sus trabajadores, como bien se reconoce en la discusión de los últimos meses acerca del salario mínimo, lo que hace evidente el menoscabo de las empresas de tamaño menor.
Un estudio reciente realizado por una universidad privada, demuestra que las MIPYME nacionales tienen dificultades para acceder con sus productos al mercado y, cuando le venden a una empresa grande, lo hacen a precios menores que los normales de mercado, y en condiciones de pago tan insostenibles que ven disminuido, en forma gradual pero inexorable, su capital acumulado y, como consecuencia, postergan indefinidamente su proceso de modernización competitiva, lo que se convierte en el círculo vicioso que explica la menor competitividad de las pequeñas, medianas y microempresas en relación a la gran empresa.
Cuando una MIPYME vende sus productos o servicios a una empresa mayor, lo hace otorgando un descuento significativo, postergando así su propio proceso de modernización competitiva. A su vez, cuando una empresa más grande hace uso de su poder comprador para estrechar al máximo la rentabilidad de sus proveedores, se hace más difícil y distante la posibilidad de la modernización tecnológica en las MIPYME, con el consiguiente efecto en los trabajadores de estas unidades.
El mercado chileno y exportador está dominado por las grandes empresas, las cuales, si bien generan una proporción del empleo, este es intensivo en el uso de tecnología y capital, por tanto, al final el balance no es positivo porque terminan desplazando a las MIPYME en la entrega de bienes y servicios, generando efectos negativos sobre las bases para generar más y mejores puestos de trabajo, fenómeno que es más dramático en las regiones.
Existe consenso entre la mayoría de expertos que la excesiva concentración en la economía, como la que existe actualmente en Chile, explica por qué esta no crece acorde a los niveles que señalan los indicadores internacionales favorables, como el precio del cobre, la gran demanda de commodities y otros.
Hasta ahora, el estado chileno y los gobiernos de la concertación han optado por aplacar los problemas de las MIPYME mediante instrumentos de fomento productivo e innovación, que si bien permiten corregir algunas fallas del mercado, no han sido suficientes para equilibrar la enorme desproporción de poder negociador existente entre la gran empresa globalizada y el resto del sistema productivo nacional.
Las políticas y recursos asignados en Chile para el fomento de las MIPYME, son Insuficientes si a estas empresas no se le reservan espacios económicos para su acceso al mercado. Sólo como ejemplos, en Francia, en Estados Unidos y en otros países con mayor nivel de desarrollo económico, los supermercados y malls se ubican lejos del centro de las ciudades, porque estos espacios históricamente han pertenecido a las empresas de menor tamaño. Este es un punto relevante si se quiere revertir la situación de deterioro en el acceso al mercado por parte de las MIPYME.
Algo similar tiene que suceder con la cadena de proveedores de las grandes empresas, las que deben de modificar sus estrategias de negocio para que, por ejemplo, consideren en su integración vertical a las MIPYME, y dejen de intentar controlar toda la cadena de abastecimiento con sus empresas subsidiarias, para que en el valor final que paga el consumidor, participen también las empresas de tamaño menor, de lo contrario estas se ahogan, no pueden crecer y terminan quebrando.
Sin duda, para la mentalidad de crecimiento ilimitado y voraz de muchas grandes empresas, es difícil cambiar sus estrategias sin una regulación del estado que las obligue a hacerlo, por esto es imprescindible la voluntad política para resolver este tema. Es imperioso generar un marco jurídico que permita el desarrollo de contratos más justos para los pequeños proveedores y productores de bienes y servicios.
Las medidas de "Chile Emprende Contigo" son relevantes, así como los recursos asignados -más de 800 millones de dólares- y también la voluntad de legislar acerca de un Estatuto especial para el desarrollo de las Pequeñas Empresas, medidas que tendrán que ir complementadas con un proceso de descentralización mayor, dando facultades a las Agencias Regionales de Desarrollo Productivo, para que sean focos de incentivo real para las MIPYME de sus regiones.
Por último, cabe resaltar que las políticas y medidas necesarias para alcanzar un desarrollo más armónico de nuestra economía tienen que partir por identificar claramente lo que queremos como país, que ya no solo es crecimiento, sino determinar la forma más ética de distribuir el resultado de este proceso, ya que no podremos ser una potencia agroalimentaria, minera, de servicios o de otro rubro, si seguimos dependiendo de un centenar de empresarios potentes y, por otra parte, cientos de miles de empresarios pequeños, luchando por sobrevivir.
Todavía tenemos que aprender mucho de los países más desarrollados y también de algunos países emergentes, donde las MIPYME son un instrumento clave para aprovechar las oportunidades que presentan los mercados globalizados y para avanzar hacia etapas de mayor competitividad país y, por supuesto, de mayor desarrollo con equidad.
Chile continúa abriendo sus fronteras económicas mediante los Tratados de Libre Comercio, ahora con Japón, cuya población supera los 120 millones de habitantes, extendiéndose las oportunidades de comercio y crecimiento para el país. No obstante, en esta pujante economía nacional, convive una gran cantidad de pequeñas y micro empresas (MIPYME) que, al sumar y restar, presentan rendimientos muy bajos y, por ende, no han desarrollado capacidad competitiva en relación a los segmentos más grandes de la empresa y ante sus similares en el exterior.
