En Chechenia, la maniobra del líder independentista Umarov, autoproclamándose emir del Cáucaso septentrional, ha tenido fuertes repercusiones que no parecen, por ahora, encaminarse hacia un reforzamiento político. En toda la región, la política observa al Islam como instrumento político, tanto en un sentido (estabilizar la situación y desligar la cuestión de Chechenia del yihadismo internacional), como en otro (acentuar los vínculos entre la lucha de liberación nacional y el yihadismo).
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Felice Di Leo
Felice Di Leo
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Los rebeldes chechenos, al menos hasta ahora, han concentrado sus acciones terroristas exclusivamente contra objetivos rusos. Una situación destinada a sufrir un drástico revés en los próximos meses, en caso de que sean contestadas las declaraciones del líder de los rebeldes Doku Umarov del pasado mes de noviembre. Umarov declaró la creación del emirato islámico del Cáucaso del norte, autoproclamándose emir. La nueva estrategia del líder independentista checheno, además de vincular su movimiento a los grupos yihadistas internacionales, implica también un cambio en los objetivos perseguidos por los rebeldes de la república independentista. Umarov ha ampliado la lista de enemigos declarados de Chechenia. En su lista negra, haciendo compañía a Rusia, ya figuran Estados Unidos, Reino Unido e Israel. El renacimiento, o mejor dicho redescubrimiento, por parte de los líderes políticos de la religión islámica como instrumento para perseguir fines declaradamente políticos, unen a Umarov y a Ramzan Kadyrov, nombrado desde Moscú presidente de la república chechena el pasado marzo. El líder pro-ruso, de hecho, desde su toma de posesión, ha apoyado con decisión el renacimiento de las tradiciones religiosas chechenas, con el fin declarado de alejar a los religiosos del país de los líderes del movimiento salafita activos en el norte del Cáucaso.
Los rebeldes chechenos, al menos hasta ahora, han concentrado sus acciones terroristas exclusivamente contra objetivos rusos. Una situación destinada a sufrir un drástico revés en los próximos meses, en caso de que sean contestadas las declaraciones del líder de los rebeldes Doku Umarov del pasado mes de noviembre. Umarov declaró la creación del emirato islámico del Cáucaso del norte, autoproclamándose emir. La nueva estrategia del líder independentista checheno, además de vincular su movimiento a los grupos yihadistas internacionales, implica también un cambio en los objetivos perseguidos por los rebeldes de la república independentista. Umarov ha ampliado la lista de enemigos declarados de Chechenia. En su lista negra, haciendo compañía a Rusia, ya figuran Estados Unidos, Reino Unido e Israel. El renacimiento, o mejor dicho redescubrimiento, por parte de los líderes políticos de la religión islámica como instrumento para perseguir fines declaradamente políticos, unen a Umarov y a Ramzan Kadyrov, nombrado desde Moscú presidente de la república chechena el pasado marzo. El líder pro-ruso, de hecho, desde su toma de posesión, ha apoyado con decisión el renacimiento de las tradiciones religiosas chechenas, con el fin declarado de alejar a los religiosos del país de los líderes del movimiento salafita activos en el norte del Cáucaso.
