El siglo XX comenzó con el magnicidio de Sarajevo y terminó con la desintegración de Yugoslavia y la generalización de la limpieza étnica como método de barbarie.
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Una guerra a las puertas de Europa propiciada por las potencias occidentales. El siglo XX acaba con los ideales y deja una sola ideología que permite el “derecho de los más fuertes”.
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Clausewitz (Foto)
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Javier Méndez-Vigo
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El siglo XX comenzó con el magnicidio de Sarajevo y terminó con la desintegración de Yugoslavia y la generalización de la limpieza étnica como método de barbarie. Una guerra a las puertas de Europa propiciada por las potencias occidentales. El siglo XX acaba con los ideales y deja una sola ideología que permite el “derecho de los más fuertes”.
¿Fue el siglo XX un siglo violento? Varios autores hablan de extermino, de guerra total, sin embargo desde la perspectiva del marxismo podemos relativizar lo dicho. Hoy pensadores como Enzo Traverso, o Alain Badiou hablan de distinta manera. El mismo Badiou nos dice que a lo largo del siglo se produce la ley del Dos, y que el Dos se declina según tres significaciones:
1. Existe un antagonismo central, dos subjetividades organizadas a escala planetaria en un combate mortal.
2. Existe un antagonismo no menos violento entre dos formas diferentes de considerar y de pensar el antagonismo. Es la esencia misma del enfrentamiento entre comunismo y fascismo.
3. El siglo es convocado como siglo de la producción, por la guerra, de una unidad definitiva [Le siècle]
Desde la otra perspectiva, ya vemos lo que sucede, a los violentos que piden el reconocimiento de derechos ya que son los excluidos se les denomina terroristas; mientras el Estado campa por sus fueros. La perspectiva del poder consiste en asimilar ambos tipos de violencia para terminar por hablar de democracia..., pero dejan en el cubo de la basura al demos. Así que mientras que el antagonismo para los comunistas es definido como guerra de clases, para los fascismos se trata de naciones, de razas. En última instancia es el gran relato del super-hombre.
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Guerra y soberanía
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“De Maquiavelo a Clausewitz, los teóricos de la guerra siempre han puesto el acento en la relación estrecha con la política. Ya que cuestiona el principio, las formas y los límite de la soberaía, afecta a la naturaleza misma del Estado que es el poseedor” [Enzo Traverso, À feu et à sang]. Los teóricos del Estado moderno siguen a la escolástica y fundamentalmente a Suarez (para el poder reside inmediatamente en la comunidad), por consiguiente, y para que ese poder resida en una persona como soberano, “es preciso que se le entregue con consentimiento de la comunidad”.
Tanto Grotius como Pufendorf inscriben dichas tesis dentro de una teoría del derecho natural que buscan realizar la justicia. Desde esta teoría se defiende que la guerra tiene sus propias reglas: el derecho a declararla (jus ad bellum) y el derecho en su conducta (jus in bello).
Aunque no es preciso alargarse mucho, decir que nos encontramos ante los fundamentos del Estado que se constituye como un pacto; ¿En qué consiste dicho pacto? Para algunos en una necesidad de no convertirnos de nuevo en un lobo para el hombre, lo que supondría una “guerra permanente” debido a que el “hombre es egoista” por excelencia. Todas estas teoría parten de la existencia de un estado natural. Por esto mismo, cuando se produce el pacto, cuando el Estado ejerce su soberanía ¿dónde queda la libertad”.
Existe otra interpretación [republicana] que parte del hecho que “el hombre es libre, en cuanto tiene poder para existir y ejercer una acción de acuerdo con las leyes de la libertad de la naturaleza humana” [Spinoza, Tratado político]. Si parto de dichas tesis, la conclusión es distinta, ya que el individuo no ha de perder su libertad, es más desde esta perspectiva no se deja todo al azar de un estado natural imaginario. La política es ejercicio del poder [o potentia], lo que sólo es posible gracias a la existencia de la multitud: “el derecho así definido por el poder de la multitud se denomina generalmente autoridad política. Lo tiene por modo absoluto aquella persona que ha sido designada por consentimiento general para cuidar de la cosa pública;.....Cuando esta persona es ua asamblea que reúne a la multitud en su totalidad, el régimen se llama democracia. Cuando se reduce a un grupo de hombres elegidos, el régimen se llama aristocracia” [Tratado político]
El paradigma que predomina en la modernidad es el concepto de guerra justa. Lo que se produce es que sólo se puede declarar la guerra para reparar una injusticia y utilizando una fuerza proporcional a la injusticia sufrida. Y esta concepción lleva a occidente a un jus publicum europaeum, mediante el que sólo era una lucha interestatal, que hace “injusta” la guerra civil.
