-
Michel Balivo
Michel Balivo
-
Soy de los que piensa que se exagera el poder de los medios de comunicación. Reconozco por supuesto que tienen cierto poder sugestivo, dada su capacidad de influenciar simultáneamente por la vía visual y auditiva la imaginación de la conciencia humana. Pero eso es sobre todo en sectores que tienen momentáneamente resueltas sus necesidades.
Entonces se preocupan de si son infelices sexualmente y de cómo serán más felices que perdices, adónde viajarán en sus próximas vacaciones y cuando comprarán un vehículo o casa más grande, etc. Pero cuando sucede lo que está sucediendo a nivel mundial y escucho que en los próximos dos años, solo en EEUU de cuatro a cinco millones de familias perderán su hogar, no creo que haya modo en que los medios puedan mantener su poder sugestivo.
En la relatividad de la imaginación, con la barriga llena y sin tener que preocuparse por qué se ha de comer mañana, todo juego de imágenes es posible. Que si se termina la historia, que si la derecha o la izquierda, que si es mejor la mono o la poligamia, el sexo físico, virtual, las muñecas de goma o masturbarse, el catolicismo, protestantismo o mahometanismo, etc.
Pero cuando los dolorcitos de barriga nos hacen acordar que además de imaginación y jueguitos mentales, tenemos un cuerpito que nos impone sus necesidades, cuando la tierra tiembla y los huracanes azotan y arrasan casas y sembradíos, todo el resto pasa a ocupar el lugar secundario y relativo que le corresponde.
Eso demuestra la ignorancia de los que ejercen el poder, porque llevaron su avaricia al punto de realizar el robo más grande, descarado e impune de la historia humana. Con lo cual inclinaron la balanza dramáticamente hacia el lado de la pobreza y la consiguiente sensatez que imponen los dolorcitos crecientes de barriga, sobre todo con bajas temperaturas.
De ese modo terminaron con la posibilidad de seguir sugestionando a la gente con sus barrigas llenas. Que vayan ahora a hacerles cuentos de que son los liberadores del mundo y de los maravillosos paraísos que los esperan en el futuro, de lo que la tecnología ha de llegar a producir. El cuerpito y sus sensaciones operan en presente, exigen y disparan acciones aquí y ahora, ya.
Cuando sufres hambre o frío está fuera de tema el ayer y el mañana. Con lo cual queda demostrado que la acumulación o concentración de capital y bienes en cada vez menos manos, es un tropismo o automatismo histórico, es un proceso mecánico donde la conciencia y la inteligencia integral están ausentes, brillan por su ausencia. Del mismo modo que no se hace nada para resolver o aminorar al menos, el ritmo de contaminación atmosférica y ambiental.
Todas las tonterías ideológicas que se discutieron en la última centuria, cuando se daba por cierto que evolucionábamos mecánicamente hacia un mañana siempre mejor, quedan derogadas por los presentes hechos. Ahora sabemos que todo mañana depende de las direcciones que elijamos y conductualicemos hoy, a cada momento, concientemente.
Nadie puede hacer eso por nosotros, como tampoco puede respirar, comer o dormir por nosotros. No son funciones delegables, por lo cual la democracia representativa es solo un cuentito, un buen argumento para películas, pero de tiempo limitado.
En Venezuela por ejemplo más allá de tontas relatividades las cosas están muy claras. Hay una clase que ostentó el poder y se resiste a aceptar que lo hizo tan mal, que generó las fuerzas que la desplazaron para nunca más volver.
Porque en el juego de la democracia representativa, en tiempos de revolución económica y cultural, con poderosos medios de producción, transporte y comunicación, cuando predominan por el tiempo suficiente los que tienen hambre y dificultades para satisfacerla, se acerca ya la democracia participativa.
Y si no lo hacen los pobres, lo harán los que se compadecen de ellos. Porque así de tonta, sentimental e idealista es la especie humana. Siente en si misma el dolor y sufrimiento ajeno. Afortunadamente lo hace, porque así mismo funciona todo el ecosistema, todo lo existente. Sí no tuviésemos la sensibilidad y capacidad de hacerlo ya no existiríamos.
