América, a despertarse!
El mayor obstáculo a la transformación de Europa como una superpotencia es que las élites europeas se niegan a abandonar sus fantasías postmodernas acerca de la ilegitimidad del poder militar (poder duro) y como consecuencia, no quieren entender la realidad como el resto del mundo la interpreta.
El mayor obstáculo a la transformación de Europa como una superpotencia es que las élites europeas se niegan a abandonar sus fantasías postmodernas acerca de la ilegitimidad del poder militar (poder duro) y como consecuencia, no quieren entender la realidad como el resto del mundo la interpreta.
El Tratado de Reforma es, en su esencia, nada menos y nada más que la centralización del poder político por una elite gobernante (no electa) en Bruselas, que quiere proseguir sus ambiciones sin los “inconvenientes” democráticos.
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Los líderes de la Unión Europea han llegado a un acuerdo sobre un nuevo tratado que se dirige a la creación de una Europa federal. Muchos europeos esperan que este pacto transforme el bloque de 27 naciones en una superpotencia capaz de contrapesar a los Estados Unidos en el mundo.
El Tratado de Reforma, que será denominado formalmente Tratado de Lisboa y que consta de más de 250 páginas, se firmara oficialmente en la capital portuguesa el día 13 de diciembre. El acuerdo exige un presidente permanente para la UE, un ministro de Asuntos Exteriores europeo y un servicio diplomático de la UE. Además, requiere que las naciones de la UE entreguen su soberanía en muchos ámbitos para facilitar la toma de decisiones centralizadas. Y reduce los derechos de veto nacionales para permitir una mayor adopción de estas decisiones por mayoría en lugar de por unanimidad.
El Tratado de Reforma es, en su esencia, nada menos y nada más que la centralización del poder político por una elite gobernante (no electa) en Bruselas, que quiere proseguir sus ambiciones sin los “inconvenientes” democráticos.
El nuevo tratado es casi idéntico a la propuesta de Constitución Europea que los votantes rechazaron en el 2005. Pero esta vez, los ciudadanos europeos no serán invitados a la votación sobre el documento.
Sólo Irlanda dice que presentará el tratado a un voto popular. Los otros países de la UE esperan conseguir calladamente la ratificación en sus respectivos parlamentos, una forma mucho menos arriesgada que la democracia directa para aprobar el documento. Si el tratado es ratificado por los 27 gobiernos, entrará en vigor en enero del 2009.
Pero ¿Puede Europa convertirse en una superpotencia? ¿Y esto debe importar a los norteamericanos? No y sí.
El mayor obstáculo a la transformación de Europa como una superpotencia es que las elites europeas se niegan a abandonar sus fantasías postmodernas acerca de la ilegitimidad del poder militar (poder duro) y como consecuencia, no quieren entender la realidad como el resto del mundo la interpreta. Después de muchos años de crear falsas expectativas acerca de la eficacia de las relaciones diplomáticas y económicas (poder blando) como elixir a los problemas del mundo, los europeos están perdiendo, no ganando, influencia internacional.
Tres años de diplomacia del “poder blando” europeo no han persuadido a Irán a abandonar lo que incluso para los europeos más cínicos es un programa clandestino de armas nucleares. En todo caso, Irán se ve mas decidido debido a la equivocación Europea. Al mismo tiempo, China y Rusia, jugadores expertos en la política del “poder duro”, continuarán impunes con sus políticas comerciales y energéticas agresivas en relación con Europa. Y la mayoría de los europeos van a admitir que sus esfuerzos en las misiones por el mantenimiento de la paz en Afganistán y el Líbano han sido francamente patéticos, incluso vergonzosos en el caso de España.
Entonces, ¿por qué los europeos continúan agrediendo el “poder duro” de los americanos como malo para el mundo, cuando su propio “poder blando” no consigue buenos resultados?
Porque la fuerza militar americana aumenta la preponderancia del poder y la influencia de los EEUU en el escenario mundial, lo que expone la ficción detrás de las pretensiones superpotenciales europeas. Ya que los EEUU han fijado el estándar de lo que significa ser una superpotencia, las elites europeas esperan deslegitimar uno de los principales pilares del poder americano, su poder militar. Los relativistas europeos saben que nunca van a conseguir igualdad con el “poder duro” de los Estados Unidos, por lo que quieren cambiar las reglas del juego internacional para hacer del “poder blando” el único estándar aceptable para ser una superpotencia.
