Aldo Scarpa
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Toda clase social dominante conquista su hegemonía, su dirección, si logra que las otras clases y grupos de la sociedad vivan, piensen y sientan a partir de sus puntos de vista particulares. Si logra que sus intereses de clases aparezcan en la conciencia de las otras clases como los intereses generales de la sociedad. Esta metamorfosis es una constante en la historia de toda sociedad dividida en clases sociales. Cuando esto ocurre las crisis del orden social dominante adquieren la apariencia de crisis de toda la sociedad, más aún de crisis de toda sociedad humana concebible. Así las desgracias de las clases dirigentes son las desgracias de toda la sociedad; el acotamiento de su horizonte histórico debe transformarse en falta de horizonte de toda la sociedad; su pesimismo como clase deviene indefectiblemente pesimismo sobre el futuro del hombre en general, falta de confianza y el descreimiento en el ser humano como posible constructor de un futuro mejor.
Alcanzar este objetivo exige una operación cognoscitiva de proyección filosófica: generalizar lo particular y particularizar (considerar excepción, extraordinario) lo que son tendencias generales. Esto supone recurrir a generalizaciones superficiales, construir un “sentido común” por el cual lo que suele ser sólo una apariencia de la realidad (un ropaje que la encubre y distorsiona) deviene verdad absoluta, indiscutible, por la sola repetición y negación de todo análisis más profundo y reflexivo. Por este camino la vulgarización adquiere la imagen de conocimiento profundo y serio. No es una extravagancia esta afirmación. Hagamos un corte en cualquier período de la historia, en cualquier región o sociedad y nos encontraremos con fenómenos de este tipo, con hechos y episodios que confirman esta afirmación.Por ejemplo, ubiquémonos en la Edad Media europea. En la Europa inquisidora. Cuando la inquisición acusaba y juzgaba a las brujas, a los pecadores no vayamos a creer que proclamaban con franqueza las causas de tal persecución: que el librepensamiento de aquellas mujeres y hombres era un mal ejemplo que podía socavar las bases de aquel orden social basado en la tríada: los que trabajaban, los que rezaban por la sociedad y los que la defendían. O, traduciendo el eufemismo, aquel orden social en el que la nobleza y el alto clero vivían del trabajo de los campesinos.No. No. Estos grupos privilegiados decían actuar en nombre de la sociedad toda, en defensa de la suerte de los seres humanos. Así, la inquisición no habría sido un instrumento coercitivo para salvar sus intereses de clase, sino una expresión de la abnegada caridad en pos de la “salvación” de la sociedad y los hombres del pecado y el infierno.Pero no se trata de un fenómeno original, una excepción o un episodio pintoresco de la historia del hombre. No, en absoluto. Algo similar sucedió cuando la teoría copernicana hirió de muerte a la teoría ptolemaica según la cual el sol giraba en torno a la tierra. La visión geocéntrica del universo era verdad oficial en el mundo medieval y toda hipótesis que la cuestionara era considerada un peligro para la sociedad y como tal condenada. Si la religión católica aportaba la justificación ideológica al orden medieval la tierra (hábitat de la suprema obra del creador: el hombre) y Roma (residencia de su representante en la tierra) debían ser el centro del universo. Que la tierra gira en torno al sol hoy es una verdad conocida y comprendida por cualquier escolar, pero en su tiempo mereció la persecución más feroz de los beneficiarios del orden social vigente. Eso sí, en nombre de los intereses de toda la sociedad.Se dirá: pero, ¿a qué viene todo esto?. Retroceder 500 años, la Edad Media, todo está tan lejos de nuestro mundo... Todo es tan distinto!. Pues bien, acerquémonos en el tiempo. Que tal los siglos XVII o XVIII cuando la marcha incontenible del capitalismo dejaba atrás la feudalidad occidental. En estos tiempos en que el capitalismo revolucionaba el