La insensibilidad tiene sus umbrales de tolerancia, su tiempo, porque dentro de un sistema de libre elección es necesaria para generar la conciencia, el reconocimiento de lo que somos, lo cual sería imposible sin afrontar las consecuencias de cada uno de nuestros actos. Por ello toda acción egoísta, diferenciadora, excluyente, genera su contra fuerza de igual carga pero opuesta intención, neutralizándose. Por eso giramos en círculos en lugar de avanzar.
Eso se manifiesta como dialéctica generacional, histórica, de género, clases, etc. Pero como todo tiene su tiempo, llega un momento en que los que soñaban que algún día treparían por la pirámide del poder, para hacerse iguales a los dioses o al menos recibir sus favores, se dan cuenta de que esa posibilidad se esfuma ante sus ojos.
Cuando su relativo bienestar se convierte en quedar vagando por las calles durmiendo en sus vehículos y buscando que comer, se termina la relatividad de los sueños y la imaginación y despiertan súbitamente. Ya saben que alguien les tomó el pelo y les robó todos sus sueños y esfuerzos. Ahora hay que empezar de nuevo y hacerlo de otro modo.
Eso es ineludible, aquella etapa ya se terminó, un nuevo modo de hacer las cosas ya está en camino en medio del desmoronamiento creciente de lo ya agotado. La etapa de las relatividades intelectuales, ideológicas, imaginarias, ya pasó a la historia. La fuerza de los hechos desencadenados se encargó de poner las cosas en su correcto lugar.
En este sentido muy diferentes son las situaciones de conflicto social que se viven en Colombia o Perú, donde aún mantienen el poder oficial las clases dominantes y tratan de reprimir bajo múltiples apariencias y discursos justificativos, las manifestaciones de descontento social.
Que las que se viven en Bolivia y Venezuela por ejemplo, donde las clases que ostentaban tradicionalmente el poder y se repartían la cartera pública, han sido desplazadas del mismo y luchan también bajo variadas apariencias por reconquistarlo.
Hoy más allá de leyes e ideologías de moda, como la igualdad de géneros, razas y clases sociales, se exige una igualdad de derechos en los hechos concretos, salud, educación, distribución de los superhábil. Y tras todas las experiencias y eufemismos con que se las describe, esa es la dialéctica que se dirime y abre paso.
Un momento se terminó y otro gana terreno. Yo no tengo la menor duda de que lo que se está muriendo va a terminar de morirse y lo que da señales de parto va a nacer. Lo único que está por decidirse, son las resistencias que habrá de superar ese nuevo ser que intenta venir a ser, impulsado por la presión interna de la vida.
Es decir, habrá que ver si lo que muere puede hacerlo en paz o si se aferra a la continuidad imposible ya de su vida, generando resistencia a la evolución natural de las cosas e innecesaria violencia. Parece inevitable entonces que la muerte de una instancia sicológica entre en escena pública y por consiguiente en conciencia.
Si un cuerpo tiene leyes, que de no respetarlas duelen, enferman y desintegran su organicidad, matan, ¿seremos tan ingenuos como para pensar que la vida es una casualidad en la que da lo mismo hacer una cosa que la otra? Me parece que es todo lo contrario, que la vida es una estructuralidad orgánica que impone su condición a todos los elementos.
A nadie se le ocurre que en un cuerpo las funciones, los órganos, los miembros, las células se pongan a hacer cada una lo que se les da la gana. Todo respeta un plan orgánico, y cuando de hecho por un motivo u otro no sucede así enfermamos, se desintegra la unidad sicofísica y sobreviene la muerte.
Por muy alienados que estemos en esta época de predominio de abstracciones intelectuales y relatividades, no podemos dejar de reconocer que todo en la vida, todo lo viviente es orgánico. Por tanto los momentos, las coyunturas históricas ni se generan ni se deciden por la voluntad de personas o grupos, por muy poderosos que estos puedan ser social o económicamente.
