Paul Krugman
The New York Times
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Mirando los noticiarios, uno podría haber pensado que la única duda era si el plan era demasiado grande, demasiado ambicioso.
Sin embargo, muchos economistas, yo entre ellos, de hecho sostuvieron que el plan era demasiado pequeño y demasiado cauteloso. Los datos más recientes confirman esas preocupaciones y sugieren que las políticas económicas de la administración Obama ya se están quedando a la zaga de los acontecimientos.
Para apreciar qué tan negativos son los números, considere esto: las propuestas presupuestarias de la administración, presentadas hace menos de dos semanas, presuponen una tasa de desempleo promedio de 8.1% para todo 2009. En realidad, el desempleo alcanzó ese nivel en febrero, y está aumentando con rapidez.
El empleo ya ha descendido más en esta recesión que en la crisis de 1981, considerada la peor desde la Gran Depresión. Como resultado, la promesa de Obama de que su plan generará o preservará 3.5 millones de trabajos para finales de 2010 parece exiguo, por decir lo menos. Es una promesa creíble, pues sus economistas utilizaron estimados sólidos y conocidos sobre los efectos de las políticas fiscales y de gasto. Pero 3.5 millones de empleos dentro de casi dos años no es suficiente frente a una economía que ha perdido ya 4.4 millones de empleos, y está perdiendo 600 mil más cada mes.
Surgen ahora tres grandes interrogantes sobre la política económica. Primero, ¿está consciente la administración de que no está haciendo lo suficiente? Segundo, ¿está preparada para hacer más? Tercero, ¿colaborará el Congreso en el establecimiento de políticas más firmes?
Respecto de las dos primeras, considero que la entrevista más reciente de Obama con The New York Times resulta menos que confortante.
“Nuestra creencia y expectativa es que colocaremos todos los pilares para la recuperación en su lugar este año”, declaró el presidente, en lo que es una creencia y una expectativa que no es respaldada por ningún dato ni modelo del que yo tenga conocimiento. Ciertamente, se supone que los líderes deben sonar tranquilos y bajo control. Pero ante lo descorazonador de la información, la declaración pareció fuera de lugar.
Y no hubo indicios en la entrevista de una disposición a hacer más.
Una solución real a las tribulaciones del sistema bancario podría ayudar a compensar el tamaño inadecuado del plan de estímulo, así que fue bueno oír que Obama dedica al menos una hora todos los días para, junto a sus asesores económicos, “hablar sobre cómo estamos atendiendo los mercados financieros”.
Sin embargo, más adelante restó importancia a los llamados que se han hecho a emprender acciones decisivas, señalando que provienen de blogs (de hecho, proceden de muchos lugares, incluyendo al menos un presidente de un banco de la Reserva Federal) y sugiriendo que los críticos quieren “nacionalizar todos los bancos” (algo que nadie está proponiendo).
En mi opinión, esta desestimación —junto con la continua omisión en anunciar un plan amplio de reestructuración bancaria— significa que la Casa Blanca ha decidido arreglárselas en el frente financiero confiando en que la recuperación económica rescate a los bancos y no al revés. Y como el plan de estímulo es demasiado pequeño para generar una recuperación económica... bueno, usted me entiende.
Tarde o temprano la administración se dará cuenta de que debe hacerse más. Pero cuando regrese a pedir más dinero, ¿estará de acuerdo el Congreso?
En la actualidad los republicanos están firmemente comprometidos con la idea de que no deberíamos hacer nada para responder a la crisis económica, excepto recortar los impuestos, lo cual siempre quieren hacer sin importar las circunstancias. Si Obama regresa por una segunda ronda de estímulos responderán no siendo útiles, sino afirmando que sus políticas han fracasado.
En contraste, la mayoría de la gente favorece una acción firme. De acuerdo con una encuesta reciente de Newsweek, la mayoría de los votantes respalda el estímulo y, lo que es más sorprendente, una gran parte cree que se necesitará un mayor gasto. ¿Pero seguirá ese apoyo ahí dentro de, digamos, seis meses?
Asimismo, una abrumadora mayoría cree que el gobierno está gastando demasiado para ayudar a las grandes instituciones financieras. Esto sugiere que la política financiera de “dinero por nada” de la administración agotará con el tiempo su capital político.
Este es entonces el panorama que me atemoriza: es septiembre de 2009, la tasa de desempleo ha rebasado 9% y, a pesar de la ronda inicial de estímulos, el gasto se mantiene al alza. Obama reconoce finalmente que se necesita un estímulo más grande.
Pero no puede lograr que su nuevo plan sea aceptado por el Congreso porque la tasa de aprobación de sus políticas económicas se ha desplomado, en parte porque se considera que han fracasado y en parte porque las estrategias de generación de empleos son vinculadas en la mente de la gente con los profundamente impopulares rescates bancarios. Y como resultado la recesión se extiende furiosamente, sin control.
Está bien, es una advertencia, no una predicción. Pero la política económica se está quedando a la zaga de los acontecimientos y existe un peligro real, creciente, de que nunca se empareje. (Traducción: Gregorio Narváez)
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Mirando los noticiarios, uno podría haber pensado que la única duda era si el plan era demasiado grande, demasiado ambicioso.