Sin embargo, esta lucha interestatal que permite el derecho al asilo y acepta el no causar daño a los civiles en la retaguardia es paradógica. Ya que el camino hacia la “democracia” en occidental está cimentada en la exportación de la “guerra civil” a la periferia: “la democracia en la esfera de la comunidad blanca se ha desarrollado al mismo tiempo que las relaciones de reducción al escavismo de los negros y de deportación de los indios. Durante treinta dos de los treinta y seis primeros anños de vida de los Estados Unidos, son los propietarios de esclavos los que detentan la presidencia, y son los que elaboran la Declaración de Independencia y la Constitucción” [Domenico Losurdo, Le péché original du XX siècle]. Podemos afirmar que sin la escavitud no se puede entender la “libertad americana”; la libertad está basada en el genocidio de toda una raza- la de los indios-. Pero no es la primera “limpieza étnica”, ahí queda la expulsión de los “marranos” en la primera etapa de la modernidad española, uno de cuyos descendientes es la Spinoza y su filosofía.
El progreso del hombre blanco se ha basado en el genocidio que se produce cuando se define a una raza en términos naturalistas, y que nos permite sustituir la clase por la raza. ¿Cuál es la consecuencia de dicha concepción? A se posible el exterminio y cuando no se dan condiciones se ejerce la violencia de la clase dominante mediante el apartheid o segregación racial mediante lo cual se crean dos mundos: el paraíso de los blancos donde se dan todas las ventajas de nuestro mundo occidental y el mundo del no-ser, el invisible, el vive “fuera”, el sin derechos (porque lo permite el derecho blanco). Pero estas prácticas que se ejercen y se mantienen en las colonias son sólo prácticas que en el siglo XX serán importadas a las metrópolis imperialistas y democráticas. El mismo Losurdo nos lo explica: “El apartheid evoca las décadas entre el siglo diecinueve y veinte en los Estados Unidos y en Africa del Surd. La brutalidad con respecto de las poblaciones coloniales, teorizada y practicada, deja su marca también en la metrópoli capitalista. Separados, sometidos a las relaciones de trabajo semiserviles, a menudo linchados y golpeados por la violencia de las bandas fascistas, los negros en el Sur de los Estados Unidos son asimilados a las “bestias”; sus actos de rebelion contra la white supremacy hacen incluso emerger la tentación de la “solución final (ultimate solution) de la cuestión negra” [Le pèché original du XX siècle].
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La guerra civil
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Todo el siglo XX ha sido un siglo de violencia y la mayor violencia fue la guerra civil que arrasó el continente con las dos Guerras Mundiales. Tal seria la tesis de los revisionistas que quieren volver la historia, es más en nuestros lares estos aprendices de brujo (como el ex-grapo Pio Moa) o el bufón de la corte de Tele- Madrid echan en el mismo saco a todos, por decir que echan las culpas de toda la violencia a los “rojos”. Sin embargo, la realidad es bien distinta. Aquella época fue un tiempo de “revoluciones y contrarrevoluciones”. Es la contrarrevolución la que destroza el país y lo lleva a la guerra civil.
Y en una guerra civil ¿dónde quedan el jus ad bello y el jus in bello? Hay que partir del hecho de que una guerra civil (como bien decía Victor Serge en artículo) es “un conflicto irreductible entre dos partes de una sociedad desgarrada, un conflicto que no conoce otra cosa que la violencia, en el que no es posible ningún compromiso” [À feu et à sang]. Y llevándola al extremo: una guerra civil siempre es una mezcla de anoia jurídica y plenitud pasional.