En el mejor de los casos, las personas son buenos representantes de una corriente de vida que ya cumplió su función o de una nueva sensibilidad que ya se deja sentir. En momentos como estos, comienza a ponerse en evidencia la estructuralidad y la simultaneidad de lo viviente, tanto en su repercusión social como en la natural.
En Venezuela por ejemplo, se realizan elecciones regionales este domingo 23 de noviembre en medio de copiosas lluvias, derrumbes y accidentes de todo tipo. En ellas se podrá apreciar si aún tiene influencia y cuanta, la vieja forma de hacer politica. Sin sudar, sin salir siquiera a la calle, sin programas de nación.
Simplemente se emiten programas de TV, en los que predomina movilizar los temores y emociones más bajas de la gente, como la inseguridad y desabastecimiento de alimentos, la futura quiebra del país de seguir gobernado los que ahora lo hacen. Se les paga a grupos de gente para que hagan bastante ruido y alteración del orden, siempre filmados por la infaltable y oportuna cámara.
Si la gente aún resulta suficientemente sugestionable, podrán seguirlos manipulando por un tiempo más. Sin embargo se enfrentan a nuevos modos de hacer política en que los aspirantes se autopostularon y fueron elegidos por las bases populares, los programas fueron elaborados junto con las comunidades con el compromiso firme de realizarlos o ser apartados de sus puestos por referéndum popular constitucional.
Está en juego y debe dirimirse entonces, la condición de la conciencia de los venezolanos que ya llevamos casi diez años en este proceso. Se predice, aún la gente con un poco de sensatez de la oposición, que en el mejor de los escenarios podrían ganar un 10% de las gobernaciones, es decir 2 o 3 de 23 que están en juego. Por lo cual 20 o 21, el 90% sería para el gobierno.
Pero, una vez más, esto no es casual ni local. Esta es una condición mayor, orgánica, estructural, que resuena planetaria y humanamente. Como es evidente ni el llamado primer mundo está a salvo de ella. No importa si parece que es el descalabro económico el motivo de las crecientes protestas sociales en esos lugares.
Cuando hablamos de organicidad y simultaneidad no podemos seguir pensando lineal o temporalmente. Aquí se trata de que todo repercute sobre todo, sin importar donde parezca originarse o comenzar. Por ello la aceleración e intensidad de los hechos desencadenados, desborda la capacidad de nuestro pensamiento preventivo y sus instituciones.
Una condición estructural, orgánica, planetaria, humana; impera y se deja sentir. Nada más alejado de nuestras queridas concepciones de relatividad e impunidad. No son los intereses de grupos de élite los que habrán de decidir futuros, sino las direcciones de conductas y hechos que los grupos sociales elijan afirmar.
Del mismo modo que si eliges no respetar los principios de tu organismo, experimentas dolor y desintegración, sucede cuando eliges direcciones de conducta colectivas que irrespetan las condiciones de la existencia. Simplemente experimentas en carne propia las consecuencias acumulativas de tus decisiones acertadas o erróneas.
Es ante esa reacción de la condición de vida a las direcciones de acción elegidas y conductualizadas, consumadas repetitivamente en hechos, como caemos en cuenta y podemos establecer aquello que afirma y expande la vida, como lo que la contrae y limita. ¿Acaso no es del mismo modo como se establecen las leyes científicas? ¿O es quizás ensimismados en relatividades mentales?
Si metes la mano en el fuego o en la electricidad tienes la clara experiencia de por qué no es conveniente hacerlo. En todo ello participa el cuerpo en relación con su entorno. Y es justamente cuando perdemos de vista esa condición estructural, relacionante, simultánea de la vida, igual para todas sus criaturas, cuando caemos en abstracciones y relatividades ideológicas.
Entonces comienzan todo tipo de inventos y aberraciones, que no tienen el menor asiento ni comprobación en la sencillez y sinceridad de la vida esencial, que todos experimentamos y comprendemos directamente sin necesidad de ser eruditos. Que si yo soy superior y tu inferior, que si tengo derechos divinos y tu eres hijo del diablo y condenado a someterte a mi, etc.