mundo y la burguesía llevaba el estandarte de esta revolución la confianza en el hombre y su capacidad para dominar la naturaleza, para conocer el mundo y la sociedad, elaborar proyectos globales de transformación de la realidad y construir un mundo mejor, más humano y más justo integraban el nuevo consenso social que se imponía. Se trataba del triunfo de la idea de progreso y la burguesía era la portadora, “el arma material” de esta idea. Sin embargo, los siglos posteriores demostraron las catástrofes que el orden social emergente y su derivación natural, la voracidad de los capitalistas, era capaz de desatar: explotación, desocupación, hambre, guerras mundiales, destrucción de la naturaleza, etc. Entonces la clase dirigente, la burguesía, no reconoció que el orden social que representa es la causa última de estos males y el obstáculo principal del progreso humano en la actual fase del desarrollo histórico. Por el contrario, proclamó la crisis de la idea misma de progreso y promovió toda una literatura, hoy en boga en la academia, con el fin de cuestionar la capacidad de progreso de la humanidad y por este camino consagrar el triunfo definitivo del capitalismo como la fase máxima del progreso del hombre. En este sentido es que hay que hay que entender la reflexión y las advertencias que hace más de 70 años realizará Antonio Gramsci, el revolucionario italiano que muriera en las cárceles del fascismo: “La crisis de la idea de progreso no es, pues, crisis de la idea misma, sino de los portadores de la idea, que se han convertido, ellos, en “naturaleza” que debe ser dominada. Los ataques a la idea de progreso, en esta situación, son muy interesados y tendenciosos”.. Se repetirá: el progreso, la idea de progreso, el capitalismo. Todo muy abstracto. ¿Cómo se relacionará todo esto con nuestras vidas, con las crisis económicas, la realidad política que nos agobia?... Pues bien, vayamos a procesos políticos concretos. Detengámonos por ejemplo en los años 20 o 30 del siglo que acaba de finalizar. Período de crisis económica y política, tiempos violentos. Años en que la gran burguesía alemana e italiana proponían un nuevo régimen político a sus países y al mundo: el Fascismo y el Nazismo. Una vez más, ni la burguesía alemana ni la italiana proclamaron abiertamente sus objetivos políticos de clase: que los nuevos regímenes eran más aptos que la república democrática para superar la crisis económica del capitalismo alemán e italiano, reprimir las protestas populares y acallar las propuestas alternativas y preparar a sus países para un nuevo intento de expansión imperial con los consiguientes conflictos militares. No; nada de eso. También en esta ocasión las clases dirigentes alemanas e italianas recurrieron al expediente de “convertir” sus crisis y objetivos en crisis y objetivos de toda la sociedad. Entonces, se trataba de vengar a la “Gran Nación” alemana o italiana de la afrenta de Versalles o de sustituir al régimen democrático que no era capaz de defenderse de sus “enemigos” por un régimen más “fuerte” y apto para la sobrevivencia..Alemania, Italia, la vieja Europa…Todo sigue estando tan lejos de nosotros. ¿Todo estará tan lejos en el espacio y en el tiempo?. Echemos una mirada al Uruguay de los años 60 del siglo pasado cuando hizo crisis definitiva el modelo de capitalismo dependiente que se había impuesto en el país desde las últimas décadas del siglo XIX. La “Rosca” beneficiaria de este modelo no reconoció esta crisis y ante las protestas populares y los proyectos alternativos respondió con la represión. No era la crisis de un orden social y de un modelo
