“En los primeros años de euforia después de la caída de la Unión Soviética y finalizada la “guerra fría”, las flamantes fuerzas armadas de los EEUU -que habían vencido en la carrera de armamentos sometiendo a la URSS a una tensión económica irresistible- estaban seguras de que con la ayuda de sus aliados de la OTAN y con las “nuevas tecnologías de ataque masivo” podrían ganar “dos guerras regionales, y media”. Dos de gran dimensión y otra en un escenario geográfico limitado. La euforia de Washington y de la OTAN duró mucho tiempo y condicionó el panorama económico del mundo y el lanzamiento del proyecto globalizador del Imperio. Clinton, después de Bush padre, cumplió su papel con meticulosidad. Tras sus risotadas escandalosas, el presidente “demócrata” encubrió el “genocidio multiétnico indirecto” de Yugoslavia y el enorme primer genocidio –por hambre, enfermedad y guerra de “baja intensidad prolongada”-, de Iraq. La fase Bush intensificó la utilización de la guerra haciéndola “preventiva” y “a voluntad expresa de los EEUU”; e inventó la “guerra mundial antiterrorista”, indefinida en el enemigo y en el escenario, y interminable en el tiempo(…)”.
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inSurGente/14/03/2008
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