Que si el hombre fue creado primero y la mujer de su costilla y por eso es más inteligente y la domina. Será todo lo que tu quieras que sea, pero no es posible la existencia sin el sexo opuesto y el ecosistema natural, y hasta allí llegan todos los cuentos. Es a esta condición de vida esencial que nos retrotraen las presentes circunstancias desencadenadas.
Puedes declamar todo lo que se te ocurra, tienes todo el derecho de disentir, pero las leyes de vida son las leyes de vida e imponen su condición. Lo que siembras cosechas y no hay tu tía, no hay a quien quejarse. O mejor dicho, puedes quejarte a quien quieras pero eso no corrige tus elecciones erradas. Solo caer en cuenta y hacerlo de un nuevo modo lo posibilita.
Así pues, cada nuevo paso que vamos dando, pone en evidencia la condición de vida que a todos se impone sin importar jerarquías sociales, hábitos ni creencias acumulados en el largo camino de la historia y sus actividades económicas. Cada paso que damos va quedando atrás toda una mentalidad artificial, que se alejó de los caminos esenciales de la vida, simples y sinceros, cubriendo con un manto de irreal complejidad lo que a todos es evidente.
Así pues, el domingo se decide en Venezuela si el grado conciencia colectiva permite que se nos siga sugestionando para manipular por temor nuestras más bajas pasiones, o si hemos ganado la capacidad para discernir cuales son nuestros más elevados intereses. Y lo que decidamos repercutirá, resonará en cadena planetaria.
En sencillo, decidimos si damos un nuevo paso en la libertad de elegir ampliar las posibilidades de mayor calidad de vida y derechos, o si retrocedemos camino de la barbarie y la violencia inevitable. Pero una vez más, no será lo circunstancial lo que decida.
Sino nuestro choque con la condición existencial, que sufriéndola o gozándola nos hará concientes de su inevitabilidad y capaces de ir ajustándonos, acompañándola, haciéndonos uno con ella. Solo en sintonía esencial con la dirección creciente de la vida, puede revolucionarse y se revolucionará la conciencia humana.
Soy de los que piensa que se exagera el poder de los medios de comunicación. Reconozco por supuesto que tienen cierto poder sugestivo, dada su capacidad de influenciar simultáneamente por la vía visual y auditiva la imaginación de la conciencia humana. Pero eso es sobre todo en sectores que tienen momentáneamente resueltas sus necesidades.
Entonces se preocupan de si son infelices sexualmente y de cómo serán más felices que perdices, adónde viajarán en sus próximas vacaciones y cuando comprarán un vehículo o casa más grande, etc. Pero cuando sucede lo que está sucediendo a nivel mundial y escucho que en los próximos dos años, solo en EEUU de cuatro a cinco millones de familias perderán su hogar, no creo que haya modo en que los medios puedan mantener su poder sugestivo.
En la relatividad de la imaginación, con la barriga llena y sin tener que preocuparse por qué se ha de comer mañana, todo juego de imágenes es posible. Que si se termina la historia, que si la derecha o la izquierda, que si es mejor la mono o la poligamia, el sexo físico, virtual, las muñecas de goma o masturbarse, el catolicismo, protestantismo o mahometanismo, etc.
Pero cuando los dolorcitos de barriga nos hacen acordar que además de imaginación y jueguitos mentales, tenemos un cuerpito que nos impone sus necesidades, cuando la tierra tiembla y los huracanes azotan y arrasan casas y sembradíos, todo el resto pasa a ocupar el lugar secundario y relativo que le corresponde.
Eso demuestra la ignorancia de los que ejercen el poder, porque llevaron su avaricia al punto de realizar el robo más grande, descarado e impune de la historia humana. Con lo cual inclinaron la balanza dramáticamente hacia el lado de la pobreza y la consiguiente sensatez que imponen los dolorcitos crecientes de barriga, sobre todo con bajas temperaturas.
De ese modo terminaron con la posibilidad de seguir sugestionando a la gente con sus barrigas llenas. Que vayan ahora a hacerles cuentos de que son los liberadores del mundo y de los maravillosos paraísos que los esperan en el futuro, de lo que la tecnología ha de llegar a producir. El cuerpito y sus sensaciones operan en presente, exigen y disparan acciones aquí y ahora, ya.