Determinado, sino la crisis de todo orden; no era la crisis de la “ Rosca Financiera Nacional” (vendida de cuerpo y alma al capital trasnacional), sino la crisis de nuestra nacionalidad, de nuestras tradiciones, de “nuestra forma de vida” ante las “fuerzas foráneas”, etc. No el caos del orden social dominante, sino la necesidad del orden ante el caos generalizado que amenazaba terminar…(no con la “Rosca”) sino con nuestra nación. Una vez más el mismo recurso; pero esta vez en nuestro Uruguay y no hace tanto tiempo. La “Rosca” creó e impuso la falsa contradicción caos-orden y de esta manera embarcó al país en el período más negro de su historia estableciendo el autoritarismo y la represión para restablecer “el orden”; su orden.. Y al promover el descreimiento general en la democracia y en los políticos, al dejar correr el “todos los políticos son iguales”, “todos los partidos son lo mismo”, ¿nos preguntamos a quienes les sirve esta grosera generalización?, ¿a quién se le hace el juego con tales vulgarizaciones?.Permanezcamos en el Uruguay, pero acerquémonos aún más en el tiempo. En el 2005 nuestro país inauguró no sólo nuevo gobierno, por primera vez llegó al gobierno un partido diferente a los que habían gobernado durante 150 años. Estos partidos dejaron al país en una crisis sin precedentes. Por otra parte, el triunfo de la izquierda supuso un largo proceso de transformación política y de la mentalidad colectiva. Por esta transformación del colectivo social y por el resultado palpable de su obra los partidos tradicionales difícilmente logren retornar al gobierno por un programa positivo, no son creíbles ante la ciudadanía. Su estrategia no es, no puede ser crear un clima positivo, su punto de partida necesariamente debe ser una percepción negativa general de la ciudadanía sobre los partidos y los políticos. Este es su escenario óptimo; su posible regreso al gobierno tiene un insoslayable punto de partida: imponer en la cabeza de amplios sectores de la ciudadanía la percepción de que “todos son iguales”. Este es el primer paso, el resto viene sólo: confusión, si “todos son iguales” no hay opción válida; las puertas quedan abiertas para el regreso del pasado. El procedimiento es el mismo. Se trata de convertir la crisis de una forma de hacer política en la crisis de toda política; la crisis de las estructuras políticas que sirvieron por 150 años de expresión de determinados intereses sociales en crisis de todas las estructuras políticas; la crisis de algunos políticos en crisis de todos los políticos. Nuevamente la generalización superficial se presenta como instrumento eficaz e inmejorable para los intereses de las clases sociales y grupos políticos dominantes. Sin embargo, afirmaciones al tipo de “todo es lo mismo”, “todo es igual” son radicalmente falsas y grotescas; por el contrario el estudio de los fenómenos y procesos de la realidad nos enseña que nunca son iguales y que siempre son diferentes.. Mas no vamos a negar que puede resultar atrayente y cómoda, más en estos tiempos, la idea de liberarnos de la hermosa pero innegablemente dura tarea de la toma de partido y el compromiso.Si se presenta la oportunidad en próximos artículos intentaremos analizar concretamente si “todo es lo mismo” a la luz de los hechos concretos de los últimos dos años y medio. O si tan sólo se trata de una apariencia, de un conocimiento falso que adquiere el status de verdad por la repetición machacona sobre la apatía y la pereza intelectual.
Toda clase social dominante conquista su hegemonía, su dirección, si logra que las otras clases y grupos de la sociedad vivan, piensen y sientan a partir de sus puntos de vista particulares. Si logra que sus intereses de clases aparezcan en la conciencia de las otras clases como los intereses generales de la sociedad. Esta metamorfosis es una constante en la historia de toda sociedad dividida en clases sociales. Cuando esto ocurre las crisis del orden social dominante adquieren la apariencia de crisis de toda la sociedad, más aún de crisis de toda sociedad humana concebible. Así las desgracias de las clases dirigentes son las desgracias de toda la sociedad; el acotamiento de su horizonte histórico debe transformarse en falta de horizonte de toda la sociedad; su pesimismo como clase deviene indefectiblemente pesimismo sobre el futuro del hombre en general, falta de confianza y el descreimiento en el ser humano como posible constructor de un futuro mejor.
