Veintisiete años después de ocurrir el atentado, los servicios secretos israelíes y franceses han identificado al autor de la colocación de una bomba ante una sinagoga de París, que causó cuatro muertos y veinte heridos. Se trata de un palestino que tiene residencia en Canadá. El juez encargado del caso ya ha remitido comisiones rogatorias para concluir las pesquisas sobre este proceso: una cacería que ha durado casi tres décadas.Ocurrió el viernes 3 de octubre de 1980. En la sinagoga de la calle Copérnico, en el distrito XVI de París, junto al Arco de Triunfo, más de doscientas personas celebraban el sabbat en el local de la Unión Liberal Israelí. Poco después de las seis y media de la tarde se produjo una fuerte explosión. Murieron cuatro personas: tres ciudadanos franceses y un joven israelí. Los reporteros que acudieron al lugar relataron escenas dantescas: una veintena de heridos, la fachada del templo muy dañada y numerosos coches destrozados por la onda expansiva.
El corresponsal de La Vanguardia escribió: “La bomba de la sinagoga marca un hito en la historia del antisemitismo y del terrorismo en Francia”. Y el resultado, que se completó con otros veinte heridos de diversa consideración, hubiera podido ser peor si el terrorista, en lugar de limitarse a dejar el paquete en la fachada, hubiera entrado en el recinto, cosa que no hizo porque en la puerta había policías.
El atentado causó una importante reacción en la sociedad parisina de la época. A los pocos minutos, el entonces alcalde de París, Jacques Chirac, visitaba el lugar. El primer ministro, Raymond Barre, tuvo que hacer frente a una importante crisis. Al día siguiente del suceso, unas 200.000 personas se congregaron en los Campos Elíseos, en una marcha de protesta que terminó ante el Ministerio del Interior. Entre ellos, figuras importantes de la política y del mundo intelectual de la época, como Simone Veil, presidenta del Parlamento Europeo, o el filósofo Bernard Henri-Lévy. Pero durante casi tres décadas las noticias sobre la autoría del atentado han sido escasas.
A lo largo de estos 27 años, sin embargo, un grupo de investigadores de los servicios de inteligencia israelíes ha seguido la pista de los responsables del crimen y la semana pasada entregó sus conclusiones a los responsables de la lucha antiterrorista francesa. Según esta línea de trabajo, el responsable de la colocación de la bomba fue un palestino que ahora tiene 55 años y que, la última vez que fue visto, residía en Canadá, tras haber pasado varios años en Estados Unidos.
Aquel día, viajó en motocicleta hasta la sinagoga, la aparcó cerca y dejó en ella un cargamento de pentrita, el explosivo que causó la matanza. Luego escapó del país gracias a un pasaporte falso, que le atribuía nacionalidad chipriota; un método habitual en los grupos terroristas árabes de la época, que conseguían este tipo de documentos en Beirut. El ahora buscado pertenecía en aquel tiempo a una facción radical enfrentada incluso a Yasir Arafat. Hoy en día tiene doble nacionalidad libanesa y canadiense.
El grupo de investigación del espionaje israelí ha centrado su trabajo en el estudio de los movimientos financieros de los grupos terroristas y ha llegado a una conclusión que une las dos líneas de análisis que se pusieron sobre el tapete en el año 1980. A las pocas horas de producirse el atentado de la calle Copérnico, un grupúsculo neonazi asumió la colocación del explosivo, mientras que algunos testigos presenciales describían que quien estuvo en la zona poco antes de la explosión era un hombre de rasgos árabes. Ambos tenían razón, según estas pesquisas.
En el estudio de los movimientos financieros anteriores y posteriores al ataque se ha puesto al descubierto que existe un vínculo entre grupos neonazis y determinadas facciones terroristas árabes, que tienen en común las acciones contra objetivos israelíes. Así, a la financiación y cobertura de este atentado y otras acciones también pueden estar vinculados personajes de movimientos neonazis europeos. El grupo de analistas israelíes continúa indagando sobre las conexiones actuales de ambas ramas extremistas.
Para los servicios secretos israelíes y franceses, el atentado en la sinagoga parisina no es un caso cerrado ni olvidado. Cuando se han cumplido 27 años de aquel suceso, por fin se ha puesto nombre al autor. Una larga cacería.
El corresponsal de La Vanguardia escribió: “La bomba de la sinagoga marca un hito en la historia del antisemitismo y del terrorismo en Francia”. Y el resultado, que se completó con otros veinte heridos de diversa consideración, hubiera podido ser peor si el terrorista, en lugar de limitarse a dejar el paquete en la fachada, hubiera entrado en el recinto, cosa que no hizo porque en la puerta había policías.
El atentado causó una importante reacción en la sociedad parisina de la época. A los pocos minutos, el entonces alcalde de París, Jacques Chirac, visitaba el lugar. El primer ministro, Raymond Barre, tuvo que hacer frente a una importante crisis. Al día siguiente del suceso, unas 200.000 personas se congregaron en los Campos Elíseos, en una marcha de protesta que terminó ante el Ministerio del Interior. Entre ellos, figuras importantes de la política y del mundo intelectual de la época, como Simone Veil, presidenta del Parlamento Europeo, o el filósofo Bernard Henri-Lévy. Pero durante casi tres décadas las noticias sobre la autoría del atentado han sido escasas.
A lo largo de estos 27 años, sin embargo, un grupo de investigadores de los servicios de inteligencia israelíes ha seguido la pista de los responsables del crimen y la semana pasada entregó sus conclusiones a los responsables de la lucha antiterrorista francesa. Según esta línea de trabajo, el responsable de la colocación de la bomba fue un palestino que ahora tiene 55 años y que, la última vez que fue visto, residía en Canadá, tras haber pasado varios años en Estados Unidos.
Aquel día, viajó en motocicleta hasta la sinagoga, la aparcó cerca y dejó en ella un cargamento de pentrita, el explosivo que causó la matanza. Luego escapó del país gracias a un pasaporte falso, que le atribuía nacionalidad chipriota; un método habitual en los grupos terroristas árabes de la época, que conseguían este tipo de documentos en Beirut. El ahora buscado pertenecía en aquel tiempo a una facción radical enfrentada incluso a Yasir Arafat. Hoy en día tiene doble nacionalidad libanesa y canadiense.
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Notiisrael - Israel/23/10/2007
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