Cuando sufres hambre o frío está fuera de tema el ayer y el mañana. Con lo cual queda demostrado que la acumulación o concentración de capital y bienes en cada vez menos manos, es un tropismo o automatismo histórico, es un proceso mecánico donde la conciencia y la inteligencia integral están ausentes, brillan por su ausencia. Del mismo modo que no se hace nada para resolver o aminorar al menos, el ritmo de contaminación atmosférica y ambiental.
Todas las tonterías ideológicas que se discutieron en la última centuria, cuando se daba por cierto que evolucionábamos mecánicamente hacia un mañana siempre mejor, quedan derogadas por los presentes hechos. Ahora sabemos que todo mañana depende de las direcciones que elijamos y conductualicemos hoy, a cada momento, concientemente.
Nadie puede hacer eso por nosotros, como tampoco puede respirar, comer o dormir por nosotros. No son funciones delegables, por lo cual la democracia representativa es solo un cuentito, un buen argumento para películas, pero de tiempo limitado.
En Venezuela por ejemplo más allá de tontas relatividades las cosas están muy claras. Hay una clase que ostentó el poder y se resiste a aceptar que lo hizo tan mal, que generó las fuerzas que la desplazaron para nunca más volver.
Porque en el juego de la democracia representativa, en tiempos de revolución económica y cultural, con poderosos medios de producción, transporte y comunicación, cuando predominan por el tiempo suficiente los que tienen hambre y dificultades para satisfacerla, se acerca ya la democracia participativa.
Y si no lo hacen los pobres, lo harán los que se compadecen de ellos. Porque así de tonta, sentimental e idealista es la especie humana. Siente en si misma el dolor y sufrimiento ajeno. Afortunadamente lo hace, porque así mismo funciona todo el ecosistema, todo lo existente. Sí no tuviésemos la sensibilidad y capacidad de hacerlo ya no existiríamos.
La insensibilidad tiene sus umbrales de tolerancia, su tiempo, porque dentro de un sistema de libre elección es necesaria para generar la conciencia, el reconocimiento de lo que somos, lo cual sería imposible sin afrontar las consecuencias de cada uno de nuestros actos. Por ello toda acción egoísta, diferenciadora, excluyente, genera su contra fuerza de igual carga pero opuesta intención, neutralizándose. Por eso giramos en círculos en lugar de avanzar.
Eso se manifiesta como dialéctica generacional, histórica, de género, clases, etc. Pero como todo tiene su tiempo, llega un momento en que los que soñaban que algún día treparían por la pirámide del poder, para hacerse iguales a los dioses o al menos recibir sus favores, se dan cuenta de que esa posibilidad se esfuma ante sus ojos.
Cuando su relativo bienestar se convierte en quedar vagando por las calles durmiendo en sus vehículos y buscando que comer, se termina la relatividad de los sueños y la imaginación y despiertan súbitamente. Ya saben que alguien les tomó el pelo y les robó todos sus sueños y esfuerzos. Ahora hay que empezar de nuevo y hacerlo de otro modo.
Eso es ineludible, aquella etapa ya se terminó, un nuevo modo de hacer las cosas ya está en camino en medio del desmoronamiento creciente de lo ya agotado. La etapa de las relatividades intelectuales, ideológicas, imaginarias, ya pasó a la historia. La fuerza de los hechos desencadenados se encargó de poner las cosas en su correcto lugar.
En este sentido muy diferentes son las situaciones de conflicto social que se viven en Colombia o Perú, donde aún mantienen el poder oficial las clases dominantes y tratan de reprimir bajo múltiples apariencias y discursos justificativos, las manifestaciones de descontento social.
Que las que se viven en Bolivia y Venezuela por ejemplo, donde las clases que ostentaban tradicionalmente el poder y se repartían la cartera pública, han sido desplazadas del mismo y luchan también bajo variadas apariencias por reconquistarlo.