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Umarov y Kadyrov: dos modos de asociar religión y política
El pasado 22 de octubre, el ministro de Exteriores de Umarov, Ahmad Zakaev, en exilio en Londres, ha dejado constancia de los proyectos de su primer ministro de crear un emirato islámico del Cáucaso del norte. Siguiendo una praxis común al movimiento Yihadista internacional, el 1 de noviembre fue el propio Umarov, a través de un vídeo, quien se encargó de expresar sus propósitos. La batalla con las fuerzas de seguridad rusas se transformará en una guerra santa que incluirá entre sus objetivos también a Estados Unidos, Inglaterra e Israel. Una maniobra que asociaría el movimiento de liberación checheno a los movimientos yihadistas internacionales y transformaría sensiblemente tanto los objetivos como los métodos de lucha empleador por la pequeña república para lograr su independencia de Moscú. El nacimiento de un emirato islámico del Cáucaso del norte, de hecho, restaría importancia al objetivo que hasta ahora perseguían los rebeldes: el nacimiento de un Estado independiente checheno. El propio Umarov, durante el pasado año, hizo referencia en varias veces a cómo el nacimiento de las repúblicas del norte del Cáucaso solo habían sido un intento de dividir a los musulmanes de la región, haciendo por tanto, que la república chechena fuera una entidad ficticia. La nueva toma de posiciones de Umarov no hace sino volver a proponer un dualismo que, desde hace años, se perpetúa al interior del movimiento rebelde checheno, una división entre nacionalistas y aquellos que imitan a la yihad internacional. Se han producido enfrentamientos dentro del propio Ejecutivo en el exilio, entre los defensores de una y otra opción; por ejemplo, el Ministro de Exteriores, más partidario de una opción nacionalista que de una internacional. Un efecto inmediato a las declaraciones de Umarov fue la revocación de todos los cargos gubernamentales por parte del Parlamento checheno. Según el presidente de la asamblea parlamentaria, Zhaloudi Saralyapov, con su autonombramiento como emir, el antiguo primer ministro ha abandonado voluntariamente su cargo gubernativo. Ya en el 2006, Umarov había nombrado a colaboradores no chechenos para formar parte de su Ejecutivo. Por otro lado, según miembros del Parlamento y miembros del Ejecutivo, como el propio Zakaev, la nueva vía política adoptada por Umarov sería consecuencia de la manipulación ejercida por elementos cercanos al Gobierno ruso, que obtendrían así una nueva justificación para retomar, de manera más decisiva, la ya fuerte represión que lleva a cabo en Chechenia. Proclamándose de manera unilateral emir del Cáucaso del norte, Umarov habría violado la Constitución y minado fuertemente la legitimidad de los organismos políticos chechenos en el exilio. Además, la declaración de la guerra santa a occidente, proclamada por el líder checheno, no hace sino quebrar el ya fragmentado mundo de los rebeldes chechenos, corriendo el riesgo de alejar de la causa a muchos de aquellos que durante estos años han combatido por la independencia de la república chechena, y que ahora no comprenderían una divergencia tan fuerte entre los objetivos de las dos formaciones.Que la opción de Umarov sea el fruto de un intento de los servicios rusos para dar a Moscú un nuevo pretexto para reforzar las políticas represivas, esta todavía por demostrar. Sin embargo, es un hecho que, desde hace dos años, los rebeldes chechenos no han logrado avances significativos. Después del ataque de las fuerzas de seguridad rusas de hace dos años a Nalchik, el movimiento rebelde parece no haber sido capaz de reorganizarse. Además, desde de junio del 2006, siete comandantes de la resistencia han sido asesinados. Para las autoridades chechenas pro-rusas y para Moscú, las derrotas sufridas por los rebeldes habrían tenido el efecto de disgregar el movimiento, que ahora contaría con tan sólo unos centenares de hombres. La situación se hace aún más evidente si se tiene en cuenta que las acciones de los rebeldes se han limitado exclusivamente a pequeñas operaciones de disturbios. Las acciones más importantes han estado vinculadas a movimientos de carácter religioso, como el asesinato de algunos funcionarios chechenos acusados de haber ofendido al Islam. A pesar de que la organización de los rebeldes haya sufrido duros golpes, sus filas habrían aumentado sensiblemente en los últimos meses, sobre todo gracias a los jóvenes, que aspiran a unirse a la lucha contra Rusia.Para Umarov, todos estos jóvenes no podrán enrolarse en las filas de los rebeldes, por ello es necesario fomentar la auto-organización de los nuevos simpatizantes en pequeños grupos, capaces de proseguir de manera autónoma la lucha contra Moscú. Este esquema se asemeja al movimiento de al-Qaeda, en el que varios grupos de acción que persiguen los mismos objetivos que el líder se organizan por su cuenta sus actividades. Umarov ha declarado