Brasil duplicará su presupuesto de Defensa en 2008. Prevé invertir en el área militar 2.585 millones de dólares, una cifra que supera en más de 100% lo gastado en 2007 (1.100 millones de dólares). La inversión supera en Defensa el gasto sumado de Educación, Salud, Previsión y Desarrollo Social.
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Por Jorge Castro
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Brasil duplicará su presupuesto de Defensa en 2008. Prevé invertir en el área militar 2.585 millones de dólares, una cifra que supera en más de 100% lo gastado en 2007 (1.100 millones de dólares). La inversión supera en Defensa el gasto sumado de Educación, Salud, Previsión y Desarrollo Social. Si se agregan salarios, pensiones y gastos de mantenimiento, la inversión en las tres fuerzas armadas alcanzará los 4.800 millones de dólares en 2008, cifra que supera en 1.400 millones el gasto actual. “Somos conscientes de que para mantener la posición privilegiada de Brasil en América del Sur y escalar en el escenario internacional no podemos descuidar nuestra defensa”, señaló el ministro Nelson Jobim. La inversión prevista para equipar a las fuerzas armadas será la mayor desde la finalización del régimen militar (1964-1985). El Ejército, la Marina y la Aeronáutica tendrán a su disposición el mayor presupuesto de la historia brasileña de los últimos 22 años. Esos gastos ascenderán a 9,1 billones de reales, y pueden llegar a 10,1 billones (5.000 millones de dólares o más). Las medidas anunciadas incluyen la asignación de 130 millones de reales por año para terminar de construir el submarino nuclear que la Marina intenta infructuosamente fabricar desde 1979. También se retoma el Programa FX de adquisición de cazas bombarderos de última generación, con una inversión de 2.000 millones de reales (1.000 millones de dólares). El presupuesto 2008 incluirá incentivos para fortalecer la industria bélica nacional, utilizando líneas de financiamiento del Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES), cuya capacidad de préstamo asciende a 30.000 millones de dólares por año. “Trato de imaginar qué es lo que puede frenar a Brasil, y estoy convencido de que sólo puede ser nuestra omisión o nuestra sumisión. Llegó la hora de construir un Programa de Aceleración del Crecimiento (PAC) para nuestras fuerzas armadas”, afirmó el presidente Lula en septiembre de este año. El Programa de Aceleración del Crecimiento, lanzado por Lula en enero de 2007, prevé inversiones públicas y privadas, ante todo en infraestructura, por 242.000 millones de dólares hasta 2010, en un escalonamiento de 50.000 millones de dólares por año. Las fuerzas armadas brasileñas dejan atrás la “situación de abandono” en que se hallaban en las últimas dos décadas, según Geraldo Cavagnari, director del Núcleo de Estudios Estratégicos de la Universidad de Campinas (Unicamp). El comandante de la Marina, Almirante Julio Soares de Moura Neto, describió la situación de la fuerza naval brasileña en los siguientes términos: “Vivimos un estado crítico de degradación y obsolescencia material”. El rearme no responde en Brasil a la necesidad de enfrentar un posible ataque de Venezuela o de cualquier otro país de la región. El presidente Hugo Chávez ha comprado armas por 4.000 millones de dólares en los últimos cinco años, que incluyen 100.000 fusiles de asalto Kalashnikov y 19 cazas Sukhoi, adquiridos a Rusia. Pero Venezuela importa toda la escala de los productos manufacturados que consume y carece de una base industrial. Su dependencia del exterior es completa en la totalidad de los rubros estratégicos. Chávez no es para Brasil un desafío militar, sino un rival político. La duplicación del gasto militar brasileño está acompañada por una nueva concepción estratégica, acorde con su realidad de gran potencia regional, convertida en actor global. El nuevo posicionamiento internacional de Brasil requiere un perfil estratégico propio. Brasil fue después de 1985, y a lo largo de más de 10 años, una potencia media de alcance regional, con una economía estancada, sumergida en la megainflación, y una acentuada irrelevancia internacional. En esa etapa, su preocupación estratégica central fue la defensa de la Amazonia, con una visión estrecha y territorial, que presumía, hasta el extremo de la paranoia, la posibilidad de su pérdida a manos de distintos actores de la comunidad internacional. Brasil ahora se ha transformado en el líder de América del Sur, con 13 años de estabilidad económica, duplicación de sus exportaciones en cinco años y atracción de 32.000 millones de dólares de inversión extranjera directa (IED) en los últimos 12 meses. Además, tendrá “investment grade” en el primer trimestre de 2008. Brasil se ha convertido en un actor global en los últimos 18 meses (acuerdo de biocombustibles con Estados Unidos, reconocimiento como socio estratégico por la Unión Europea, invitación para incorporarse al G8 junto con China e India). Por eso, en términos estratégicos, es ahora una gran potencia regional, de alcance global, llamada a participar del proceso decisorio del sistema internacional. Este proceso no es una entelequia, sino un poder concreto, que resuelve las grandes cuestiones internacionales, tanto en materia de seguridad (lo que implica la posibilidad de la guerra), como en lo que hace a las reglas de funcionamiento de la economía global. Su espacio inmediato de acción es Sudamérica y el Atlántico Sur; ésta es una zona de estabilidad político-estratégica interestatal, con el menor nivel relativo de gasto militar (1,4% del PBI). Pero es también un área de crónica inestabilidad política e institucional. Son 13 los presidentes constitucionales sudamericanos que no terminaron sus mandatos al enfrentar crisis de gobernabilidad entre 1989 y 2005. También es una región no hegemónica, tras el repliegue de la superpotencia norteamericana después de los atentados terroristas del 11/9. Bolivia es probablemente el más afectado por la crisis crónica de ingobernabilidad entre los países sudamericanos. Al mismo tiempo, tiene un significado estratégico de primera línea para Brasil porque de él depende más del 50% de su provisión de gas. Bolivia es hoy el principal espacio en el que se despliega la rivalidad de Brasil con la Venezuela de Chávez. La nueva visión estratégica de Brasil, que fundamenta la duplicación de su gasto militar, les otorga a sus fuerzas armadas una importancia que no tuvieron en los últimos 22 años. “El ejército es una institución que de nada sirve, salvo cuando todo depende de él”, señaló De Gaulle.
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Perfil.com - Argentina/04/11/2007
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