Alcanzar este objetivo exige una operación cognoscitiva de proyección filosófica: generalizar lo particular y particularizar (considerar excepción, extraordinario) lo que son tendencias generales. Esto supone recurrir a generalizaciones superficiales, construir un “sentido común” por el cual lo que suele ser sólo una apariencia de la realidad (un ropaje que la encubre y distorsiona) deviene verdad absoluta, indiscutible, por la sola repetición y negación de todo análisis más profundo y reflexivo. Por este camino la vulgarización adquiere la imagen de conocimiento profundo y serio. No es una extravagancia esta afirmación. Hagamos un corte en cualquier período de la historia, en cualquier región o sociedad y nos encontraremos con fenómenos de este tipo, con hechos y episodios que confirman esta afirmación.Por ejemplo, ubiquémonos en la Edad Media europea. En la Europa inquisidora. Cuando la inquisición acusaba y juzgaba a las brujas, a los pecadores no vayamos a creer que proclamaban con franqueza las causas de tal persecución: que el librepensamiento de aquellas mujeres y hombres era un mal ejemplo que podía socavar las bases de aquel orden social basado en la tríada: los que trabajaban, los que rezaban por la sociedad y los que la defendían. O, traduciendo el eufemismo, aquel orden social en el que la nobleza y el alto clero vivían del trabajo de los campesinos.No. No. Estos grupos privilegiados decían actuar en nombre de la sociedad toda, en defensa de la suerte de los seres humanos. Así, la inquisición no habría sido un instrumento coercitivo para salvar sus intereses de clase, sino una expresión de la abnegada caridad en pos de la “salvación” de la sociedad y los hombres del pecado y el infierno.Pero no se trata de un fenómeno original, una excepción o un episodio pintoresco de la historia del hombre. No, en absoluto. Algo similar sucedió cuando la teoría copernicana hirió de muerte a la teoría ptolemaica según la cual el sol giraba en torno a la tierra. La visión geocéntrica del universo era verdad oficial en el mundo medieval y toda hipótesis que la cuestionara era considerada un peligro para la sociedad y como tal condenada. Si la religión católica aportaba la justificación ideológica al orden medieval la tierra (hábitat de la suprema obra del creador: el hombre) y Roma (residencia de su representante en la tierra) debían ser el centro del universo. Que la tierra gira en torno al sol hoy es una verdad conocida y comprendida por cualquier escolar, pero en su tiempo mereció la persecución más feroz de los beneficiarios del orden social vigente. Eso sí, en nombre de los intereses de toda la sociedad.Se dirá: pero, ¿a qué viene todo esto?. Retroceder 500 años, la Edad Media, todo está tan lejos de nuestro mundo... Todo es tan distinto!. Pues bien, acerquémonos en el tiempo. Que tal los siglos XVII o XVIII cuando la marcha incontenible del capitalismo dejaba atrás la feudalidad occidental. En estos tiempos en que el capitalismo revolucionaba el mundo y la burguesía llevaba el estandarte de esta revolución la confianza en el hombre y su capacidad para dominar la naturaleza, para conocer el mundo y la sociedad, elaborar proyectos globales de transformación de la realidad y construir un mundo mejor, más humano y más justo integraban el nuevo consenso social que se imponía. Se trataba del triunfo de la idea de progreso y la burguesía era la portadora, “el arma material” de esta idea. Sin embargo, los siglos posteriores demostraron las catástrofes que el orden social emergente y su derivación natural, la voracidad de los capitalistas, era capaz de desatar: explotación, desocupación, hambre, guerras mundiales, destrucción de la naturaleza, etc. Entonces la clase dirigente, la burguesía, no reconoció que el orden social que representa es la causa última de estos males y el obstáculo principal del progreso humano en la actual fase del desarrollo histórico. Por el contrario, proclamó la crisis de la idea misma de progreso y promovió toda una literatura, hoy en boga en la academia, con el fin de cuestionar la capacidad de progreso de la humanidad y por este camino consagrar el triunfo definitivo del capitalismo como la fase máxima del progreso del hombre. En este sentido es que hay que hay que entender la reflexión y las advertencias que hace más de 70 años realizará Antonio Gramsci, el revolucionario italiano que muriera en las cárceles del fascismo: “La crisis de la idea de progreso no es, pues, crisis de la idea misma, sino de los portadores de la idea, que se han convertido, ellos, en “naturaleza” que debe ser dominada. Los ataques a la idea de progreso, en esta situación, son muy interesados y tendenciosos”.. Se repetirá: el progreso, la idea de progreso, el capitalismo. Todo muy abstracto. ¿Cómo se relacionará todo esto con nuestras vidas, con las crisis económicas, la realidad política que nos agobia?... Pues bien, vayamos a procesos políticos concretos. Detengámonos por ejemplo en los años 20 o 30 del siglo que acaba de finalizar. Período de crisis económica y política, tiempos violentos. Años en que la gran burguesía alemana