Hoy más allá de leyes e ideologías de moda, como la igualdad de géneros, razas y clases sociales, se exige una igualdad de derechos en los hechos concretos, salud, educación, distribución de los superhábil. Y tras todas las experiencias y eufemismos con que se las describe, esa es la dialéctica que se dirime y abre paso.
Un momento se terminó y otro gana terreno. Yo no tengo la menor duda de que lo que se está muriendo va a terminar de morirse y lo que da señales de parto va a nacer. Lo único que está por decidirse, son las resistencias que habrá de superar ese nuevo ser que intenta venir a ser, impulsado por la presión interna de la vida.
Es decir, habrá que ver si lo que muere puede hacerlo en paz o si se aferra a la continuidad imposible ya de su vida, generando resistencia a la evolución natural de las cosas e innecesaria violencia. Parece inevitable entonces que la muerte de una instancia sicológica entre en escena pública y por consiguiente en conciencia.
Si un cuerpo tiene leyes, que de no respetarlas duelen, enferman y desintegran su organicidad, matan, ¿seremos tan ingenuos como para pensar que la vida es una casualidad en la que da lo mismo hacer una cosa que la otra? Me parece que es todo lo contrario, que la vida es una estructuralidad orgánica que impone su condición a todos los elementos.
A nadie se le ocurre que en un cuerpo las funciones, los órganos, los miembros, las células se pongan a hacer cada una lo que se les da la gana. Todo respeta un plan orgánico, y cuando de hecho por un motivo u otro no sucede así enfermamos, se desintegra la unidad sicofísica y sobreviene la muerte.
Por muy alienados que estemos en esta época de predominio de abstracciones intelectuales y relatividades, no podemos dejar de reconocer que todo en la vida, todo lo viviente es orgánico. Por tanto los momentos, las coyunturas históricas ni se generan ni se deciden por la voluntad de personas o grupos, por muy poderosos que estos puedan ser social o económicamente.
En el mejor de los casos, las personas son buenos representantes de una corriente de vida que ya cumplió su función o de una nueva sensibilidad que ya se deja sentir. En momentos como estos, comienza a ponerse en evidencia la estructuralidad y la simultaneidad de lo viviente, tanto en su repercusión social como en la natural.
En Venezuela por ejemplo, se realizan elecciones regionales este domingo 23 de noviembre en medio de copiosas lluvias, derrumbes y accidentes de todo tipo. En ellas se podrá apreciar si aún tiene influencia y cuanta, la vieja forma de hacer politica. Sin sudar, sin salir siquiera a la calle, sin programas de nación.
Simplemente se emiten programas de TV, en los que predomina movilizar los temores y emociones más bajas de la gente, como la inseguridad y desabastecimiento de alimentos, la futura quiebra del país de seguir gobernado los que ahora lo hacen. Se les paga a grupos de gente para que hagan bastante ruido y alteración del orden, siempre filmados por la infaltable y oportuna cámara.
Si la gente aún resulta suficientemente sugestionable, podrán seguirlos manipulando por un tiempo más. Sin embargo se enfrentan a nuevos modos de hacer política en que los aspirantes se autopostularon y fueron elegidos por las bases populares, los programas fueron elaborados junto con las comunidades con el compromiso firme de realizarlos o ser apartados de sus puestos por referéndum popular constitucional.
Está en juego y debe dirimirse entonces, la condición de la conciencia de los venezolanos que ya llevamos casi diez años en este proceso. Se predice, aún la gente con un poco de sensatez de la oposición, que en el mejor de los escenarios podrían ganar un 10% de las gobernaciones, es decir 2 o 3 de 23 que están en juego. Por lo cual 20 o 21, el 90% sería para el gobierno.
Pero, una vez más, esto no es casual ni local. Esta es una condición mayor, orgánica, estructural, que resuena planetaria y humanamente. Como es evidente ni el llamado primer mundo está a salvo de ella. No importa si parece que es el descalabro económico el motivo de las crecientes protestas sociales en esos lugares.