en varias ocasiones que uno de los problemas de la organización de la resistencia ha sido el ímpetu de los nuevos reclutas, deseosos de entrar en acción. La masiva llegada de nuevos reclutas abre dos cuestiones dentro del movimiento checheno. Por un lado, se ignora cuántos de estos nuevos combatientes no son originarios del Cáucaso, y cuál será su influencia en una eventual islamización del movimiento para la liberalización de Chechenia. Por otro lado, se preguntan si la fase de estancamiento en la que parece haber caído la actividad de la guerrilla, concentrada exclusivamente en acciones de bajo impacto, no se deba a la necesidad de entrenar al relevo. Esta hipótesis explicaría, aunque sólo en parte, lo que está sucediendo entre las filas de los rebeldes. En realidad, la falta de estrategia es algo fundamental, tras el asesinato de Basayev, poniendo de manifiesto la falta de una guía dentro del movimiento rebelde. La decisión de Umarov de autoproclamarse emir del Cáucaso corre el riesgo de debilitar el movimiento, impidiendo la elaboración de una nueva estrategia común y acentuando los enfrentamientos internos entre los nacionalistas chechenos y aquellos que defienden la yihad internacional. La cuestión religiosa y el problema de la presencia de influencias extranjeras no interesan solamente a las facciones rebeldes, sino también a las autoridades chechenas fieles a Moscú que tratan de utilizar el Islam como mecanismo político para consolidar su poder. Desde su toma de posesión, Ramzan Kadyrov, el presidente checheno nombrado por Moscú, ha potenciado las tradiciones islamistas populares de Chechenia en contraste con los movimientos salafitas, considerados foráneos por el pueblo checheno. En realidad, las flechas lanzadas por Kadyrov contra los denominados “Wahabiti” (término con el que, desde la época soviética, se denomina a todos los musulmanes considerados “no fieles a las instituciones estatales”), son exclusivamente dirigidas a reforzar a la facción nacionalista chechena contra aquellos que, en nombre de la yihad internacional, se oponen a su autoridad. Las propias tradiciones chechenas han sido modificadas con el fin de adaptarse mejor a las contingencias políticas. De hecho, Kadirov ha sido fotografiado durante una ceremonia religiosa empuñando armas, lo que está expresamente prohibido por los preceptos religiosos. Sin embargo, para el presidente esto simbolizaba la necesidad de los chechenos de defender su propia nación utilizando las armas si fuera preciso.
Umarov y Kadyrov: dos modos de asociar religión y política
El pasado 22 de octubre, el ministro de Exteriores de Umarov, Ahmad Zakaev, en exilio en Londres, ha dejado constancia de los proyectos de su primer ministro de crear un emirato islámico del Cáucaso del norte. Siguiendo una praxis común al movimiento Yihadista internacional, el 1 de noviembre fue el propio Umarov, a través de un vídeo, quien se encargó de expresar sus propósitos. La batalla con las fuerzas de seguridad rusas se transformará en una guerra santa que incluirá entre sus objetivos también a Estados Unidos, Inglaterra e Israel. Una maniobra que asociaría el movimiento de liberación checheno a los movimientos yihadistas internacionales y transformaría sensiblemente tanto los objetivos como los métodos de lucha empleador por la pequeña república para lograr su independencia de Moscú. El nacimiento de un emirato islámico del Cáucaso del norte, de hecho, restaría importancia al objetivo que hasta ahora perseguían los rebeldes: el nacimiento de un Estado independiente checheno. El propio Umarov, durante el pasado año, hizo referencia en varias veces a cómo el nacimiento de las repúblicas del norte del Cáucaso solo habían sido un intento de dividir a los musulmanes de la región, haciendo por tanto, que la república chechena fuera una entidad ficticia. La nueva toma de posiciones de Umarov no hace sino volver a proponer un dualismo que, desde hace años, se perpetúa al interior del movimiento rebelde checheno, una división entre nacionalistas y aquellos que imitan a la yihad internacional. Se han producido enfrentamientos dentro del propio Ejecutivo en el exilio, entre los defensores de una y otra opción; por ejemplo, el Ministro de Exteriores, más partidario de una opción nacionalista que de una internacional. Un efecto inmediato a las declaraciones de Umarov fue la revocación de todos los cargos gubernamentales por parte del Parlamento checheno. Según el presidente de la asamblea parlamentaria, Zhaloudi Saralyapov, con su autonombramiento como emir, el antiguo primer ministro ha abandonado voluntariamente su cargo gubernativo. Ya en el 2006, Umarov había nombrado a colaboradores no chechenos para formar parte de su Ejecutivo. Por otro lado, según miembros del Parlamento y miembros del Ejecutivo, como el propio Zakaev, la nueva vía política adoptada por Umarov sería consecuencia de la manipulación ejercida por elementos cercanos al Gobierno ruso, que