Un ejemplo claro lo tenemos con la Revolución de Octubre donde se produce una simbiosis entre revolución y contrarrevolución. La revolución conlevó una guerra civil llevada contra los blancos y que fue provocada por la misma contrarrevolución (Koltchak, Denikine, Wrangel). Guerra civil entre dos ejércitos rusos; guerra que llevó a los bolcheviques a crear el Ejército Rojo como un ejército de clase ya que “lo que inspiraba la creación del Ejército Rojo no eran los principios del orden socialista del futuro sino la necesidad de la dictadura proletaria de destruir a la burguesía y al imperialismo y, por tanto, el carácter clasista de la defensa armada” [Andrea Polaco, Liliana Ogando Caló, Introducción a Escritos militares de Leon Trotsky]. Guerra civil que condiciona el posterior desarrollo de la Rusia soviética. Pero por otra parte, la guerra civil supone un paso más en el “abandono” del derecho. Una guerra civil que se internacionaliza ya que desde el comienzo existe una intervención militar británica, francesa y nipona. Por su parte los bolcheviques concebían dicha guerra como un “enfrentamiento de clases” tanto a nivel interno como a nivel internacional ya que (sobre todo Lenin y Trotsky) concebían la revolución de octubre como el prólogo de la revolución mundial.
Existe otro ejemplo: la revolución española. Primero masacrada en la Comuna de Asturias de 1934. En 1936 cuando el pronunciamiento faccioso de los militares, se produce un vacío de poder. Son las masas las que el 18 de julio, sobre todo en las principales ciudades, las que hacen fracasar el golpe militar y toman las calles para relaizar la revolución mediante los comités. Es el gobierno republicano es que intenta dar valor a las instituciones de la república burguesa. Se produce una situación de doble poder en el que se intenta las colectivizaciones. Pero el doble poder no es eterno. El mismo Trotsky nos lo decía, pues el doble poder “supone una situación transitoria de “anarquía” que pronto o tarde será superada por la victoria de una de las dos partes en lucha, como lo muestran todas las grandes revoluciones de la Historia. La revolución inglesa conoció un conflicto entre la monarquía y el “ejército modelo” de Crowell; la Revolución francesa, en primer lugar la oposición entre el rey y la Asamblea constituyente, luego el enfrentamiento entre la Comuna y la Convención; en la Comuna de 1871, dicha dualidad de poderes se configura bajo la forma de una separación territoria: la revolución en París, la contrarrevolución en Versalles. En la Rusia de 1917, el gobierno provisional dirigido por Kerensky, se oponen a la Asamblea de los soviets, en la que los bocheviques se convierten en mayoritarios en octubre” [À feu età sang]
La guerra civil hace desaparecer el jus in bello, pues dejan de existir los civiles. Cada parte de la contienda coloca al enenmigo en el umbral del no- derecho. Es más “la guerra civil exhuma y aviva los sentimientos antiguos que se combinan con las fustraciones y con las esperanzas del presente. El adversario no debe matarse solamente, debe ser humillado en público y exhibido como un trofeo de guerra” [À feu et à sang] Las pulsiones se disparan y la guerra civil es un laboratorio para saber de lo que somos capaces los seres humanos en situaciones extremas. El enfrentamiento de clase se transforma en una fiesta de la venganza. En última instancia la guerra civil es el umbral de lo que va significar la guerra total.
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La guerra total
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“La tradición colonial parece ejercer cierta influencia incluso sobre la suerte de los judios. Estos son culpables, a los ojos de hitler, de proseguir una política de mezcla y de degradación de las razas; de otra parte- haciéndose eco de Mussolini- àra que el régimen de apartheid sea privado de pasaralelas, es necesario que la “dignidad” y la pureza de la raza dominadora sea valorizada no solo “con respecto a los africanos, sino también de los semitas, es decir de los judíos. Después de la proclamación de la legislación antisemita, el curso del delirio racista alcanza su cumbre en la República de Salò: la llamada a los jóvenes para que se enrolen “a fin de que los negros al servicio de Inlgaterra, no contaminen el suelo sagrado” de la patria va a la par con la entrega de los judios a los nazis y con la colaboración con el Tercer Raich para la “solución final” [Le péché original du XX siècle].
Casi quinientos años después de la “expulsión” de los judios del Reino de España (una de las primeras limpiezas étnicas) llega la solución final. El extermino de una raza que además había hecho avanzar la cultura de Alemania, como la de Europa. Los asimilados habían creado la simbiosis cultural con Alemania. El mismo Enzo Traverso en su libro Los judíos y Alemania nos relata las distintas etapas de la “simbiosis judío-alemana”, diciéndonos que la “judeidad llegó a ser uno de los elementos constitutivos del espíritu cosmopolita y supracional de la Mitteleuropa, conebida como un espacio cultural unitario más allá de las fronteras de los Estados, que iba de Berlín a Praga, de Viena a Budapets”. Una simbiosis que dio personajes de la talla de Fran Kafka, Heinrich Heine, Karl Marx, Sigmund Freud, Edmund Husser, Max Horkheimer, Walter Benjamin, Erns Bloch, T. Adorno, , G. Lukács, R. Luxemburg, Hanna Arendt. ¡La cumbre de la cultura europea!. Por otra parte se produce una alianza con el movimiento obrero y con el internacionalismo.
