Barbara Bush al rescate Foto: tomada de Internet
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23/12/2007
Opinión
¿Ahmadinejad Superstar y el rey saudita Abdalá salvan a Baby Bush?
Alfredo Jalife-Rahme
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Antecedentes: habíamos adelantado, dicho sea con humildad de rigor, que Ahmadinejad Superstar se sacaría dos conejos bajo la manga: “A los cinco días de post Annapolis, Ahmadinejad participará sorprendentemente por primera vez en la cumbre de las pudientes seis petromonarquías árabes del Consejo de Cooperación del Golfo, en Qatar. En el nuevo orden multipolar incipiente se acabó el simplismo maniqueísta de la unipolaridad bushiana. Entramos de lleno al mundo de la hipercomplejidad: ni Annapolis, ni Medio Oriente, ni mucho menos el Golfo Pérsico, son ya la excepción” (Bajo la Lupa; Annapolis: el show de Condi Rice para aislar a Irán (y a Hezbollah); 02.12.07).
Hechos: nuestras invaluables fuentes en Washington nos aseguran que “Mom” Barbara, la simpática progenitora del pueril Baby Bush, ha intervenido para rescatar de la ignominia histórica a su hijo, quien mancilló el legado dinástico familiar mediante su alocado unilateralismo en Eurasia que desembocó en la catastrófica derrota militar de EU en Irak (y la que sigue en Afganistán).
Desde el punto de vista sicoanalítico es entendible la dolorosa preocupación materna del clan de los Bush: en el mismo lapso de siete años, Vlady Putin, el zar geoenergético global y “nuevo Franklin Roosevelt ruso” (su nombramiento como Hombre del Año 2007 por la revista Time le queda diminuto porque probablemente sea recordado como el “hombre de la primera mitad del siglo XXI” ante la orfandad de estadistas globales), resucitó a Rusia de los cementerios neoliberales, mientras Baby Bush parece llevar a EU a una lastimosa decadencia irreversible.
Si esta versión es real, “Mom” Barbara habrá abierto los canales pertinentes de la diplomacia de EU para conectarse con los dos principales mandatorios de las potencias petroleras del Golfo Pérsico: el rey sunnita Abdalá de Arabia Saudita, la gran aliada del “clan” dinástico de los Bush, y Ahmadinejad Superstar, presidente chiíta iraní quien hasta antes de la Conferencia de Annapolis fungía como su peor enemigo en la Vía Láctea
Más que “Mom” Barbara, pareciera que los verdaderos redentores de Baby Bush pueden resultar en forma paradójica el rey Abdalá y Ahmadinejad Superstar, para rescatarlo de su naufragio histórico. No es poca cosa porque el pueril Baby Bush pudiera transformar su desastre histórico de siete años en un legado que sin duda transformaría la cartografía de la seguridad geoenergética del Golfo Pérsico que representa, a nuestro juicio, no solamente el nuevo ombligo del mundo sino, más que nada, la fractura tectónica geopolítica en Eurasia de la primera mitad del siglo XXI.
Eventos importantes ha habido a raudales: desde la exitosa, desde el punto de vista escenográfico-coreográfico, Conferencia de Annapolis, pasando por el ya célebre “Reporte del Estimado Inteligencia Nacional” (NIE, por sus siglas en inglés) que aglutina a los 16 servicios de espionaje de la otrora superpotencia unipolar y que exoneró a la teocracia chiíta iraní de cualquier pecado capital nuclear, hasta la invitación por primera vez de Ahmadinejad Superstar a la cumbre de las poderosas seis petromonarquías del Consejo de Cooperación del Golfo.
Como si lo anterior fuera poco, Ahmadinejad Superstar es el primer presidente chiíta en funciones que fue invitado por el rey Abdalá a participar a la sagrada peregrinación de La Meca, lo cual constituye un elevado significado simbólico.
Pero nada se compara a la exculpación del reporte NIE, de alcances históricos y metafísicos, que se autodesmiente (ver Reporte del 2005), y asegura que la teocracia chiíta persa había abandonado su proyecto de militarización nuclear desde 2003 y que solamente cumple a partir de entonces funciones civiles para enriquecer el uranio con fines pacifistas. DeDefensa (10, 14, 18 y 20 de diciembre 2007), centro de pensamiento estratégico europeo, se ha consagrado al escrutinio dramático del Reporte NIE que, a su juicio, trastoca sustancialmente la correlación de fuerzas geopolíticas en Medio Oriente donde el gran perdedor podría ser el “Estado hebreo”.
De hecho, el contencioso estadunidense iraní regresa al statu quo ante: inmediatamente después a la unilateral invasión anglosajona a Irak, cuando la teocracia chiíta persa, a través de la “mediación suiza”, había propuesto la desmilitarización de su programa nuclear a cambio de la implementación de un Pacto de Seguridad en el Golfo Pérsico, como han explayado con lujo de detalle Trita Parsi en su imprescindible libro Alianzas traicioneras: Los tratos secretos de Irán, Israel y EU (Universidad de Yale; 2007), revisado excelentemente por Peter W. Galbraith, anterior embajador clintoniano en Croacia (The New York Review of Books; 11.10.07).
Es evidente que el presunto “arreglo secreto” (sic) entre el rey Abdalá y Ahmadinejad Superstar –quienes representan a los dos principales líderes del islam universal que cuenta con 25 por ciento de la población mundial, y quienes, además, ostentan respectivamente la primera y segunda reservas de petróleo y gas a nivel planetario– haya provocado revuelo en el “Estado hebreo”, como delata el portal Debka (Por encima del histórico cisma sunnita-chiíta, alcanzaron un Pacto Estratégico Islámico; Número 329; 14.12.07), que no pocos analistas señalan como el portavoz oficioso de los célebres servicios de espionaje del Mossad.
Independientemente de que haya que tomar con muchas pinzas cerebrales las “filtraciones” de Debka, debido a sus intereses sesgados, lo más interesante radica en que coincide en gran medida con nuestras fuentes en Washington: “Un pacto estratégico entre las dos potencias petroleras –la primera como una teocracia islámica, y la segunda, como guardián de los sitios sagrados islámicos y líder regional árabe– tendrá un profundo efecto en la guerra de Occidente contra el terrorismo islámico y el radicalismo Jihad.
Debka percibe con propiedad los dramáticos cambios geoeconómicos y geopolíticos de tal arreglo: “EU, Europa, China, Rusia y Japón tendrán que repensar su política exterior y de energía, especialmente en Medio Oriente y en el Golfo. Una vez que Irán ha cesado de ser un estado-paria, se abrirán flamantes avenidas económicas y financieras, y tomarán forma nuevos bloques y alianzas”.
El portal israelí afirma que Irán y Arabia Saudita “tendrán el poder de establecer los precios de energía y las cuotas de producción” con inversiones mutuas, y hasta compartirán los pletóricos yacimientos de Basra; el arreglo llegaría a una colaboración nuclear entre todos los países ribereños del Golfo Pérsico, pero lo más impactante radica en que el arreglo saudi-iraní serviría para rescatar a Baby Bush de su ignominia histórica: “ayudar a Bush a concluir su mandato con una alta nota de éxito”.
Debka alardea que sus fuentes en Washington han hecho saber que “Bush cuenta con este realineamiento mayor para rescatar el final de su presidencia de su ampliamente vaticinado fracaso abismal”.
¡Mil gracias “Mom” Barbara!