25/11/08

Mirada al mundo

Paul Krugman*
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Atemorizante parálisis de política económica
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Por obvias razones, todo mundo está hablando de un nuevo New Deal. En 2008, como en 1932, un largo periodo de dominio político republicano llegó a su fin en medio de una crisis económica y financiera

Esa crisis, en la mente de los votantes, desacreditó la ideología de libre mercado y socavó la proclamada capacidad del llamado Viejo Gran Partido. Y para quienes están en el lado progresista del espectro político, estos son tiempos prometedores.
Existe, sin embargo, un paralelismo más perturbador entre 2008 y 1932: a saber, el surgimiento de un vacío de poder en el apogeo de la crisis. El interregno en 1932-33, el largo periodo entre la elección y la transferencia actual de poderes, fue desastroso para la economía de Estados Unidos, debido en parte a que la administración saliente no tenía credibilidad, la administración entrante no tenía autoridad y el abismo ideológico entre ambas partes era demasiado grande para permitir una acción concertada. Y lo mismo está ocurriendo actualmente.

Es verdad que el interregno será más corto esta vez: FDR no asumió el cargo hasta marzo, mientras Barack Obama ocupará la Casa Blanca el 20 de enero. Sin embargo, las crisis avanzan con más rapidez en estos días.

¿Qué tanto puede salir mal en los dos meses previos a la asunción de Obama? Desafortunadamente, la respuesta es: mucho. Considere cuánto más se ha oscurecido el panorama económico desde la caída de Lehman Brothers hace apenas dos meses. Y el ritmo del deterioro parece estar acelerándose.

Es obvio que estamos en medio del peor de los colapsos bursátiles desde la Gran Depresión: el índice Standard & Poor’s de 500 acciones ha registrado hasta ahora una caída de 50% desde su nivel máximo. Otros indicadores son indiscutiblemente más alarmantes: las demandas de seguro de desempleo están aumentando, la producción manufacturera está disminuyendo drásticamente y las tasas de interés de los bonos corporativos, que reflejan el temor de los inversionistas a una suspensión de pagos, van en aumento, lo que seguramente generará una fuerte caída en el gasto empresarial. Los pronósticos sobre la economía lucen más sombríos de lo que parecían hace apenas una semana o dos.

Sin embargo, la política económica, más que estar respondiendo a la amenaza, parece haberse ido de vacaciones. En especial, el pánico se ha apoderado una vez más de los mercados crediticios y sin embargo no hay un nuevo plan de rescate a la vista. Por el contrario, Henry Paulson, secretario del Tesoro, anunció que ni siquiera regresará al Congreso por la segunda mitad de los 700 mil millones de dólares ya aprobados para un rescate financiero. Y la ayuda para la atribulada industria automotriz se ha atorado por un impasse político.

¿Qué tanto debemos preocuparnos por lo que parece serán dos meses de políticas públicas a la deriva? Como mínimo, los dos próximos meses infligirán un severo dolor a cientos de miles de estadounidenses que perderán su empleo, su casa o ambos. No obstante, lo que es realmente preocupante es la posibilidad de que una parte del daño que se está registrando ahora sea irreversible. Me preocupan en particular las dos D: deflación y Detroit.

Con respecto a la deflación, “la década perdida” que vivió Japón en los años 90 enseñó a los economistas que es muy difícil lograr que la economía avance una vez que las expectativas de inflación son demasiado bajas (no importa si la gente literalmente espera que disminuyan los precios). Sin embargo, existe una clara presión deflacionaria en la economía estadounidense en la actualidad, y cada mes que transcurre sin una señal de recuperación aumentan las probabilidades de que caigamos en una trampa tipo Japón durante años.

Con respecto a Detroit: existe actualmente un riesgo real de que, en ausencia de una pronta ayuda federal, los tres fabricantes automotrices más importantes y su red de proveedores se vean obligados a implementar una liquidación, es decir, cerrar, despedir a todos sus empleados y vender sus activos. Y si eso sucede, será muy difícil recuperarlos.

Ahora, tal vez dejar que las compañías automotrices mueran es la decisión correcta, aun cuando un colapso en la industria automotriz sería un fuerte revés para una economía ya en declive. No obstante, es una decisión que debe tomarse con cuidado, considerando plenamente sus costos y beneficios, y no una decisión que se tome por omisión, por un impasse entre demócratas que quieren que Paulson use parte de esos 700 mil millones de dólares, y una administración ya incapacitada que está tratando de obligar al Congreso a desviar fondos a un programa de eficiencia de combustible.

¿Estará la política económica completamente paralizada de aquí al 20 de enero? No totalmente. Se están tomando algunas medidas de utilidad. Por ejemplo, las compañías hipotecarias Fannie Mae y Freddie Mac tomaron la inteligente decisión de declarar un cese temporal de los procesos de embargo, mientras que el Congreso aprobó la muy necesitada extensión de los beneficios del seguro de desempleo ahora que la Casa Blanca dejó a un lado su oposición.

Sin embargo, no está ocurriendo nada en materia de política pública que sea remotamente proporcional a la escala de la crisis económica. Y da miedo pensar qué más puede salir mal antes de la toma de posesión. (Traducción: Gabriela Cornejo)
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*Paul Krugman
Acerca del autor:
Premio Nobel de Economía 2008, considerado entre los economistas más destacados del mundo. Autor de más de 18 libros y columnista estrella del New York Times, ha pasado toda su vida académica investigando y dando clases en Yale, Stanford, MIT y actualmente Princeton. Krugman escribe, según sus propias palabras, para incomodar a la gente. "Si una columna no genera inquietud al leerla, entonces el autor ha malgastado el espacio. Esto es particulamente cierto en economía, donde todos tienen fuertes puntos de vista, pero pocos se detienen a reflexionar sobre ellos".
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El Universal - México/25/11/2008

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