31/10/2007
Opinión
César González Muñoz
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Crecer, crecer, es el toque de corneta de los economistas en la guerra contra la desigualdad y la pobreza. El crecimiento económico acelerado no basta, pero es necesario.
Necesario y costoso. La presión demográfica, el traslado a los países periféricos de las industrias ambientalmente más dañinas, la mediocridad política y estatal, el dominio de la avaricia y de los intereses particulares, están exacerbando los costos ambientales del crecimiento en las naciones relativamente más pobres.
Entre 1980 y 1998 la economía China creció al 9 por ciento anual. En los últimos diez años la cifra de rutina ha sido superior al 10 por ciento. Este proceso lleva consigo un precio inmenso: el precio de un auténtico desastre ambiental, fuera del control del Gobierno Central de esa nación. Las voces de alarma son cada vez más sonoras.
Algo similar puede decirse de lo que ocurre en otra nación -continente: India. Con una población de casi 1.200 millones, el 25 por ciento de la gente vive hoy por debajo de la línea de pobreza. La incidencia de la pobreza absoluta se ha reducido a la mitad en los últimos 30 años. Las cifras de crecimiento son muy buenas: entre 1980 y 2003, un promedio anual de 6 por ciento. En los últimos cuatro años, 9 por ciento. Los problemas ambientales en esa nación son colosales. Si no ocurre un giro radical en el manejo de los recursos naturales, en la suciedad de las actividades productivas y en la densificación urbana, la próxima generación india no encontrará una patria viable. El desempeño económico podría cambiar diametralmente de signo.
China e India, que suman el 37 por ciento de la población mundial, son hoy locomotoras del crecimiento de la economía global. La depredación ambiental que ocurre en esos países tiene también impacto global. Pero ese asunto no hace parte del lenguaje usual de los analistas económicos.
La oferta de agua potable es el mayor problema ambiental en India. Con el 16 por ciento de la población mundial, el país solo dispone del 4 por ciento del stock global de agua dulce. En contraste, América Latina posee la cuarta parte del agua disponible y tiene el 6 por ciento de la población. India sufre problemas de agua causados por una rápida expansión económica, una mala política pública en materia demográfica y un deterioro ambiental que afecta directamente la oferta de agua potable. La mayoría de los ríos -aun el sagrado Ganges son receptáculos de alcantarillas no tratadas de centenares de centros urbanos que crecen sin pausa.
A punta de bombeo eléctrico de pozos cada vez más profundos, se están reduciendo los depósitos de aguas subterráneas que solían contener el 40 por ciento del agua dulce. Las lluvias no alcanzan a reponer tales depósitos y la escasez de agua amenaza a muchas regiones productoras de alimentos. Los expertos nacionales están de acuerdo: India puede llegar a tener serios problemas de producción de alimentos, si no ocurre una clara revisión de la política de agua y si no se da un cambio hacia cosechas que requieran menos irrigación. La competencia es ya muy dura: aún en Delhi, grandes comunidades tienen que suplirse de agua traída en carro tanques a costos absurdos.
La crisis del agua y sus salidas serán factores claves del futuro indio. El país enfrenta el desafío de una reforma institucional que reconozca el valor económico del agua potable, que ajuste su precio relativo en comparación con otros bienes básicos y que defina el papel del Estado y del capital privado en la oferta y regulación del servicio. Esa experiencia será muy importante en el manejo de la crisis colombiana del agua, que hace tiempo asomó las orejas.
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Otros Titulares
Necesario y costoso. La presión demográfica, el traslado a los países periféricos de las industrias ambientalmente más dañinas, la mediocridad política y estatal, el dominio de la avaricia y de los intereses particulares, están exacerbando los costos ambientales del crecimiento en las naciones relativamente más pobres.
Entre 1980 y 1998 la economía China creció al 9 por ciento anual. En los últimos diez años la cifra de rutina ha sido superior al 10 por ciento. Este proceso lleva consigo un precio inmenso: el precio de un auténtico desastre ambiental, fuera del control del Gobierno Central de esa nación. Las voces de alarma son cada vez más sonoras.
Algo similar puede decirse de lo que ocurre en otra nación -continente: India. Con una población de casi 1.200 millones, el 25 por ciento de la gente vive hoy por debajo de la línea de pobreza. La incidencia de la pobreza absoluta se ha reducido a la mitad en los últimos 30 años. Las cifras de crecimiento son muy buenas: entre 1980 y 2003, un promedio anual de 6 por ciento. En los últimos cuatro años, 9 por ciento. Los problemas ambientales en esa nación son colosales. Si no ocurre un giro radical en el manejo de los recursos naturales, en la suciedad de las actividades productivas y en la densificación urbana, la próxima generación india no encontrará una patria viable. El desempeño económico podría cambiar diametralmente de signo.
China e India, que suman el 37 por ciento de la población mundial, son hoy locomotoras del crecimiento de la economía global. La depredación ambiental que ocurre en esos países tiene también impacto global. Pero ese asunto no hace parte del lenguaje usual de los analistas económicos.
La oferta de agua potable es el mayor problema ambiental en India. Con el 16 por ciento de la población mundial, el país solo dispone del 4 por ciento del stock global de agua dulce. En contraste, América Latina posee la cuarta parte del agua disponible y tiene el 6 por ciento de la población. India sufre problemas de agua causados por una rápida expansión económica, una mala política pública en materia demográfica y un deterioro ambiental que afecta directamente la oferta de agua potable. La mayoría de los ríos -aun el sagrado Ganges son receptáculos de alcantarillas no tratadas de centenares de centros urbanos que crecen sin pausa.
A punta de bombeo eléctrico de pozos cada vez más profundos, se están reduciendo los depósitos de aguas subterráneas que solían contener el 40 por ciento del agua dulce. Las lluvias no alcanzan a reponer tales depósitos y la escasez de agua amenaza a muchas regiones productoras de alimentos. Los expertos nacionales están de acuerdo: India puede llegar a tener serios problemas de producción de alimentos, si no ocurre una clara revisión de la política de agua y si no se da un cambio hacia cosechas que requieran menos irrigación. La competencia es ya muy dura: aún en Delhi, grandes comunidades tienen que suplirse de agua traída en carro tanques a costos absurdos.
La crisis del agua y sus salidas serán factores claves del futuro indio. El país enfrenta el desafío de una reforma institucional que reconozca el valor económico del agua potable, que ajuste su precio relativo en comparación con otros bienes básicos y que defina el papel del Estado y del capital privado en la oferta y regulación del servicio. Esa experiencia será muy importante en el manejo de la crisis colombiana del agua, que hace tiempo asomó las orejas.
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