Esta es la razón por la que los estadounidenses deben preocuparse si hay una mayor integración europea: la UE quiere que los EEUU paguen un alto costo ante la opinión pública internacional cuando usen sus fuerzas militares en el futuro. Así mismo, quiere imponer límites al ejercicio del “poder duro” de los EEUU a través de un sistema de derecho internacional basado en su propia imagen y en la de las Naciones Unidas. Para los europeos, el multilateralismo se trata de disminuir el poder estadounidense y no de solucionar problemas internacionales. Para los EEUU, es como Gulliver en Liliput.
Con el fin de apaciguar las sensibilidades europeas sobre Irán, por ejemplo, la Secretaria de Estado Condoleezza Rice ha arrastrado a los EEUU a una trampa multilateral que ha sido fijada por los pacifistas europeos. El objetivo europeo es evitar que los EEUU actúen contra Irán, incluso si eso significa que los radicales islámicos en Teherán consiguen una bomba nuclear.
Muchos europeos están esperando que el próximo presidente norteamericano comparta una percepción de la realidad que es más posmoderna y relativista. Por lo tanto, los estadounidenses deben examinar si los principales contendientes presidenciales entienden la importancia del “poder duro” en la protección de los intereses y los ideales estadounidenses en el mundo. Solo eso será suficiente frente a China, Corea del Norte, Irán, Rusia y otros estados encerrados en la “vieja” ejecución del poder.
En este contexto, los europeos podrán entender aún mejor que muchos norteamericanos que esta en juego en las próximas elecciones presidenciales de los EEUU.
Elites europeas están desviando a la UE en una dirección que debe ser profundamente desconcertante para los norteamericanos que están preocupados por la seguridad y estabilidad internacional. El Tratado de Reforma va a crear una Europa más centralizada y mucho menos democrática de lo que ya es. En la práctica, esto significa que muchas decisiones de la política exterior que afectan directamente a los Estados Unidos (que van desde la economía y el comercio hasta la cooperación transatlántica en la lucha contra el terrorismo islámico) cada vez más se harán por burócratas antiamericanos en Bruselas y no por los gobiernos nacionales.
Los europeos afirman que son aliados norteamericanos, pero cada vez más, su conducta dice que son rivales. Los estadounidenses deberían mirar nuevamente para ver si una mayor integración europea esta realmente dentro de los intereses de los EEUU. Por lo menos, Washington debería enviar un mensaje inequívoco a los europeos: futuros intentos de fomentar coaliciones en contra de los Estados Unidos serán muy costosos. La seguridad internacional depende de ello.
Los líderes de la Unión Europea han llegado a un acuerdo sobre un nuevo tratado que se dirige a la creación de una Europa federal. Muchos europeos esperan que este pacto transforme el bloque de 27 naciones en una superpotencia capaz de contrapesar a los Estados Unidos en el mundo.
El Tratado de Reforma, que será denominado formalmente Tratado de Lisboa y que consta de más de 250 páginas, se firmara oficialmente en la capital portuguesa el día 13 de diciembre. El acuerdo exige un presidente permanente para la UE, un ministro de Asuntos Exteriores europeo y un servicio diplomático de la UE. Además, requiere que las naciones de la UE entreguen su soberanía en muchos ámbitos para facilitar la toma de decisiones centralizadas. Y reduce los derechos de veto nacionales para permitir una mayor adopción de estas decisiones por mayoría en lugar de por unanimidad.
El Tratado de Reforma es, en su esencia, nada menos y nada más que la centralización del poder político por una elite gobernante (no electa) en Bruselas, que quiere proseguir sus ambiciones sin los “inconvenientes” democráticos.
El nuevo tratado es casi idéntico a la propuesta de Constitución Europea que los votantes rechazaron en el 2005. Pero esta vez, los ciudadanos europeos no serán invitados a la votación sobre el documento.
Sólo Irlanda dice que presentará el tratado a un voto popular. Los otros países de la UE esperan conseguir calladamente la ratificación en sus respectivos parlamentos, una forma mucho menos arriesgada que la democracia directa para aprobar el documento. Si el tratado es ratificado por los 27 gobiernos, entrará en vigor en enero del 2009.
Pero ¿Puede Europa convertirse en una superpotencia? ¿Y esto debe importar a los norteamericanos? No y sí.