obtendrían así una nueva justificación para retomar, de manera más decisiva, la ya fuerte represión que lleva a cabo en Chechenia. Proclamándose de manera unilateral emir del Cáucaso del norte, Umarov habría violado la Constitución y minado fuertemente la legitimidad de los organismos políticos chechenos en el exilio. Además, la declaración de la guerra santa a occidente, proclamada por el líder checheno, no hace sino quebrar el ya fragmentado mundo de los rebeldes chechenos, corriendo el riesgo de alejar de la causa a muchos de aquellos que durante estos años han combatido por la independencia de la república chechena, y que ahora no comprenderían una divergencia tan fuerte entre los objetivos de las dos formaciones.Que la opción de Umarov sea el fruto de un intento de los servicios rusos para dar a Moscú un nuevo pretexto para reforzar las políticas represivas, esta todavía por demostrar. Sin embargo, es un hecho que, desde hace dos años, los rebeldes chechenos no han logrado avances significativos. Después del ataque de las fuerzas de seguridad rusas de hace dos años a Nalchik, el movimiento rebelde parece no haber sido capaz de reorganizarse. Además, desde de junio del 2006, siete comandantes de la resistencia han sido asesinados. Para las autoridades chechenas pro-rusas y para Moscú, las derrotas sufridas por los rebeldes habrían tenido el efecto de disgregar el movimiento, que ahora contaría con tan sólo unos centenares de hombres. La situación se hace aún más evidente si se tiene en cuenta que las acciones de los rebeldes se han limitado exclusivamente a pequeñas operaciones de disturbios. Las acciones más importantes han estado vinculadas a movimientos de carácter religioso, como el asesinato de algunos funcionarios chechenos acusados de haber ofendido al Islam. A pesar de que la organización de los rebeldes haya sufrido duros golpes, sus filas habrían aumentado sensiblemente en los últimos meses, sobre todo gracias a los jóvenes, que aspiran a unirse a la lucha contra Rusia.Para Umarov, todos estos jóvenes no podrán enrolarse en las filas de los rebeldes, por ello es necesario fomentar la auto-organización de los nuevos simpatizantes en pequeños grupos, capaces de proseguir de manera autónoma la lucha contra Moscú. Este esquema se asemeja al movimiento de al-Qaeda, en el que varios grupos de acción que persiguen los mismos objetivos que el líder se organizan por su cuenta sus actividades. Umarov ha declarado en varias ocasiones que uno de los problemas de la organización de la resistencia ha sido el ímpetu de los nuevos reclutas, deseosos de entrar en acción. La masiva llegada de nuevos reclutas abre dos cuestiones dentro del movimiento checheno. Por un lado, se ignora cuántos de estos nuevos combatientes no son originarios del Cáucaso, y cuál será su influencia en una eventual islamización del movimiento para la liberalización de Chechenia. Por otro lado, se preguntan si la fase de estancamiento en la que parece haber caído la actividad de la guerrilla, concentrada exclusivamente en acciones de bajo impacto, no se deba a la necesidad de entrenar al relevo. Esta hipótesis explicaría, aunque sólo en parte, lo que está sucediendo entre las filas de los rebeldes. En realidad, la falta de estrategia es algo fundamental, tras el asesinato de Basayev, poniendo de manifiesto la falta de una guía dentro del movimiento rebelde. La decisión de Umarov de autoproclamarse emir del Cáucaso corre el riesgo de debilitar el movimiento, impidiendo la elaboración de una nueva estrategia común y acentuando los enfrentamientos internos entre los nacionalistas chechenos y aquellos que defienden la yihad internacional. La cuestión religiosa y el problema de la presencia de influencias extranjeras no interesan solamente a las facciones rebeldes, sino también a las autoridades chechenas fieles a Moscú que tratan de utilizar el Islam como mecanismo político para consolidar su poder. Desde su toma de posesión, Ramzan Kadyrov, el presidente checheno nombrado por Moscú, ha potenciado las tradiciones islamistas populares de Chechenia en contraste con los movimientos salafitas, considerados foráneos por el pueblo checheno. En realidad, las flechas lanzadas por Kadyrov contra los denominados “Wahabiti” (término con el que, desde la época soviética, se denomina a todos los musulmanes considerados “no fieles a las instituciones estatales”), son exclusivamente dirigidas a reforzar a la facción nacionalista chechena contra aquellos que, en nombre de la yihad internacional, se oponen a su autoridad. Las propias tradiciones chechenas han sido modificadas con el fin de adaptarse mejor a las contingencias políticas. De hecho, Kadirov ha sido fotografiado durante una ceremonia religiosa empuñando armas, lo que está expresamente prohibido por los preceptos religiosos. Sin embargo, para el presidente esto simbolizaba la necesidad de los chechenos de defender su propia nación utilizando las armas si fuera preciso.