Sin embargo, muchos economistas, yo entre ellos, de hecho sostuvieron que el plan era demasiado pequeño y demasiado cauteloso. Los datos más recientes confirman esas preocupaciones y sugieren que las políticas económicas de la administración Obama ya se están quedando a la zaga de los acontecimientos.
Para apreciar qué tan negativos son los números, considere esto: las propuestas presupuestarias de la administración, presentadas hace menos de dos semanas, presuponen una tasa de desempleo promedio de 8.1% para todo 2009. En realidad, el desempleo alcanzó ese nivel en febrero, y está aumentando con rapidez.
El empleo ya ha descendido más en esta recesión que en la crisis de 1981, considerada la peor desde la Gran Depresión. Como resultado, la promesa de Obama de que su plan generará o preservará 3.5 millones de trabajos para finales de 2010 parece exiguo, por decir lo menos. Es una promesa creíble, pues sus economistas utilizaron estimados sólidos y conocidos sobre los efectos de las políticas fiscales y de gasto. Pero 3.5 millones de empleos dentro de casi dos años no es suficiente frente a una economía que ha perdido ya 4.4 millones de empleos, y está perdiendo 600 mil más cada mes.
Surgen ahora tres grandes interrogantes sobre la política económica. Primero, ¿está consciente la administración de que no está haciendo lo suficiente? Segundo, ¿está preparada para hacer más? Tercero, ¿colaborará el Congreso en el establecimiento de políticas más firmes?
Respecto de las dos primeras, considero que la entrevista más reciente de Obama con The New York Times resulta menos que confortante.
“Nuestra creencia y expectativa es que colocaremos todos los pilares para la recuperación en su lugar este año”, declaró el presidente, en lo que es una creencia y una expectativa que no es respaldada por ningún dato ni modelo del que yo tenga conocimiento. Ciertamente, se supone que los líderes deben sonar tranquilos y bajo control. Pero ante lo descorazonador de la información, la declaración pareció fuera de lugar.
Y no hubo indicios en la entrevista de una disposición a hacer más.
Una solución real a las tribulaciones del sistema bancario podría ayudar a compensar el tamaño inadecuado del plan de estímulo, así que fue bueno oír que Obama dedica al menos una hora todos los días para, junto a sus asesores económicos, “hablar sobre cómo estamos atendiendo los mercados financieros”.
Sin embargo, más adelante restó importancia a los llamados que se han hecho a emprender acciones decisivas, señalando que provienen de blogs (de hecho, proceden de muchos lugares, incluyendo al menos un presidente de un banco de la Reserva Federal) y sugiriendo que los críticos quieren “nacionalizar todos los bancos” (algo que nadie está proponiendo).
En mi opinión, esta desestimación —junto con la continua omisión en anunciar un plan amplio de reestructuración bancaria— significa que la Casa Blanca ha decidido arreglárselas en el frente financiero confiando en que la recuperación económica rescate a los bancos y no al revés. Y como el plan de estímulo es demasiado pequeño para generar una recuperación económica... bueno, usted me entiende.
Tarde o temprano la administración se dará cuenta de que debe hacerse más. Pero cuando regrese a pedir más dinero, ¿estará de acuerdo el Congreso?
En la actualidad los republicanos están firmemente comprometidos con la idea de que no deberíamos hacer nada para responder a la crisis económica, excepto recortar los impuestos, lo cual siempre quieren hacer sin importar las circunstancias. Si Obama regresa por una segunda ronda de estímulos responderán no siendo útiles, sino afirmando que sus políticas han fracasado.
En contraste, la mayoría de la gente favorece una acción firme. De acuerdo con una encuesta reciente de Newsweek, la mayoría de los votantes respalda el estímulo y, lo que es más sorprendente, una gran parte cree que se necesitará un mayor gasto. ¿Pero seguirá ese apoyo ahí dentro de, digamos, seis meses?
Asimismo, una abrumadora mayoría cree que el gobierno está gastando demasiado para ayudar a las grandes instituciones financieras. Esto sugiere que la política financiera de “dinero por nada” de la administración agotará con el tiempo su capital político.
Este es entonces el panorama que me atemoriza: es septiembre de 2009, la tasa de desempleo ha rebasado 9% y, a pesar de la ronda inicial de estímulos, el gasto se mantiene al alza. Obama reconoce finalmente que se necesita un estímulo más grande.
Pero no puede lograr que su nuevo plan sea aceptado por el Congreso porque la tasa de aprobación de sus políticas económicas se ha desplomado, en parte porque se considera que han fracasado y en parte porque las estrategias de generación de empleos son vinculadas en la mente de la gente con los profundamente impopulares rescates bancarios. Y como resultado la recesión se extiende furiosamente, sin control.
Está bien, es una advertencia, no una predicción. Pero la política económica se está quedando a la zaga de los acontecimientos y existe un peligro real, creciente, de que nunca se empareje. (Traducción: Gregorio Narváez)
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El Universal - México/12/03/2009
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