La mayoría, si no todos, de los medios de nuestro semicolonialista Estado, independiente en las formas y en los días en que gana la Albirroja, solo destacaron la orden que gritó “su majestad” el rey de España, Juan Carlos I, en plena Cumbre Iberoamericana celebrada en Santiago de Chile.
Pocos –¿o nadie?– dieron espacio a la respuesta del plebeyo que recibió la orden: el controvertido y, para colmo de males, “izquierdista” mandatario suramericano Hugo Chávez: “El rey será rey, pero no me puede hacer callar”, dijo. ¿Qué pasa? Tanto nos domesticaron los imperialismos y subimperialismos que ante la rabieta de uno de sus voceros, aun cuando se trate de una rémora del feudalismo, nos apresuramos en enfatizar no su rabieta, sino el “atrevimiento” de nuestro hermano cobrizo, que tiene sobradas razones para erguirse contra los poderosos del mundo. ¿Hemos perdido la rebeldía, el coraje, el orgullo de ser los legítimos hijos de la tantas veces declamada América Morena? Ayer fueron nuestros hermanos panameños, decenas de ellos, que no dudaron en ofrendar sus vidas para que su país recuperase el canal interoceánico que les había arrebatado el imperio más poderoso del mundo: Estados Unidos. Hoy son Evo Morales, Hugo Chávez o Rafael Correa los que recogen la bandera anticolonialista y, con luces y sombras, aún la sostienen y hasta la agitan.En definitiva, no es el color de la piel, tampoco el olor de la clase social de la cual provienen los dirigentes los que molestan a los que detentan el poder, especialmente entre bambalinas, sino la coherencia o incoherencia con las causas que hicieron que ganasen en sus respectivas elecciones.¿Acaso Lula no fue tallado por los rigores de la cotidianidad obrera? ¿Acaso su rostro no refleja la dureza de ese pasado o su manera de hablar, la pertenencia a una clase que pocas veces puede formarse en las aulas de una universidad?En efecto, nada de eso inquieta a los Bush, a los Zapatero y Juan Carlos I, porque su política casi no se diferencia de la que aplicaron sus predecesores, cuyas epidermis, si algo de cobrizo tienen, es el bronceado que consiguieron en la playa más cara del mundo.Si hasta la rebeldía nos escamotearon, ahora que nos estamos dando cuenta de que la clase política y social que administra el Estado brasileño nos roba nuestro futuro en Itaipú, que no titubea en insuflarse aires imperialistas, ¿estaremos en condiciones, como Hugo Chávez, de responderles: “Ud., aunque sea Brasil, no puede hacerme callar”.Sabemos, hay pruebas, que en el Directorio y en el Consejo de Itaipú más de un émulo de Juan Carlos I gritó y golpeó la mesa ordenando a los pocos paraguayos que se animaron que se callaran.
Ramón Casco Carreras
Pocos –¿o nadie?– dieron espacio a la respuesta del plebeyo que recibió la orden: el controvertido y, para colmo de males, “izquierdista” mandatario suramericano Hugo Chávez: “El rey será rey, pero no me puede hacer callar”, dijo. ¿Qué pasa? Tanto nos domesticaron los imperialismos y subimperialismos que ante la rabieta de uno de sus voceros, aun cuando se trate de una rémora del feudalismo, nos apresuramos en enfatizar no su rabieta, sino el “atrevimiento” de nuestro hermano cobrizo, que tiene sobradas razones para erguirse contra los poderosos del mundo. ¿Hemos perdido la rebeldía, el coraje, el orgullo de ser los legítimos hijos de la tantas veces declamada América Morena? Ayer fueron nuestros hermanos panameños, decenas de ellos, que no dudaron en ofrendar sus vidas para que su país recuperase el canal interoceánico que les había arrebatado el imperio más poderoso del mundo: Estados Unidos. Hoy son Evo Morales, Hugo Chávez o Rafael Correa los que recogen la bandera anticolonialista y, con luces y sombras, aún la sostienen y hasta la agitan.En definitiva, no es el color de la piel, tampoco el olor de la clase social de la cual provienen los dirigentes los que molestan a los que detentan el poder, especialmente entre bambalinas, sino la coherencia o incoherencia con las causas que hicieron que ganasen en sus respectivas elecciones.¿Acaso Lula no fue tallado por los rigores de la cotidianidad obrera? ¿Acaso su rostro no refleja la dureza de ese pasado o su manera de hablar, la pertenencia a una clase que pocas veces puede formarse en las aulas de una universidad?En efecto, nada de eso inquieta a los Bush, a los Zapatero y Juan Carlos I, porque su política casi no se diferencia de la que aplicaron sus predecesores, cuyas epidermis, si algo de cobrizo tienen, es el bronceado que consiguieron en la playa más cara del mundo.Si hasta la rebeldía nos escamotearon, ahora que nos estamos dando cuenta de que la clase política y social que administra el Estado brasileño nos roba nuestro futuro en Itaipú, que no titubea en insuflarse aires imperialistas, ¿estaremos en condiciones, como Hugo Chávez, de responderles: “Ud., aunque sea Brasil, no puede hacerme callar”.Sabemos, hay pruebas, que en el Directorio y en el Consejo de Itaipú más de un émulo de Juan Carlos I gritó y golpeó la mesa ordenando a los pocos paraguayos que se animaron que se callaran.
Ramón Casco Carreras
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Artículos anteriores firmados por el autor
- El intento del gobierno de Lula “es absolutamente real”, confirmaron
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ABC Color - Paraguay/12/11/2007
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