Cuando hablamos de organicidad y simultaneidad no podemos seguir pensando lineal o temporalmente. Aquí se trata de que todo repercute sobre todo, sin importar donde parezca originarse o comenzar. Por ello la aceleración e intensidad de los hechos desencadenados, desborda la capacidad de nuestro pensamiento preventivo y sus instituciones.
Una condición estructural, orgánica, planetaria, humana; impera y se deja sentir. Nada más alejado de nuestras queridas concepciones de relatividad e impunidad. No son los intereses de grupos de élite los que habrán de decidir futuros, sino las direcciones de conductas y hechos que los grupos sociales elijan afirmar.
Del mismo modo que si eliges no respetar los principios de tu organismo, experimentas dolor y desintegración, sucede cuando eliges direcciones de conducta colectivas que irrespetan las condiciones de la existencia. Simplemente experimentas en carne propia las consecuencias acumulativas de tus decisiones acertadas o erróneas.
Es ante esa reacción de la condición de vida a las direcciones de acción elegidas y conductualizadas, consumadas repetitivamente en hechos, como caemos en cuenta y podemos establecer aquello que afirma y expande la vida, como lo que la contrae y limita. ¿Acaso no es del mismo modo como se establecen las leyes científicas? ¿O es quizás ensimismados en relatividades mentales?
Si metes la mano en el fuego o en la electricidad tienes la clara experiencia de por qué no es conveniente hacerlo. En todo ello participa el cuerpo en relación con su entorno. Y es justamente cuando perdemos de vista esa condición estructural, relacionante, simultánea de la vida, igual para todas sus criaturas, cuando caemos en abstracciones y relatividades ideológicas.
Entonces comienzan todo tipo de inventos y aberraciones, que no tienen el menor asiento ni comprobación en la sencillez y sinceridad de la vida esencial, que todos experimentamos y comprendemos directamente sin necesidad de ser eruditos. Que si yo soy superior y tu inferior, que si tengo derechos divinos y tu eres hijo del diablo y condenado a someterte a mi, etc.
Que si el hombre fue creado primero y la mujer de su costilla y por eso es más inteligente y la domina. Será todo lo que tu quieras que sea, pero no es posible la existencia sin el sexo opuesto y el ecosistema natural, y hasta allí llegan todos los cuentos. Es a esta condición de vida esencial que nos retrotraen las presentes circunstancias desencadenadas.
Puedes declamar todo lo que se te ocurra, tienes todo el derecho de disentir, pero las leyes de vida son las leyes de vida e imponen su condición. Lo que siembras cosechas y no hay tu tía, no hay a quien quejarse. O mejor dicho, puedes quejarte a quien quieras pero eso no corrige tus elecciones erradas. Solo caer en cuenta y hacerlo de un nuevo modo lo posibilita.
Así pues, cada nuevo paso que vamos dando, pone en evidencia la condición de vida que a todos se impone sin importar jerarquías sociales, hábitos ni creencias acumulados en el largo camino de la historia y sus actividades económicas. Cada paso que damos va quedando atrás toda una mentalidad artificial, que se alejó de los caminos esenciales de la vida, simples y sinceros, cubriendo con un manto de irreal complejidad lo que a todos es evidente.
Así pues, el domingo se decide en Venezuela si el grado conciencia colectiva permite que se nos siga sugestionando para manipular por temor nuestras más bajas pasiones, o si hemos ganado la capacidad para discernir cuales son nuestros más elevados intereses. Y lo que decidamos repercutirá, resonará en cadena planetaria.
En sencillo, decidimos si damos un nuevo paso en la libertad de elegir ampliar las posibilidades de mayor calidad de vida y derechos, o si retrocedemos camino de la barbarie y la violencia inevitable. Pero una vez más, no será lo circunstancial lo que decida.
Sino nuestro choque con la condición existencial, que sufriéndola o gozándola nos hará concientes de su inevitabilidad y capaces de ir ajustándonos, acompañándola, haciéndonos uno con ella. Solo en sintonía esencial con la dirección creciente de la vida, puede revolucionarse y se revolucionará la conciencia humana.
-
LPyC/25/11/2008
No hay comentarios:
Publicar un comentario