¿Nadie se dio cuenta de esta maquinaria de la muerte [planificada] representad por Auschwitz? Es la “historia desgarrada” que lleva al exilio a esa intelectualidad; y es en el exilio donde se produce una de las obras cumbres que critica la modernidad y la maquinaria de la muerte como es la obra Dialéctica de la Ilustración. También es el momento en que E. Bloch escribe su manifiesto utópico y lleno de lucha y esperanza como es El principio Esperanza donde llega a nalizar el nazismo como ideología pequeño- burguesa y reaccionanaria: “La pequeña burguesía, sobre todo, tiene, siempre el gusto del rencor agazapado; es muy de ella caer sobre el inocente, ya que se dispara, sobre todo en la dirección de la mínima resistencia. De la “Noche de los cuchillos largos” surgió Hitler, desde el sueño de esta noche fue llamado por los señores, al ver en él un instrumento útil. El sueño de venganza nazi es subjetivamente un sueño retenido, no un sueño rebelde; es rabia sorda, no revolucionaria.... Así como su venganza no aborrece la explotación, sino sólo el hecho de no ser uno mismo aquel que explota, de mismo modo la virtud no aborrece la disipación de los ricos, sio sólo que uno no es personal y específicamente quien la disfruta”.
¿Es un hecho aislado en nuestra historia la maquinaria de la muerte? El siglo XX comienza con la desintegración del Imperio otomano que lleva a la radicalización del nacionalismo y a una ola de chovinismo en Europa. La misma Revolución de los Jovenes Turcos que abre a Turquía a la modernidad [capitalista] les lleva a una guerra de exteminio del pueblo armenio donde se utilizan armas de destrucción masiva y donde el enemigo es la sociedad civil. Pero siguiendo el axioma de que el enemigo es el no- ser y da lugar a una práctica que se extiende por el mundo desarrollado y que ya se había aplicado en la colonias: la masacre y la limpieza étnica dando lugar a la no-ciudadanía y por tanto a los sin derechos.
Existe un momento en el que podemos hablar de la guerra total: cuando se produce la dehumanización del enemigo que coincide con el hecho de que el objetivo reside en destruir la población civil y por tanto destrozar la sociedad civil. Hay que infligir el mayor daño en la retaguardia y por tanto no tener prisioneros. Es sintomático que el campo de entrenamiento fue en España por medio de las tropas facciosas. El primer bombardeo de una población civil por la aviazción alemana ocurre en Guernica. Es el odio al bolchevismo lo que existe detrás y lo que se aplicó en España se va a generalizar en el “Frente del Este”; ya que la extirpación del bolchevismo es la revancha de Alemania, pues para el mando alemán su tarea “consiste en destruir el ejército rojo y en erradicar para siempre el bolchevismo, enemigo mortal del nazional-socialismo. No hemos olvidado que el bolchevismo ha apuñalado en la espalda de nuestro ejército durante la [Pirmera] guerra mundial y es el responsible de todas nuestras desgracias que nuestro pueblo ha sufrido después de la guerra” [À feu et à sang].
Lo esencial para los nazis es la destrucción del judeo- bolchevismo [término utilizado también por el régimen franquista]. Por tanto a partir de este instante aparece la crueldad como algo esencial en la guerra. La guerra se convierte en cruzada donde no puede haber supervivientes ya que el hereje (bolchevique) es inferior ya ha abandonado la humanidad, convirtiéndose en infrahumano. Frente a esto Stalin decide reponder mediante la guerra partisana en la que “los soldados no deben rendirse; los prisioneros son considerados como desertores”.
La guerra total se basa en el bombardeo aéreo que “desemboca en una escalda de acciones y de retorsiones que desembocan en una ola destructiva ciega y, para las poblaciones que la sufren, literalmente apocalíptica”[À feu et à sang]. Ola destructiva utilizada por todos los ejércitos que lucharon en la contienda que tiene como objetivo el terror hacia la población civil y que no puede desligarse del desarrollo de la “industria militar” como posibilidad de desarrollo de las fuerzas productivas. Terror total que incluso cuando en Nuremberg se está juzgando a los vencidos (nazis) sobre los crímenes contra la humanidad en agosto de 1945, el Ejército vencedor utiliza un arma de destrución masiva nueva [la bomba atómica] arrasa dos ciudades niponas con lo que consigue su hegemonía militar.
