Bolivia logra alejar el peligro de que se aplique la cláusula que obliga al país a entregar los volúmenes comprometidos, so pena de pagar en dinero el valor del volumen faltante. El acuerdo Bolivia-Brasil llega de manera más que oportuna.
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El señor José Sergio Gabrielli, presidente de Petrobras, estuvo en el país y anunció que la empresa petrolera brasileña reanudará el ritmo normal de sus inversiones en Bolivia. El anuncio llega cuando la producción de gas de Bolivia ha caído a niveles peligrosos, que ponen en duda el normal cumplimiento de los contratos de venta al exterior, pero sobre todo el suministro al mercado interno.
La llegada de Gabrielli al país se produce cuando en Brasil han surgido graves indicios de un desabastecimiento de gas, como lo muestra el hecho de que Petrobras tuvo que reducir en 17 por ciento el suministro a las industrias de Río de Janeiro y Sao Paulo. El corte se produjo hace dos semanas y ha provocado una sensación de inseguridad entre los consumidores de gas natural en el gigante país vecino.
Autoridades del sector están anunciando que comenzará a revertirse la política por la cual, durante más de una década, se estuvo alentando al consumo del gas natural, sobre todo en vehículos. La idea es bajar el ritmo de crecimiento del consumo, que actualmente se ubica en 18 por ciento anual, lo que pone en riesgo cualquier política de abastecimiento.
Los brasileños están buscando alternativas al gas boliviano, comenzando por un esfuerzo para encontrar yacimientos de gas en territorio propio. Los logros han sido importantes y se anuncia para mediados del próximo año la entrada en producción del campo Santo Espíritu, que proveerá de por lo menos 24 millones de metros cúbicos diarios. Del mismo modo, Brasil está avanzando en la instalación de por lo menos tres plantas de regasificación en su amplio litoral, con la idea de importar GNL desde ultramar a partir de mediados del próximo año por un volumen de 20 millones de metros
cúbicos diarios.
Pero está claro que Brasil quiere también tomar en cuenta el derecho que tiene a contar con el gas boliviano, al menos en los volúmenes acordados en el contrato que comenzó a operar en 1999. Por eso se propone invertir en Bolivia para asegurar la producción suficiente de gas natural.
Los anuncios hechos por Gabrielli y por las autoridades nacionales del sector y de Yacimientos Petrolíferos Fiscales señalan que los esfuerzos de Petrobras no van a estar dirigidos solamente a producir gas destinado a Brasil, sino también al mercado interno boliviano y su exportación a la Argentina.
Este nuevo acuerdo es un típico caso de beneficio mutuo. Bolivia estaba necesitando que lleguen inversiones para aumentar la producción y Brasil necesita contar con fuentes seguras de abastecimiento. De paso, Bolivia logra alejar el peligro de que se aplique la cláusula que obliga al país a entregar los volúmenes comprometidos, so pena de pagar en dinero el valor del volumen faltante. El acuerdo Bolivia-Brasil llega cuando parecen haber fallado las promesas de inversión hechas por otras empresas extranjeras, como PDVSA y Enarsa.
Petrobras financió la construcción del gasoducto de exportación dentro del territorio boliviano, antes de que el gobierno de Sánchez de Lozada decida entregar los ductos a la tristemente famosa Enron. La empresa brasileña que había llegado al país antes de la capitalización, con un contrato de asociación con YPFB, ha retomado ahora el talante amistoso.
El señor José Sergio Gabrielli, presidente de Petrobras, estuvo en el país y anunció que la empresa petrolera brasileña reanudará el ritmo normal de sus inversiones en Bolivia. El anuncio llega cuando la producción de gas de Bolivia ha caído a niveles peligrosos, que ponen en duda el normal cumplimiento de los contratos de venta al exterior, pero sobre todo el suministro al mercado interno.
La llegada de Gabrielli al país se produce cuando en Brasil han surgido graves indicios de un desabastecimiento de gas, como lo muestra el hecho de que Petrobras tuvo que reducir en 17 por ciento el suministro a las industrias de Río de Janeiro y Sao Paulo. El corte se produjo hace dos semanas y ha provocado una sensación de inseguridad entre los consumidores de gas natural en el gigante país vecino.
Autoridades del sector están anunciando que comenzará a revertirse la política por la cual, durante más de una década, se estuvo alentando al consumo del gas natural, sobre todo en vehículos. La idea es bajar el ritmo de crecimiento del consumo, que actualmente se ubica en 18 por ciento anual, lo que pone en riesgo cualquier política de abastecimiento.
Los brasileños están buscando alternativas al gas boliviano, comenzando por un esfuerzo para encontrar yacimientos de gas en territorio propio. Los logros han sido importantes y se anuncia para mediados del próximo año la entrada en producción del campo Santo Espíritu, que proveerá de por lo menos 24 millones de metros cúbicos diarios. Del mismo modo, Brasil está avanzando en la instalación de por lo menos tres plantas de regasificación en su amplio litoral, con la idea de importar GNL desde ultramar a partir de mediados del próximo año por un volumen de 20 millones de metros
cúbicos diarios.
Pero está claro que Brasil quiere también tomar en cuenta el derecho que tiene a contar con el gas boliviano, al menos en los volúmenes acordados en el contrato que comenzó a operar en 1999. Por eso se propone invertir en Bolivia para asegurar la producción suficiente de gas natural.
Los anuncios hechos por Gabrielli y por las autoridades nacionales del sector y de Yacimientos Petrolíferos Fiscales señalan que los esfuerzos de Petrobras no van a estar dirigidos solamente a producir gas destinado a Brasil, sino también al mercado interno boliviano y su exportación a la Argentina.
Este nuevo acuerdo es un típico caso de beneficio mutuo. Bolivia estaba necesitando que lleguen inversiones para aumentar la producción y Brasil necesita contar con fuentes seguras de abastecimiento. De paso, Bolivia logra alejar el peligro de que se aplique la cláusula que obliga al país a entregar los volúmenes comprometidos, so pena de pagar en dinero el valor del volumen faltante. El acuerdo Bolivia-Brasil llega cuando parecen haber fallado las promesas de inversión hechas por otras empresas extranjeras, como PDVSA y Enarsa.
Petrobras financió la construcción del gasoducto de exportación dentro del territorio boliviano, antes de que el gobierno de Sánchez de Lozada decida entregar los ductos a la tristemente famosa Enron. La empresa brasileña que había llegado al país antes de la capitalización, con un contrato de asociación con YPFB, ha retomado ahora el talante amistoso.
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La Razón - Bolivia/12/11/2007
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