LA HAYA - Holanda (AP) Una de ellas era una somalí que vino como refugiada y llegó a legisladora. La otra era una argentina que vino como banquera de inversiones y se casó con el príncipe heredero. Ambas son ahora mujeres muy conocidas en Holanda que desafían a este país a reconsiderar su identidad nacional.
La princesa Máxima, la esposa del príncipe heredero Willem Alexander, desencadenó una serie de reflexiones acerca de lo que significa ser holandés en una era de globalización y migraciones masivas.
"Holanda es demasiado compleja como para resumirla en un clisé", dijo Máxima en un discurso el mes pasado. "No existe una persona holandesa típica".
Sus comentarios repercutieron profundamente en muchos holandeses que sienten que los valores tradicionales han sido erosionados en un país conmovido por un aumento en el extremismo musulmán. Eso es lo que piensa Ayaan Hirsi Ali, una pensadora conservadora que ha dado la espalda a sus raíces islámicas.
Muchos en esta nación de 16 millones de personas siguen identificándose con las imágenes tradicionales: se ven a sí como una nación de individualistas tolerantes, trabajadores, francos, que andan en bicicleta por un paisaje matizado de molinos de vientos con el trasfondo de diques y canales.
Pero la creciente población musulmana _850.000 y en crecimiento_ está causando una reconsideración.
"Lamentablemente, el debate sobre la identidad holandesa se suele plantear a un nivel trivial, como si la discusión fuese entre coles de Bruselas y zuecos por una parte y cuscús y caftanes por otra", dijo el comentarista conservador Bart Jan Spruyt.
Spruyt y otros conservadores sostienen que la tradición holandesa _otro ingrediente clave de la identidad nacional_ de abrir los brazos a los inmigrantes y no imponer sobre ellos casi ninguna presión para que se integren, socava los valores occidentales.
"Lo que está realmente en juego, debido a políticas de inmigración frívolas y décadas de indiferencia multicultural, es la identidad de la nación holandesa, la historia y cultura holandesas como parte de la historia de la civilización", dijo Spruyt, fundador de la Fundación Edmund Burke, un centro de estudio conservador, y contribuyente de Opinio, un semanario conservador.
Hirsi Ali, ex refugiada somalí convertida en crítica prominente del radicalismo islámico, representa una de las historias de éxito de la política inmigratoria holandesa, pero también es una de sus más enérgicas críticas. Ali condena la tradición multiculturalista holandesa, por considerar que la tolerancia a la intolerancia ha producido un peligroso caldo de cultivo para el radicalismo islámico.
El temor a esa radicalismo se cristalizó después del asesinato en el 2004 del cineasta Theo van Gogh, colaborador de Hirsi Ali en la controversial película "Sometimiento", un estudio ficcional de las mujeres musulmanas sujetas a abusos, con escenas de mujeres semidesnudas con textos del Corán grabados en la piel.
El atacante de van Gogh le disparó y luego lo degolló en una calle de Amsterdam, dejando una carta abrochada a su pecho amenazando matar a Hirsi Ali, que escribió el libreto de la película.
El extremismo islámico había saltado a la atención pública antes con la prédica del político populista Pim Fortuyn, quien exhortó a poner fin a la inmigración musulmana y que fue asesinado en el 2002. Su asesino _un activista por los derechos de los animales sin vínculos con el Islam_ dijo que Fortuyn era un peligro para la sociedad.
La amenaza de muerte obligó a Hirsi Ali a esconderse y las autoridades holandesas le dieron protección policial las 24 horas. Ella siguió pronunciándose contra el radicalismo islámico y el sistema holandés.
"Nuestra política de inmigración es un fracaso", dijo a la Associated Press en una entrevista el año pasado. "Solíamos pretender que éramos un pequeño país homogéneo y que Holanda no era un país de inmigración. Pero nos hemos convertido en un país de inmigración como Estados Unidos".
Hirsi Ali se mudó a Estados Unidos el año pasado para trabajar con un grupo de estudios conservador en Washington DC, pero regresó este mes después que el gobierno holandés dijo que no le pagaría más la protección permanente mientras estuviese en Estados Unidos.
Después que llegó en busca de asilo procurando escapar a un matrimonio arreglado, Hirsi Ali rápidamente dominó el idioma holandés, encontró empleo y asistió a una universidad para obtener un título. Finalmente llegó a legisladora por el Partido Liberal, conservador.