Javier Méndez-Vigo
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El siglo XX comenzó con el magnicidio de Sarajevo y terminó con la desintegración de Yugoslavia y la generalización de la limpieza étnica como método de barbarie. Una guerra a las puertas de Europa propiciada por las potencias occidentales. El siglo XX acaba con los ideales y deja una sola ideología que permite el “derecho de los más fuertes”.
¿Fue el siglo XX un siglo violento? Varios autores hablan de extermino, de guerra total, sin embargo desde la perspectiva del marxismo podemos relativizar lo dicho. Hoy pensadores como Enzo Traverso, o Alain Badiou hablan de distinta manera. El mismo Badiou nos dice que a lo largo del siglo se produce la ley del Dos, y que el Dos se declina según tres significaciones:
1. Existe un antagonismo central, dos subjetividades organizadas a escala planetaria en un combate mortal.
2. Existe un antagonismo no menos violento entre dos formas diferentes de considerar y de pensar el antagonismo. Es la esencia misma del enfrentamiento entre comunismo y fascismo.
3. El siglo es convocado como siglo de la producción, por la guerra, de una unidad definitiva [Le siècle]
Desde la otra perspectiva, ya vemos lo que sucede, a los violentos que piden el reconocimiento de derechos ya que son los excluidos se les denomina terroristas; mientras el Estado campa por sus fueros. La perspectiva del poder consiste en asimilar ambos tipos de violencia para terminar por hablar de democracia..., pero dejan en el cubo de la basura al demos. Así que mientras que el antagonismo para los comunistas es definido como guerra de clases, para los fascismos se trata de naciones, de razas. En última instancia es el gran relato del super-hombre.
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Guerra y soberanía
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“De Maquiavelo a Clausewitz, los teóricos de la guerra siempre han puesto el acento en la relación estrecha con la política. Ya que cuestiona el principio, las formas y los límite de la soberaía, afecta a la naturaleza misma del Estado que es el poseedor” [Enzo Traverso, À feu et à sang]. Los teóricos del Estado moderno siguen a la escolástica y fundamentalmente a Suarez (para el poder reside inmediatamente en la comunidad), por consiguiente, y para que ese poder resida en una persona como soberano, “es preciso que se le entregue con consentimiento de la comunidad”.
Tanto Grotius como Pufendorf inscriben dichas tesis dentro de una teoría del derecho natural que buscan realizar la justicia. Desde esta teoría se defiende que la guerra tiene sus propias reglas: el derecho a declararla (jus ad bellum) y el derecho en su conducta (jus in bello).
Aunque no es preciso alargarse mucho, decir que nos encontramos ante los fundamentos del Estado que se constituye como un pacto; ¿En qué consiste dicho pacto? Para algunos en una necesidad de no convertirnos de nuevo en un lobo para el hombre, lo que supondría una “guerra permanente” debido a que el “hombre es egoista” por excelencia. Todas estas teoría parten de la existencia de un estado natural. Por esto mismo, cuando se produce el pacto, cuando el Estado ejerce su soberanía ¿dónde queda la libertad”.
Existe otra interpretación [republicana] que parte del hecho que “el hombre es libre, en cuanto tiene poder para existir y ejercer una acción de acuerdo con las leyes de la libertad de la naturaleza humana” [Spinoza, Tratado político]. Si parto de dichas tesis, la conclusión es distinta, ya que el individuo no ha de perder su libertad, es más desde esta perspectiva no se deja todo al azar de un estado natural imaginario. La política es ejercicio del poder [o potentia], lo que sólo es posible gracias a la existencia de la multitud: “el derecho así definido por el poder de la multitud se denomina generalmente autoridad política. Lo tiene por modo absoluto aquella persona que ha sido designada por consentimiento general para cuidar de la cosa pública;.....Cuando esta persona es ua asamblea que reúne a la multitud en su totalidad, el régimen se llama democracia. Cuando se reduce a un grupo de hombres elegidos, el régimen se llama aristocracia” [Tratado político]
El paradigma que predomina en la modernidad es el concepto de guerra justa. Lo que se produce es que sólo se puede declarar la guerra para reparar una injusticia y utilizando una fuerza proporcional a la injusticia sufrida. Y esta concepción lleva a occidente a un jus publicum europaeum, mediante el que sólo era una lucha interestatal, que hace “injusta” la guerra civil.
