Por Oleksandr Nykonenko*
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¿Con qué y cómo se puede comparar la más grande hambruna maquinada en la historia de la humanidad, que quitó más de siete millones de vidas durante el Holodomor (que significa ‘muerte masiva por hambre’) en Ucrania durante los años 1932 y 1933? ¿Con el bien conocido Holocausto judío, con la matanza masiva de armenios o con las pérdidas humanas de las dos grandes guerras mundiales? Se trató del exterminio consciente de una de las más grandes naciones europeas, ejecutado en tiempos de paz, en la Unión Soviética, que, para muchos, era el ejemplo de humanismo e igualdad social. Los motivos de la política del régimen totalitario, que ocasionó el masivo Holodomor extienden sus raíces hasta los acontecimientos que ocurrieron como resultado de la Primera Guerra Mundial: la proclamación de la República Popular de Ucrania, en 1918. Dicho sea de paso, Ucrania fue reconocida por la República Argentina, junto con otros países. La breve existencia del Estado ucraniano independiente, derribado en 1921 por las bayonetas del gobierno bolchevique, dejó tras de sí un recuerdo entre la clase gobernante soviética en Moscú. El gobierno moscovita estaba interesado en mantener el mayor control posible sobre la región económicamente más desarrollada de la URSS, que era, en aquel entonces, precisamente Ucrania. Allí vivía la capa más pudiente de la pequeña y mediana burguesía (pequeños y medianos productores), principal opositor a la aplicación de la política gubernamental, la llamada industrialización y colectivización de la economía soviética y, en otras palabras, la forzosa nacionalización de la propiedad privada, que fue el argumento principal para la ejecución de la depredadora política de confiscación de granos, de ganado y de todo tipo de productos alimenticios durante el otoño de 1932 y la primavera de 1933. El momento culminante del Holodomor se produjo en la primavera de 1933. Entonces, en Ucrania morían de hambre 17 personas por minuto, más de mil por hora, casi 25.000 por día… Según datos de científicos y expertos, debido al Holodomor la población de Ucrania disminuyó entre ocho y diez millones de personas. Los criminales siempre piensan, en primer lugar, en cómo esconder su crimen, conscientes del riguroso castigo que les espera si son descubiertos. El Holodomor de 1932 y 1933 en Ucrania fue una acción bien planificada. Los iniciadores y ejecutores entendían perfectamente lo antijurídico de sus actos y por ello se cuidaban de que cualquier prueba sobre ellos desapareciera para siempre o de que fuera bien guardada. Pero nuestra historia común no puede desaparecer, como no puede desaparecer la humanidad. La real dimensión del Holodomor de 1932-1933 se está incorporando a la conciencia de la sociedad internacional, con el único objeto –puesto que la Unión Soviética, lo mismo que el régimen estalinista, hace mucho que no existen– de rendir un justiciero y sentido homenaje a los muertos y dejar para siempre en la memoria de las generaciones futuras la justa verdad sobre la trágica historia de la nación ucraniana. Esa historia fue causada por la ancestral aspiración del pueblo ucraniano de vivir de acuerdo con sus tradiciones, de dar a luz y criar sus hijos en un Estado libre y próspero, sin miedo por el mañana. La masiva destrucción de la población por hambre artificialmente provocada, en los confines de un territorio –ya que las fronteras administrativas de Ucrania eran vigiladas en la primavera de 1933 por el ejército regular y cuerpos de servicio especiales, con el objeto de evitar que la población recibiera ayuda del exterior–, está comprendida, sin duda alguna, en la definición de “genocidio” acordada en la Convención de la ONU de 1948, “Sobre la advertencia del crimen de genocidio y el castigo correspondiente”. Estoy convencido de que denunciar ante la opinión pública mundial y condenar el terrible exterminio de la nación ucraniana, que responde a las características de genocidio, es un sagrado deber de todo consciente ciudadano del planeta, sea ucraniano o argentino. Por ello me es muy grato dejar constancia, con profundo agradecimiento, de que el Congreso de la Nación, la Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, los parlamentos provinciales de Chaco y Misiones, y el Concejo Deliberante de la ciudad de Berisso, ciudad que fue cuna de los primeros inmigrantes ucranianos en la provincia de Buenos Aires, se adhirieron al apoyo solidario de varios países, tales como los Estados Unidos, Canadá, Australia, Georgia, Estonia, Lituania, Polonia, Hungría. Ese apoyo fue extendido también por países latinoamericanos como Perú, Paraguay y Ecuador, por iniciativa del presidente Victor Yushchenko, para obtener, por parte de la comunidad mundial, el reconocimiento del Holodomor, acto de genocidio contra Ucrania. Es que nos guiamos por la conciencia de la rectitud de nuestras acciones, como lo hemos hecho en Nuremberg, condenando a los culpables de la Segunda Guerra Mundial, como hoy condenamos el terrorismo en todos sus aspectos y luchamos por la consolidación de las generalmente aceptadas garantías de seguridad de los derechos del hombre, denunciando nuevos hechos históricos de su violación
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*El autor es embajador de Ucrania en la Argentina.
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Lanacion.com - Argentina/24/11/2007
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