El mayor obstáculo a la transformación de Europa como una superpotencia es que las elites europeas se niegan a abandonar sus fantasías postmodernas acerca de la ilegitimidad del poder militar (poder duro) y como consecuencia, no quieren entender la realidad como el resto del mundo la interpreta. Después de muchos años de crear falsas expectativas acerca de la eficacia de las relaciones diplomáticas y económicas (poder blando) como elixir a los problemas del mundo, los europeos están perdiendo, no ganando, influencia internacional.
Tres años de diplomacia del “poder blando” europeo no han persuadido a Irán a abandonar lo que incluso para los europeos más cínicos es un programa clandestino de armas nucleares. En todo caso, Irán se ve mas decidido debido a la equivocación Europea. Al mismo tiempo, China y Rusia, jugadores expertos en la política del “poder duro”, continuarán impunes con sus políticas comerciales y energéticas agresivas en relación con Europa. Y la mayoría de los europeos van a admitir que sus esfuerzos en las misiones por el mantenimiento de la paz en Afganistán y el Líbano han sido francamente patéticos, incluso vergonzosos en el caso de España.
Entonces, ¿por qué los europeos continúan agrediendo el “poder duro” de los americanos como malo para el mundo, cuando su propio “poder blando” no consigue buenos resultados?
Porque la fuerza militar americana aumenta la preponderancia del poder y la influencia de los EEUU en el escenario mundial, lo que expone la ficción detrás de las pretensiones superpotenciales europeas. Ya que los EEUU han fijado el estándar de lo que significa ser una superpotencia, las elites europeas esperan deslegitimar uno de los principales pilares del poder americano, su poder militar. Los relativistas europeos saben que nunca van a conseguir igualdad con el “poder duro” de los Estados Unidos, por lo que quieren cambiar las reglas del juego internacional para hacer del “poder blando” el único estándar aceptable para ser una superpotencia.
Esta es la razón por la que los estadounidenses deben preocuparse si hay una mayor integración europea: la UE quiere que los EEUU paguen un alto costo ante la opinión pública internacional cuando usen sus fuerzas militares en el futuro. Así mismo, quiere imponer límites al ejercicio del “poder duro” de los EEUU a través de un sistema de derecho internacional basado en su propia imagen y en la de las Naciones Unidas. Para los europeos, el multilateralismo se trata de disminuir el poder estadounidense y no de solucionar problemas internacionales. Para los EEUU, es como Gulliver en Liliput.
Con el fin de apaciguar las sensibilidades europeas sobre Irán, por ejemplo, la Secretaria de Estado Condoleezza Rice ha arrastrado a los EEUU a una trampa multilateral que ha sido fijada por los pacifistas europeos. El objetivo europeo es evitar que los EEUU actúen contra Irán, incluso si eso significa que los radicales islámicos en Teherán consiguen una bomba nuclear.
Muchos europeos están esperando que el próximo presidente norteamericano comparta una percepción de la realidad que es más posmoderna y relativista. Por lo tanto, los estadounidenses deben examinar si los principales contendientes presidenciales entienden la importancia del “poder duro” en la protección de los intereses y los ideales estadounidenses en el mundo. Solo eso será suficiente frente a China, Corea del Norte, Irán, Rusia y otros estados encerrados en la “vieja” ejecución del poder.
En este contexto, los europeos podrán entender aún mejor que muchos norteamericanos que esta en juego en las próximas elecciones presidenciales de los EEUU.
Elites europeas están desviando a la UE en una dirección que debe ser profundamente desconcertante para los norteamericanos que están preocupados por la seguridad y estabilidad internacional. El Tratado de Reforma va a crear una Europa más centralizada y mucho menos democrática de lo que ya es. En la práctica, esto significa que muchas decisiones de la política exterior que afectan directamente a los Estados Unidos (que van desde la economía y el comercio hasta la cooperación transatlántica en la lucha contra el terrorismo islámico) cada vez más se harán por burócratas antiamericanos en Bruselas y no por los gobiernos nacionales.
Los europeos afirman que son aliados norteamericanos, pero cada vez más, su conducta dice que son rivales. Los estadounidenses deberían mirar nuevamente para ver si una mayor integración europea esta realmente dentro de los intereses de los EEUU. Por lo menos, Washington debería enviar un mensaje inequívoco a los europeos: futuros intentos de fomentar coaliciones en contra de los Estados Unidos serán muy costosos. La seguridad internacional depende de ello.
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Diario de América - USA/03/11/2007
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