Sin embargo, esta lucha interestatal que permite el derecho al asilo y acepta el no causar daño a los civiles en la retaguardia es paradógica. Ya que el camino hacia la “democracia” en occidental está cimentada en la exportación de la “guerra civil” a la periferia: “la democracia en la esfera de la comunidad blanca se ha desarrollado al mismo tiempo que las relaciones de reducción al escavismo de los negros y de deportación de los indios. Durante treinta dos de los treinta y seis primeros anños de vida de los Estados Unidos, son los propietarios de esclavos los que detentan la presidencia, y son los que elaboran la Declaración de Independencia y la Constitucción” [Domenico Losurdo, Le péché original du XX siècle]. Podemos afirmar que sin la escavitud no se puede entender la “libertad americana”; la libertad está basada en el genocidio de toda una raza- la de los indios-. Pero no es la primera “limpieza étnica”, ahí queda la expulsión de los “marranos” en la primera etapa de la modernidad española, uno de cuyos descendientes es la Spinoza y su filosofía.
El progreso del hombre blanco se ha basado en el genocidio que se produce cuando se define a una raza en términos naturalistas, y que nos permite sustituir la clase por la raza. ¿Cuál es la consecuencia de dicha concepción? A se posible el exterminio y cuando no se dan condiciones se ejerce la violencia de la clase dominante mediante el apartheid o segregación racial mediante lo cual se crean dos mundos: el paraíso de los blancos donde se dan todas las ventajas de nuestro mundo occidental y el mundo del no-ser, el invisible, el vive “fuera”, el sin derechos (porque lo permite el derecho blanco). Pero estas prácticas que se ejercen y se mantienen en las colonias son sólo prácticas que en el siglo XX serán importadas a las metrópolis imperialistas y democráticas. El mismo Losurdo nos lo explica: “El apartheid evoca las décadas entre el siglo diecinueve y veinte en los Estados Unidos y en Africa del Surd. La brutalidad con respecto de las poblaciones coloniales, teorizada y practicada, deja su marca también en la metrópoli capitalista. Separados, sometidos a las relaciones de trabajo semiserviles, a menudo linchados y golpeados por la violencia de las bandas fascistas, los negros en el Sur de los Estados Unidos son asimilados a las “bestias”; sus actos de rebelion contra la white supremacy hacen incluso emerger la tentación de la “solución final (ultimate solution) de la cuestión negra” [Le pèché original du XX siècle].
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La guerra civil
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Todo el siglo XX ha sido un siglo de violencia y la mayor violencia fue la guerra civil que arrasó el continente con las dos Guerras Mundiales. Tal seria la tesis de los revisionistas que quieren volver la historia, es más en nuestros lares estos aprendices de brujo (como el ex-grapo Pio Moa) o el bufón de la corte de Tele- Madrid echan en el mismo saco a todos, por decir que echan las culpas de toda la violencia a los “rojos”. Sin embargo, la realidad es bien distinta. Aquella época fue un tiempo de “revoluciones y contrarrevoluciones”. Es la contrarrevolución la que destroza el país y lo lleva a la guerra civil.
Y en una guerra civil ¿dónde quedan el jus ad bello y el jus in bello? Hay que partir del hecho de que una guerra civil (como bien decía Victor Serge en artículo) es “un conflicto irreductible entre dos partes de una sociedad desgarrada, un conflicto que no conoce otra cosa que la violencia, en el que no es posible ningún compromiso” [À feu et à sang]. Y llevándola al extremo: una guerra civil siempre es una mezcla de anoia jurídica y plenitud pasional.
Un ejemplo claro lo tenemos con la Revolución de Octubre donde se produce una simbiosis entre revolución y contrarrevolución. La revolución conlevó una guerra civil llevada contra los blancos y que fue provocada por la misma contrarrevolución (Koltchak, Denikine, Wrangel). Guerra civil entre dos ejércitos rusos; guerra que llevó a los bolcheviques a crear el Ejército Rojo como un ejército de clase ya que “lo que inspiraba la creación del Ejército Rojo no eran los principios del orden socialista del futuro sino la necesidad de la dictadura proletaria de destruir a la burguesía y al imperialismo y, por tanto, el carácter clasista de la defensa armada” [Andrea Polaco, Liliana Ogando Caló, Introducción a Escritos militares de Leon Trotsky]. Guerra civil que condiciona el posterior desarrollo de la Rusia soviética. Pero por otra parte, la guerra civil supone un paso más en el “abandono” del derecho. Una guerra civil que se internacionaliza ya que desde el comienzo existe una intervención militar británica, francesa y nipona. Por su parte los bolcheviques concebían dicha guerra como un “enfrentamiento de clases” tanto a nivel interno como a nivel internacional ya que (sobre todo Lenin y Trotsky) concebían la revolución de octubre como el prólogo de la revolución mundial.
