06/11/2007
Opinión
JOSÉ LUIS GARCÍA GARRIDO
Opinión
JOSÉ LUIS GARCÍA GARRIDO
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Tras los sucesos del 11/9 Bush redefinió los principios de la política exterior norteamericana. Dejó a un lado el legado de su padre y reivindicó la obra política de Reagan. A partir de ese momento la difusión de la democracia fue uno de los objetivos fundamentales de la diplomacia estadounidense porque, como reconocería tiempo después Rice hablando de Oriente Medio, «sacrificamos la democracia para conseguir estabilidad, y al final ni tenemos estabilidad ni tenemos democracia». Estados Unidos se reencontraba de esta forma con Kant, el viejo filósofo de Koenigsberg, para quien la paz internacional dependía de que el poder de los estados residiera en los ciudadanos y no en los señores.
Pakistán ha sido un aliado fundamental en la lucha contra Al Qaida y los talibanes. Durante estos años la dictadura militar del general Musharraf ha ido evolucionando hacia un régimen democrático hasta que se ha puesto en cuestión el poder del propio general ¡Hasta aquí hemos llegado! Un segundo golpe de estado, disfrazado de estado de emergencia ante la amenaza terrorista, ha puesto fin, una vez más, al proceso de democratización en Pakistán. Un país condenado a la inestabilidad que contrasta con su vecina India, donde la democracia ha triunfado a pesar de existir mayores dificultades.
Bush no sólo se ve obligado a tener que mantener una estrecha colaboración con una dictadura. Además, vincula la causa de la democracia afgana y de la lucha contra el terrorismo yihadista al apoyo a un dictador. Es verdad que las otras alternativas no son muchos mejores. Bhutto fue un ejemplo de corrupción. Sharif, además de corrupto, cayó en el islamismo. Pero quien ha violado el estado de derecho en esta ocasión ha vuelto a ser Musharraf, el amigo de Estados Unidos.
La crisis de la democracia paquistaní es una mala noticia para Washington, tan mala como la vinculación que muchas personas harán entre dictadura y Estados Unidos. Sin embargo, el margen de maniobra del que dispone Bush es muy limitado. Con estas reses tiene que lidiar.
Tras los sucesos del 11/9 Bush redefinió los principios de la política exterior norteamericana. Dejó a un lado el legado de su padre y reivindicó la obra política de Reagan. A partir de ese momento la difusión de la democracia fue uno de los objetivos fundamentales de la diplomacia estadounidense porque, como reconocería tiempo después Rice hablando de Oriente Medio, «sacrificamos la democracia para conseguir estabilidad, y al final ni tenemos estabilidad ni tenemos democracia». Estados Unidos se reencontraba de esta forma con Kant, el viejo filósofo de Koenigsberg, para quien la paz internacional dependía de que el poder de los estados residiera en los ciudadanos y no en los señores.
Pakistán ha sido un aliado fundamental en la lucha contra Al Qaida y los talibanes. Durante estos años la dictadura militar del general Musharraf ha ido evolucionando hacia un régimen democrático hasta que se ha puesto en cuestión el poder del propio general ¡Hasta aquí hemos llegado! Un segundo golpe de estado, disfrazado de estado de emergencia ante la amenaza terrorista, ha puesto fin, una vez más, al proceso de democratización en Pakistán. Un país condenado a la inestabilidad que contrasta con su vecina India, donde la democracia ha triunfado a pesar de existir mayores dificultades.
Bush no sólo se ve obligado a tener que mantener una estrecha colaboración con una dictadura. Además, vincula la causa de la democracia afgana y de la lucha contra el terrorismo yihadista al apoyo a un dictador. Es verdad que las otras alternativas no son muchos mejores. Bhutto fue un ejemplo de corrupción. Sharif, además de corrupto, cayó en el islamismo. Pero quien ha violado el estado de derecho en esta ocasión ha vuelto a ser Musharraf, el amigo de Estados Unidos.
La crisis de la democracia paquistaní es una mala noticia para Washington, tan mala como la vinculación que muchas personas harán entre dictadura y Estados Unidos. Sin embargo, el margen de maniobra del que dispone Bush es muy limitado. Con estas reses tiene que lidiar.
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