e italiana proponían un nuevo régimen político a sus países y al mundo: el Fascismo y el Nazismo. Una vez más, ni la burguesía alemana ni la italiana proclamaron abiertamente sus objetivos políticos de clase: que los nuevos regímenes eran más aptos que la república democrática para superar la crisis económica del capitalismo alemán e italiano, reprimir las protestas populares y acallar las propuestas alternativas y preparar a sus países para un nuevo intento de expansión imperial con los consiguientes conflictos militares. No; nada de eso. También en esta ocasión las clases dirigentes alemanas e italianas recurrieron al expediente de “convertir” sus crisis y objetivos en crisis y objetivos de toda la sociedad. Entonces, se trataba de vengar a la “Gran Nación” alemana o italiana de la afrenta de Versalles o de sustituir al régimen democrático que no era capaz de defenderse de sus “enemigos” por un régimen más “fuerte” y apto para la sobrevivencia..Alemania, Italia, la vieja Europa…Todo sigue estando tan lejos de nosotros. ¿Todo estará tan lejos en el espacio y en el tiempo?. Echemos una mirada al Uruguay de los años 60 del siglo pasado cuando hizo crisis definitiva el modelo de capitalismo dependiente que se había impuesto en el país desde las últimas décadas del siglo XIX. La “Rosca” beneficiaria de este modelo no reconoció esta crisis y ante las protestas populares y los proyectos alternativos respondió con la represión. No era la crisis de un orden social y de un modelo
Determinado, sino la crisis de todo orden; no era la crisis de la “ Rosca Financiera Nacional” (vendida de cuerpo y alma al capital trasnacional), sino la crisis de nuestra nacionalidad, de nuestras tradiciones, de “nuestra forma de vida” ante las “fuerzas foráneas”, etc. No el caos del orden social dominante, sino la necesidad del orden ante el caos generalizado que amenazaba terminar…(no con la “Rosca”) sino con nuestra nación. Una vez más el mismo recurso; pero esta vez en nuestro Uruguay y no hace tanto tiempo. La “Rosca” creó e impuso la falsa contradicción caos-orden y de esta manera embarcó al país en el período más negro de su historia estableciendo el autoritarismo y la represión para restablecer “el orden”; su orden.. Y al promover el descreimiento general en la democracia y en los políticos, al dejar correr el “todos los políticos son iguales”, “todos los partidos son lo mismo”, ¿nos preguntamos a quienes les sirve esta grosera generalización?, ¿a quién se le hace el juego con tales vulgarizaciones?.Permanezcamos en el Uruguay, pero acerquémonos aún más en el tiempo. En el 2005 nuestro país inauguró no sólo nuevo gobierno, por primera vez llegó al gobierno un partido diferente a los que habían gobernado durante 150 años. Estos partidos dejaron al país en una crisis sin precedentes. Por otra parte, el triunfo de la izquierda supuso un largo proceso de transformación política y de la mentalidad colectiva. Por esta transformación del colectivo social y por el resultado palpable de su obra los partidos tradicionales difícilmente logren retornar al gobierno por un programa positivo, no son creíbles ante la ciudadanía. Su estrategia no es, no puede ser crear un clima positivo, su punto de partida necesariamente debe ser una percepción negativa general de la ciudadanía sobre los partidos y los políticos. Este es su escenario óptimo; su posible regreso al gobierno tiene un insoslayable punto de partida: imponer en la cabeza de amplios sectores de la ciudadanía la percepción de que “todos son iguales”. Este es el primer paso, el resto viene sólo: confusión, si “todos son iguales” no hay opción válida; las puertas quedan abiertas para el regreso del pasado. El procedimiento es el mismo. Se trata de convertir la crisis de una forma de hacer política en la crisis de toda política; la crisis de las estructuras políticas que sirvieron por 150 años de expresión de determinados intereses sociales en crisis de todas las estructuras políticas; la crisis de algunos políticos en crisis de todos los políticos. Nuevamente la generalización superficial se presenta como instrumento eficaz e inmejorable para los intereses de las clases sociales y grupos políticos dominantes. Sin embargo, afirmaciones al tipo de “todo es lo mismo”, “todo es igual” son radicalmente falsas y grotescas; por el contrario el estudio de los fenómenos y procesos de la realidad nos enseña que nunca son iguales y que siempre son diferentes.. Mas no vamos a negar que puede resultar atrayente y cómoda, más en estos tiempos, la idea de liberarnos de la hermosa pero innegablemente dura tarea de la toma de partido y el compromiso.Si se presenta la oportunidad en próximos artículos intentaremos analizar concretamente si “todo es lo mismo” a la luz de los hechos concretos de los últimos dos años y medio. O si tan sólo se trata de una apariencia, de un conocimiento falso que adquiere el status de verdad por la repetición machacona sobre la apatía y la pereza intelectual.
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BolPress - Bolivia/06/11/2007
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