Existe otro ejemplo: la revolución española. Primero masacrada en la Comuna de Asturias de 1934. En 1936 cuando el pronunciamiento faccioso de los militares, se produce un vacío de poder. Son las masas las que el 18 de julio, sobre todo en las principales ciudades, las que hacen fracasar el golpe militar y toman las calles para relaizar la revolución mediante los comités. Es el gobierno republicano es que intenta dar valor a las instituciones de la república burguesa. Se produce una situación de doble poder en el que se intenta las colectivizaciones. Pero el doble poder no es eterno. El mismo Trotsky nos lo decía, pues el doble poder “supone una situación transitoria de “anarquía” que pronto o tarde será superada por la victoria de una de las dos partes en lucha, como lo muestran todas las grandes revoluciones de la Historia. La revolución inglesa conoció un conflicto entre la monarquía y el “ejército modelo” de Crowell; la Revolución francesa, en primer lugar la oposición entre el rey y la Asamblea constituyente, luego el enfrentamiento entre la Comuna y la Convención; en la Comuna de 1871, dicha dualidad de poderes se configura bajo la forma de una separación territoria: la revolución en París, la contrarrevolución en Versalles. En la Rusia de 1917, el gobierno provisional dirigido por Kerensky, se oponen a la Asamblea de los soviets, en la que los bocheviques se convierten en mayoritarios en octubre” [À feu età sang]
La guerra civil hace desaparecer el jus in bello, pues dejan de existir los civiles. Cada parte de la contienda coloca al enenmigo en el umbral del no- derecho. Es más “la guerra civil exhuma y aviva los sentimientos antiguos que se combinan con las fustraciones y con las esperanzas del presente. El adversario no debe matarse solamente, debe ser humillado en público y exhibido como un trofeo de guerra” [À feu et à sang] Las pulsiones se disparan y la guerra civil es un laboratorio para saber de lo que somos capaces los seres humanos en situaciones extremas. El enfrentamiento de clase se transforma en una fiesta de la venganza. En última instancia la guerra civil es el umbral de lo que va significar la guerra total.
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La guerra total
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“La tradición colonial parece ejercer cierta influencia incluso sobre la suerte de los judios. Estos son culpables, a los ojos de hitler, de proseguir una política de mezcla y de degradación de las razas; de otra parte- haciéndose eco de Mussolini- àra que el régimen de apartheid sea privado de pasaralelas, es necesario que la “dignidad” y la pureza de la raza dominadora sea valorizada no solo “con respecto a los africanos, sino también de los semitas, es decir de los judíos. Después de la proclamación de la legislación antisemita, el curso del delirio racista alcanza su cumbre en la República de Salò: la llamada a los jóvenes para que se enrolen “a fin de que los negros al servicio de Inlgaterra, no contaminen el suelo sagrado” de la patria va a la par con la entrega de los judios a los nazis y con la colaboración con el Tercer Raich para la “solución final” [Le péché original du XX siècle].
Casi quinientos años después de la “expulsión” de los judios del Reino de España (una de las primeras limpiezas étnicas) llega la solución final. El extermino de una raza que además había hecho avanzar la cultura de Alemania, como la de Europa. Los asimilados habían creado la simbiosis cultural con Alemania. El mismo Enzo Traverso en su libro Los judíos y Alemania nos relata las distintas etapas de la “simbiosis judío-alemana”, diciéndonos que la “judeidad llegó a ser uno de los elementos constitutivos del espíritu cosmopolita y supracional de la Mitteleuropa, conebida como un espacio cultural unitario más allá de las fronteras de los Estados, que iba de Berlín a Praga, de Viena a Budapets”. Una simbiosis que dio personajes de la talla de Fran Kafka, Heinrich Heine, Karl Marx, Sigmund Freud, Edmund Husser, Max Horkheimer, Walter Benjamin, Erns Bloch, T. Adorno, , G. Lukács, R. Luxemburg, Hanna Arendt. ¡La cumbre de la cultura europea!. Por otra parte se produce una alianza con el movimiento obrero y con el internacionalismo.