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Conclusiones
La cuestión chechena, hasta ahora ligada a motivaciones de matriz nacionalista y a la voluntad de obtener la independencia de Moscú, parece sufrir cada vez más la influencia de elementos vinculados a la yihad internacional. Todo esto ha desencadenado en ambas facciones chechenas, la pro-rusa y la independentista, una carrera para hacerse con la cuestión religiosa. Umarov, autoproclamándose emir del Cáucaso del norte, opta a lograr un mayor reclutamiento de combatientes ampliando su esfera de acción. Esta maniobra podría, sin embargo, resultar contraproducente, ya que ha alejado de sí mismo a una parte importante de los miembros históricos del movimiento para la liberación de Chechenia. Basta pensar en la decisión del Parlamento en el exilio de destituirle de su cargo de presidente. A pesar de todo, la posibilidad de que la cuestión chechena atraiga hacia la región numerosos combatientes extranjeros es considerada por las autoridades proo-rusas como un problema a tener en cuenta. Como consecuencia de ello, Kadirov está tratando de inculcar a la población un sentimiento de fuertes connotaciones nacionalistas, para evitar que la actual situación de estancamiento de la guerrilla pueda degenerarse tras la unión entre combatientes locales y extranjeros. Al mismo tiempo, la declaración de guerra santa contra Reino Unido, Estados Unidos e Israel por parte de Umarov podría justificar ante la comunidad internacional un aumento de las represiones contra los chechenos desde Moscú; revelándose como un movimiento negativo para lucha por la independencia de Chechenia, además de potencialmente desastroso para una población ya fuertemente afectada por los acontecimientos políticos de los últimos quince años.
Conclusiones
La cuestión chechena, hasta ahora ligada a motivaciones de matriz nacionalista y a la voluntad de obtener la independencia de Moscú, parece sufrir cada vez más la influencia de elementos vinculados a la yihad internacional. Todo esto ha desencadenado en ambas facciones chechenas, la pro-rusa y la independentista, una carrera para hacerse con la cuestión religiosa. Umarov, autoproclamándose emir del Cáucaso del norte, opta a lograr un mayor reclutamiento de combatientes ampliando su esfera de acción. Esta maniobra podría, sin embargo, resultar contraproducente, ya que ha alejado de sí mismo a una parte importante de los miembros históricos del movimiento para la liberación de Chechenia. Basta pensar en la decisión del Parlamento en el exilio de destituirle de su cargo de presidente. A pesar de todo, la posibilidad de que la cuestión chechena atraiga hacia la región numerosos combatientes extranjeros es considerada por las autoridades proo-rusas como un problema a tener en cuenta. Como consecuencia de ello, Kadirov está tratando de inculcar a la población un sentimiento de fuertes connotaciones nacionalistas, para evitar que la actual situación de estancamiento de la guerrilla pueda degenerarse tras la unión entre combatientes locales y extranjeros. Al mismo tiempo, la declaración de guerra santa contra Reino Unido, Estados Unidos e Israel por parte de Umarov podría justificar ante la comunidad internacional un aumento de las represiones contra los chechenos desde Moscú; revelándose como un movimiento negativo para lucha por la independencia de Chechenia, además de potencialmente desastroso para una población ya fuertemente afectada por los acontecimientos políticos de los últimos quince años.
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Traducción de J. D. García
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Equilibri.net - Italy/03/01/2008
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