7/10/07

¿México se puede colombianizar?

07/10/2007
Opinión
Por: Manuel Gómez Granados
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Después de la confirmación hecha por el vicepresidente de Colombia, Francisco Santos Calderón, de la presencia de Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) en grupos políticos, universidades y grupos civiles en México, cabe preguntarse si las acciones de las células bolivarianas provenientes de Venezuela —de las cuales se tiene registro desde 2001— serán manejadas por las FARC y los núcleos radicales que actúan como fachada del EPR. De ser así, estaríamos ante el inicio de una peligrosa metamorfosis de la guerrilla en México.“Ese México que menciona (el Presidente) quieto, callado y resignado no existe ya, existe un México indignado, un México reprimido, un México enojado, en resistencia y con la voluntad de organizarse y, junto al México organizado de manera pacífica hay quienes… nos exigen armas para combatir”, dice el EPR en uno de sus comunicados el 2 de octubre. O sea, el México enojado y armado se prepara para actuar junto al resto de México, ¿qué quiere decir esto?La fachada de los círculos de apoyoDesde hace tiempo se sabe de la relación entre los grupos estudiantiles, de trabajadores y de campesinos con grupos de apoyo, tanto venezolanos como mexicanos, que dicen defender la ideología bolivariana. También se tiene conocimiento de que existe una relación cercana de los grupos radicales de la izquierda Lópezobradorista con grupos venezolanos. Asimismo, se han identificado funcionarios vinculados con el ex embajador de ese país, Vladimir Villegas, que han manifestado su apoyo a las FARC y establecieron contacto con esos grupos radicales.Existen círculos bolivarianos que actúan de manera ostensible en la UNAM, concretamente en la Facultad de Filosofía y Letras, que ha sido históricamente el reducto de grupos radicales desde 1968, mediante el colectivo “José Revueltas”, o el grupo que ocupa el auditorio Ché Guevara y recientemente el CGH, que convocan a eventos de apoyo a la llamada integración bolivariana. Junto con ellos existen grupos como el Movimiento Mexicano Juarista Bolivariano, el Movimiento Bolivariano de los Pueblos y el Núcleo Mexicano de Apoyo a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo (FARC-EP). Los riesgosNo olvidemos que el mismo Chávez manifestó su apoyo a Andrés Manuel. Y el EPR declara también su simpatía por López Obrador. Igualmente, se notan de inmediato las coincidencias entre grupos radicales Lopistas con el EPR, que a su vez tienen simpatías con grupos FARC-Bolivarianos, la APPO y el EZLN. El mismo AMLO tiene afecto especial hacia Flavio Sosa, ex eperrista y dirigente de la APPO, a quien visitó en la cárcel. Estas relaciones reflejan un conjunto de condiciones que posibilitan una vinculación directa entre grupos políticos y armados con un propósito: el cambio de régimen político en México, con la única diferencia de que unos prefieren la vía armada y otros, la vía política e institucional.El vicepresidente de Colombia expresó: “No crean que es simplemente un debate ideológico, tiene unas connotaciones fundamentales que es la justificación del uso del terror y la violencia […] lo que puedo decir es que en Colombia pasó y recomendar que miren en el espejo de este país lo que puede pasar y se tomen medidas preventivas”.La posible soluciónAnte la situación actual de radicalización, de atentados e intensificación de la guerra contra el narcotráfico, sin ánimo de ser alarmistas, debemos tomar conciencia de que más vale prevenir escenarios como el descrito por el funcionario colombiano, que quedarnos cruzados de brazos, y en esto la responsabilidad es de todos pero en primer lugar del Gobierno, que debe actuar oportuna y eficazmente.No es deseable el retorno a la guerra sucia, la sociedad mexicana mayoritariamente rechaza las acciones terroristas. La violencia, venga de donde venga, no es el camino ni la solución.La petición de amnistía y diálogo del EPR sólo ha sido apoyada por algunos legisladores de izquierda que simpatizan con ellos. La mano dura no es la respuesta. Se requiere una verdadera solución, que no será posible en el corto plazo porque las verdaderas motivaciones de estos grupos van más allá de posiciones ideológicas, y tienen que ver con una exigencia fundamental que comparten con otros grupos sociales, políticos e incluso con la Iglesia: la eliminación de la pobreza y la instauración de una verdadera justicia social que ofrezca posibilidades de desarrollo para todos y respete y promueva los derechos humanos. El primer paso es escuchar su clamor, facilitar el diálogo y abrir cauces a la solidaridad. Mientras esto no se logre, los pobres seguirán siendo los primeros reclutas de la polarización, de la guerrilla y del narcotráfico.

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