Desde el asesinato de van Gogh, el gobierno conservador ha promulgado una serie de leyes que ponen énfasis en la integración por sobre la tolerancia cultural, y que obligan a los extranjeros a asistir a cursos de ciudadanía y aprender el idioma.
Es en ese contexto donde repercutió el discurso de la princesa Máxima.
Los conservadores lo aprovecharon fustigando los días de liberalismo despreocupado.
El primer ministro Jan Peter Balkenende _uno de tres ministros que aprobó el discurso de la princesa antes de que lo pronunciara_ apoyó el mensaje. El legislador derechista y antiislámico Geert Wilders lo calificó despectivamente de "políticamente correcto".
En la discusión se mezcló el papel de la monarquía, que rara vez se pronuncia en cuestiones divisivas.
Aunque muy respetadas, la reina Beatriz y su familia siempre habían sido consideradas aburridas hasta que Máxima les proyectó estilo internacional. Incorporarse al debate sobre integración "es una ruptura notable con la tradición de discreción e imparcialidad política de la Casa Real", comentó el diario NRC Handelsblad.
Han van der Horst, autor de un popular libro sobre cultura e historia de Holanda, coincide con la princesa en que no existe una sola identidad holandesa, y defiende calurosamente la tradicional apertura holandesa.
Esgrime un dicho tradicional holandés de que "todos tienen derecho a su opinión", pero agrega que eso "no significa que uno respete o comparta" dicha opinión.
Esa actitud permitió que se formaran grupos o "pilares" completamente aislados con sus propias iglesias, escuelas, periódicos, sindicatos, radios y televisoras.
El sistema empezó a cambiar en la década del 60, pero en parte perdura hoy y algunos observadores ven el surgimiento del Islam como un nuevo pilar en la sociedad holandesa: se construyen mezquitas por todo el país y los musulmanes tienen sus propias escuelas y cibersitios.
Spruyt se queja de que los radicales islámicos "desean crear enclaves de dominio musulmán y ley de la Sharia, aboliendo los derechos y libertades de la democracia liberal. No podemos dejar que eso ocurra. Tenemos que cambiarlos a ellos y no ellos a nosotros".
Mohammed Sini, director de Islam y Ciudadanía, una organización nacional de musulmanes moderados, dijo que existe la tendencia en Holanda a agrupar a todos los musulmanes como si fueran un grupo homogéneo, metiendo en la misma bolsa moderados y extremistas.
Pero manifestó la esperanza de que prevalezca el viejo espíritu de tolerancia holandés.
"La clave es el respeto _el respeto a los valores de los demás_ y por fortuna todavía hay mucha gente aquí que practica de ese modo la cultura holandesa".
La princesa Máxima, la esposa del príncipe heredero Willem Alexander, desencadenó una serie de reflexiones acerca de lo que significa ser holandés en una era de globalización y migraciones masivas.
"Holanda es demasiado compleja como para resumirla en un clisé", dijo Máxima en un discurso el mes pasado. "No existe una persona holandesa típica".
Sus comentarios repercutieron profundamente en muchos holandeses que sienten que los valores tradicionales han sido erosionados en un país conmovido por un aumento en el extremismo musulmán. Eso es lo que piensa Ayaan Hirsi Ali, una pensadora conservadora que ha dado la espalda a sus raíces islámicas.
Muchos en esta nación de 16 millones de personas siguen identificándose con las imágenes tradicionales: se ven a sí como una nación de individualistas tolerantes, trabajadores, francos, que andan en bicicleta por un paisaje matizado de molinos de vientos con el trasfondo de diques y canales.
Pero la creciente población musulmana _850.000 y en crecimiento_ está causando una reconsideración.
"Lamentablemente, el debate sobre la identidad holandesa se suele plantear a un nivel trivial, como si la discusión fuese entre coles de Bruselas y zuecos por una parte y cuscús y caftanes por otra", dijo el comentarista conservador Bart Jan Spruyt.
Spruyt y otros conservadores sostienen que la tradición holandesa _otro ingrediente clave de la identidad nacional_ de abrir los brazos a los inmigrantes y no imponer sobre ellos casi ninguna presión para que se integren, socava los valores occidentales.
"Lo que está realmente en juego, debido a políticas de inmigración frívolas y décadas de indiferencia multicultural, es la identidad de la nación holandesa, la historia y cultura holandesas como parte de la historia de la civilización", dijo Spruyt, fundador de la Fundación Edmund Burke, un centro de estudio conservador, y contribuyente de Opinio, un semanario conservador.
