19/11/07

El enigma de Sarkozy

¿A QUÉ VA CHÁVEZ A PARÍS?
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María Jimena Duzán.
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A pocas horas de que el presidente de Francia, Nicolás Zarkozy, reciba en el Palacio de L'Elysee a su homólogo venezolano, Hugo Chávez, París se ha convertido en el centro de una impresionante movilización en favor del intercambio humanitario como vía para conseguir la liberación de Íngrid Betancourt.
Ayer, domingo, en el Trocadero, con la torre Eiffel de testigo, los comités de apoyo por la liberación de Íngrid Betancourt, en un acto sin precedentes, consiguieron reunir en un concierto a treinta de los cantantes más famosos de Francia. Es evidente que el secuestro de Íngrid está en el centro de la atención de la opinión pública francesa, y que Nicolás Sarkozy está metido de lleno en el asunto, sobre todo ahora que Cecilia, su amor, se fue de L'Elysee y ya no lo desvela.
Se necesitaría ser, pues, muy ingenuo para pensar que en la reunión de mañana los dos gobernantes se van a remitir a intercambiar experiencias sobre cómo es eso de ser jefes de Estado sin tener que padecer una primera dama -el presidente Chávez también pertenece a ese mismo club, aunque las malas lenguas dicen que está de novio de una pereirana-.
Independientemente de lo que ocurra mañana en París, a mí personalmente me resulta todavía un enigma en torno a Nicolás Sarkozy, un presidente que tiene seducidos a los franceses por su capacidad de sorprender y de hacer lo que nadie espera que haga, amén de que ya tiene un puesto en la historia como el primer presidente de la V República en haber tirado abajo el muro que los políticos franceses siempre impusieron para dividir su vida privada -la cual era intocable- de su vida pública. Sarkozy, en contravía de sus antecesores, hizo de su vida íntima una telenovela exitosa que lo ha llevado a la cumbre del poder. En política, desafió con éxito todos los obstáculos que se le impusieron. Cuando todo el mundo pensó que un político como él, sin mayor sex appeal, sin ancestros, sin dinero y, para colmos, de familia judía, iba a salir trasquilado de la pelea con el aristocrático y apuesto Dominique de Villepin, ocurrió lo contrario. No solo lo derrotó sino que al otro día asumió como suya la bandera de la liberación de Íngrid y la convirtió en una promesa de gobierno. A los pocos días, sorprendió al presidente Uribe cuando lo llamó a pedirle la liberación de 'Granda', y desde que Chávez surgió como mediador es evidente que no se ha perdido ni la corrida de un catre, al punto de que terminó invitando a Chávez a París.
Lo mínimo que se espera de esta reunión de mañana es que Chávez llegue a L'Elysee con una prueba de supervivencia de Íngrid. Y en el caso de que el presidente venezolano llegue con las manos vacías, no se descarta que Nicolás Sarkozy, fiel a su estilo, decida venir a rescatarla él mismo a las selvas colombianas, como de hecho lo hizo hace unas semanas cuando sacó del Chad, en un avión francés, a tres periodistas de su país acusados de participar en tráfico de niños hacia Francia a través de una ONG, con la promesa de que irían a ser juzgados en Francia. Meses antes, su entonces esposa, Cecilia, había hecho lo mismo con el affaire de las enfermeras búlgaras, a quienes sacó de Libia. Si pudieron con Libia y con el Chad, ¿por qué no se va a poder hacer lo mismo en Colombia?, se dirá Sarkozy.
Lo cierto es que hasta hoy no se sabe realmente hasta dónde está dispuesto a llegar el Presidente de Francia en este asunto del intercambio humanitario, ni cuál va a ser el alcance de sus buenos oficios. Sigue siendo un enigma si lo que busca es lograr solo la liberación de Íngrid, o la de Íngrid y la de los cerca de 50 secuestrados que andan con ella por la selva. O si, por el contrario, su interés real es más estratégico que humanitario y tenga que ver con una jugada política concebida para neutralizar a su enemigo Villepin, caso en el cual el affaire Íngrid sería, sobre todo, una excusa, no un objetivo. Solo faltaría que lo que está sucediendo entre Caracas y París no tuviera que ver con los secuestrados, sino con las mezquindades del poder. Y de esas mezquindades sí que sabemos los colombianos.
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El Tiempo - Colombia/19/11/2007

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