El primer británico Gordon Brown
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El primer ministro británico, Gordon Brown, cumple este sábado dos años en Downing Street, aunque podría tratarse de su último aniversario en el poder, a causa del escándalo de los gastos de personalidades políticas, que ocasionó nuevos daños a su imagen.
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Por Katherine Haddon
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Por Katherine Haddon
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LONDRES (AFP) — "El problema es que, en cierto momento, se llegue a un punto en el que la gente deje de escucharlo", analiza Robin Pettitt, politólogo en la Universidad de Kingston de Londres.
"El gobierno se acerca peligrosamente a ese nivel", asevera.
Como él mismo lo confesó, el primer ministro laborista acaba de pasar las peores semanas de su vida política. Once miembros de su gobierno renunciaron, a veces citando a Gordon Brown como la razón de su partida, obligando al primer ministro a anunciar una precipitada remodelación de su gabinete el 5 de junio.
La víspera, el Partido Laborista había protagonizado una histórica derrota en las elecciones locales y europea, lo que alimentó un profundo descontento en el seno de la formación.
La revuelta de los laboristas no llegó hasta el final, pero esto se debió más a que ninguno quiso el lugar del jefe, ante la perspectiva de una derrota humillante del laborismo en las próximas elecciones legislativas, que serán convocadas a más tardar para 2010.
El conjunto de los sondeos pronostican un triunfo de los conservadores y del jóven y carismático David Cameron, de 42 años.
Brown, el tenebroso escocés de 58 años, hijo de un pastor protestante, jamás brilló por su carisma. Llegó al número 10 de la calle Downing Street a finales de junio de 2007 sin una elección de por medio, para reemplazar a un Tony Blair debilitado por la impopular participación de Londres en la guerra de Irak.
Brown, que era hasta entonces ministro de Finanzas, sólo conoció un efímero estado de gracia. Apenas en el otoño (boreal) de 2007, fue acusado de cobardía por no haber querido anticipar las elecciones generales, que podría haber ganado en ese momento.
Su popularidad comenzó entonces a caer, a tal punto que en el otoño de 2008 enfrentó una rebelión en el seno del laborismo, que no fue la última.
La severa recesión que afecta al país le permitió erigirse, como lo señaló el premio Nobel de Economía estadounidense Paul Krugman, al rango de "salvador del sistema financiera mundial".
Pero el mes pasado estalló el escándalo de los gastos abusivos de los diputados, e incluso de algunos ministros. Durante largas semanas, la prensa se desgranó por los abusos cometidos por gran parte de los 646 diputados que utilizaron el sistema legal de reembolso de gastos, juzgado abusivo.
Si el conjunto de la clase política resultó afectada, es el laborismo el que más sufrió. Su base electoral, más popular, penalizó el exceso de los dirigentes cuando se le pide que disminuyan sus gastos.
Gordon Brown confía sin embargo que se le reconocerá las ventajas de su política contra la recesión. "La gente sabe que tomamos decisiones para intentar relanzar la economía pero no ve aún los resultados", declaró al periódico The Guardian, cercano al laborismo,
En una rara confesión al diario, el primer ministro no descarta una vida sin la política. "No temo no volver a lugares como Downing Street, Chequers (residencia secundaria del primer ministro, ndlr)... y sería probablemente bueno para mis hijos", confesó.
Pero por el momento no dejará el timón en medio de la tormenta, explicó esta vez al periódico Times en una entrevista publicada este viernes.
"Tengo siempre la intención de hacer el trabajo que me fijé", aseguró.
-"El gobierno se acerca peligrosamente a ese nivel", asevera.
Como él mismo lo confesó, el primer ministro laborista acaba de pasar las peores semanas de su vida política. Once miembros de su gobierno renunciaron, a veces citando a Gordon Brown como la razón de su partida, obligando al primer ministro a anunciar una precipitada remodelación de su gabinete el 5 de junio.
La víspera, el Partido Laborista había protagonizado una histórica derrota en las elecciones locales y europea, lo que alimentó un profundo descontento en el seno de la formación.
La revuelta de los laboristas no llegó hasta el final, pero esto se debió más a que ninguno quiso el lugar del jefe, ante la perspectiva de una derrota humillante del laborismo en las próximas elecciones legislativas, que serán convocadas a más tardar para 2010.
El conjunto de los sondeos pronostican un triunfo de los conservadores y del jóven y carismático David Cameron, de 42 años.
Brown, el tenebroso escocés de 58 años, hijo de un pastor protestante, jamás brilló por su carisma. Llegó al número 10 de la calle Downing Street a finales de junio de 2007 sin una elección de por medio, para reemplazar a un Tony Blair debilitado por la impopular participación de Londres en la guerra de Irak.
Brown, que era hasta entonces ministro de Finanzas, sólo conoció un efímero estado de gracia. Apenas en el otoño (boreal) de 2007, fue acusado de cobardía por no haber querido anticipar las elecciones generales, que podría haber ganado en ese momento.
Su popularidad comenzó entonces a caer, a tal punto que en el otoño de 2008 enfrentó una rebelión en el seno del laborismo, que no fue la última.
La severa recesión que afecta al país le permitió erigirse, como lo señaló el premio Nobel de Economía estadounidense Paul Krugman, al rango de "salvador del sistema financiera mundial".
Pero el mes pasado estalló el escándalo de los gastos abusivos de los diputados, e incluso de algunos ministros. Durante largas semanas, la prensa se desgranó por los abusos cometidos por gran parte de los 646 diputados que utilizaron el sistema legal de reembolso de gastos, juzgado abusivo.
Si el conjunto de la clase política resultó afectada, es el laborismo el que más sufrió. Su base electoral, más popular, penalizó el exceso de los dirigentes cuando se le pide que disminuyan sus gastos.
Gordon Brown confía sin embargo que se le reconocerá las ventajas de su política contra la recesión. "La gente sabe que tomamos decisiones para intentar relanzar la economía pero no ve aún los resultados", declaró al periódico The Guardian, cercano al laborismo,
En una rara confesión al diario, el primer ministro no descarta una vida sin la política. "No temo no volver a lugares como Downing Street, Chequers (residencia secundaria del primer ministro, ndlr)... y sería probablemente bueno para mis hijos", confesó.
Pero por el momento no dejará el timón en medio de la tormenta, explicó esta vez al periódico Times en una entrevista publicada este viernes.
"Tengo siempre la intención de hacer el trabajo que me fijé", aseguró.
AFP/26/06/2009
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