Portugal confía en que el gran objetivo de su semestre de presidencia comunitaria, la nueva carta institucional europea, salga adelante esta semana en la cumbre de los 27 y pase a la historia con el nombre de 'Tratado de Lisboa'.La diplomacia del pequeño país europeo, de sólo diez millones de habitantes, ha jugado todas sus cartas para que los problemas de última hora no le estropeen el calendario y el Tratado pueda ser firmado en la siguiente y última cumbre de su semestre al frente de la UE, el 8 y 9 de diciembre.Pero las posiciones que mantienen con tozudez Polonia e Italia sobre diferentes aspectos del documento pueden convertir su aprobación antes del 31 de diciembre en una carrera contra reloj.Pese a su limitado peso específico en el conjunto de los 27 socios, Lisboa ha tenido el apoyo firme de la gran mayoría de la Unión, harta de la larga crisis abierta por el rechazo de la Constitución en los referendos de 2005 en Francia y Holanda.Según fuentes diplomáticas, el hecho de que Portugal esté en el grupo de las naciones más pequeñas de la Unión no ha sido una debilidad sino una fortaleza a la hora de alinear a los demás en el objetivo de despejar los aspectos polémicos del documento.Sin grandes batallas nacionales que librar en el seno comunitario y con una diplomacia experimentada en otras dos presidencias europeas que se mueve con comodidad en la política internacional, Lisboa ha marcado el contrapunto al gigante alemán a la hora de poner en un texto legal el acuerdo de Tratado alcanzado en junio.El primer ministro luso, el socialista José Sócrates, que ganó con mayoría absoluta las elecciones de 2005 en su país, asumió desde el primer día de gestión comunitaria la consecución de la nueva carta institucional como el reto principal de su semestre.El político portugués, de 50 años, ha seguido en sus gestiones por las capitales europeas una estrategia de elogio y no de confrontación con las dos bestias negras del proceso, Polonia y el Reino Unido.Pese a la cerrada defensa de sus intereses en el proyecto de documento, Varsovia y Londres apenas han merecido de Sócrates comentarios positivos por su 'ayuda' para sacar adelante el texto.Tanto en este objetivo como en los otros dos grandes ejes de la presidencia portuguesa de la UE, las relaciones con Africa y Brasil, Lisboa sí ha tenido un apoyo efectivo y permanente en la Comisión Europea, que preside otro portugués, José Manuel Durao Barroso.El que fue primer ministro luso y líder del principal partido de la ahora oposición portuguesa, el Social Demócrata (PSD, centro-derecha), emprendió un viaje a Africa con Sócrates al día siguiente del inicio de la presidencia comunitaria, el 1 de julio.Durao Barroso, que recordó en un discurso oficial la gesta de los navegantes lusos que viajaron a aquellas tierras cinco siglos antes, presidió también, esa misma semana en Lisboa, con Sócrates y el jefe de Estado brasileño, Luis Inacio Lula da Silva, una poco frecuente cumbre de la UE en cuyo cierre sólo se habló en portugués.Pero el impulso a las relaciones entre Europa y Brasil es por ahora el único de los tres puntos estelares de su programa comunitario que Lisboa ha podido cerrar.Sobre la cumbre con Africa del 8 y 9 de diciembre se cierne aún el nubarrón de la negativa del líder británico Gordon Brown a participar si está presente el presidente de Zimbabue, Robert Mugabe, que tiene prohibido pisar Europa por sus violaciones de los derechos humanos pero cuenta con varios apoyos africanos.Portugal ha logrado un consenso general a su tesis de que esa segunda cumbre entre los dos continentes, tras la celebrada en el año 2000 también por iniciativa lusa, no puede verse empañada por un sólo país y aquí se espera que Mugabe acuda y Brown no.Lo que puede ser bueno para la relación con Africa puede sin embargo deslucir el Tratado europeo porque con la política británica de sillas vacías frente a Zimbabue no está claro quien pondría la rúbrica británica en el documento, si finalmente sale adelante.
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Terra Actualidad/EFE/17/10/2007
Terra Actualidad/EFE/17/10/2007
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