03/11/2007
Opinión
Por Jaime Bejarano
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El arrollador triunfo electoral de Cristina Fernández, el pasado 28 de octubre en que ganó en la primera vuelta del sufragio a la Presidencia de la República de Argentina, impulsa una tendencia, que está creciendo en los países americanos, por confiar al género femenino el desempeño de funciones públicas en los niveles más altos de gobierno. Chile tiene desde hace poco en pleno ejercicio del Poder Ejecutivo a una mujer, Michelle Bachelet, una profesional de la medicina. En EE.UU., próximo a los comicios en que se elegirá un titular de la Casa Blanca, se perfila Hilary Clinton como la candidata con más probabilidades de ocupar dicho cargo. Otros países ya tuvieron jefas de Gobierno, como Violeta Chamorro en Nicaragua y Mireya Moscoso en Panamá, mientras otros Estados nombraron a damas destacadas como ministras de Gabinete, en portafolios de la Defensa, de Relaciones Exteriores, de Educación, Cultura y Asuntos Sociales. Parece que está llegando al continente americano, dechado del ‘machismo’ en el ejercicio de la política, los experimentos realizados en otros hemisferios que ya antes encomendaron a las mujeres la responsabilidad de gobernar a sus naciones. Indira Gandhi en la India, Margaret Thatcher en Gran Bretaña, Benazir Bhutto en Paquistán, Angela Merkel en Alemania son algunos ejemplos de tal ensayo exitoso.Las mujeres en la historia contemporánea han recorrido largos y sinuosos ‘chaquiñanes’ para llegar al actual reconocimiento casi universal de sus derechos, desde los tiempos en que una de ellas, la inglesa Emeline Pankhurst, encabezó una prolongada movilización femenina en toda Europa para obtener en 1918 la concesión del voto en las urnas, en igualdad de prerrogativas ciudadanas con sus congéneres del sexo opuesto. Hace pocos días Argentina ha votado por reivindicar el derecho femenino a elegir y a que se le elija en el sufragio, dentro de un marco jurídico de libre acceso de las mujeres a los altos grados de decisión estatal y a elevadas instancias de autoridad adquirida en las urnas. La planificación del desarrollo nacional sustentable, la erradicación de todo tipo de discriminación, la desigualdad de oportunidades para individuos de diferente procedencia socio-económica necesitan, para su solución integral, del respectivo enfoque de género sin refracción visualizada. El colapso argentino del 2001, que abortó cuatro crisis demoledoras: la cambiaria por el abandono de la convertibilidad, la bancaria por la confiscación de depósitos con el nombre de ‘corralito’, la fiscal por la moratoria de la deuda externa y la política por la inestabilidad gubernamental, demandó que el vencedor en los comicios presidenciales de mayo del 2003, Néstor Kirchner , restaure los equilibrios macro económicos desbalanceados por medidas draconianas y austeras que reedifiquen la resquebrajada arquitectura financiera del país. Cristina Fernández de Kirchner ha sido elegida ahora para continuar esa tarea intrincada de la recomposición total de las estructuras de Argentina.
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