El modelo de crecimiento chileno, ha intensificado la concentración económica en una elite que controla la economía sin contrapeso. Por otra parte, están las unidades económicas de tamaño menor o MIPYME (más del 93% de empresas nacionales), las cuales por cantidad y porque representan al empresariado netamente nacional, son fundamentales para determinar el tipo de crecimiento económico más equitativo que aspiramos a tener como nación.
Las MIPYME explican la creación de más empleos nuevos con menor intensidad de inversión de capital (se estima que con la inversión en un puesto de trabajo en la empresa grande, se crean al menos seis en una MIPYME). También estas empresas dan cuenta del desarrollo armónico de las regiones y de la participación económica más amplia y diversa de las mujeres, así como de la integración social a escala humana y de la inserción económica de las nuevas generaciones de emprendedores.
En el sistema económico chileno actual, las MIPYME tienen un escaso poder negociador con empresas más grandes y con el exterior, así como una capacidad reducida para obtener el excedente en la cadena de valor de la economía nacional, lo cual afecta por igual a los pequeños empleadores y también a sus trabajadores, como bien se reconoce en la discusión de los últimos meses acerca del salario mínimo, lo que hace evidente el menoscabo de las empresas de tamaño menor.
Un estudio reciente realizado por una universidad privada, demuestra que las MIPYME nacionales tienen dificultades para acceder con sus productos al mercado y, cuando le venden a una empresa grande, lo hacen a precios menores que los normales de mercado, y en condiciones de pago tan insostenibles que ven disminuido, en forma gradual pero inexorable, su capital acumulado y, como consecuencia, postergan indefinidamente su proceso de modernización competitiva, lo que se convierte en el círculo vicioso que explica la menor competitividad de las pequeñas, medianas y microempresas en relación a la gran empresa.
Cuando una MIPYME vende sus productos o servicios a una empresa mayor, lo hace otorgando un descuento significativo, postergando así su propio proceso de modernización competitiva. A su vez, cuando una empresa más grande hace uso de su poder comprador para estrechar al máximo la rentabilidad de sus proveedores, se hace más difícil y distante la posibilidad de la modernización tecnológica en las MIPYME, con el consiguiente efecto en los trabajadores de estas unidades.
El mercado chileno y exportador está dominado por las grandes empresas, las cuales, si bien generan una proporción del empleo, este es intensivo en el uso de tecnología y capital, por tanto, al final el balance no es positivo porque terminan desplazando a las MIPYME en la entrega de bienes y servicios, generando efectos negativos sobre las bases para generar más y mejores puestos de trabajo, fenómeno que es más dramático en las regiones.
Existe consenso entre la mayoría de expertos que la excesiva concentración en la economía, como la que existe actualmente en Chile, explica por qué esta no crece acorde a los niveles que señalan los indicadores internacionales favorables, como el precio del cobre, la gran demanda de commodities y otros.
Hasta ahora, el estado chileno y los gobiernos de la concertación han optado por aplacar los problemas de las MIPYME mediante instrumentos de fomento productivo e innovación, que si bien permiten corregir algunas fallas del mercado, no han sido suficientes para equilibrar la enorme desproporción de poder negociador existente entre la gran empresa globalizada y el resto del sistema productivo nacional.
Las políticas y recursos asignados en Chile para el fomento de las MIPYME, son Insuficientes si a estas empresas no se le reservan espacios económicos para su acceso al mercado. Sólo como ejemplos, en Francia, en Estados Unidos y en otros países con mayor nivel de desarrollo económico, los supermercados y malls se ubican lejos del centro de las ciudades, porque estos espacios históricamente han pertenecido a las empresas de menor tamaño. Este es un punto relevante si se quiere revertir la situación de deterioro en el acceso al mercado por parte de las MIPYME.
Algo similar tiene que suceder con la cadena de proveedores de las grandes empresas, las que deben de modificar sus estrategias de negocio para que, por ejemplo, consideren en su integración vertical a las MIPYME, y dejen de intentar controlar toda la cadena de abastecimiento con sus empresas subsidiarias, para que en el valor final que paga el consumidor, participen también las empresas de tamaño menor, de lo contrario estas se ahogan, no pueden crecer y terminan quebrando.
Sin duda, para la mentalidad de crecimiento ilimitado y voraz de muchas grandes empresas, es difícil cambiar sus estrategias sin una regulación del estado que las obligue a hacerlo, por esto es imprescindible la voluntad política para resolver este tema. Es imperioso generar un marco jurídico que permita el desarrollo de contratos más justos para los pequeños proveedores y productores de bienes y servicios.
Las medidas de "Chile Emprende Contigo" son relevantes, así como los recursos asignados -más de 800 millones de dólares- y también la voluntad de legislar acerca de un Estatuto especial para el desarrollo de las Pequeñas Empresas, medidas que tendrán que ir complementadas con un proceso de descentralización mayor, dando facultades a las Agencias Regionales de Desarrollo Productivo, para que sean focos de incentivo real para las MIPYME de sus regiones.
Por último, cabe resaltar que las políticas y medidas necesarias para alcanzar un desarrollo más armónico de nuestra economía tienen que partir por identificar claramente lo que queremos como país, que ya no solo es crecimiento, sino determinar la forma más ética de distribuir el resultado de este proceso, ya que no podremos ser una potencia agroalimentaria, minera, de servicios o de otro rubro, si seguimos dependiendo de un centenar de empresarios potentes y, por otra parte, cientos de miles de empresarios pequeños, luchando por sobrevivir.
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piensaChile - Chile/26/10/2007
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