Hirsi Ali, ex refugiada somalí convertida en crítica prominente del radicalismo islámico, representa una de las historias de éxito de la política inmigratoria holandesa, pero también es una de sus más enérgicas críticas. Ali condena la tradición multiculturalista holandesa, por considerar que la tolerancia a la intolerancia ha producido un peligroso caldo de cultivo para el radicalismo islámico.
El temor a esa radicalismo se cristalizó después del asesinato en el 2004 del cineasta Theo van Gogh, colaborador de Hirsi Ali en la controversial película "Sometimiento", un estudio ficcional de las mujeres musulmanas sujetas a abusos, con escenas de mujeres semidesnudas con textos del Corán grabados en la piel.
El atacante de van Gogh le disparó y luego lo degolló en una calle de Amsterdam, dejando una carta abrochada a su pecho amenazando matar a Hirsi Ali, que escribió el libreto de la película.
El extremismo islámico había saltado a la atención pública antes con la prédica del político populista Pim Fortuyn, quien exhortó a poner fin a la inmigración musulmana y que fue asesinado en el 2002. Su asesino _un activista por los derechos de los animales sin vínculos con el Islam_ dijo que Fortuyn era un peligro para la sociedad.
La amenaza de muerte obligó a Hirsi Ali a esconderse y las autoridades holandesas le dieron protección policial las 24 horas. Ella siguió pronunciándose contra el radicalismo islámico y el sistema holandés.
"Nuestra política de inmigración es un fracaso", dijo a la Associated Press en una entrevista el año pasado. "Solíamos pretender que éramos un pequeño país homogéneo y que Holanda no era un país de inmigración. Pero nos hemos convertido en un país de inmigración como Estados Unidos".
Hirsi Ali se mudó a Estados Unidos el año pasado para trabajar con un grupo de estudios conservador en Washington DC, pero regresó este mes después que el gobierno holandés dijo que no le pagaría más la protección permanente mientras estuviese en Estados Unidos.
Después que llegó en busca de asilo procurando escapar a un matrimonio arreglado, Hirsi Ali rápidamente dominó el idioma holandés, encontró empleo y asistió a una universidad para obtener un título. Finalmente llegó a legisladora por el Partido Liberal, conservador.
Desde el asesinato de van Gogh, el gobierno conservador ha promulgado una serie de leyes que ponen énfasis en la integración por sobre la tolerancia cultural, y que obligan a los extranjeros a asistir a cursos de ciudadanía y aprender el idioma.
Es en ese contexto donde repercutió el discurso de la princesa Máxima.
Los conservadores lo aprovecharon fustigando los días de liberalismo despreocupado.
El primer ministro Jan Peter Balkenende _uno de tres ministros que aprobó el discurso de la princesa antes de que lo pronunciara_ apoyó el mensaje. El legislador derechista y antiislámico Geert Wilders lo calificó despectivamente de "políticamente correcto".
En la discusión se mezcló el papel de la monarquía, que rara vez se pronuncia en cuestiones divisivas.
Aunque muy respetadas, la reina Beatriz y su familia siempre habían sido consideradas aburridas hasta que Máxima les proyectó estilo internacional. Incorporarse al debate sobre integración "es una ruptura notable con la tradición de discreción e imparcialidad política de la Casa Real", comentó el diario NRC Handelsblad.
Han van der Horst, autor de un popular libro sobre cultura e historia de Holanda, coincide con la princesa en que no existe una sola identidad holandesa, y defiende calurosamente la tradicional apertura holandesa.
Esgrime un dicho tradicional holandés de que "todos tienen derecho a su opinión", pero agrega que eso "no significa que uno respete o comparta" dicha opinión.
Esa actitud permitió que se formaran grupos o "pilares" completamente aislados con sus propias iglesias, escuelas, periódicos, sindicatos, radios y televisoras.
El sistema empezó a cambiar en la década del 60, pero en parte perdura hoy y algunos observadores ven el surgimiento del Islam como un nuevo pilar en la sociedad holandesa: se construyen mezquitas por todo el país y los musulmanes tienen sus propias escuelas y cibersitios.
Spruyt se queja de que los radicales islámicos "desean crear enclaves de dominio musulmán y ley de la Sharia, aboliendo los derechos y libertades de la democracia liberal. No podemos dejar que eso ocurra. Tenemos que cambiarlos a ellos y no ellos a nosotros".
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Univisión - USA/01/11/2007
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