¿Nadie se dio cuenta de esta maquinaria de la muerte [planificada] representad por Auschwitz? Es la “historia desgarrada” que lleva al exilio a esa intelectualidad; y es en el exilio donde se produce una de las obras cumbres que critica la modernidad y la maquinaria de la muerte como es la obra Dialéctica de la Ilustración. También es el momento en que E. Bloch escribe su manifiesto utópico y lleno de lucha y esperanza como es El principio Esperanza donde llega a nalizar el nazismo como ideología pequeño- burguesa y reaccionanaria: “La pequeña burguesía, sobre todo, tiene, siempre el gusto del rencor agazapado; es muy de ella caer sobre el inocente, ya que se dispara, sobre todo en la dirección de la mínima resistencia. De la “Noche de los cuchillos largos” surgió Hitler, desde el sueño de esta noche fue llamado por los señores, al ver en él un instrumento útil. El sueño de venganza nazi es subjetivamente un sueño retenido, no un sueño rebelde; es rabia sorda, no revolucionaria.... Así como su venganza no aborrece la explotación, sino sólo el hecho de no ser uno mismo aquel que explota, de mismo modo la virtud no aborrece la disipación de los ricos, sio sólo que uno no es personal y específicamente quien la disfruta”.
¿Es un hecho aislado en nuestra historia la maquinaria de la muerte? El siglo XX comienza con la desintegración del Imperio otomano que lleva a la radicalización del nacionalismo y a una ola de chovinismo en Europa. La misma Revolución de los Jovenes Turcos que abre a Turquía a la modernidad [capitalista] les lleva a una guerra de exteminio del pueblo armenio donde se utilizan armas de destrucción masiva y donde el enemigo es la sociedad civil. Pero siguiendo el axioma de que el enemigo es el no- ser y da lugar a una práctica que se extiende por el mundo desarrollado y que ya se había aplicado en la colonias: la masacre y la limpieza étnica dando lugar a la no-ciudadanía y por tanto a los sin derechos.
Existe un momento en el que podemos hablar de la guerra total: cuando se produce la dehumanización del enemigo que coincide con el hecho de que el objetivo reside en destruir la población civil y por tanto destrozar la sociedad civil. Hay que infligir el mayor daño en la retaguardia y por tanto no tener prisioneros. Es sintomático que el campo de entrenamiento fue en España por medio de las tropas facciosas. El primer bombardeo de una población civil por la aviazción alemana ocurre en Guernica. Es el odio al bolchevismo lo que existe detrás y lo que se aplicó en España se va a generalizar en el “Frente del Este”; ya que la extirpación del bolchevismo es la revancha de Alemania, pues para el mando alemán su tarea “consiste en destruir el ejército rojo y en erradicar para siempre el bolchevismo, enemigo mortal del nazional-socialismo. No hemos olvidado que el bolchevismo ha apuñalado en la espalda de nuestro ejército durante la [Pirmera] guerra mundial y es el responsible de todas nuestras desgracias que nuestro pueblo ha sufrido después de la guerra” [À feu et à sang].
Lo esencial para los nazis es la destrucción del judeo- bolchevismo [término utilizado también por el régimen franquista]. Por tanto a partir de este instante aparece la crueldad como algo esencial en la guerra. La guerra se convierte en cruzada donde no puede haber supervivientes ya que el hereje (bolchevique) es inferior ya ha abandonado la humanidad, convirtiéndose en infrahumano. Frente a esto Stalin decide reponder mediante la guerra partisana en la que “los soldados no deben rendirse; los prisioneros son considerados como desertores”.
La guerra total se basa en el bombardeo aéreo que “desemboca en una escalda de acciones y de retorsiones que desembocan en una ola destructiva ciega y, para las poblaciones que la sufren, literalmente apocalíptica”[À feu et à sang]. Ola destructiva utilizada por todos los ejércitos que lucharon en la contienda que tiene como objetivo el terror hacia la población civil y que no puede desligarse del desarrollo de la “industria militar” como posibilidad de desarrollo de las fuerzas productivas. Terror total que incluso cuando en Nuremberg se está juzgando a los vencidos (nazis) sobre los crímenes contra la humanidad en agosto de 1945, el Ejército vencedor utiliza un arma de destrución masiva nueva [la bomba atómica] arrasa dos ciudades niponas con lo que consigue su hegemonía militar.
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kaosenlared.net - España/05/10/2007
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