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“Nuestra amistad y nuestra alianza son firmes” fue la frase que retumbó en el Congreso de Estados Unidos la semana pasada, pronunciada por el presidente de Francia, Nicolás Sarkozy, inaugurando así más que una nueva fase en las relaciones bilaterales, una inédita conexión de la política exterior francesa con la Casa Blanca. La primera gran sorpresa la provocó el hecho que Sarkozy llegara a cambiar radicalmente el paisaje tradicional de la forma en que Francia se relacionaba con Washington. Lo segundo, es el momento en que produce el giro. Mostrando que no se trata de oportunismo, ni de una acción movida por la coyuntura, eligió justo el momento que todo presidente evita: reunirse con quién está con el sol a sus espaldas, terminando su gestión y con el peso de la opinión pública negativa sobre sus hombros. Esta es la principal gracia que tiene el mandatario galo: no llenarse de prejuicios y establecer un fuerte hecho político.Sarkozy golpeó la cátedra política y le tiende una mano a George W. Bush, cuando está en su peor momento de popularidad. Sin cálculos pequeños, disimulados o tratando de sacar ventajas, el nuevo líder francés no temió ser fotografiado con Bush, menos de girar el enfoque del Palacio de los Elíseos. Hoy otros líderes no quieren asociar su imagen a la menguada aceptación de Bush. Comprender el gigantesco paso del gobernante francés, nos lleva a establecer que por sobre los niveles de popularidad, la realidad de este cambio está en mostrarle al ciudadano estadounidense que en París está el “amigo francés” y eso se hará extensivo a quien suceda a Bush. Poner término a la gélida relación desde los tiempos del general Charles de Gaulle ya fue un objetivo alcanzado por Sarkozy. El mandatario galo fue directo y, ante el asombro de los congresistas, resaltó la larga amistad de Francia con Estados Unidos. Sus palabras y su actitud revelaron el profundo cambio y para no dejar ninguna duda manifestó su gratitud por el rol de Estados Unidos en la liberación de la ocupación nazi en la II Guerra Mundial. Sarkozy requiere volver a recuperar el orgullo francés venido a menos con los datos que arroja su economía. Quiere y será un actor relevante en la política mundial, y se aseguró el concurso al dejar sellada una alianza política con Bush, quien seguramente apreciará los gestos, las conclusiones como un balón de oxígeno para demostrar a su pueblo que no está tan solo y que el líder que cautiva la atención mundial por la gestión que ha cumplido en sus escasos meses, lo ha buscado para convertirse en un aliado y dejar atrás décadas de recelos, desconfianzas. En esta dirección, las reuniones bilaterales que sostuvieron le siguen dando alta rentabilidad a un presidente como Sarkozy, que un día está rescatando ciudadanos españoles en el Chad y al otro día sorprende a los políticos del mundo. Ese es Sarkozy.
“Nuestra amistad y nuestra alianza son firmes” fue la frase que retumbó en el Congreso de Estados Unidos la semana pasada, pronunciada por el presidente de Francia, Nicolás Sarkozy, inaugurando así más que una nueva fase en las relaciones bilaterales, una inédita conexión de la política exterior francesa con la Casa Blanca. La primera gran sorpresa la provocó el hecho que Sarkozy llegara a cambiar radicalmente el paisaje tradicional de la forma en que Francia se relacionaba con Washington. Lo segundo, es el momento en que produce el giro. Mostrando que no se trata de oportunismo, ni de una acción movida por la coyuntura, eligió justo el momento que todo presidente evita: reunirse con quién está con el sol a sus espaldas, terminando su gestión y con el peso de la opinión pública negativa sobre sus hombros. Esta es la principal gracia que tiene el mandatario galo: no llenarse de prejuicios y establecer un fuerte hecho político.Sarkozy golpeó la cátedra política y le tiende una mano a George W. Bush, cuando está en su peor momento de popularidad. Sin cálculos pequeños, disimulados o tratando de sacar ventajas, el nuevo líder francés no temió ser fotografiado con Bush, menos de girar el enfoque del Palacio de los Elíseos. Hoy otros líderes no quieren asociar su imagen a la menguada aceptación de Bush. Comprender el gigantesco paso del gobernante francés, nos lleva a establecer que por sobre los niveles de popularidad, la realidad de este cambio está en mostrarle al ciudadano estadounidense que en París está el “amigo francés” y eso se hará extensivo a quien suceda a Bush. Poner término a la gélida relación desde los tiempos del general Charles de Gaulle ya fue un objetivo alcanzado por Sarkozy. El mandatario galo fue directo y, ante el asombro de los congresistas, resaltó la larga amistad de Francia con Estados Unidos. Sus palabras y su actitud revelaron el profundo cambio y para no dejar ninguna duda manifestó su gratitud por el rol de Estados Unidos en la liberación de la ocupación nazi en la II Guerra Mundial. Sarkozy requiere volver a recuperar el orgullo francés venido a menos con los datos que arroja su economía. Quiere y será un actor relevante en la política mundial, y se aseguró el concurso al dejar sellada una alianza política con Bush, quien seguramente apreciará los gestos, las conclusiones como un balón de oxígeno para demostrar a su pueblo que no está tan solo y que el líder que cautiva la atención mundial por la gestión que ha cumplido en sus escasos meses, lo ha buscado para convertirse en un aliado y dejar atrás décadas de recelos, desconfianzas. En esta dirección, las reuniones bilaterales que sostuvieron le siguen dando alta rentabilidad a un presidente como Sarkozy, que un día está rescatando ciudadanos españoles en el Chad y al otro día sorprende a los políticos del mundo. Ese es Sarkozy.
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Diario Financiero - Chile/12/11/2007
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